domingo, 30 de marzo de 2014

Homeless. Sexto acto ¿REALIDAD?. (21) Aprendizaje.

La sala del juicio no difería mucho a las que había visto en las películas o por la televisión en las noticias. Todo parecía tan normal, tan mundano. Homeless estaba sentado al final de la sala. No conocía a nadie pero había bastantes personas sentadas en las otras filas de bancos. No sabía ni que hacían allí, ni tampoco le importaba. Por su parte, los “imputados” permanecían en primera fila. Los tres miraban todo con perplejidad, asustados y sin comprender muy bien que hacían allí. Transpiraban miedo. Homeless lo  podía detectar perfectamente desde su sitio. 

De repente sintió la necesidad de salir de ahí. No tenía la más mínima curiosidad por lo que iba a ocurrir dentro de un momento.

-      Por mí, como si sale Dios con peluca blanca y el mazo en la mano- pensó -  no quiero ver más.
Homeless salió de la sala. Tenía bastante. No quería saber nada de la “justicia divina”. Y lo que es peor, seguía sintiéndose igual de mal que antes de llevar a cabo las sus misiones. El dolor y la culpa no habían desaparecido.

Continuó andando por el pasillo cuando al final del mismo reconoció  la figura del señor 2 sentado en un banco. Homeless pasó por su lado con la intención de no intercambiar saludo alguno con él. De todas formas el señor 2 no era muy hablador, así que no creía que se sintiera ofendido por ello.

Pero en está ocasión, y para su sorpresa fue el señor 2 quién le hablo:

-      Es muy pronto.

Homeless le miró extrañado – Es muy pronto para aliviar el dolor. No es tan sencillo.

El vagabundo se encogió de hombros a modo de contestación. Estaba dispuesto a reanudar su camino cuando de repente una pregunta le saltó a su cabeza. No pudo contenerse. Se giró de nuevo hacia el señor 2 y le preguntó:

-      Y si no lo consiguen…, preguntó el vagabundo
-      ¿me preguntas si la persona no se corrige después del juicio?

El vagabundo asintió con la cabeza. El señor 2 se quedó callado y la única contestación que le dio fue mirarlo fijamente.  No hacía falta más respuesta.

En ese momento Homeless lo entendió todo. Recordó las palabras del señor 1 en la celda: “El problema ocurre cuando esos sentimientos ocupan enteramente la vida de una persona. Ahí es cuando debemos intervenir para intentar corregirlo en lo posible…”

Estaba describiendo a personas como él. Sus almas se corrompen y el dolor y el sufrimiento lo embargan todo. Homeless comprendió que él, el señor 1, el señor 2 y todas las personas que estaban en este “piso” eran unas de esas almas corrompidas por emociones nocivas.  En ese instante supo también  que al igual que los hombres que había llevado a “juzgar”, él también había sido “juzgado” durante su vida para intentar corregirle. No lo recordaba pero estaba seguro de ello, Entendió que si la muerte te llega con esas emociones inundando todo tu ser, después de morir tendrás que seguir aprendiendo hasta que desaparezcan.

-      Y te prometo que el aprendizaje es muy duro – le dijo el señor 2 – el dolor desaparece muy lentamente. Cuesta mucho que aceptemos nuestros fallos y lo que es peor, que después nos perdonemos a nosotros mismos…

El señor 2 se levantó del asiento, alisó con sus manos su traje y antes de despedirse le hizo un recordatorio:

-      Por cierto…de todas las personas que te mandamos traer todavía falta uno. Sé que es difícil pero tienes que hacerlo…

Sin esperar contestación se marchó por el pasillo.

Homeless se quedó perplejo.  


Sabía que le quedaba mucho “tiempo”  en ese “piso” del edificio.

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Homeless. Sexto acto ¿REALIDAD?. (20) Sospechoso.

-      Abrimos el informativo, ofreciéndoles más datos de la extraña  desaparición del diputado  del gobierno, el señor Jorge Larrainzar…

El aparato de televisión que tenían conectado en la sala no dejaba  de mostrar, en la esquina inferior derecha, una foto del político al mismo tiempo que realizaban conexiones en directo desde su domicilio y la sede principal de su partido. Aunque prácticamente ninguno de los policías presentes le estaba haciendo mucho caso, al menos dos de ellos si parecían que escuchaban las noticias.

-      Menudo revuelo se ha formado, le comentaba  uno al otro. – Seguro que el hijo de puta se ha largado con la pasta a una isla del caribe.

Cristina ni siquiera le contestó. Sentada en sentido contrario con sus brazos apoyados en el respaldar de la silla, mantenía la mirada fija en el televisor. En el fondo ni siquiera estaba escuchando las noticias. Parecía una zombi. Su aspecto estaba muy desmejorado: ojeras, despeinada…

-      ¿pero qué coño te pasa tía?, le insistió – joder niña no hay quien te soporte desde lo de ese…
-      Déjame tranquilo, gilipollas, reaccionó Cristina que había salido de su “hipnosis” justo a tiempo para escuchar ese último comentario y no dejárselo acabar a su compañero.

En ese instante, al oír el tono de la respuesta, su amigo Marcos se acercó a donde estaban los dos policías:
-      Venga chicos tranquilos – Marcos hizo un gesto al poli vestido de paisano y que ya estaba a punto de contestar al insulto de Cristina. Con sus manos le pidió comprensión al policía y le indicó que se apartara.

Marcos acercó una silla y se sentó al lado de su compañera.

-      Vamos tía…no puedes seguir así. Mírate, ¿tú has visto cómo vienes? Con lo guapa que eres y estás hecha un asco…

Cristina volvió a su estado catatónico sin hacer ningún caso a su amigo. Pero la situación no se mantuvo mucho tiempo. Desde el fondo de la sala, el comisario García solicitó a todos los presentes que se sentaran para que pudiera informarles de las últimas novedades.

-      Señores, aunque en la capital estén muy liados con la desaparición del político de turno, aquí también tenemos lo nuestro. A continuación les muestro la imagen del presunto “culpable” de los dos desapariciones de la última semana, la del dueño de la empresas de transportes y del director de zona del Banco Capital. Los cámaras de seguridad más cercanas a los lugares de los hechos muestran que por ambas zonas “paseaba” distraídamente el mismo hombre.

Acompañando las explicaciones del comisario, las imágenes de las cámaras de seguridad eran lanzadas desde un proyector en el techo hacia una pantalla extensible.

-      Parece un vagabundo, apuntó uno de los policías desde el fondo.

-    Así es, pero la imagen es clara. Si se fijan se ven bien las facciones del tipo, respondió el capitán mientras que detenía la imagen justo en el momento en el que la cara de Homeless era más visible.  – Es nuestro único sospechoso, continuó, y por la pinta del tipo, me huele a loco asesino…así que señores ya saben cuál es su trabajo. Intenten encontrarlo y arrestarlo pronto…antes que la prensa y los políticos nos vuelvan locos...


jlrr

sábado, 29 de marzo de 2014

La decisión de un Diablo - Capítulo 17

Aquí estoy, ya recuperado de mis heridas, después de recordarlo casi todo desde aquél día. No sé qué ocurrirá a continuación pero en cualquier caso esta debe ser la última ronda. Todo o nada. Vivir o morir. Victoria o derrota. En cualquiera de los casos me lo pasaré bien machacando todo lo que pueda a Dios. Ya me he cansado de estar dando vueltas, es hora de que uno de los dos muera. No permitiré que volvamos a descansar para recuperarnos de nuestras heridas. Esta ciudad en ruinas será nuestro último campo de batalla. Estoy sentado en el borde de uno de los edificios que aún quedan en pie. Esperando a que aparezca.

