viernes, 21 de marzo de 2014

La decisión de un Diablo - Capítulo 10

Cuando mi padre no podía enseñarme más y perfeccionar mis habilidades era ya cosa mía empecé mi viaje por los universos. Fui yo solo, Sam no podía acompañarme ya que no tenía suficiente energía para aguantar el trayecto. Mi padre me dio un aparato que cabía en mi mano con dos botones: uno abría un portal hacia un universo aleatorio y el otro me devolvía a mi punto de partida. Debía ser la marca que decía el diario, me sorprendió que algo tan pequeño pudiera contener tanta energía.

Estuve casi cinco meses viajando. Vi de todo. El parecido de muchos universos era tan increíble como sus diferencias. En algunos solo había espacio, la Tierra no existía. En otros pensaba que no había salido de mi propio universo. Hubo uno donde los seres que habitaban el planeta no eran humanos, o al menos el aspecto que yo conozco de humano. Había tanta variedad, tanto por aprender. Tuve que parar al comprender que sería imposible verlos todos, eran infinitos. En algunos solo eché un vistazo superficial, en otros estuve investigando todo lo que pude. Fueron tres universos los que más me impactaron. Uno era casi como el mío pero la variedad de la gente que me encontré fue asombrosa. En otro el planeta había sido destruido y los supervivientes vivían en una nave girando alrededor de un sol, más grande al que estoy acostumbrado, imitando la órbita de la Tierra pero más alejada. Por último conocí al primer Diablo. Hubo momentos en los que dudaba de si estaba viajando a través de diferentes universos o a través del tiempo. La teoría de… bueno mejor hablo de ello cuando llegue a la conversación que tuve con el primer Diablo. Contaré solo sobre esos tres, los demás no carecen de importancia pero no tengo tiempo para todo.

Cuando llegué al otro lado del portal caí al agua. Nadé sin dudar hacia la playa que veía. Al llegar a la orilla me fijé en dónde me encontraba: Un muro fijaba el principio de la playa, había gente pasando por encima del muro, podía ver edificios aunque eran más pequeños de los que estaba acostumbrado y un par de personas corriendo cerca de la orilla que al pasar por mi lado me miraron extrañadas, supongo que no era época de baños y menos con la ropa puesta. Subí por la primera rampa que encontré.Di vueltas por aquella ciudad, era bastante pequeña y estaba rodeada de agua salvo por una salida y un puente, también había un segundo puente pero estaba en construcción. Caminando me encontraba con gente con unas pintas muy extrañas, había incluso quien iba casi sin ropa o llenos de maquillaje. Pensaba que era algo normal en aquél lugar. Pasé a través de unas murallas bastante mal pensadas o que ya no tenían la función de proteger, porque no había otra explicación para que su entrada fueran dos arcos gigantescos por los que debajo pasaba la carretera. Cuanto más me adentraba en aquellas calles que no parecían tener sentido y con suelo de piedra más gente y música veía. Parecía una celebración y pensé que eso explicaba aquellos atuendos tan raros, ¡uno iba vestido de perro!, pero supongo que eso no era lo más extravagante que podría haberme encontrado. Me junté con los grupos que se formaban para escuchar a aquellos músicos, que también iban vestidos y maquillados de forma extraña. Algunas partes de las canciones no me enteraba, otras no entendía de qué se reía la gente y hubo ciertas partes que sí pillé el chiste. Estuve escuchando, observando y riendo. Aquellas personas eran puro cachondeo, ojalá hubiera podido entender todos los chistes y todas las actuaciones.Por la noche había unas luces que formaban dibujos de unas caras muy extrañas: una sonreía y la otra estaba triste, las dos muy juntas. Pensaba en buscar una biblioteca para conocer cosas de aquel universo, pero no pude evitar entretenerme en aquella celebración. La gente con la que hablé en los bares era muy amable y me divertí mucho con ellos. Pero lo que me llamó la atención es cómo discutían. No podía creerme algunas cosas que oía o veía.

