miércoles, 26 de marzo de 2014

ELEMENTAL

La policía mantiene acordonada la zona del crimen. De todas formas es todavía de madrugada y la fría noche con su espesa niebla hacen más por alejar a los pocos curiosos que los agentes que se encuentran en la escena del asesinato. La figura de un hombre alto sale del callejón donde se ha encontrado el cadáver de la prostituta. Tras permanecer unos segundos pensativo se acerca a uno de los agentes que vigila la zona...

- Gracias por avisarme agente...

A la vez que decía estas palabras el hombre del sombrero extraño y la pipa le daba disimuladamente un billete al joven policía. Éste a su vez miraba para otro lado mientras cogía el dinero.

-¿Qué hace usted aquí?, le preguntó el inspector que se le aproximo en cuanto se percató de su presencia.
- Vamos querido amigo, ya sabe usted que cuando ocurre un asesinato, hago todo lo posible por ayudar a mi estimado "cuerpo de policía de Londres".
- Por supuesto...y de paso llevarse todo el mérito...- le respondió el inspector.
- Venga inspector, usted sabe que esas cosas a mi me importan poco...¿quién desea la fama y el éxito?

Con estas palabras y sin esperar una respuesta del inspector, el famoso detective, comenzó a andar y se dispuso a abandonar el lugar del crimen. De repente un coche de caballos se detiene delante de él y abre su puerta. Un hombre de aspecto orondo, se disponía a bajar del carruaje pero es entonces cuando se percata de la presencia del detective. Tras mostrar la sorpresa inicial su semblante se torna en gestos de disculpa.

- Lo siento amigo mío. Siento llegar tan tarde...
- Doctor, cuando vivíamos juntos esto nunca pasaba. 
- Pero querido, tiene que entender que ahora soy un hombre casado,...Por favor cuénteme lo ocurrido...

El detective, no sin antes entrar y acomodarse en el carruaje, accedió a la petición de su compañero.

- Le contaré los detalles de vuelta a casa, doctor...

El cochero dió entonces la orden a sus caballos para que iniciarán el trayecto. Parecía increíble que pudiera dirigir el vehículo entre tanta niebla...

Veinticinco minutos exactos tardó el carruaje en llegar a la puerta de la casa del detective.

- Espero que mañana sea más puntual doctor...- le exigió a su antiguo compañero de piso.
- Por supuesto amigo mío, no volverá a ocurrir.

El detective bajó del coche y acabó de recorrer los escasos metros que le separaban hasta la puerta de su famoso domicilio. Fue entonces cuando tres hombres armados con libretas se avalanzaron sobre él.

- ¿Viene de la escena del crimen?
- ¿Qué puede decirnos sobre el asesinato? ¿se trata de otra prostituta asesinada?

Los hombres no daban prácticamente tiempo al detective a responder a sus preguntas...

- Caballeros, caballeros... - les calmó - no se abalancen sobre mi, por favor dejen espacio...¿por qué no van a la escena del crimen y le preguntan al inspector?...¿seguro qué les puede dar más información del caso que yo?

Fue entonces cuando se hizo un breve silencio. Los cuatro hombres realizaron una pausa para, a los pocos instantes, estallar todos en una carcajada. Tras esto el detective abrió la puerta de su casa. Ya se disponía a despedirse de los periodistas cuando uno de ellos aprovechó ese instante para lanzarle la última de sus preguntas.

- Señor,¿es verdad que se ha vuelto a encontrar otra nota al lado del cadáver de la joven? ¿También estaba firmada con una M?

- En serio muchachos, ya sabéis que cuando resuelva este caso, podrán hacerme todas las preguntas que quieran...Saben que el doctor y yo les hemos atendido en todos los casos que hemos resuelto...Sólo les pido un poco de paciencia...y ahora si son ustedes tan amables...

Y con esas últimas palabras el detective se despidió de los muchachos de la prensa y cerró la puerta de su casa.

Pero la tranquilidad le duró muy poco. Ahora que estaba en el refugio de su hogar, era su casera la que le hacía las preguntas.

- ¿Es verdad que ha aparecido otro cadáver?
- Vamos señora mía, no sea tan cotilla. ¿ No cree usted que estas no son horas de estar levantada?

El detective dejó con la palabra en la boca a la señora y subió al piso de arriba para encerrarse en su habitación.





Una vez echado el pestillo y asegurado de que nadie le molestaría, el detective decidió ponerse más cómodo. Sin prisas y aunque la habitación estaba fría, se quitó su abrigo y su conocido sombrero. Encendió la pequeña chimenea  de su cuarto y dejo la pipa encima de la mesa. Cuando notó que la temperatura de su habitación ya había subido un poco, se sentó en la silla de su escritorio. Abrió uno de los cajones y sacó una pequeña cajita de madera. Con suma delicadeza la abrió. Dentro solo había una jeringuilla juntó a un pequeño papel con polvo blanco. El detective repetía su ritual. Aunque durante muchos años lo había abandonado, su actual soledad provocada por el matrimonio de su querido ayudante, le habían llevado a retomar "viejas costumbres". Pausadamente diluyó la sustancia en agua y se la inyectó en su brazo. Con la droga ya corriendo por sus venas, inspiró profundamente y cerró sus ojos...

...tras unos minutos, el detective tomó una pequeña cuartilla de su escritorio. Humedeció su pluma en la tinta y escribió algo en el papel. 

De repente y todavía sentado, giró su cuerpo hacia atrás. Parecía como si alguien le hubiera llamado. Fue entonces cuando su mirada se centró en el espejo que estaba al lado de su cama. Con la nota en la mano y sin soltarla se dirigió hacia él. Era como si tuviera que ver lo que proyectaba en el espejo. Se colocó en frente y observó su imagen reflejada. Sus zapatos, sus pantalones, su camisa...pero había algo distinto...su rostro...

Siendo la misma persona, su imagen era la de otro hombre. Sus ojos eran crueles, despiadados. Tenía la sensación que esa persona del espejo lo estaba amenazando con su mirada.

- Vamos detective...¿de qué tienes miedo?

El detective retiró la mirada del espejo y muy asustado se sentó rápidamente en su cama. 

Tembloroso, se dio cuanta que tenía todavía la nota de papel que acababa de escribir arrugada en su mano.

Fue entonces cuando no resistió más...haciendo una bola, lanzó el papel arrugado hacia la chimenea encendida...

Se refugió en su cama. Acostado y con sus manos en la cara, ahogó su llanto para que nadie le escuchara...

Mientras tanto el fuego deboraba la pequeña hoja de papel...

...y la elegante M escrita en ella.

jlrr


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