Ya le veo y me levanto.
-¡Eh, atontado! –le grito. Vuelvo a sonreír. -¡Estoy aquí! –Bajo de un salto. Nada más tocar el suelo nos abalanzamos hacia el otro y nos golpeamos mutuamente en la cara y salimos despedidos.
-¡Voy a borrarte esa sonrisa!
-¡Jajajaja! ¡Como si pudieras! –viene embalado y salto, consigo esquivar su golpe por nada y de una patada le estrello contra el suelo. –Esta velocidad tiene inconvenientes ¿Eh? –Antes de yo tocar el suelo se levanta y saltando me da en el estómago. Me manda a volar, uso mi energía para detenerme en el aire e impulsarme para caer en picado. Esquiva por muy poco y rápidamente continuo atacando. Se cubre de tres golpes, antes de empezar el cuarto me ataca él y me da en el hombro derecho. Consigo agarrarme a su brazo antes de salir disparado y le pongo entre la pared a la que me lanzó y yo. Cojo su cabeza con ambas manos y la estrello contra el suelo. Le doy una patada antes de que reaccione. Se recupera y viene a de nuevo. Esta vez no me da tiempo de reaccionar. Me da una serie de puñetazos en el estómago. Escupo sangre. Coge mi cabeza y saltando me golpea con su rodilla. Consigo recuperar el equilibrio antes de caer hacia atrás, le agarro las piernas y le vuelvo a tumbar en el suelo. Noto que cae un poco de sangre de mi cabeza. Me arrodillo encima suya y empiezo a pegarle. Se cubre, me devuelve algunos golpes. Cada vez sangramos más, pero seguimos en perfectas condiciones para continuar la batalla. Procuro no lanzarle más, es más efectivo ser yo mismo el que le golpee que hacerle chocar con el escenario, pero no se puede evitar. Él también empieza a pensar igual. Intentamos mantener los pies en el suelo y dejar de salir disparados a todas partes. Es más sencillo decirlo que hacerlo. Me agacho y le doy en su cadera por la derecha, vuelvo a levantarme dándole un gancho de izquierda en la barbilla y sale volando de nuevo. Hasta que las armaduras de energía se agotaran seguiría pasando lo mismo. Me pregunto cuánto más podrán aguantar, todo tiene un límite. Me lanzo a por él. Cuando me estoy acercando se detiene en el aire y me golpea en la cabeza, tirándome otra vez abajo. Me presiona con una rodilla en el pecho, me cubro la cabeza y me golpea sin parar. Consigo detener ambos brazos. Expulso energía para alejarlo y me levanto. Acerco mi pecho al suyo y le agarro. Intento tirarlo al suelo y él hace lo mismo. Ninguno cede. Decido cambiar de estrategia. Rápidamente paso casi toda mi energía a mi brazo derecho, agarro su hombro derecho y me alejo de él tirando con todas mis fuerzas. Casi consigo arrancárselo. Está sangrando por donde le agarré. Vuelvo a ir a por el mismo brazo y mientras yo tiro, él hace lo mismo con mi pierna. Nos arrancamos mutuamente las extremidades. Ahora tengo que pelear por lo bajo, usando mis brazos también para moverme. Este error le ha dado ventaja, pero no me puedo echar atrás, no puedo huir. Lo dije antes: Todo o nada. Concentro la energía en la pierna que me queda y salto en horizontal con todas mis fuerzas. Cambio la energía a mis brazos y agarro sus piernas. Tiro con todas mis fuerzas y consigo arrancarle una pierna y desencajar la otra. Derrapo en el suelo y vuelvo a poner los brazos para reaccionar lo más rápido que pueda a un contraataque. Pero está en el suelo. Espero. No se mueve. No puede haber sido tan fácil. Un golpe tan desesperado no ha podido ganar. Me levanto y concentro mi energía para sostenerme como si fuera otra pierna. Se gira. Parece que quiere gritar de dolor. Me acerco despacio. Salto y de un golpe le termino de arrancar la pierna restante.
-¡Aaaaaaa…¡ -Grita del dolor. Sujeto su brazo izquierdo con mi mano derecha. Con la izquierda le agarro el cuello y empiezo a ahogarle. Me cuesta por la energía que le protege, pero poco a poco se queda sin aire. Después de dejarle sin aire tendré que romperle el cuello. Intenta respirar desesperado, no lo entiendo. ¿No sabe prescindir de respirar? Eso me lo pone más fácil todavía. Aprieto con más fuerza, hasta que llegó el momento en el que dejó de moverse. Ahora podía ver su energía empezar a salir de su cuerpo. La absorbo toda, la necesito para recuperarme. Tardo tres minutos en absorberla toda y restaurar mi cuerpo. El poder que siento es increíble. Podría destruir el planeta entero de un solo golpe si me concentrara. Pero hay un lugar que quiero preservar. Así que destruiré al resto de la humanidad poco a poco. Me levanto y me doy media vuelta. ¿Sam? Noto………………………

¡Aaah! es la primera vez en mi vida que grito de dolor físico y supongo que la última. Estoy tumbado en el suelo. Sam me está sujetando una mano, usando su energía para calmar mi dolor. Aún duele pero al menos puedo pensar y hablar. Puedo ver escrito “Styrla” en el mango de la daga que acaba de clavarme Sam en el abdomen. Es como si me arrancara todo el tiempo la piel de cuajo, como arrancarme cada músculo… Ahora que veo a Sam vuelo a ser el que era antes de abandonarme a la locura. Lo veo todo con tanta claridad. ¿Cómo no se me ocurrió antes?
-Oye… Yo y mi curiosidad ¿De quién es el plan? –Le pregunto. Lo necesito saber antes de morir.
-Mío
-Dime si me equivoco. Mi padre te lo ordenó. –Asiente –Tú provocaste… a aquellos tipos que maté para que torturaran y asesinaran… a Marc. –Asiente. Respiro hondo. A duras penas aguanto el dolor –Tú hiciste que Cristal… me viera después de que matara a esos tipos. –Asiente. Sam muestra unas lágrimas. –Tú… le indicaste a Dios cómo… cómo encontrarnos. –Asiente –Tú modificaste… la energía de Cristal para que repeliera la mía… y no poder salvarla. –Asiente –Hiciste un gran trabajo. –me mira sorprendida
-¿Quieres matarme? Estoy a tu servicio, si quieres me suicido.
-¿Se supone… que es alguna especie… de broma? –intento reír, pero el dolor interrumpe la débil risa. Respiro hondo de nuevo –Es curioso. Me he dedicado… a vengarme de todo lo que me hacían… y ahora que tengo a la… verdadera culpable... delante de mí… No voy a hacer nada. Estoy calmado. O lo estaría si no fuera por el dolor.
-¿Quieres preguntarme algo?
-No. Sé por qué mi padre… tomó esta decisión. Pensé… que lo había decidido yo. Pero nada de lo que ha… pasado este último año fue… decisión mía. La decisión de un Diablo se marcará en la historia. Lástima que no vaya a tener el mérito que se merece: Librar… a la humanidad de nosotros dos, dejar que decidan ellos su destino. –Lo noto. Me queda poco tiempo de vida. –Oye, te voy a dar mi primera y última orden.
-Dime –ya está llorando sin control.
-Procura que no encuentren la tumba de Cristal. Y vive tu vida.
-Lo… haré. –Relajo mi cuerpo. Miro al cielo. Cada vez duele menos. Sonrío.
-¡Ja! Me pregunto cómo cambiará todo… Yo y mi…


jRS
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La decisión de un Diablo - Capítulo 16

Habíamos llegado a otro motel. Durante la pelea no me había dado cuenta pero el golpe en la cabeza me había hecho sangrar. Estuve mareado algunas horas después de la batalla. Llegado a ese punto comprendí que daba igual lo que hiciera, no podría convencer a Dios de que me dejara en paz. Estaba completamente obsesionado. Y todo por esa maldita profecía.
-Yo no creo que pudieras cumplirla ni aunque te lo propusieras -empezó Cristal la conversación.
-¿Y eso?
-Mírame a los ojos y dime que serías capaz de matar a un niño pequeño.
-Eeeh…
-Encima ese niño está mirándote con esos ojitos tan tiernos que tienen. –hice como que lo pensaba, pero ambos sabíamos la respuesta
-No podría
-Exacto. –Calló un momento y luego rió a carcajadas.
-¿Qué te pasa?
-Me estoy imaginando un anuncio: ¿Quiere evitar que el Diablo destruya su casa? ¿Evitar que le absorba el alma? Aquí tiene la solución: Ponga a un niño pequeño como guardián en su puerta y todo solucionado. –Dijo ayudándose de las manos para describir la escena.
-Muy gracioso. –la miré con los ojos entrecerrados. Ella me ignoró y siguió riendo. –Deberías parar y respirar. –como no hacía nada más que reír me tumbé en la cama.
-Lo siento. –aun así seguía riendo. –no pude evitarlo –se cayó de la cama y no paraba.

-La próxima vez cuéntale a Dios el chiste a ver si lo pilla y nos deja tranquilos. –ahora reía más fuerte -¿Qué te has imaginado ahora?
-A Dios disculpándose por lo que ha hecho después de contarle el chiste. –Yo también me lo imaginé y no pude evitar unirme a las carcajadas. Después de que nos calmáramos se me ocurrió una idea. –Deberíamos buscar a Sam.
-¿La chica pelirroja?
-Sí. Ella ayudó a mi padre a evadir a Dios. Seguro que nos puede ayudar. –se lo planteó
-Está bien –Aunque parecía que no le gustaba la idea.
-¿Ocurre algo?
-Nada. –suspiró –Es simplemente que esperaba no tener a nadie cerca aparte de ti.
-Yo también.
-¿Podríamos esperar al día siguiente de tu cumpleaños? Es mañana, seguro que podemos esperar dos días.
-Es verdad. –Con tanto movimiento se me había olvidado. -¿Tienes algo pensado?
-Estoy en ello.