Habían pasado dos días desde que llegué, estaba en un bar buscando una conversación en la que meterme. Como a pesar de todo el barullo de gente no veía ninguna empecé a hablar con el barman, que ya nos conocíamos de la noche anterior. Un hombre tranquilo, amable, que conocía a casi todos en el barrio. No sé qué edad podría tener ya que no sabía la velocidad con la que se envejecía allí, pero debía tener lo que en mi universo serían unos cincuenta años.
-¿Esto cierra alguna vez? –me burlé. Me acostumbré rápido a la confianza que tienen unos con otros.
-Es un poco difícil cerrar ahora que es cuando hay más clientes –rió –¿Y tú no tienes algún amigo al que estar molestando en vez de a mí?
-jajaja he venido sólo a esta ciudad. Voy a la aventura por decirlo de alguna manera –entraron los dos hombres con los que también estuve hablando anoche y se sentaron cada uno a un lado.
-¿otra vez por aquí? –saludó el más joven, que tenía el pelo muy largo y oscuro y un poco de barba. Se sentó a mi derecha.
-Te animarás esta vez a beber al menos ¿No, muchacho? –dijo el otro, que estaba tenía el pelo rapado de hace unos días. Él estaba en mi izquierda.
-¿De verdad crees que puedes convencerme de eso? –dije incrédulo
-Siempre se puede conseguir lo que uno se propone
-Y no tienes nada mejor que hacer que conseguir que alguien que conociste anoche se emborrache. –le solté. A lo que se quedó con la boca abierta sin saber qué decir. Su compañero me pegó en la cabeza
-A callar. No discutas con tus mayores -dijo al girarme
-Menuda forma de escaquearse -volví a dirigirme al que estaba en mi izquierda
-A callar… -contestó de mala manera
-Pero… -intenté defenderme
-A callar… y bebe. -Me quedé boquiabierto. Me volvieron a pegar por detrás.
-Ten –dijo dándome una jarra de cerveza al mirar a mi derecha.
-Voy a seguir negándome
-Tsk.
-Anoche no insistíais tanto -les comenté
-anoche ya estábamos borrachos. Vamos chaval ¿Qué más te da? –conseguí evitar beber alcohol y pude reír con ellos de nuevo como había hecho la noche anterior hasta que se fueron, alegando que habían bebido demasiado. En realidad solo bebieron la primera jarra pero muy despacio, no pudieron emborracharse con eso. Al cabo del rato algunas mujeres se acercaban a hablar. Al principio eran muy amables pero cuando se enteraban que no estaba interesado en ningún tipo de relación se iban un tanto molestas. Entonces oí decir a uno de los hombres que estaba sentado cerca que no se encontraba bien y que debía ir al “médico”. Era la primera vez que oía esa palabra: “médico”. Le seguí intrigado hasta un edificio inmenso. En la entrada había un cartel: “hospital universitario puerta del mar”. ¿Qué diantres es un hospital? Pensé. Dentro dejé de seguir al hombre e inspeccioné el edificio. No lo podía creer, estaba lleno de gente enferma o con lesiones para ser curadas. Era la primera vez que veía que alguien intentaba que una vida se salvase. Lo había leído en algún libro de la biblioteca de mi padre y del diario del primer Diablo. Pero ver justo delante de mí los esfuerzos que ponían los llamados médicos, las personas con miedo a la muerte, los familiares preocupados...

 Se me ocurrió practicar lo que podía hacer con la energía, así que fui a una de las decenas de habitaciones y miré que le ocurría al que estaba dentro. Me encontré con una mujer con una fractura en la pierna y a un hombre que dormía. Los familiares que estaban sentados al lado de la cama me miraron extrañados, no sabían quién era ni por qué preguntaba sobre el estado de la mujer. Me acerqué, agarré su pierna y empecé a implantar una milésima parte de mi energía en la zona del hueso rota. Empezó a moverse y a gritar, al parecer le dolía lo que estaba haciendo. Me gritaron qué estaba haciendo y uno de los hombres intentó apartarme de ella, yo no hice ningún esfuerzo para quitármelo de encima, él no podía moverme. Llamaron a los médicos y cuando llegaron me aparté de la mujer.
-¿qué cojones te crees que le haces a mi hermana? – gritó el hombre que intentaba empujarme. Yo, tranquilo dije.
-¿aún tienes el hueso roto? –todos los que había en la habitación se quedaron mudos, seguramente me tomaron por loco. El hermano de la mujer siguió gritándome mientras me agarraba del cuello de la camisa, levantándome un par de centímetros
-¿quién cojones te crees que eres? ¿Qué has hecho? – me separaron de aquel hombre y me sacaron de la habitación. Los médicos me volvieron a preguntar quién era y qué estaba haciendo. Les respondí preguntando si podrían volver a mirar los huesos de aquella chica. Se miraron entre ellos extrañados, hablaron de llevarme a un psiquiatra. Yo pensé ¿Qué es un psiquiatra? ¿Tendrá que ver con lo que les he pedido? Esperé a que tomaran una decisión. De vez en cuando me preguntaban por qué aquella petición, pero yo permanecía callado. Me terminaron metiendo en una habitación con solo una cama y cerraron la puerta.

