domingo, 16 de marzo de 2014

La decisión de un Diablo - Capítulo 5

Eduard llegó tarde a la estación, pero como habíamos quedado bastante antes de que el tren saliera no importó. Él y yo no nos gustábamos nada, no era ningún secreto. Pero era extraño, se mostraba distante y cuando le miraba no podía evitar pensar que había hecho algo para enfadarlo. Evitaba por completo estar cerca de mí, y Cristal lo acompañó a un asiento alejado en el tren para que no estuviera solo. Ninguno sabía qué le pasaba, ni siquiera Cristal. Los vagones del tren solo tenían bancos con respaldo acolchados. Yo me senté al lado de Marc y Mari enfrente. El resto del vagón estaba desierto.
-¿Le has hecho algo a Eduard?-no pudo evitar preguntar Mari
-No he vuelto a estar cerca de él desde la última vez que estuvimos todos juntos. Si vosotros no lo entendéis yo menos.
-Pues a mí no me miréis- intervino Marc- y al parecer Cristal tampoco ha sabido de él desde el día que vino a hacer las recuperaciones de los exámenes que se perdió.-En ese momento no pude evitar recordar lo que me comentó Sam sobre fiarme de Eduard. ¿Ella sabía algo? Si supiera algo específico pensaba que me lo habría contado, pero de todas formas le preguntaría más tarde.
-Cambiando de tema- intervino Mari-¿No será aburrido si lo único que hay es la playa y esas praderas llenas de flores? Es de lo único que nos has hablado de ese sitio
-Será todo lo aburrido que tú quieras- le contesté- no habrá tantas cosas como en la ciudad, pero ese es su encanto. Como ya os dije el lugar es precioso.
-A menos que haya cambiado-comentó Marc
-Mi madre pasó por allí hace dos meses y me dijo que está como el primer día. Es un lugar increíble, parece que el tiempo se detiene.
-Por eso te gusta tanto ¿Eh? Un lugar sin alboroto y donde no hay nada que curiosear- Mari no pudo evitar hablar. Sonreí y contesté
-Cierto. Todo lo que se podía encontrar y saber de ese sitio ya lo conozco.
-¿Hay corrientes que nos puedan llevar mar adentro?-se interesó Marc
-Ninguna, podemos nadar y bucear hasta casi perder de vista la orilla y volver sin problema.
-¡Genial!-exclamó y se acercó a mí, rodeándome con el brazo para susurrarme- ¿Podrías dejarnos asolas?-encantado cedí y me senté alejado de las dos parejas. Sam  estaba encima del vagón. Me tentó pensar en una forma de llegar a donde estaba, para saber cómo era estar ahí arriba.
-Yo y mi curiosidad. –murmuré
Aproveché  que nadie se fijaba en mí para salir por la puerta que conecta los vagones. Usé la separación que había para subir impulsándome con la fuerza de una pierna y un brazo en cada vagón. Arriba el viento era espectacular, casi me tira cuando subí. Más lento de lo que me hubiera gustado, logré alcancar a Sam y me tumbé boca abajo a su lado.
-¿Qué tal guapo?- para hablar teníamos que alzar la voz si no queríamos que el viento se llevara las palabras
-Se está bastante bien aquí arriba-ironicé
-Siiii... todo un paraíso-no contuvo su risa, aunque la escuché a duras penas. Nos quedamos un rato sin hacer nada hasta que le pregunté
-¿Sabes algo de Eduard?
-Lo mismo que tú, que de repente dejó de asistir a la escuela y que no le habéis vuelto a ver desde la noche que nos conocimos.
-¿Nada más?
-También sé que está interesado en la EPSD -eso me dejó desconcertado
-Creía que estaba interesado en ser soldado, no sirviente de Dios. Aunque tampoco haya demasiada diferencia.
-Sí que hay diferencia, ¿O es que eres tan ignorante como el resto?
-¿Te recuerdo quién me enseña lo que debo sobre el mundo? De todas formas tengo entendido que es muy difícil entrar.
-Sí que lo es, pero si lo consigues obtienes acceso a información restringida. No sé qué información ni si es fiable, pero por la actitud que tiene diría que lo está consiguiendo.
-¿Por qué dices eso?
-No te quita el ojo de encima, así que deberías bajar antes de que se den cuenta de que faltas.


Me hubiera gustado quedarme más tiempo ahí arriba, me encantaba la fuerza del viento en mi cara. Llegar al lugar por donde subí fue más fácil. No tuve el viento en contra y no tenía que hacer fuerza, solo dejarme caer y procurar no hacerme daño en la caída. Cuando entré, Marc y Mari se miraban y hablaban muy concentrados el uno en el otro. Eduard estaba dormido y Cristal levantada buscando algo.