Al despertarme el día siguiente no vi a Cristal por ningún lado de la habitación. Me tranquilicé al ver su energía subiendo las escaleras volviendo. Llevaba algo en sus manos que también tenía energía pero no reconocí lo que era. Le abrí la puerta, sorprendiéndola y ocultando lo que llevaba en su espalda.
-¡Ah! Buenos días Kazuo. ¿Has dormido bien?
-Sí. Pero no me asustes de esa forma.
-Lo siento. Esperaba volver antes de que te levantaras. –Entró ocultando en todo momento lo que llevaba. –Quería conseguirte una cosa. He tenido mucha suerte de encontrarla, no es algo muy común. –sonreí.
-Ten. –Alzó ambas manos sosteniendo una rosa negra. –Me encantan las rosas, lo sabes. Y mi preferida es esta. Sé que su significado es triste. Pero son tan raras de encontrar, tan únicas, tan enigmáticas... me dan la sensación de que esconden una belleza interna, que tienen miedo de mostrar y que tienen ese color solo para que ciertas personas puedan apreciarlas de verdad. –Se la acercó a la nariz, la olió y me miró con la cabeza inclinada. –Me recuerdan a ti. –Me la dio y yo la sostuve con una mano, observándola. –Sé que tampoco es algo demasiado especial, pero estando como estamos no podía pensar en algo mejor. –Yo permanecía en silencio, no dejaba de mirar la rosa. -¡Vamos! Di algo. –La miré a los ojos.
-Te aseguro que esta flor será lo segundo más importante de mi vida.
-¿Segunn…? –sonrió. La besé. Íbamos a entrar en la cama pero alguien llamó a la puerta. Convertí la rosa en energía y la metí en mi cuerpo, separada del resto de mi energía, en mi pecho. Cogí en volandas a Cristal y salté por la ventana desde el tercer piso. Sabía perfectamente quién era el que había llamado: la única persona que no podía sentir. -¿Qué pasa? ¿Sabes quién era?
-Él
-¿Cómo se ha recuperado tan rápido?
-De la misma forma que habría hecho yo. –Iba a correr como había hecho hasta ahora. Pero escuché el cristal de la ventana romperse, miré arriba y me aparté a lo justo para esquivar el golpe. Me giré y ahí estaba Dios de nuevo. Cristal me agarraba con fuerza.
-Me estoy cansando de que huyas. Esto solo acabará contigo muerto.
-Me lo imaginaba. –le respondí burlándome. –pero preferiría vivir para ver el mañana si no te importa.
-¿Qué te pasa? Ayer te perdonó la vida. –Intervino Cristal.
-Bobadas. Fue tu intervención la que me salvó. Así que me gustaría proponértelo una última vez como agradecimiento. Aléjate de Diablo y te perdonaré que intentaras traicionar a la humanidad.
-Te lo volveré a repetir por si no te quedó claro. Que te jodan –y volvió a hacerle un corte de manga. –se lanzó contra mí y esta vez estuve esquivándole todo el tiempo. No podía luchar mientras llevase a Cristal encima. Corría y el me perseguía. Para encontrar a Sam necesitaba estar cinco minutos o más concentrado y quieto, no podía hacerlo si Dios intentaba matarme en ese preciso momento. Así que lo único que se me ocurría era seguir corriendo. Me mantuve un rato y comprendí que no podía estar eternamente así, que debía encontrar un lugar donde dejar a Cristal y volver a enfrentarme a él. Me detuve, lancé a Cristal al aire y girando le di una patada. No debió esperárselo pues no pudo esquivarlo ni cubrirse y cayó a unos cuantos metros de distancia. Cogí a Cristal que estaba gritando en la caída. La dejé con suavidad en el suelo y le dije que volviera a alejarse. Esta vez estábamos pelando en plena carretera en medio de la nada, no perdería de vista a Cristal. Me puse en guardia y se lanzó hacia mí como las demás veces. Esto se estaba convirtiendo en una costumbre. Golpeábamos, esquivábamos y nos cubríamos. En esta ocasión también usábamos las piernas, pero no suponía mucha diferencia, seguíamos muy igualados. Cometí un error y lo aprovechó para mandarme lejos. Creí que se volvería a abalanzar sobre mí y me preparé para responder de nuevo. Pero había dejado de ser su objetivo. Me había apartado para ir a por Cristal. Le perseguí tan rápido como pude. Pero no fue suficiente. De un golpe atravesó su abdomen. Ver su sangre salir como un chorro hizo que la ira me volviera a invadir con fuerza. Pero en vez de golpearle como la última vez perdí el conocimiento.

Al despertar estaba de pie. No veía a Dios por ninguna parte, solo restos de sangre esparcidos por la carretera y a Cristal tumbada no muy lejos de mí. Me acerqué enseguida a ella, todavía respiraba pero con dificultad. Tenía sangre en la herida del abdomen y en su boca.
-¡Hey! –dijo al verme a su lado. –Te lo dije… nadie puede… contigo.
-Vale. No sé qué ha pasado pero te pondrás bien.
-Lo siento. –cerró sus ojos y sonrió.
-Esto no ha acabado aún. –Puse mis manos en su herida. –Esto puede doler
-No te preocupes. –Empecé a introducir mi energía. Podía curarla perfectamente, había salvado a gente en peor estado en mis viajes. Pero no me esperaba que el cuerpo rechazara mi energía. Me quedé un segundo en estado de shock. Utilicé más energía, intentaba forzarla aún más. Pero su cuerpo no paraba de repeler todo lo que hiciera. Me quedé pálido.
-¡Hey! ¿Qué pasa con esa cara? –su voz cada vez era más débil. ¿Por qué? ¿Qué pasa? Esto no tiene sentido no dejaba de pensar mientras ponía más fuerza en mis intentos. -¿No puedes?
-No entiendo qué pasa
-No llores –ni me había percatado en que estaba llorando. Solo me fijaba en ella y en mis intentos de salvarla. –Lo siento
-No, no, no, no, no… Esto no puede ser. No supe salvar a Marc pero sé cómo salvarte a ti. ¿Por qué no puedo? –Ya estaba gritando -¿Por qué? –De la tristeza pasé a la ira.
-No te enfades contigo. –Cristal me acariciaba la mejilla. Sentí la fuerza que me proporcionaba la ira Ahora debo de poder pensé. Pero siguieron siendo esfuerzos en vano. No conseguí hacer nada ni con mi energía en su máximo poder. Las lágrimas caían. –Lo siento. –Ya casi ni podía oírla hablar. –Lo... siento... –fue el último susurro que dio. Su mano cayó.
-No. ¡Noooooooooooo! –Grité con todas mis fuerzas. –No –susurré. La abracé mientras lloraba. No dejaba de pensar que no tendría que haber vuelto, haber involucrado a Cristal. Que entonces seguiría viva. ¿Por qué han muerto? ¿Por qué han muerto por estupideces? ¿Por qué? ¿Por qué? No dejaba de pensar. El tiempo pasaba y yo solo lloraba abrazado a su cuerpo.

¿Cuánto tiempo pasó? ¿Horas? ¿Días? Ni lo sé ni me importa. Cuando dejé de llorar limpié la sangre. Ahora que ya no tenía energía podía usar la mía para limpiar el cuerpo. Cerré la herida. Entonces su energía repelía la mía pensé sin mucho ánimo, esa aclaración no me servía de nada. Cogí el cuerpo en volandas y empecé a andar. Al principio pensaba que andaba sin rumbo fijo, luego me di cuenta de que estaba yendo al pueblo donde nos conocimos. Tardé días en llegar, no sé cuántos, pero sí sé que el sol se ocultaba en el horizonte. Me detuve al llegar a lo alto de una de las colinas. Caí de rodillas y dejé el cuerpo tendido.
-¿Qué hago aquí? ¿Qué hago ahora? –no sé si me hablaba a mí mismo o esperaba que Cristal respondiera. Volví a llorar. Seguía sin ser consciente del tiempo, solo que la iluminación cambiaba a ratos. Sin ánimo y sin saber muy bien el por qué, empecé a hacer un ataúd de cristal. Metí el cuerpo dentro. Saqué la energía de la rosa que me había regalado y la volví a materializar. La puse en el pecho de Cristal y lo cerré. Daba igual cuánto tiempo pasara, lo que estaba dentro permanecería intacto durante siglos, puede que incluso milenios. Sabía que duraría mucho más que yo. -¿Por qué? Tú eras todo mi mundo, Cristal. ¿Qué hago? –permanecía apoyado en el ataúd. -¿Qué hago? ¿Cómo vivo ahora sin ti? Cuando me fui al menos pensé que estarías bien, pero vivir en un mundo en el que no existes, en el que has muerto por mi culpa. No puedo. No puedo.

Dicen que hay un algo, un momento en la vida que te cambia. Yo no lo creía, aun después de que Marc muriese permanecía siendo el mismo. Ahora creo que sí puede existir ese algo. Al menos a mí me cambió la personalidad, mi alma como comentó Cristal, en el momento en el que me di cuenta de que me era imposible vivir sin ella, en el momento en el que ya no podía llorar más. Cambió todo de mí, todo lo que creía del bien y el mal se esfumó. La ira se convirtió en parte de mi ser. Ya no me invadía, no me quemaba el pecho ni los ojos. Ya era algo natural en mí, como si siempre hubiera estado. Notaba la fuerza y permanecía calmado. Me despedí de Cristal. Le dije ,aunque sabía que no podía escucharme, que siempre la querría y que me perdonara de no darle la razón. Me di la vuelta y no miré atrás. Fui al pueblo, conseguí comer hasta hartarme. Antes de irme expandí mi energía a todo el pueblo, alcanzando a todas las personas que había allí y aplasté todo comprimiéndola contra el suelo. De un solo movimiento maté a todos los que vivían allí y absorbí su energía. Luego anduve sin prisa ninguna hasta la ciudad más próxima.

Tardé un día entero en llegar. Andaba encapuchado y cabizbajo por las calles, dirigiéndome al centro donde sería más fácil repetir lo que hice en el pueblo. En un semáforo un niño empezó a mirarme a los ojos. Cristal tenía razón: ¿Cómo podría hacerle daño a un niño como aquél? Me embargaron las dudas, el remordimiento, iba a detenerme, a dar marcha atrás... Iba. El niño gritó “Diablo, Diablo” y se alejó corriendo. Un segundo más, al menos eso creo, un segundo más y me hubiera arrepentido de lo que iba a hacer. Todos a mi alrededor se alejaron rodeándome en círculo. Me quité la capucha y les observé en silencio. Me miraron un segundo, acto seguido huyeron gritando. Empecé atacando uno por uno a las personas que veía. Con solo un golpe morían. Luego me quedé quieto, concentrándome en mi energía. Tardé un minuto en expandirla en toda la ciudad. Esperé un rato, quería comprobar una cosa: la gente llegaba al límite de la ciudad, donde acababa mi energía y no podían continuar. Confirmé que haciendo eso los atrapaba. Sin ninguna piedad hice lo mismo que en el pueblo. Cada estructura, cada persona, estrellada contra el suelo. Todo destruido en un solo movimiento. Continué mi camino, sabía que no habría persona que pudiera huir ni esconderse. Ahora que la ira es parte de mí puedo encontrar a un insecto en la otra punta del planeta. Al único que no podía encontrar era a Dios, pero no importaba en absoluto, ya vendría él. En el camino a la siguiente ciudad me encontré con algunos coches. Me ponía en medio de la carretera, agarraba el vehículo con una mano y con la energía convertía el coche en una bola de un metro de diámetro. De vez en cuando me salpicaba algo de sangre, pero muy poca. También absorbía la energía de todos los que mataba. En la segunda ciudad que estuve me vi de refilón en un escaparate y me detuve a fijarme en mis ojos. Habían cambiado a rojo, pero también tengo unas finas líneas parecidas a ramas del mismo color que se unían en el centro. Pensaba repetir lo mismo de antes, era la forma más rápida de cumplir el ojo por ojo: si Dios acabó con mi mundo, yo acabaría con el suyo antes de matarlo a él. Esta vez no dejé que nadie me reconociera, simplemente rodeé con mi energía la ciudad y la aplasté. No se enteraron de nada. Me dirigí hacia la siguiente y en el camino continué destruyendo de la misma manera todos los vehículos con los que me encontraba.

