La ciudad está en ruinas. Todo aquí es
destrucción. Pero no solo en esta ciudad, hemos pasado ya por otras tantas que
he perdido la cuenta. Los humanos, desesperados, han intentado matarme, pero sus armas son inútiles. La
única arma que serviría es una daga, que está en paradero desconocido, la cual acabaría
dolorosamente con uno de nosotros dos. El aire está cargado del
polvo que se ha creado por el derrumbamiento de decenas de edificios. Si no
fuera por los escombros, seguramente vería miles de cadáveres en vez de ver
solo unos centenares. Todavía quedan en pie rascacielos y viviendas. Los pocos
militares supervivientes huyen despavoridos, todavía queda gente que ha
sobrevivido pero está inmovilizada a causa de la destrucción que he provocado.
Nunca pensé que pudiera llegar hasta este extremo, pero aquí estoy yo, la
actual generación del Diablo, en una encarnizada lucha contra Dios donde a
ambos nos dan igual los inocentes. Antes de que todo esto acabe, tanto si gana
él como si gano yo, me gustaría contar cómo empezó todo y cómo finalmente decidí matar a Dios. Lo primero y ante todo debéis saber que, aunque sea el Diablo, lo
único terrorífico que tengo es cómo se han quedado mis ojos. Ahora tengo 18
años. Tengo el pelo castaño, lo solía llevar despeinado y que llegase lo justo
de longitud para cubrirme el cuello. Nunca me he preocupado por mi aspecto
físico. Mido 1,76, siempre me ha gustado el deporte y leer y ante todo soy muy curioso.
jRS
jRS
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Bueno Javi, tio, que puedo decirte, este comentario es de los primeros 3 capítulos pero... joder colega. No encuentro palabras para describir esto. No sé. ¿En que se supone que piensas para escribir esto?
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