Pasé allí la noche, me dieron de comer y a la mañana siguiente actuaban nerviosos cuando entraban en mi habitación. Me miraban y susurraban. Yo permanecía sentado o tumbado en la cama. Después de un rato, uno de los médicos que estuvieron cuando me sacaron de la habitación de la chica con la pierna rota entró, se sentó al borde de la cama y me saludó, algo nervioso.
-Buenos días
-Buenos días –sonreí despreocupado. -¿A qué se debe todo esto?
-Te encerramos aquí porque pensábamos que le habías hecho daño a aquella mujer y que eras un peligro.
-¿Ya no lo piensan?
-Observa –dijo mostrando dos foto muy raras, en blanco y negro y no distinguía de qué eran la imágenes. –Esto -dijo dándome una- es la pierna de la chica ayer. Antes de que llegaras –ahora que lo había aclarado lo veía perfectamente. ¿Cómo han sacado esta imagen? Alucinante pensé. –Esto –continuó dándome la otra imagen –es la pierna hoy. ¿Cómo hiciste esto? –la imagen de ayer tenía el hueso separado, roto. La de hoy estaba perfectamente. Lo que probaba que había conseguido lo que intentaba.
-¿Qué importa cómo lo hiciera?
-¿No sabes lo que significaría conseguir lo que tú has hecho? Has restaurado a la perfección un hueso roto, hasta está mejor que antes. –dijo sorprendido y haciendo ver que era algo espectacular.
-Ya... Bueno... Verá, aunque se lo dijera: Uno, no me creería. Dos, me creería pero aun así no le serviría de nada. Usted elige. –se quedó sin palabras, pensando. Terminó por irse tan inesperadamente como vino.

Me quedé allí un par de días. Podía oír conversaciones de cómo curar aquello, qué operaciones llevar a cabo. Entonces apareció en mi habitación la chica a la que curé la pierna. Una mujer rubia, de pelo largo y ondulado y los ojos verdes.
-Hola –me dijo al entrar. Sus familiares y más médicos observaban detrás de un cristal muy raro que no me permitía verlos.
-Hola –le contesté sonriendo.
-Quería agradecerte. Los médicos me dijeron que aunque me recuperase no podría volver a jugar al fútbol. Ahora me han dicho que gracias a lo que hiciste tengo la pierna incluso mejor que antes. ¿Qué hiciste?
-Te diré lo mismo que le dije a aquél médico: Verás, aunque te lo dijera. Uno, no me creerías. Dos, me creerías pero aun así no te serviría de nada. Tú eliges. –se quedó pensando un momento y me contestó sonriendo
-Dos
-Eso no me lo esperaba –dije riendo –está bien. ¿Qué sabes de Dios?
-Soy atea.
-¿Qué significa eso? -no dejaba de escuchar palabras nuevas
-Que no creo en Dios. –la miré extrañado –aunque si me dices que te envía él tendría que replantearme mis creencias.
-¡No! no lo hagas. –le dije moviendo las manos. –mira. Hagamos un trato. Yo te cuento mi secreto y tú me cuentas lo que sepas sobre la religión.
-¿Cuál de ellas? –eso me dejó todavía más descolocado
-Todas –dije cuando conseguí reaccionar –pero las personas que nos observan deben marcharse –dije señalando los cristales.