No pude entrar en la tercera ciudad. Había todo un batallón de soldados y tanques esperándome. Dios estaba delante de todo ese ejército. Sonreía.
-Al fin he conseguido que dejes de huir. -gritó
-No debiste haber hecho aquello. –dije con la fuerza necesaria para que me oyera.
-No eres quién para decirme cómo actuar. Soy Dios y ahora que no vas a huir podré acabar contigo. –Alzó la mano y acto seguido la bajó. Ordenando el ataque. Los soldados dispararon con sus fusiles y los tanques con sus proyectiles. Nada hizo que tuviera que moverme. No me esforcé en reforzar mi escudo, es más lo tenía al mínimo. No me hicieron ni un rasguño. Dios se abalanzó hacia mí.
-¿No te cansas de repetir lo mismo? –dije cogiéndole de la cabeza con una mano, deteniendo su ataque. Empecé a girar y lo lancé contra uno de los tanques, destruyéndolo. La diferencia de poder era brutal, pero no se daba por vencido. Repetimos el mismo movimiento hasta que se le acabaron los tanques, entonces cambié de objetivo a los soldados. Cada lanzamiento conseguía que matara a tres o cuatro. Los soldados no tenían miedo, estaban dispuestos a morir por Dios y eso harían. Dios empezó a sangrar, pero solo un poco, ya que solo le había lanzado como a un muñeco. La sangre debió salir porque quizá me pasé de fuerza cuando le agarraba o porque después de agarrarle tantas veces consecutivas su escudo no aguantó más. -¿Eres tan ignorante o tan estúpido que no ves que estoy jugando contigo? –Dije cuando todos los soldados murieron. Me ignoró y se volvió a abalanzar gritando. Le esquivé, absorbí la energía de los muertos y me adentré en la ciudad. Si pasaba cerca de alguna persona la mataba y absorbía su energía tranquilamente mientras Dios me perseguía intentando golpearme. No era estúpido, si volvía a expandir mi energía sería vulnerable a sus ataques. Así que le utilicé para que me ayudara a destruir la ciudad. No era muy difícil, solo tenía que esquivarle o lanzarle. Cuando ya no hubo más gente viva ni más energía que absorber se dio cuenta de qué estaba ocurriendo.
-¿Me has utilizado para tus planes? –reí, pero no era mi risa habitual, sino una oscura, que da miedo.
-Y yo que creía que no te darías cuenta. –Supongo que perdí la cordura cuando perdí a Cristal. Jamás pensé que podría reírme de lo que acababa de hacer. Jamás pensé que me podría parecer divertido. Ahora sí me parece divertido, me parece gracioso. Pero sé que antes no me lo habría parecido, antes del cambio. –Oh Dios todopoderoso dime qué tan estúpido puedes llegar a ser. Jajajajajaja.
-Desde el principio sabía que debía acabar contigo, esta es la prueba. –Yo solo seguía riendo. Él se abalanzó, le paré por el cuello y lo estrellé contra el suelo sin soltarlo. Paré de reír, pero no volví a dejar de sonreír. Escupió un poco de sangre.
-¿Alguna vez te han dicho lo lento que eres? –me pegaba patadas desde el suelo, pero no me hacían nada. -¿Y lo débil que eres? Seguro que te dijeron que éramos iguales en fuerza, pero debieron decirte más. Solo eres un ignorante que no sabe ni de dónde viene su poder. –Lo lancé con todas mis fuerzas dirección a la siguiente ciudad y yo le seguí con un salto.



Se estrelló en un edificio y provocó que se callera. Salió de los escombros algo magullado en el cuello y las ropas hechas un asco.
-Dime, ¿Podrás darme algún tipo de diversión o simplemente me ayudarás a destruir este… -dudé qué decir –estas almas que tanto aprecias? –me miraba lleno de odio, pero aún no era suficiente para mí. -¿Seguro que tú podrás hacer todo lo que dijeron que estabas destinado? No creo que seas capaz ni de hacer dormir a un bebé. –Sus ojos empezaban a cambiar de color. –Seguro que te creíste que de verdad tú creas almas. ¿Sabes que eso es una vulgar mentira? –Ahora estaban igual que los míos, o casi. –Perfecto –me puse en guardia –Ahora empieza lo divertido. –Volvimos a estar igualados, pero con un poder mucho mayor. Cada golpe, cada derribo, cada movimiento que hacíamos ponía en peligro la vida de los ciudadanos. Si con un Dios débil era fácil matar a toda esa gente, ahora que es fuerte entre los dos lo destruimos todo sin darnos cuenta, aunque era yo el que absorbía toda la energía que podía. Peleamos, peleamos sin parar. Cuando ya no había nadie más vivo en una ciudad trasladaba la pelea poco a poco a otra ciudad o a otro pueblo. Hasta que paramos de pelear en uno de los pueblos. Estábamos desangrados, huesos rotos, ninguno podía continuar y nos alejamos para restaurar nuestro cuerpo. Nos llevó casi un día, estando completamente quietos, concentrados en curarnos. Cuando nos sentimos como nuevos volvimos al combate. Perdí la cuenta de las ciudades, el ejército y el EPSD intentaban ayudar a Dios… Exacto, intentaban. Seguíamos golpeándonos, pero muchas veces no había tiempo de reacción suficiente para esquivar o cubrirnos. No me importaba quién golpeaba a quién, en cualquiera de los casos el derribado destruía edificios a su paso, los edificios aplastaban a las personas y las que lograban sobrevivir morían cuando tenía un segundo al derribar a Dios. Hubo una segunda vez que dudé, un momento en el que desapareció aquella sonrisa de loco. Todo por una niña, había sentido su energía y pensaba matarla cuando lancé a Dios contra otro de los rascacielos. Aquellos ojos llenos de miedo mirándome. Dos segundos estuve mirándole. Me embargaron de nuevo las dudas, el remordimiento, iba a detenerme, a dar marcha atrás... Iba. Un segundo más, al menos eso creo, un segundo más y me hubiera arrepentido de todo lo que había hecho. Pero Dios aterrizó aplastando a aquella niña y de una patada me mandó volando, continuando con la batalla. Al cabo de otras tantas ciudades ambos nos encontrábamos en un estado lamentable. Yo había perdido un brazo, él tenía rotos todos los huesos del brazo izquierdo y había perdido la mano derecha. Y es aquí donde empecé a contar mi historia, esperando a recuperarme.


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CAZADOR

El cazador tuvo que correr con todas sus fuerzas.

Era un hombre corpulento, muy fuerte físicamente. Su dura vida le había educado sin miedo. Sin temores.

Pero en las últimas semanas el pánico se había extendido por toda la comarca. No había persona, ni hombre ni mujer, que no tuviera miedo a encontrarse con la bestia.

"...una criatura engendrada por el mismo diablo", decían unos...

"... sus garras tienen que haber sido creadas en el mismísimo infierno...", decían otros...

Y todos estos temores por un lobo. Por un animal que lleva conviviendo con el hombre desde hace siglos...

¿Por qué entonces tanto pánico?

Los pocos que habían conseguido escapar de las garras de tal asesino, aseguraban que no era un lobo común. Las exageraciones de los superticiosos habitantes de la zona habían convertido a un lobo, probablemente algo mayor de tamaño que otros de su especie, en una bestia descomunal...un asesino calculador y frío, que no mataba sólo para obtener su alimento...No. En este caso se trataba de una criatura endiablada en busca de sangre, vísceras y almas de los pobres desgraciados que se habían cruzado en su camino.

"...sus fauces son aterradoras"
"...sus ojos con un fondo rojo sangriento son capaces por sí solos de devorar a cualquier inocente víctima..."

Pero ninguno de estos mensajes hicieron que el cazador rechazara la idea de cazar a ese lobo y hacerse con la recompensa que los desesperados aldeanos ofrecían al que consiguiera capturar a tal engendro.

Y había tenido suerte...

Creía que iba a tener que pasar muchos días solo en aquel bosque hasta que aquel bicho volviera a aparecer...Pero no tuvo que esperar demasiado.

Los gritos pidiendo socorro parecían provenir de una de las pocas casonas que todavía permanecían habitadas...en lo más profundo del bosque. En cuanto los escuchó, el joven y corpulento cazador salió corriendo en la dirección de la que provenían aquellas voces.

...corrió con todas sus fuerzas...

Los gritos de auxilio eran continuos por lo que pudo rápidamente encontrar la casa de la que provenían...

pero de repente..., los gritos se apagaron...

El cazador entró en la casona con precaución. Su escopeta le antecedía en todos sus movimientos. Miró por todos lados. Y entonces, encontró las huellas del animal...

...esas huellas no eran de un lobo común...

Aunque impresionado por el gigantesco aspecto de lo que parecía una pisada de la bestia, el cazador no permitió que el pánico hiciera de él una presa fácil. Sabía que el animal olía el miedo de sus víctimas...

...y no quería convertirse en una  de ellas...

Continuó buscando a aquella alimaña por todos lados.

