El señor 1 y
el señor 2 entraron de nuevo en la sala.
-
Explíquenme en qué consisten esas jodidas misiones.
Al mobiliario
de la celda ahora se le habían sumado unas cuantas sillas. Cada vez, aquel
habitáculo se iba pareciendo más a un despacho. Los tres hombres se sentaron
alrededor de la mesa.
-
Homeless ¿crees en la justicia?
El vagabundo
sonrió como si realmente no supiera ya que contestar.
- No sé qué
decirles, donde yo vengo no me han dado muestra de sus existencia.
El señor 1
continuó con la explicación:
-
Pues, precisamente, en eso consiste tu misión.
Tenemos que capturar a personas que no hayan sido “justas” y traerlos para que
sean juzgados.
-
¿Cómo dice?, replico Homeless - Oiga mire, ya a mi
nada me sorprende la verdad, pero esto suena surrealista ¿traer a gente aquí
para que los juzgue? ¿Qué los juzgue quién?
Nuevamente
los ojos del señor 1 miraron hacia arriba.
-
Vamos no me joda jefe. ¿Y no se supone que hay que
esperar a que se mueran para eso? ¿o al fin del mundo? Mire voy poco a misa,
pero eso del juicio final lo he escuchado muchas veces…
Pero
ahora era el señor 1 quién no le dejaba acabar su frase:
-
En realidad no funciona todo así.
El señor 1
respondía a todas las preguntas de Homeless demostrando templanza y grandes
dosis de paciencia. Había que tenerlas para explicar algo que es inexplicable:
-
Como te comenté antes, todos pasamos por distintas
dimensiones…
-
Los pisos de los que me hablo, le interrumpió
Homeless.
-
Exactamente. Se supone que nuestra vida es en
verdad un camino de aprendizaje. Hay quién supera el examen pronto y otros
tardan más. El rencor, la ira, el egoísmo, no permiten avanzar mucho.
-
En resumen, que los buenos pasan de curso y los
malos repiten, volvió a intervenir Homeless.
-
Más o menos, aunque no todo es tan sencillo. No nos
gusta hablar de buenos o malos. Sólo intentamos que vayan avanzando, que
aprendan. Para ello necesitamos que sean empáticos, que se pongan en la piel de
otros y conozcan el dolor que han causado a otras personas y a ellos mismos.
-
Entonces tendrán mucho trabajo…
-
Bueno se puede decir que no todo el mundo aprende
tan despacio, todos, en mayor o menor medida, experimentamos sentimientos
perniciosos; pero hay niveles para todo. El problema ocurre cuando esos
sentimientos ocupan enteramente la vida de una persona. Es entonces cuando
debemos intervenir para intentar corregirlo en lo posible…
-
¿Y qué pinto yo en esta historia? ¿Cuál es mi
trabajo?
-
Tú sólo tienes que traernos a estas personas, le
respondió por primera vez el señor 2.
-
¿y cómo lo hago? ¿Cómo llego hasta ellos?
-
No te preocupes por eso, comentó el señor 1, sabrás
hacerlo.
Homeless se
quedó un rato pensativo. Todo había pasado muy deprisa. Es verdad que el tiempo
donde estaba él ahora no existiría, pero al vagabundo le parecía que todo había
ido muy rápido. Inclinó su cabeza sobre sus manos que estaban apoyadas sobre la
mesa. No levantó la mirada. Continuaba pensativo.
- Hijo, si te
hace falta, te dejamos sólo para que lo sigas pensando.
El señor 1
seguía mostrándose muy comprensivo. Por su parte al señor 2 mantenía siempre
ese tono hierático y cabreado. Pero Homeless conocía que no tenía muchas más
escapatorias y si quería dejar de sufrir, probablemente, no tendría más opción.
En el fondo, aquellos hombres tenían
razón.
Aunque no
sabía muy bien cómo, ni de qué manera, estaba convencido que sabría cómo traer
a esas almas corrompidas.
jlrr
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