martes, 18 de marzo de 2014

La decisión de un Diablo - Capítulo 7

El dolor duró semanas.No pude celebrar mi cumpleaños, una semana más y me perdía el cumpleaños de Marc, dos más y volvían las clases. Durante el tiempo que estuve en la cama no sé dónde estuvo Sam, supongo que no había nada interesante que vigilar en un chico que solo estaba en la cama esperando recuperarse o morir. En cualquiera de los casos ella no podía hacer nada, así que ni vi su energía acercarse. Mis padres me preparaban la comida y comía en la cama, el dolor no bajaba. Cuando al fin me recuperé me pareció increíble, en algunos momentos pensaba que me moría. Intenté mantenerme positivo, estuve recordando en lo que dicen: “lo que no te mata, te hace más fuerte”. Ya aliviado dos días después de terminar con ese horrible estado llamé a Cristal por teléfono. No lo cogía y me di una vuelta por ahí, estaba tan aliviado y deseoso de poder salir de mi habitación, de mi casa, que incluso con lo que detesto las multitudes fui a la ciudad.

Es probable que lo mejor hubiera sido quedarme en casa, aguantar encerrado un día más. Pero ¿Cómo podría saber lo que me iba a encontrar andando por la ciudad? O quizá si hubiera salido antes, en vez de quedarme por si el dolor volvía. A lo mejor si no fuera tan curioso, hubiera cogido por otra calle o… ¿Qué más dará? ¿Acaso importa darle tantas vueltas a algo que ya pasó? ¿A algo que no importa desde qué punto lo mires? No se podía evitar y ahora que pasó no se puede hacer nada para solucionarlo.

Mientras caminaba vi un grupo de gente acumulada cerca de un callejón. Alguien se había separado para llamar a la policía. Mi ser razonable e inteligente me decía que siguiera mi camino, que aquello no me incumbía. Suspiré y murmuré.
-Yo y mi curiosidad
Me colé como pude por el barullo de gente hasta llegar al otro lado. Todos miraban un cuerpo tendido en el suelo boca arriba, haciendo comentarios de qué habría hecho para ser asesinado tan joven, en qué líos se habría estado metido y esperando que su alma no cometiera los mismo errores en la siguiente vida. Yo me acerqué al cadáver, despacio, incrédulo, las lágrimas empezaron a caer de mis ojos. Me arrodillé al lado del cuerpo. Un murmullo casi inaudible.
-¿Marc?- Agarré el cuerpo y lo zarandeé. –Marc-Mi voz cogía fuerza cada vez que decía su nombre-Marc ¡Marc! ¡MARC!- dejé de gritar su nombre y apoyé mi cabeza en su pecho. A pesar de mis llantos podía escuchar a la gente extrañada por mi comportamiento.
-¿Qué le pasa?
-¿Está bien de la cabeza?
-Espero que todos los jóvenes de hoy no sean como él. Llorando por tonterías como esta.
Mientras yo solo lloraba y hablaba en susurros.
-Marc… Amigo… Esto no puede ser verdad… No… Vamos, despierta… Dime que solo es una broma… Que te vas a levantar y pegarme por pensar que de verdad estabas muerto. -Todavía quedaba algo de energía en su cuerpo, pero solo era residual. No respiraba. Su corazón no latía. El calor de su cuerpo se desvanecía. Yo solo podía llorar.

Para cuando llegó la policía yo ya me había quedado sin lágrimas. Estaba sentado, apoyado en una pared, mirando el cuerpo. Sé que algunos de los que observaron la escena se rieron de mí, de lo patético que era llorar solo porque tu amigo había muerto, que debía ser un ignorante por no saber que su alma estaba perfectamente. ¡Alma, alma, alma, alma, alma, alma, alma…! Solo sabían repetir alma esto, alma lo otro y cada vez me cabreaba más. Me fijé en la energía residual que estaba a punto de desvanecerse. No era azul, era amarilla y salía de su cuerpo como si fuera un rastro de sangre en el aire. Antes de que el policía se acercara a mí, me levanté y seguí ese rastro, a ver si me llevaba a alguna parte.