Entonces fue cuando vio algo que haría que, incluso a un hombre como él, se le revolviesen las tripas. Había visto muchos cadáveres,  víctimas de ataques de animales...pero lo que estaba presenciando no lo había hecho ninguna criatura de este mundo...

Sobre una cama quedaban sólo algunos restos de los que podía ser una señora mayor..., lo parecía por los trozos de ropa que estaban dispersos por toda la habitación...

...junto con el resto de pedazos del cuerpo de la víctima...

...un brazo en el suelo, al lado de la cama,...una pierna unos metros por delante...vísceras dispersas por todas partes...

...y allí estaba...a la derecha junto a una pequeña silla de madera, la cabeza de esa pobre desgraciada...

Y el cazador centro su atención en los ojos. Sus ojos abiertos reflejaban el terror más absoluto que el cazador había tenido la oportunidad de presenciar. Y era contagioso. Se percibía en el aire.

La lluvia de sangre fresca chorreaba en la escena.

Y entonces algo distrajo al cazador. Le pareció escuchar un pequeño susurro, una pequeña respiración temblorosa.

Allí había alguien más.

No tardó en encontrar el lugar del que procedía.

Estaba convencido que había alguien escondido dentro de las puertas de una alacena. Y aunque sabía que esa respiración no podía pertenecer a la bestia que había asesinado a la pobre anciana, mantuvo su rifle apuntando en todo momento. Mientras una mano aguantaba la escopeta, la otra consiguió abrir la pequeña puerta...

...y allí estaba.

Temblorosa, asustada... Aunque una pequeña capa roja cubría su cuerpo y parte de su cabeza, el cazador pudo ver que la niña permanecía con los ojos cerrados. Sus manos se sujetaban las piernas flexionadas contra el pecho. La pequeña no tendría más de diez años.

El cazador decidió dar unos pasos atrás y bajó su arma para animarla a salir.

- No temas niña..., la miró dulcemente y le lanzó una discreta sonrisa:

- Sal de ahí, preciosa.

El cazador decidió dar unos pasos atrás y bajo su arma para animarla a salir...

...

Fue lo último que hizo...

La bestia no tuvo compasión...

Trozos de lo que antes había sido ese joven corpulento se mezclaban ahora con los de la anciana dueña de la casa. La sangre lo empantanaba todo.

En los ojos de la niña, se reproducía toda la trágica y sanguinolenta imagen.

Fue entonces cuando el animal soltó  lo poco que quedaba de su presa y dirigió su mirada hacia ella.

Todo lo que decían era cierto...

"...los ojos de aquel engendro provenían del mismísimo infierno..."

Por un momento quedó paralizada. Ya ni siquiera temblaba.

...

- Ven aquí...

El rostro de la bestia pasó de representar la muerte a convertirse en una dócil criatura. Mansa y fiel hacia su protectora.

La niña salió de la alacena y se abrazó al cuello del animal.

- Ya hemos acabado con esa insoportable vieja y ese estúpido metomentodo...

Ahora era sólo el viento lo único que se escuchaba en el bosque.


jlrr










La decisión de un Diablo - Capítulo 15

Al cabo de horas y horas corriendo noté que la energía que había usado para despistar a Dios volvía a mí, aunque no paré. Ya llegada la noche y después de haber recorrido medio planeta me detuve.
-Sí que corres. –estaba completamente despeinada. La solté  –¿Y vas de chulito o qué? Peleando con Dios sin siquiera quitarte las gafas. –se burló -¿Qué? ¿Estás cansado? –terminó diciendo, algo más seria.
-No, podría seguir mucho más tiempo, pero sería una tontería.
-¿Cómo nos ha podido encontrar? –dijo tocándose el pelo -¿Cómo tengo el pelo?
-Ni idea. Es la primera vez que nos vemos y aun así me ha localizado sin problema. Y tu pelo está perfectamente.
-Eduard estaba con ellos. ¿Te has fijado? Y no te burles, tengo el pelo fatal. -Sonreí
-Sí, me he fijado.
-Sobre las cosas que dijo sobre ti… Él estaba convencido de que tenías algo que ver con Diablo. ¿Pudo haber influido en localizarnos?
-Lo dudo, pero cualquier cosa es posible. -Nos hallábamos en lo alto de una montaña, en una cueva. Cristal sacó de la mochila ropa y se la puso encima.
-¿Tú no tienes frío? –La abracé.
-Solo estaremos aquí hasta que pueda ocultar tu energía. Solo me llevará un par de horas. –esperó paciente en mis brazos a que terminara y bajamos la montaña de la misma forma que habíamos subido.


Seguimos andando por la base de aquella cordillera llena de árboles. Estuvimos así un par de días, cazaba los animales que encontraba para comer. A ella le parecía divertido hacer estas cosas tan fuera de lo común. A mí me encantaba verla feliz. Llegamos a un pueblo y nos quedamos en el primer motel que vimos. Al fin Cristal podría descansar en una cama, aunque ella dijera que yo era lo suficientemente cómodo para dormir.
-¿No crees que ya hemos esperado suficiente? -dijo después de tanto tiempo callada
-¿Qué?
-Vamos a hacerlo.
-A mí no me parece que hayamos esperado tanto. –contesté intentando evadir el tema
-Yo cuento once años. Me parece demasiado. –Se quitó la parte de arriba de la ropa y me besó. –vamos. –resistirme a sus deseos era imposible para mí. Le sujeté la cabeza con ambas manos y seguí besándola. Me quitó la camiseta, la llevé hasta la cama mientras la besaba y le quité los pantalones cuando cayó. La tumbé y de sus labios pasé a su cuello. Volví a desactivar el sentir la energía, no era seguro pero quería concentrarme solo en ella. Quería que ella fuera toda la existencia, todo mi mundo. Le quité el sujetador y ella me quitó los pantalones. Íbamos lentamente, no teníamos prisa. Pasé a estar debajo y entonces sentí cómo me chupaba el cuello. El resto de la escena es de mi propia intimidad, suficiente he hablado sobre ese momento.

A la mañana siguiente me desperté con Cristal mirándome, sentada con las piernas recogidas.
-¿Pasa algo? -pregunté incorporándome
-He estado pensando… si lo que llamamos alma es simplemente energía… ¿De dónde viene que le demos tanta importancia? ¿De verdad lo que define el alma es lo que nosotros conocemos?
-No te entiendo.
-¿Es posible que el verdadero concepto de alma lo hayamos perdido? –me mantuve callado. -yo creo que es algo más.
-Dime qué crees que es.
-Yo creo… o me gustaría creer… que el alma es nuestra verdadera esencia. –La miré sin comprender. –puede que el cuerpo sea el que sienta, piense, experimente. Pero quiero creer que nuestra alma es la que se va formando a lo largo de nuestra vida: nuestra personalidad, nuestra forma de ser, todo lo que terminamos siendo. Y cuando uno de los Dioses dijo que podía ver el alma todo el mundo le creyó y pensaron de verdad que la energía es el alma. Haciendo que el concepto que teníamos cambiase.
-¿Quién eres tú y qué has hecho con Cristal? -estaba boquiabierto
-¿Eh?
-Jamás se me habría ocurrido darle vueltas a eso. Entonces de lo que yo hablaba de pequeño era del alma.
-Sí. –sonrió –y en ese concepto nadie nos puede arrebatar nuestra alma y es única e intransferible.
-Suena bien. –sonreí
-Te he sorprendido ¿Eh?
-ni siquiera parecías tú.
-¿Cómo se supone que me tengo que tomar eso?
-Significa que nunca paras de sorprenderme. Que nunca seré capaz de comprenderte del todo. Y eso es algo que me encanta. –la besé -¿Qué te parece si nos vestimos?
-¿Qué? Yo quiero quedarme así un rato más. –reí
-¿Cuánto es un rato?
-¿Todo el día?
-A tus órdenes.



No nos quedábamos mucho tiempo en el mismo sitio. Vivíamos en el camino y nos quedábamos en algún que otro motel cuando llegábamos a algunas ciudades y pueblos. Pasaron semanas, nos pareció que habíamos logrado despistar a Dios pero en una de las ciudades vimos en un periódico nuestras caras. Desde ese momento conseguimos ropa con capucha y fuimos ocultando nuestra cara en los lugares poblados. Yo propuse que al menos nos cortáramos el pelo pero ella se negaba, le encantaba cómo íbamos. En la ciudad sentía la energía a treinta metros, en la carretera lo ampliaba a tres kilómetros para evitar que nos cogiera un coche por sorpresa. Pero como dicen: no todo dura para siempre.

Sin darnos cuenta nos habíamos dirigido en dirección al pueblo en el que nos conocimos. Allí no había comunicación y no sabían nada de Dios ni Diablo. Era como un pueblo neutral que ignora lo que ocurre en el resto del mundo. Después de estar allí un par de semanas nos fuimos. Aunque no supieran qué ocurre en el exterior, llamaríamos la atención si nos quedábamos allí demasiado sin una razón. Pasamos otra semana yendo de un sitio a otro sin parar, aunque nuestra dirección no era fija. A veces íbamos al norte, otras al este, improvisando cada movimiento. 