Cuando se fueron empecé a contarle sobre mí. No todo, solo lo relacionado con la energía y que venía de otro universo. Ella escuchaba atentamente mientras explicaba lo más simplificado que pude. Cuando terminé me dijo que si me estaba burlando de ella, al principio no lo creía pero finalmente cedió.
-Al final sí que es verdad que has escogido la opción dos:me crees pero aun así no te sirve de nada.
-Satisface mi curiosidad. –Dijo con una sonrisa –que es por lo que supongo que tú quieres que te hable de las religiones. –asentí con la cabeza, sonriendo yo también.
Cristianismo, Judaísmo, Budismo, y un montón más que hablaban o no de dioses, de pensamientos de vida, etc. También me comentó sobre religiones antiguas que creían en más de un dios con una función cada uno: que si el dios del sol, que si el dios de la muerte, que si el soberano de todos los dioses,etc. Cuando no supo qué más contarme me dijo de llevarme a la biblioteca y leer sobre lo que quisiera enterarme. Accedí encantado, aunque para que me dejaran marchar tuve que sanar a algunas personas. Disfrutaba ayudándoles, pero es que la curiosidad me mataba. La chica se llamaba Andrea y me ayudó a organizarme en la biblioteca. No solo le dije que cogiera los de religión e historia, sino todo lo que se le ocurriera. Se asombró de lo rápido que leía. En tres horas acabé de leer todos los que encontramos de religiones, en cuatro los de historia. Descubrí dos nuevos tipos de libros: novelas y poesía. Las novelas eran historias que no habían ocurrido y salía de la imaginación de los escritores: comedia, amor y otros temas que al verlos al principio no sabía de qué iba como la fantasía, ciencia ficción… La poesía era bastante extraña, pero también sabía invadir mis sentimientos con las pocas palabras que utilizaba. Estuve un par de semanas para leer todos aquellos libros, aunque los domingos, qué casualidad que los días de la semana se llamasen igual, estaba cerrada y pasaba el tiempo con Andrea.
-¿Cuándo te irás? –me preguntó el último domingo que pasé allí.
-No lo sé. Supongo que cuando termine de leer todos eso libros. Y ya me queda poco.
-Dime, yo también tengo esa energía ¿Verdad?
-Si, pero tienes muy poca. Nunca serás capaz de manipularla o controlarla. –dije sabiendo por dónde iba la conversación.
-¿Ni siquiera un poquito?
-No. Tengo entendido que tendrían que pasar milenios solo para que tengáis suficiente como para controlarla un poco.
-Eso es mucho tiempo.
-Sí que lo es. –dije riendo
-Entonces en tu universo. Lo que haces. ¿Es normal?
-De donde vengo dicen que soy el Diablo. Para mí no hay diferencia física o de energía entre los dos universos.
-¿Por qué te consideran el Diablo? Se supone que es alguien malvado y todo eso. –suspiré, dudé un momento y pensé ¿Por qué no? Voy a contarle lo que he vivido desde que me enteré que iba a ser el próximo Diablo. Escuchaba fascinada y evité entrar en detalles sobre el día que murió Marc. Cuando terminé se quedó un momento pensando. –entonces no eres de verdad el Diablo y el que llaman Dios no lo es.
-Intenta decirles eso a los que le siguen ciegamente. -me burlé un poco
-Solo es un hombre con ansias de poder.
-No conozco al actual, no quiero generalizar diciendo que si el primero quería hacer eso el actual también querrá.
-Hay pocas personas que no cedan ante el poder.
-Ya lo he visto leyendo los libros de historia, pero también me he dado cuenta de que la historia la escribe el vencedor. En mi universo no hay ejemplos de hombres intentando conseguir el poder, lo que sí hay es de naciones intentándolo.
-No hay mucha diferencia entre naciones y hombres…
-No lo había pensado -cosas obvias que escapan a un poco de razonamiento
-Y mucho menos si todos tienen las mismas ideas y objetivos. –terminó diciendo
-Ya veo. Oye hablando de hombres. ¿Cómo es que la mujer parece tener un papel secundario en la historia? ¿Por qué tuvo que luchar por tener los mismos derechos que los hombres? No llego a entenderlo. Siempre pensé que eran iguales en capacidades, hasta que leí el diario del primer Diablo y supe que es superior en el control de la energía. –se quedó sin saber qué decir. Supongo que para ella era tan normal encontrarse con esa gente a la que llaman machistas que no sabría explicarlo.
-El hombre tiene más capacidad física que la mujer… -intentó empezar
-¿Y? –La corté -La mujer aguanta más el dolor. Si uno destaca en algo el otro destaca en otra cosa. Además, las habilidades dependen de la persona y cómo las desarrolle, no del sexo. También me ha llamado la atención cómo discriminan a algunas personas por el grupo en el que se mueven. Como aquél libro en el que pegan al protagonista por ser el hijo de ciertas personas o en el que tenía miedo de mostrar su homosexualidad. No… alcanzo a comprenderlo. –me miraba… no sé si asombrada o extrañada.
-Te doy la razón. No debería ser normal. Aunque estoy a gusto con dónde estoy. No es perfecto pero me gusta.
-Si, la diversidad de opiniones es increíble. Aunque haya gente que prefiera imponerse a respetar. Nada es perfecto. -Seguimos hablando de cosas sin importancia hasta que me preguntó.
-¿Tienes novia? –la pregunta me cogió desprevenido
-Eeeeh… No –contesté pensando en la razón de que preguntase aquello. Pero los actos dicen más que las palabras. Se acercó a mí e intentó besarme, yo la detuve. –No
-Perdón –dijo y no volvió a hablar, no sé si incómoda de la situación o enfadada de que la rechazara.
-¿Ahora te vas a ir como las demás? –Dije intentando devolverla a la normalidad.
-¿Qué?
-Cuando estaba en un bar y se me acercaban algunas chicas, se iban en cuanto se enteraban de que no quería nada con ellas. -le expliqué
-Eeh… -vocalizó sin saber cómo contestar a ese comentario.
-Vamos, disfrutemos de una buena amistad hasta que me vaya. -Dije sonriendo. Conseguí que estuviera más animada, aunque no como antes. Cuando terminamos de hablar ya era de noche y la acompañé a su casa. Aquella fiesta tan extraña ya había terminado y la gente dejó de vestir de esa forma tan rara.  Solo necesité dos días más para terminar de leer todos esos libros. Después me despedí de Andrea y abrí el portal al siguiente universo.

jRS
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