sábado, 29 de marzo de 2014

Homeless. Quinto acto CAZA. (19) Pánico.

-    Antonio aquí hay un señor extranjero que viene a realizar un ingreso de doscientos mil euros. He imaginado que quería ser usted quien le tramitara la operación.

-      Doscientos mil…no está mal, estos son los que me gustan…hágale pasar Milagros, hágale pasar…

El banquero se relamía como un niño en la puerta de una pastelería cuando escuchaba esas cifras de dinero. La verdad es que como actor no tenía precio y ya estaba ensayando una de sus mejores sonrisas para recibir al millonario de turno. Y un extranjero nada menos. Eran tiempos difíciles y no estaba el tema para dejar escapar piezas de este tipo.

Muy educadamente Milagros dio dos golpes en la puerta del despacho de su jefe antes de entrar.

-      Con permiso Don Antonio. Le presento a Don Valiry Valtomov.
-      Pase  pase…eh…un momento…

El banquero no salía de su asombro…

-      Esto… esto debe tratarse de una broma….

Antonio dirigió la mirada a su ayudante que puso cara de no entenderle…

-      Mira Milagros no me esperaba esto de ti…seguro que te han liado los cabrones de Alberto y Juan para que tengáis un rato de cachondeo a mi costa…

La secretaria permanecía con gesto de sorpresa por la reacción de su jefe…

-      Don Antonio…yo…este señor...ha llegado a la oficina y he pensado…
-      ¡Largo de aquí los dos….! ¡Fuera de aquí!
-      Oiga señor…que se ha creído, respondió el señor Valtomov incrédulo y ofendido ante la respuesta del director del banco.
-      ¡Qué os marchéis, coño! ¡Y tú  guarro, a ver si te lavas un poco!
Al mismo tiempo que pronunciaba estas palabras Antonio los sacó del despacho a empujones y cerró su puerta dando un portazo…

Ya fuera, la pobre Milagros miraba avergonzada al millonario cliente.

-      ¡En mi vida nadie me había tratado así! ¡Ya tendrán noticias mías y de mi abogado!, gritaba el señor, que a pesar de su acento extranjero hablaba perfectamente nuestro idioma.

Todos en la oficina se apresuraron a la cercanía del despacho para ver que estaba ocurriendo, pero a algunos solo le dio tiempo de ver como el enfadado Señor Valtomov se marchaba del lugar.

-      Yo…yo no sé qué ha pasado, balbuceaba la pobre secretaria que se había quedado en la puerta completamente trastornada…

Dentro del despacho Antonio seguía jurando en hebreo. Alguna vez que otra se habían gastado alguna broma entre los jefes de distritos, pero esta vez se habían pasado. ¿De dónde cojones habían sacado a ese tío? Seguramente le habrían ofrecido dinero al primer mendigo que habían visto en la entrada del metro o sentado en la acera. Pero de todas formas  lo que más le sorprendía era que hubieran convencido a Milagros para esto. Una mujer tan seria y efectiva en su trabajo, ¿Cómo se había prestado a gastarle una broma así a su jefe? En cuanto se calmara un poco iba a hablar muy seriamente con ella:

-      A esta se le van a quitar las ganas de más gracias…y en cuanto a los otros cabrones ya se enteraran, ya…

Sentado de nuevo en la mesa de su despacho pensó que lo mejor para que se le pasara un poco el enfado era ponerse a trabajar. Se centraría en los números y después más tranquilo ya pensaría en cómo actuar. Así, dispuesto a olvidar por un momento lo sucedido tomó unos extractos de cuenta que tenía sobre el teclado de su ordenador y comenzó a teclear los datos. Había estado preparando en los últimos días, una reunión con todos los jefes de las sucursales a su cargo. Había que ponerlos firmes, ya que últimamente algunos de sus subordinados se le estaba subiendo a las barbas con la excusa de la “presión social”. Además la dimisión de uno de ellos resultaba una afrenta y había que sacar un poco el látigo para que todos volvieran al redil. Si no, cada vez que un “loco” se tirara por la ventana en este país tendría que afrontar una rebelión.

Pasaron las horas sin que nadie le molestara. Era extraño que no le hubieran pasado ni una sola llamada en toda la mañana. Miró su reloj y comprobó que ya había pasado la hora de salida en la oficina.

-      Milagros…-dijo pulsando la tecla del teléfono que le pasaba directamente con su secretaria…
-      Sí, Antonio…- se notaba en la voz que la trabajadora  todavía estaba temblorosa…
-      Me quedaré un rato más para acabar de preparar la reunión del viernes…puedes irte…-le comentó muy serio el director- ¡ah!... y por cierto, que sepas que no se me ha olvidado tan fácilmente la bromita de esta mañana…ya hablaremos tu y yo…

Antonio colgó la llamada y volvió a prestar toda la atención en la pantalla de su ordenador…


-      Veo que no has aprendido la lección…

Antonio dio un salto en su cómodo sillón de ejecutivo. Sus ojos no daban crédito al ver quien estaba sentado delante suya otra vez. El vagabundo había vuelto.  No sabía cómo lo había hecho. Antonio miró a su puerta y permanecía cerrada, no había escuchado siquiera el sonido al abrirla

-      Usted… ¿co...cómo ha entrado?, le contestó el director tartamudeando…
-      Hombre Antonio, no me digas que tratas así a todos tus clientes…
-      Oiga no le permito que…

Entonces el banquero intentó levantarse de su asiento pero no sabía muy bien porque su cuerpo no le respondía…

-      Bien pensado, continuó Homeless, al menos a mí no me has apretado la soga al cuello.

Antonio quedó paralizado, sin habla. Sin embargo si podía notar perfectamente como todo su cuerpo temblaba…

-      Mire, no sé quién es usted – Antonio tuvo que reunir todas sus fuerzas para poder acabar la frase – pero si no se marcha tendré que llamar a seguridad…

Homeless permaneció en silencio un rato. No le hacía falta hablar mucho más para llevar a su presa al pánico más absoluto. Su barba y su sombrero prácticamente tapaban su rostro, pero eran sus ojos los que dejaban petrificados al banquero. Su mirada sabía inyectar dolor sobre presas…

…miedo,…pánico directo a las venas de personas que lo experimentaban por primera vez en sus carnes.


-      Vamos señor director, acompáñeme a dar una vueltecita en coche…

jlrr

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