Al cabo del tiempo entramos en una ciudad, pero no había nadie. Era muy extraño, la ciudad debía tener miles y miles de habitantes, ¿Cómo es que no había nadie en la calle? Ni siquiera había gente en sus casas. Amplié el rango, me costó concentrarme un minuto pero sin problemas lo hice. No había nadie en toda la ciudad. Me daba muy mala espina y le dije a Cristal de dar media vuelta, ella accedió sin problemas. Nos giramos y allí estaba él otra vez.
-¿Te vas a quedar huyendo todo el tiempo? No consideraba a Diablo un cobarde. –gritó alzando sus brazos.
-No quiero pelear. –le contesté avanzando despacio.
-Pues yo sí. Eres un mal que debo erradicar.
-No le he hecho nada a nadie.
-Absorbiste cinco almas. ¿Te parece poco? -¿Almas? ¿De verdad cree que son almas? –Todas las almas me pertenecen, no permitiré que destruyas lo que mi antepasado creó con tanto esfuerzo
-¿Qué sabes tú del primer Dios?
-Lo suficiente
-Lo que quiere decir que eres un ignorante. Lo que tú y yo vemos no son almas, es la energía que fluye por nuestros cuerpos.
-No intentes confundirme.
-¿De dónde crees que viene nuestro poder? –no me entendió o no quiso hacerlo.
-En guardia. Acabaré contigo. –dio un salto en horizontal directo a por mí.
-¡Aléjate! –le grité a Cristal. Esta vez no me cubrí. Fui a golpearle y nuestros puños chocaron. La energía que salió del choque repelió el aire un momento. Nuestros movimientos eran rápidos: golpeábamos, esquivábamos y nos cubríamos. Ninguno de los dos se movía del sitio, nuestros pies parecían estar clavados en el suelo. Cristal observaba desde lejos. Entonces conseguí desequilibrarle y estampé su cara contra el suelo, rompiendo el asfalto. En ese momento recordé que no tenía que preocuparme por causarle demasiado daño, con que no fuera mortal podía intentar hacerle heridas que le impidieran moverse. Aunque no quería, era la única opción. No me dejaría hacer lo mismo que la otra vez. Pero tampoco iba a ser fácil incapacitarle. Aprovechó que tenía agarrada su cabeza para coger mi brazo y girándose me lanzó contra un edificio. Los golpes dolían. Se abalanzó hacia mí antes de que pudiera apartarme de la pared en la que acababa de dejar mi silueta. Me separé lo que pude y detuve su puñetazo, lo intentó con el otro y también lo paré, ahora una patada y salté para esquivarla. Tiré de sus brazos y le di con ambos pies juntos en la cara. Se echó hacia atrás tambaleándose y la cara tapada. Se volvió a poner en guardia y podía ver que estaba sangrando. Tenía ventaja, no debía desaprovecharla. Esta vez me abalancé yo sin dudar y se cubrió de mi puñetazo. Seguí golpeando y empujándole hacia atrás hasta que nos acercamos al siguiente edificio en la otra acera. Entonces detuvo un golpe, me agarró y me estrelló de nuevo contra la pared. Esta vez más fuerte. Dio una serie de golpes consecutivos en mi pecho, yo puse toda mi energía en cubrir donde me golpeaba. Se inclinó hacia atrás para coger fuerza y de un último puñetazo hizo que atravesara todo el edificio. No sufrí ningún daño severo, solo un leve golpe en la cabeza que provocó unos segundos de mareo y mis extremidades entumecidas. Menos mal que siempre hay energía protegiendo mi cuerpo aunque solo sea un poco, de lo contrario a saber cómo habrían quedado con cada muro por el que pasé.
-¿Qué le pasa? Me atribuye la destrucción y es él quien se dedica a destruir el escenario. –De un salto atravesé el agujero recién hecho y volví a donde estábamos antes. Giré mi cabeza buscándolo y vi a Dios agarrando del cuello a Cristal. En un segundo la ira entró en mi cuerpo. Mi pecho y ojos ardían. Me moví más rápido de lo que había hecho nunca y al llegar a su lado, le di una patada que lo estrelló contra otra pared lejana. Miré a Cristal, estaba bien. Dios se estaba levantando y me abalancé sobre él otra vez igual de rápido. Parecía sorprendido al ver mis ojos. Le golpeé con rapidez y fuerza. Él no pudo responder a ninguno de mis movimientos. Seguí así hasta que Cristal me detuvo.
-Kazuo. Ya basta. No puede hacer nada más. No te conviertas en lo que quieren. No acabes con más vidas. -Dios estaba lleno de sangre, inconsciente y con una pierna y un brazo completamente aplastados y rotos. Se recuperaría en uno o dos días, puede que incluso en horas si se concentraba y empleaba bien la energía. Asentí a la petición de Cristal y nos fuimos.



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La decisión de un Diablo - Capítulo 14

Nos fuimos del parque casi a oscuras, iluminado por la luna y las estrellas. Ya no había nadie en las casas que estuviera despierto. Pensaba acompañar a Sam en su viaje, pero como Cristal no me tenía miedo y podía permanecer con ella cambié de idea. Pasamos por delante de mi antigua casa.
-Por cierto, al parecer se mudaron. -comentó al dejarla atrás
-¿Quiénes?
-Tus padres.
-Ya veo.
-Sabes que a nadie le preocupó que desaparecieras. ¿Verdad?
-En este universo a nadie le preocupa las muertes y desapariciones.
-¿Este universo? -comentó extrañada. -¡Espera! ¿Has estado en otros universos? –dijo emocionada -Definitivamente tienes que contarme con detalle qué has hecho desde aquél día.
-Eso está hecho. –Entramos en su casa y sin hacer ruido nos fuimos a su habitación.
-¿Tienes ropa de repuesto? –Negué con la cabeza –Entonces… -Se le puso la cara roja –Mañana tendremos que ir a comprar –dijo girándose -¿Te importa dormir con la ropa que llevas?
-En absoluto –dije como si no pasara nada.
-Pueeess… -Me tumbé en el suelo.
-¿Has cenado? ¿No tienes hambre? –volvió a girarse, ya tenía la cara normal.
-No y… ¿Vas a dormir ahí?
-Si quieres duermo en la cama contigo. Como prefieras. –Se le volvió a poner la cara roja.
-Sí. Métete en la cama. –Obedecí –Voy a cambiarme, no mires. –Aunque dijo eso no pude evitar observarla mientras se cambiaba de espaldas a mí. Cuando ya tenía puesto el pijama se metió conmigo en la cama. –Has mirado
-No.
-Sí.
-Qué va. –dije exagerando
-Encima de cachondeo. –reí. Me empujó –quítate la camiseta
-¿Qué? –me la quitó ella y la tiró lejos.
-Y los pantalones.
-¿Cómo?
-O te los quitas tú o te los quito yo.
-Vale, vale. –Me quité los pantalones y también los tiró.
-¡Ea! Por listillo duermes así. –entonces el ruborizado era yo. Nos abrazamos y nos quedamos dormidos así, tapados por las finas sábanas.

En la mañana siguiente el despertador sonó y ambos nos levantamos. Tendría que haberme acordado que iba en ropa interior. Esta vez para que se cambiara me obligó a tener las sábanas tapándome la cabeza. Una vez que volvía a tener el uniforme de la escuela me dio unas instrucciones:
-Mis padres ya se han habrán ido. Ven, te enseñaré la ducha para que la puedas usar cuando me valla. –me indicó dónde estaba todo y continuó. –Cuando estés listo nos vemos en la azotea de la escuela. ¿de acuerdo? –asentí –Y… una última cosa… procura que no te vean los ojos. Sería un problema. –entonces recordé que eran diferentes de la última vez que nos vimos –No me malinterpretes. Me encanta cómo están ahora, son preciosos. Pero sería un problema que te vean y griten a los cuatro vientos que eres el Diablo. –Sonrió –por cierto –dijo mirándome de arriba abajo –veo que ya te has acostumbrado a ir casi desnudo por mi casa –Fue cuando recordé que ni siquiera llevaba pantalones y me ruboricé mientras ella se daba media vuelta. -¡Nos vemos!

Hice lo que me dijo y la esperé en el tejado. Cuando llegó se acercó a mí. Sin mediar palabra rodeó mi cuello con sus brazos y me besó.
-cómo se nota que era tu primer beso –dijo cuando separó sus labios de los míos.
-No te pases –rió. La besé –ya me harás mejorar.
-aprendes rápido. No será muy difícil. –Nos quedamos besándonos hasta que volvió a sonar la campana. Estuve esperando a que volviera a salir. Como no tenía nada más que hacer volví a dormir, aunque cada campanada me despertaba hasta que en la tercera empecé a sentir la energía de mi alrededor para localizarla. Al principio sentí la energía que había a kilómetros, así que fui cerrando el rango poco a poco hasta los treinta metros a los que me había acostumbrado. Bajé del edificio por las escaleras, debía llamar la atención lo menos posible. Me reuní con Cristal, volví a dejar de sentir la energía y nos dirigimos a su casa.
-¿Cómo le va a Mari? -le pregunté
-Genial, podría dejar los estudios de lo bien que le ha ido.
-Me alegro por ella.
-Si, yo también. Cogeré dinero de mi casa y nos iremos a comprar y a comer.
-Yo no me preocuparía por el dinero. –me miró extrañada. –Tengo un pequeño truco. Observa –le enseñé cómo materializaba la energía y le daba la forma de un billete. Se quedó sorprendida.
-Entonces…Podríamos irnos lejos.
-¿Irnos? ¿A dónde?
-A cualquier sitio. Alejarnos y no tener que pensar en nada más que nosotros. –Era un plan muy tentador y lo acepté. –Oye. Si puedes hacer aparecer cualquier cosa. ¿Por qué  no te haces unas gafas de sol para esconder tus ojos? –Mostré mi sorpresa ante la idea –Sigues tan despistado como siempre en cuanto a ti mismo. Primero los pantalones, ahora las gafas. ¿Qué será lo siguiente? –lo pensó un momento –la ropa interior –dijo sonriendo
-Muy graciosa
-¿A que sí?