No sé por dónde fui, sólo sé que andaba sin parar como un zombi guiado por la energía. Llegué hasta un almacén abandonado. Dentro había cinco personas. Me sequé las lágrimas que aún quedaban en mis ojos y entré. Por dentro estaba casi vacío, unas cajas de madera que aquellas personas estaban utilizando para sentarse y un bidón en llamas que iluminaba lo suficiente era lo único que había en ese inmenso espacio. Podía ver tres puertas: por donde había entrado y otras dos en las paredes de mi izquierda y derecha. Al cerrar la puerta sonó un fuerte golpe metálico que interrumpió la conversación que estaban teniendo. Me acerqué hasta estar a la altura de las cajas y pude verles bien. Eran tres hombres y dos mujeres. Dos hombres estaban sentados en el suelo y apoyados en las cajas, uno a mi derecha y otro a mi izquierda, el tercero estaba sentado entre las dos mujeres arriba de una caja al otro lado del fuego. Ninguno dijo nada, solo el tercer hombre se levantó y se acercó a mí. Era calvo y tenía una cicatriz en la parte izquierda de su labio. Aquél tipo me sonaba de algo pero no caía de qué.Él me reconoció rápido.
-¡Anda! Si yo conozco a este –Sonreía y me rodeó con su brazo izquierdo.
-¿Es el otro chico? –Preguntó la mujer de la izquierda al tiempo que se levantaba
-¡Exacto! –Contestó mientras sacaba un cuchillo y me lo ponía en mi cuello.
-Que detalle que venga a morir, así no tendremos que buscarle –Su tono burlón no dejaba de mosquearme. Notaba cómo la ira se iba acumulando en mi pecho, era caliente. El hombre que estaba sentado a mi derecha se levantó y se puso detrás de nosotros.
-Entonces vosotros matasteis a mi amigo ¿Por qué?
-Porque nadie me deja en ridículo. Mucho menos unos críos –dijo despacio, mientras se puso justo enfrente mía agarrándome el cuello por detrás y el cuchillo aún en mi garganta. Entonces lo reconocí: él y el hombre que seguía sentado que miraba la escena divertido intentaron atracarnos una vez. Aquella cicatriz se la hice yo con su propio cuchillo.
-Dime Steve, ¿También nos lo podemos pasar bien con él antes de matarlo? –Dijo la mujer que aún permanecía sentada, para luego reír. No solo lo mataron, sino que se divirtieron a su costa. Mi pecho ardía de la furia que sentía. Los cinco rieron, confiados. Ese ardor pasó también a mis ojos. El que llamaban Steve dejó de reír el primero al mirarme. Asustado, me soltó e intentó alejarse, pero antes de que diera un paso le agarré yo el cuello con mi mano derecha. Al ver que su energía pasaba a ser amarilla lo relacioné a una reacción que tiene cuando el cuerpo siente miedo. Ojo por ojo pensé. Ellos le metieron miedo a Marc antes de morir, yo también lo haría. Dejaron de reír y me dijeron que le soltara. El que estaba detrás se acercó y me agarró con su brazo derecho por el cuello. Sé que intentaba o tirar de mí o estrangularme pero era como si una mosca intentara hacerte daño, sabes que está ahí molestando pero no puede hacer nada más que eso: molestar.
-Sé que la muerte no os importa –les dije confiado de mis palabras– Así que os robaré el alma.- Mis ojos me quemaban tanto o más que mi pecho, pero soportarlo no era ningún desafío. Mientras estrangulaba a Steve intentó atacarme con su cuchillo pero pararlo con la mano libre fue más fácil que respirar. Los demás no hicieron nada, solo observaban atónitos.

Lo de absorber sus almas solo era un farol, pero cuando dejó de respirar su energía entró en mi cuerpo sin que yo hiciera nada. Dejé caer el cadáver y agarré con mi mano izquierda el brazo que había en mi cuello. Tiré de él con todas mis fuerzas, noté que algo me salpicaba y vi cómo sostenía un brazo que no  tenía dueño, soltando sangre por donde debía estar el hombro. Al escuchar su grito me di media vuelta. Estaba de rodillas muerto de miedo y un dolor que debía ser devastador. Solté el brazo y de un puñetazo mandé su cabeza a volar. El cuerpo simplemente cayó. La energía entró de nuevo en mi cuerpo sin que hiciera nada. Los que quedaban estaban de pie, paralizados. Iba a ir a por el hombre que quedaba pero...
-¡No!- susurró la mujer que se levantó primero -¡No!- gritó y salió corriendo a una de las salidas. Estuvo a punto de llegar a la salida cuando reaccioné. Me moví tan rápido que cuando se dieron cuenta mi pie ya había aplastado la cabeza de la que salió corriendo contra la pared, al lado de la puerta. Otro cuerpo más que caía, más energía que absorbía y más sangre que me salpicaba. El hombre que quedaba se inclinó, casi tumbado suplicando. Fui andando a por la mujer que quedaba, mirándola fijamente. El hombre me cogía de camino y de un pisotón que hizo ceder un poco el suelo aplasté su corazón.  A la única que quedaba le fallaron las piernas y se quedó sentada. La tumbé presionando mi pie en su pecho. No dejaba de mirarla a los ojos, estaba muerta de miedo, no dejaba de llorar. Remordimiento, duda, podría haberla dejado viva, dejar que corriera para salvar la vida. Pero tuvo que hablar.
-Por favor, -le costaba hablar mientas lloraba- te lo suplico-vuelve a inspirar, forzada- no me robes e…-No la dejé terminar.


Uno estrangulado, dos sin cabeza y dos con el corazón aplastado. Podría parecer premeditado, pero solo me dejé llevar. Ni mi ira ni el ardor que sentía en pecho y ojos se iban. Me moví dirección a la salida y cuando abrí la puerta por donde había entrado la vi justo enfrente de mí. Los ojos debía tenerlos rojos, sumado a la sangre que me cubría mostrarían un aspecto terrorífico. Por lo que no era de extrañar su reacción.
-¿Kaz…? –Su voz, su cara, mostraban el mismo pánico que las personas que acababa de matar. ¿Cómo no pude ver su energía? Es lo primero que pensé. Se alejó despacio hacia atrás y cuando dio un par de pasos salió corriendo sin volver la mirada ni detenerse. La ira dio paso a la desolación nada más ver cómo se giraba y huía de mí. Si con la muerte de Marc me sentía vacío, ahora que Cristal me temía era…


jRS
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