La sala del
juicio no difería mucho a las que había visto en las películas o por la
televisión en las noticias. Todo parecía tan normal, tan mundano. Homeless
estaba sentado al final de la sala. No conocía a nadie pero había bastantes
personas sentadas en las otras filas de bancos. No sabía ni que hacían allí, ni
tampoco le importaba. Por su parte, los “imputados” permanecían en primera
fila. Los tres miraban todo con perplejidad, asustados y sin comprender muy
bien que hacían allí. Transpiraban miedo. Homeless lo podía detectar perfectamente desde su sitio.
De repente
sintió la necesidad de salir de ahí. No tenía la más mínima curiosidad por lo
que iba a ocurrir dentro de un momento.
-
Por mí, como si sale Dios con peluca blanca y el
mazo en la mano- pensó - no quiero ver
más.
Homeless salió
de la sala. Tenía bastante. No quería saber nada de la “justicia divina”. Y lo
que es peor, seguía sintiéndose igual de mal que antes de llevar a cabo las sus
misiones. El dolor y la culpa no habían desaparecido.
Continuó
andando por el pasillo cuando al final del mismo reconoció la figura del señor 2 sentado en un banco.
Homeless pasó por su lado con la intención de no intercambiar saludo alguno con
él. De todas formas el señor 2 no era muy hablador, así que no creía que se
sintiera ofendido por ello.
Pero en está
ocasión, y para su sorpresa fue el señor 2 quién le hablo:
-
Es muy pronto.
Homeless
le miró extrañado – Es muy pronto para aliviar el dolor. No es tan sencillo.
El vagabundo
se encogió de hombros a modo de contestación. Estaba dispuesto a reanudar su
camino cuando de repente una pregunta le saltó a su cabeza. No pudo contenerse.
Se giró de nuevo hacia el señor 2 y le preguntó:
-
Y si no lo consiguen…, preguntó el vagabundo
-
¿me preguntas si la persona no se corrige después
del juicio?
El vagabundo
asintió con la cabeza. El señor 2 se quedó callado y la única contestación que
le dio fue mirarlo fijamente. No hacía
falta más respuesta.
En ese
momento Homeless lo entendió todo. Recordó las palabras del señor 1 en la
celda: “El problema ocurre cuando esos sentimientos ocupan enteramente la vida
de una persona. Ahí es cuando debemos intervenir para intentar corregirlo en lo
posible…”
Estaba
describiendo a personas como él. Sus almas se corrompen y el dolor y el
sufrimiento lo embargan todo. Homeless comprendió que él, el señor 1, el señor
2 y todas las personas que estaban en este “piso” eran unas de esas almas
corrompidas por emociones nocivas. En
ese instante supo también que al igual
que los hombres que había llevado a “juzgar”, él también había sido “juzgado”
durante su vida para intentar corregirle. No lo recordaba pero estaba seguro de
ello, Entendió que si la muerte te llega con esas emociones inundando todo tu
ser, después de morir tendrás que seguir aprendiendo hasta que desaparezcan.
-
Y te prometo que el aprendizaje es muy duro – le
dijo el señor 2 – el dolor desaparece muy lentamente. Cuesta mucho que
aceptemos nuestros fallos y lo que es peor, que después nos perdonemos a
nosotros mismos…
El señor 2 se
levantó del asiento, alisó con sus manos su traje y antes de despedirse le hizo
un recordatorio:
-
Por cierto…de todas las personas que te mandamos
traer todavía falta uno. Sé que es difícil pero tienes que hacerlo…
Sin esperar
contestación se marchó por el pasillo.
Homeless se
quedó perplejo.
Sabía que le
quedaba mucho “tiempo” en ese “piso” del
edificio.
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