Después de comprarme ropa nos fuimos a comer a un restaurante en la ciudad. Cristal se cambió a un vestido y a mí me dijo que llevara un traje elegante. Yo pensaba que estaba ridículo, pero a ella le gustaba. Cuando llegamos al local entendí el por qué de la ropa. Todo estaba perfectamente cuidado: las mesas, la ropa de los camareros, las lámparas tan altas… me veía fuera de lugar. Cristal pidió un lugar apartado y nos guiaron hasta una habitación con una mesa redonda con un mantel blanco y asientos con cuero rojo. La iluminación, aunque eran las mismas lámparas, era más oscura que la de afuera y mostraba un ambiente romántico. A los camareros que nos atendieron les extrañó que en ningún momento me quitara las gafas de sol.
-¿Te estás aprovechando de lo que puedo hacer?
-Solo será hoy y este es el mejor sitio para que podamos comer y hablar tranquilos. En mi casa mis padres nos molestarían y en un bar o restaurante más normalito podrían escucharnos. –Dejé que Cristal pidiera por mí. Estaba muerto de hambre después de estar cuatro días sin comer. Menos mal que con mi energía aguanto bien sin comer, pero no podía aguantar eternamente. En cuanto nos dejaron solos un momento me pidió que le contara todo lo que había visto con detalle. Eso hice, en los momentos en los que no nos servían o preguntaban si necesitábamos algo más estuve contando absolutamente todo lo que me había pasado. Aunque evité hablar sobre las chicas que se interesaron en mí. Cuando terminé de hablar materialicé el dinero y nos fuimos. Al parecer estuvimos toda la tarde comiendo y hablando. Ya no necesitaríamos cenar. Seguimos hablando de camino a su casa.
-¿Qué te parece si nos vamos mañana? -preguntó de repente
-A mí me da igual. Mientras esté contigo puedo soportar cualquier cosa
-Entonces ¿Sabes qué nos han dicho nuevo en la escuela? –negué con la cabeza. –Al parecer Dios quiere matarte y después nos gobernará
-¡¿Qué?! –me detuve
-Tranquilo. No hay quien pueda contigo por mucho Dios que sea. Y acabas de decir que soportarías cualquier cosa. -rió
-Eso podría llamarse exceso de confianza. –volví a andar junto a Cristal. –además no quiero hacer daño a nadie. Prefiero esconderme y que no me encuentre nunca.
-Pues estaremos moviéndonos sin parar. Nunca te reconocerán ni nos encontrarán.
-Nunca es mucho tiempo. –reí –me gusta
-Por supuesto que te gusta. Lo he decidido yo.
-Ven aquí. –la cogí del brazo para pararla y la besé. –podría acostumbrarme a esto
-¿Podrías? –se burló y sonrió picarona –Lo harás. –seguimos caminando aunque me hubiera gustado quedarme besándola.

Ya en su habitación, entrando sin que me vieran, cogí una mochila y metí dentro la ropa. Ella hizo lo mismo cuando entró después de hablar con sus padres.
-Ya les he dicho que mañana me voy. Aunque seguimos sin saber a dónde.
-Ya improvisaremos. –iba a ponerme unos pantalones para dormir.
-¿Qué haces? –dijo al verlos en mi mano -¿Por qué no vuelves a dormir como ayer? –sonrió. Volví a sentirme incómodo. –No te pongas así, ya te acostumbrarás. –me quitó los pantalones que me iba a poner y me empujó a la cama. –Vamos quítate la ropa. –se giró y se puso el pijama. Al ver que no me había quitado ni la camiseta volvió a hablar. –Yo también puedo acostumbrarme rápido. No me importa ser la que te desvista.
-Preferiría seguir durmiendo con ropa. Gracias.
-¡Ya! ¡Claro! –se sentó encima de mí y me besó. Aprovechó y me quitó la camiseta.
-Eso no vale.
-¡Ya! ¡Claro! –siguió besándome y bajó al cuello. Me tumbó del todo en la cama. –Definitivamente esos ojos… -dijo mirándome fijamente. Suspiró, me quitó los pantalones y siguió besándome. Paró y se separó de mí. Me miró de arriba abajo y sonrió. –Y definitivamente dormirás así a partir de ahora. –La agarré y la obligué a estar debajo.
-Está bien. A tus órdenes. –y continué besándola en los labios, en la oreja y en el cuello.
-Si me quitaras tú la ropa podríamos avanzar más –dijo parándome. Me tumbé a su lado. –Sabía que pararías. Eres demasiado predecible. –apoyó su cabeza en mi pecho de nuevo y me abrazó –Buenas noches.
-Buenas noches.



Aunque era jueves el despertador no sonó. Lo habíamos quitado la noche anterior. Cristal se levantó primero, se vistió y bajó. Yo la imité al poco rato y bajé las dos mochilas. Estaba preparando un desayuno rápido. Comimos y nos fuimos enseguida. Me recordó que usara las gafas de sol justo antes de salir. -¿Cómo puedes ser tan despistado de cómo vas? –comentó y yo simplemente me encogí de hombros. Salimos de la ciudad sin destino fijo por la misma carretera por la que me fui la primera vez. Abríamos seguido el rumbo tranquilamente pero entonces una caravana de coches se detuvo a nuestro lado. Salieron un montón de hombres armados apuntándonos. Yo me puse entre Cristal y aquellos soldados, pude reconocer a Eduard entre ellos. Por instinto volví a sentir la energía a mi alrededor. Pude contar a treinta y dos hombres contando con los conductores y los que tardaron un poco más en salir. Nos quedamos quietos, observando lo que hacían y ver si decían algo. Pero se mantuvieron callados todos y cada uno de ellos. Solo nos apuntaban esperando algo. Ese algo fue un hombre que salió el último, pero no era de los que había contado. No podía sentir su energía y eso solo significaba una cosa. Era un poco más alto que yo, llevaba gafas de sol pero podía imaginarme cómo eran sus ojos, el pelo muy corto y castaño. Se movía como si todo le perteneciera, confiado. No lo conocía pero me irritaba solo por cómo salió del coche y andaba hacia nosotros. Eché un poco hacia atrás a Cristal.
-Perdone señorita. –Empezó a hablar aquél hombre. –¿Podría apartarse de ese hombre? Creo que no sabe quién es.
-Claro que sé quién es. Es mi novio. –contestó -¿Tiene algún problema con él?
-Verá. Si se niega a alejarse de él se la considerará enemiga de Dios y no habrá piedad alguna. –Dijo quitándose las gafas. Mostrando unos ojos iguales a los míos. Lo sabía pensé. –ese es Diablo
-Que te jodan. –dijo haciéndole un corte de manga.
-Ya habéis oído –respondió calmado. –disparad. –Me giré, agaché a Cristal y la cubrí con mi cuerpo. Cuando se les acabó el cargador y empezaban a recargar. Me levanté y rápidamente me abalancé contra Dios, pegándole en el estómago y lanzándole por los aires. Parecía sorprendido. Luego derribé a todos los soldados antes de que pudieran reaccionar. No maté a ninguno. Dios se recuperó en el aire y fue directo a por mí. Intentó golpearme en la cara pero me cubrí, aunque me echó para atrás. Cuando me detuve levanté la mirada, volvió a intentar lo mismo de antes. Lo esquivé por mi izquierda y lo tumbé en el suelo con todas mis fuerzas. A él pareció dolerle, al suelo un poco más y le hacía un agujero. Le pegué una patada en el costado para mandarlo lejos y salí corriendo a por Cristal. La cogí en volandas, utilicé mi energía para que hiciera copias nuestras y de la energía de Cristal y huí.


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La decisión de un Diablo - Capítulo 13

Cuando llegué al otro lado del portal todo estaba oscuro, debía ser la habitación por la que empecé mi viaje. Al tocar el suelo algo entró de golpe en mí, provocando que me paralizara del dolor. Caí de rodillas y cuando pasaron esos segundos pude respirar, exhausto. Al calmarme me levanté y busqué la salida a tientas. Abrí la puerta y me encontré en esos pasillos por los que me había perdido tantas veces.
-¡¿Padre?! ¡¿Sam?! –grité. Pero no contestó nadie. Anduve sin rumbo fijo y creo que pasé varias veces por la puerta por la que llegué, hasta que encontré la biblioteca. Vale, ahora que sabía dónde me encontraba podía hallar la habitación de mi padre. Entré en su habitación y encendí la luz. No había nadie, todo estaba recogido y eso era muy extraño teniendo en cuenta lo desordenado que siempre estaba. En la mesita de noche vi un papel. Me acerqué y vi que era un sobre con una carta dentro.

Kazuo, si estás leyendo esto es que has vuelto sano y salvo, me alegro de eso. Pero también significa que yo ya he muerto. Lo siento si al volver sufriste algún tipo de dolor, la energía que me quedaba por darte ha estado esperando a que volvieras para entrar en tu cuerpo y dudo que haya sido agradable. Ahora que ya tienes tu energía al máximo deberías mirarte a un espejo. Sam se ha debido de ir a vivir su vida, ya que no tiene que vigilarte más por orden mía. Pero siempre estará a tu disposición y seguro que estará encantada de ayudarte.Si necesitas encontrarla sabe cómo hacerlo. Si no piensas usar más la marca de energía guárdala en un lugar seguro como en la caja fuerte que te enseñé o si piensas que hay algún sitio mejor ponla en ese sitio. No soy muy bueno para las despedidas y no sé qué más contarte en esta nota, así que simplemente te digo adiós y que te vaya bien en lo que quieras hacer en tu vida.
Barlio.
Es increíble que me enterase de su nombre ahora que estaba muerto. No lloré su muerte, no le había llegado a conocer en profundidad, pero sí estaba triste. Me hubiera gustado estar con él en sus últimos momentos, despedirme y darle las gracias por todo. Guardé la marca de energía en la caja fuerte, que estaba en el cuarto y protegida con energía. Luego entré en el baño a mirarme al espejo como me había recomendado. Mis ojos habían cambiado, ahora eran como los que había visto en mi padre: azul intenso y sin poder distinguirse el iris de la pupila.