-¿Dónde has estado?-Dijo al acercarse a mí.
-El servicio-respondí tranquilo. Me miró perpleja, un tanto incrédula.
-¿Recuerdas que por la otra puerta hay uno más cerca? -contestó señalando a la con el pulgar a su espalda
-¿qué?-Se me quedó la boca abierta y se rió de mi.
-¡Anda!… Sentémonos-Nos sentamos uno al frente del otro
-¿Sabes algo de por qué está Eduard comportándose de forma tan extraña?- comenté cuando nos sentamos
-Nada-me hubiera podido hacerle preguntas más directas, pero podría levantar sospechas.
-Bueno no te preocupes, seguro que es alguna tontería que se habrá tomado demasiado a pecho- dije despreocupado
-Quizá tengas razón-dijo desanimada
-¿Eh? ¡¿Quizá?! ¡¿Y a qué viene esa cara?!-me miró extrañada- ¿Las cosas se te olvidan con los años?- ahora sí que parecía no entender nada- ¡Bah! Si prefieres no acordarte es cosa tuya
-¿De qué hablas?-No se acordaba de las cosas de las que hablamos de pequeño ni de por qué había elegido Virleys como lugar de vacaciones.
-Déjalo
-Dímelo-se levantó para sentarse a mi lado, acercando su cara a la mía- Habla-la ignoré y miré por la ventana. Pude observar las montañas que indicaban que aún estábamos muy lejos de nuestro destino. Era mediodía y llegaríamos por la noche.-mira que puedes ser cabezota a veces
-Seguro que puedes recordarlo si te esfuerzas un poco –dije desanimado
-No estoy de humor para esfuerzos –Se volvió a levantar y se fue a un asiento más alejado. Buen comienzo del viaje: Eduard comportándose de manera extraña y Cristal se había enfadado conmigo. Menos mal que Marc y Mari no se fijaron en ello y pudieron seguir la mar de contentos hasta que llegamos a nuestro destino.


Estaba atardeciendo cuando llegamos a la simple estación de tren, que solo tenía una plataforma y ni siquiera había un sitio para comprar billetes. Eduard y Cristal parecían más tranquilos ahora y la otra parejita seguía sin darse cuenta de lo que le rodeaba, creo que si no les hubiera avisado se habrían quedado en el tren. El lugar estaba exactamente como lo recordaba y no pude evitar quedarme observando la puesta de sol que se ocultaba por el mar. Era precioso y creo que los demás opinaban lo mismo: nadie se movió ni habló, hasta que se encendieron las luces de las farolas una vez que el sol se perdió de vista. La puesta calmó a Eduard y a Cristal por completo y pudimos volver a como éramos los cinco. Habíamos alquilado una casita al lado de la playa para las dos semanas que estaríamos. Compramos comida ya preparada y algo para desayunar al día siguiente en una tiendecita no muy lejos de la casa. Cansados del viaje, cenamos y dormimos nada más llegar.


A la mañana siguiente nos levantamos bastante tarde, así que no desayunamos y decidimos esperar al almuerzo. Antes de poder ir a la playa fuimos a comprar la comida que necesitaríamos durante el tiempo que estuviéramos.  Nada especial: cosas que supiéramos preparar y de la ya preparada. Al volver de la tienda cogimos lo primero que pillamos y nos fuimos a la playa a almorzar allí. Arena blanca, agua cristalina y nada de gente, todos en el pueblo estarían trabajando. ¿Qué más podía pedir? Quizá que la comida fuera mejor, pero lo que importaba de era que satisficiera el estómago, no el paladar. En cuanto Marc terminó de comer interrumpió la conversación para ir disparado al agua, seguido de mí, luego Mari y por último Cristal. Helada al principio, nos acostumbramos con el primer chapuzón. Buceando se podían ver de vez en cuando los peces que pasaban, aunque yo podía ver la energía que les rodeaba sin problema, incluso la veía mejor que la de los humanos. Marc decía de pescar con las manos y lo intentaba mientras los demás solo nos reíamos de él. Que no le siguiera el juego no le gustó, pero que encima me riera como hacían las chicas lo provocó y peleamos. Me rendí en cuanto me sumergió en el agua y no vi manera de zafarme. Ser tan grande da ventaja en el agua, no te cubre tanto. Al menos atribuí mi derrota a eso, aunque solo fueran tomadas como excusas y ahora del que se reían era de mí. Las chicas salieron del agua al cabo del rato, empezaban a tener frío y necesitaban estar al sol. Nosotros peleamos unas cuantas rondas y conseguí ganar un par de veces. Al cansarnos nos relajamos dejando nuestros cuerpos a la deriva. Cuando nos dimos cuenta nos habíamos alejado bastante el uno del otro y de la orilla, así que volvimos y salimos del agua. Nos quedamos charlando hasta que se puso el sol y ya en casa Mari nos preparó la cena.

jRS
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