Salí de la base subterránea después de dar otras vueltas bastante perdido y me dirigí a la carretera que había cerca. Me encontré con Sam sentada en el suelo apoyada en su moto. Me vio, sonrió y me dijo.
-No me digas que te sorprende verme. –sí que estaba sorprendido –eres un imbécil. ¿Sabes lo peligroso que es no ver la energía de tu alrededor?
-Es algo bastante molesto que prefiero tener desactivado.
-Cámbialo de forma que no te moleste, pero mantenlo activado. –al acercarme pude ver que aún quedaban restos de haber llorado recientemente.
-¿estás bien?
-Perfectamente
-Eso no se lo cree nadie –me senté junto a ella. -¿Cuándo murió?
-Ayer. Ese imbécil tendría que haber esperado a mañana. Así te habría vuelto a ver antes de morir.
-Le vas a echar de menos ¿Verdad?
-¿Qué dices? Ese tío solo eran preocupaciones. Tenía que estar pendiente de él todo el rato. ¿Cómo crees que pudo evitar a Dios y a todos sus fanáticos? YO le ayudé. Si no fuera por mí…-Las lágrimas volvían a salir de sus ojos. -Si no fuera por mí… -se llevó las manos a los ojos y empezó a llorar sin control.La abracé como ella me había abrazado a mí para consolarme de la muerte de Marc. No sé cuánto tiempo pasó ni me importaba, pero se me hizo una espera muy larga.

-¿Ahora qué? –dijo ya calmada y limpiándose las lágrimas
-No sé.
-Ya veo. –Volvió a sonreír –eres tan incompetente como él. ¿Qué pasa? ¿Viene de familia?
-Tus cambios de humor todavía me sorprenden –dije devolviendo la sonrisa
-Es la parte más divertida de trabajar para el Diablo: ingeniármelas para que no sepa que hacer conmigo. Dime ¿De verdad no tienes ningún plan?
-Sé que voy a volver a mi ciudad natal, pero será solo una visita. Necesito verla y saber que está bien. Luego... no sé qué haré.
-¿Por eso has vuelto?
-Je. Sí. Por eso. Lo siento si pensabas que era por ti. –me burlé
-Por favor. Solo eres otro tío del que preocuparme. -Nos levantamos y Sam se montó en la moto. –si me necesitas sabes cómo encontrarme. Y si me apetece fastidiarte también sé cómo encontrarte. Así que me iré a dar una vuelta por el mundo, ya que yo no puedo dar vueltas por los universos.
-Es un buen plan. Ya nos veremos.
-No lo dudes –me guiñó un ojo –Nos vemos.
Observé cómo la moto se alejaba hasta que desapareció de la vista. Entonces di media vuelta y me dirigí a mi ciudad natal.

Nada había cambiado durante el tiempo que estuve fuera, o al menos nada que yo notase. Cuando llegué era casi mediodía y me dirigí a la escuela. Jamás pensé que podría echar de menos aquel lugar donde si no fuera por mis amigos solo habría estado aburrido todo el tiempo. Quizá no eché de menos el lugar, sino el hecho de estar con ellos: Marc, Mari y Cristal. Al sonar el timbre que indicaba que volvieran a entrar. ¿Qué día es? Las vacaciones deben estar cerca otra vez pensé. Me quedé esperando en el tejado al que había llegado de un salto, procurando que nadie me viera. Solo verla entrar hablando con Mari, riendo, fue suficiente para calmarme. Parecía estar perfectamente. Cuando el patio quedó vacío bajé con otro salto y me fui. Estuve dando un paseo por aquellas calles tan monótonas, sintiendome algo nostálgico. Llegué al parque, estaba desierto y me fui a la sombra de un árbol a tumbarme. El cielo azul, la luz pasando a través de las hojas del árbol, el sonido del viento agitándolas. Qué tranquilidad pensé antes de dormirme.


Al despertar la luz del día ya era naranja, el sol estaba a punto de ocultarse. Notaba algo encima de mí y miré. Había alguien durmiendo y solo veía su pelo negro y largo. Me eché para atrás sentándome, lo levanté un poco y pude verle la cara.
-¡¿Cristal?! –dije sorprendido. Ella empezó a abrir los ojos y cuando se fijó en mí los abrió por completo. La primera vez que miré a los ojos a Cristal, el día que nos conocimos, se me cortó la respiración y necesité recordar cómo se respiraba. En ese momento me pasó algo parecido: Mantener la energía protegiéndome era para mí tan natural como respirar y cuando la miré a los ojos esa armadura desapareció. Me sentí desnudo después de estar acostumbrado a tenerla como parte de mí. Ella me empujó contra el árbol, agarrándome los hombros. Me miraba enfadada.
-¿Pero a ti qué te pasa? ¿Dónde has estado? Ni se te ocurra moverte hasta que yo te lo permita. Habla solo respondiendo a mis preguntas. ¿Entendido? –Tragué saliva y asentí. Nunca la había visto tan enfadada, ni siquiera cuando cortó con Eduard. –Así me gusta. Empecemos ¿Por qué te fuiste?
-Creía…
-Pues creías mal –no me dejó terminar. –Sabía que no eras muy espabilado pero ¿Por qué te fuiste? –dejó de agarrarme con su mano derecha pero solo para echarlo hacia atrás, coger fuerza y pegarme un puñetazo en la mejilla izquierda. Ahora que no tenía mi escudo cualquiera podía hacerme daño físico. Sí, dolió físicamente pero eso no era lo peor que estaba sintiendo en ese momento. –Eres un descerebrado, un estúpido. Eres capaz de recordar los detalles más estúpidos y aun así te largas. ¿Por qué? –Volvió a pegarme de la misma forma. No sabía qué hacer ni qué decir.
-Creía… -intenté empezar otra vez.
-Te digo que creías mal pedazo de… -estaba furiosa conmigo y empezó a llorar. -¿Dónde has estado? ¿Por qué me dejaste? –se dejó caer en mi pecho un momento, luego volvió a la posición que estaba antes y me pegó de nuevo. –Maldita sea. –Alzó la voz -Me lo prometiste. El día que volvimos a ver la lluvia de estrellas… Solo te dije lo que querías oír… Pero me acordé de mucho más que eso… Me acordé… que me había enamorado de ti… ¡Y vas tú y te largas el día que te recuperas y puedo decírtelo…! –no sabía cómo reaccionar y Cristal hizo otra pregunta bajando la voz. -¿Desde cuándo?
-¿Qué? –Si antes estaba perdido, esa pregunta me desconcertó por completo. Volvió a hablar más despacio
-¿Desde cuándo... estás... enamorado... de mí? -permanecí en silencio un rato. Luego contesté despacio.
-Desde que te conocí.-Me pegó de nuevo.
-Estúpido. Eres un completo estúpido. ¿Sabes lo diferente que podría haber sido todo si no te dedicaras a esconder tus sentimientos?
-No. Ni quiero saberlo. –evité mirarla a los ojos cuando dije eso.
-Maldita sea. ¿Te crees que eres el único que lloró por la muerte de Marc? -¿Qué? –Y todo por tu culpa, Kazuo. ¿Por qué tuve que conocerte? ¿Por qué me cambiaste? Yo estaba perfectamente... pero nos conocimos y cambiaste radicalmente mi forma de ver las cosas.
-¿Qué? –y me pegó de nuevo
-¿Solo se te ocurre decir eso? –no se limpiaba las lágrimas y cada vez me dolía más, pero no por los golpes. –Mis padres me enseñaron el mundo de una forma. Entonces llegas tú. ¡Tú! ¡Un crío de mi misma edad! Y me enseña… me enseña lo bonito que es el mundo que nos rodea. Que de qué nos sirve el alma si el que recuerda, siente, experimenta todo… es el cuerpo. No te cansabas de repetir: ¿De qué nos sirve el alma? ¿De qué nos sirve el alma? Me cambiaste por completo ese día. Encima por la noche la lluvia de estrellas…Preciosa… te dio toda la razón –Dejó caer los brazos. –Me prometiste que siempre estarías conmigo. Tendría que haberme dado cuenta de qué significaba eso, pero yo era una niña inocente que pensaba que había ganado un amigo muy importante. –cogió con ambas manos mi mano derecha -Sin embargo había ganado algo más que eso. Lo recordé todo el año pasado y quería decírtelo… y pegarte por no haberte confesado. No te vuelvas a ir por favor. –su mirada ya no mostraba ira, sino súplica. Acercó mi mano a su cara, apoyándose en ella.
-Creía que me tenías miedo. Que no podría permanecer a tu lado.
-Solo fue un susto ¿Vale? Ojalá pudiera tenerte miedo. Ojalá pudiera odiarte. Todo sería más fácil y no querría volver a verte. Pero solo quiero estar contigo Kazuo. Por favor, no vuelvas a romper tu promesa. Que te fueras fue lo más doloroso que me ha pasado en la vida. –una lágrima comenzó a caer de mi ojo. Volvió a pegarme, separando un momento mi mano de su cara. –ni se te ocurra llorar. Tú no eres la víctima, soy yo. ¿Está claro? Y deja de poner esa cara tan seria. Volvamos a reír, a disfrutar como antes.
-Tienes el pelo más largo. –dije cambiando de tema –me gusta. –sonreí, ella me miró sin saber si seguir enfadada o ceder.
-Tú también lo tienes más largo… y también me gusta. –Me abrazó con su cabeza contra mi pecho.
-Perdóname. No volverás a perderme de vista.
-Más te vale. –Es lo último que dijimos durante horas.


jRS
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