sábado, 29 de marzo de 2014

La decisión de un Diablo - Capítulo 13

Cuando llegué al otro lado del portal todo estaba oscuro, debía ser la habitación por la que empecé mi viaje. Al tocar el suelo algo entró de golpe en mí, provocando que me paralizara del dolor. Caí de rodillas y cuando pasaron esos segundos pude respirar, exhausto. Al calmarme me levanté y busqué la salida a tientas. Abrí la puerta y me encontré en esos pasillos por los que me había perdido tantas veces.
-¡¿Padre?! ¡¿Sam?! –grité. Pero no contestó nadie. Anduve sin rumbo fijo y creo que pasé varias veces por la puerta por la que llegué, hasta que encontré la biblioteca. Vale, ahora que sabía dónde me encontraba podía hallar la habitación de mi padre. Entré en su habitación y encendí la luz. No había nadie, todo estaba recogido y eso era muy extraño teniendo en cuenta lo desordenado que siempre estaba. En la mesita de noche vi un papel. Me acerqué y vi que era un sobre con una carta dentro.

Kazuo, si estás leyendo esto es que has vuelto sano y salvo, me alegro de eso. Pero también significa que yo ya he muerto. Lo siento si al volver sufriste algún tipo de dolor, la energía que me quedaba por darte ha estado esperando a que volvieras para entrar en tu cuerpo y dudo que haya sido agradable. Ahora que ya tienes tu energía al máximo deberías mirarte a un espejo. Sam se ha debido de ir a vivir su vida, ya que no tiene que vigilarte más por orden mía. Pero siempre estará a tu disposición y seguro que estará encantada de ayudarte.Si necesitas encontrarla sabe cómo hacerlo. Si no piensas usar más la marca de energía guárdala en un lugar seguro como en la caja fuerte que te enseñé o si piensas que hay algún sitio mejor ponla en ese sitio. No soy muy bueno para las despedidas y no sé qué más contarte en esta nota, así que simplemente te digo adiós y que te vaya bien en lo que quieras hacer en tu vida.
Barlio.
Es increíble que me enterase de su nombre ahora que estaba muerto. No lloré su muerte, no le había llegado a conocer en profundidad, pero sí estaba triste. Me hubiera gustado estar con él en sus últimos momentos, despedirme y darle las gracias por todo. Guardé la marca de energía en la caja fuerte, que estaba en el cuarto y protegida con energía. Luego entré en el baño a mirarme al espejo como me había recomendado. Mis ojos habían cambiado, ahora eran como los que había visto en mi padre: azul intenso y sin poder distinguirse el iris de la pupila.

Salí de la base subterránea después de dar otras vueltas bastante perdido y me dirigí a la carretera que había cerca. Me encontré con Sam sentada en el suelo apoyada en su moto. Me vio, sonrió y me dijo.
-No me digas que te sorprende verme. –sí que estaba sorprendido –eres un imbécil. ¿Sabes lo peligroso que es no ver la energía de tu alrededor?
-Es algo bastante molesto que prefiero tener desactivado.
-Cámbialo de forma que no te moleste, pero mantenlo activado. –al acercarme pude ver que aún quedaban restos de haber llorado recientemente.
-¿estás bien?
-Perfectamente
-Eso no se lo cree nadie –me senté junto a ella. -¿Cuándo murió?
-Ayer. Ese imbécil tendría que haber esperado a mañana. Así te habría vuelto a ver antes de morir.
-Le vas a echar de menos ¿Verdad?
-¿Qué dices? Ese tío solo eran preocupaciones. Tenía que estar pendiente de él todo el rato. ¿Cómo crees que pudo evitar a Dios y a todos sus fanáticos? YO le ayudé. Si no fuera por mí…-Las lágrimas volvían a salir de sus ojos. -Si no fuera por mí… -se llevó las manos a los ojos y empezó a llorar sin control.La abracé como ella me había abrazado a mí para consolarme de la muerte de Marc. No sé cuánto tiempo pasó ni me importaba, pero se me hizo una espera muy larga.

-¿Ahora qué? –dijo ya calmada y limpiándose las lágrimas
-No sé.
-Ya veo. –Volvió a sonreír –eres tan incompetente como él. ¿Qué pasa? ¿Viene de familia?
-Tus cambios de humor todavía me sorprenden –dije devolviendo la sonrisa
-Es la parte más divertida de trabajar para el Diablo: ingeniármelas para que no sepa que hacer conmigo. Dime ¿De verdad no tienes ningún plan?
-Sé que voy a volver a mi ciudad natal, pero será solo una visita. Necesito verla y saber que está bien. Luego... no sé qué haré.
-¿Por eso has vuelto?
-Je. Sí. Por eso. Lo siento si pensabas que era por ti. –me burlé
-Por favor. Solo eres otro tío del que preocuparme. -Nos levantamos y Sam se montó en la moto. –si me necesitas sabes cómo encontrarme. Y si me apetece fastidiarte también sé cómo encontrarte. Así que me iré a dar una vuelta por el mundo, ya que yo no puedo dar vueltas por los universos.
-Es un buen plan. Ya nos veremos.
-No lo dudes –me guiñó un ojo –Nos vemos.
Observé cómo la moto se alejaba hasta que desapareció de la vista. Entonces di media vuelta y me dirigí a mi ciudad natal.

Nada había cambiado durante el tiempo que estuve fuera, o al menos nada que yo notase. Cuando llegué era casi mediodía y me dirigí a la escuela. Jamás pensé que podría echar de menos aquel lugar donde si no fuera por mis amigos solo habría estado aburrido todo el tiempo. Quizá no eché de menos el lugar, sino el hecho de estar con ellos: Marc, Mari y Cristal. Al sonar el timbre que indicaba que volvieran a entrar. ¿Qué día es? Las vacaciones deben estar cerca otra vez pensé. Me quedé esperando en el tejado al que había llegado de un salto, procurando que nadie me viera. Solo verla entrar hablando con Mari, riendo, fue suficiente para calmarme. Parecía estar perfectamente. Cuando el patio quedó vacío bajé con otro salto y me fui. Estuve dando un paseo por aquellas calles tan monótonas, sintiendome algo nostálgico. Llegué al parque, estaba desierto y me fui a la sombra de un árbol a tumbarme. El cielo azul, la luz pasando a través de las hojas del árbol, el sonido del viento agitándolas. Qué tranquilidad pensé antes de dormirme.


Al despertar la luz del día ya era naranja, el sol estaba a punto de ocultarse. Notaba algo encima de mí y miré. Había alguien durmiendo y solo veía su pelo negro y largo. Me eché para atrás sentándome, lo levanté un poco y pude verle la cara.
-¡¿Cristal?! –dije sorprendido. Ella empezó a abrir los ojos y cuando se fijó en mí los abrió por completo. La primera vez que miré a los ojos a Cristal, el día que nos conocimos, se me cortó la respiración y necesité recordar cómo se respiraba. En ese momento me pasó algo parecido: Mantener la energía protegiéndome era para mí tan natural como respirar y cuando la miré a los ojos esa armadura desapareció. Me sentí desnudo después de estar acostumbrado a tenerla como parte de mí. Ella me empujó contra el árbol, agarrándome los hombros. Me miraba enfadada.
-¿Pero a ti qué te pasa? ¿Dónde has estado? Ni se te ocurra moverte hasta que yo te lo permita. Habla solo respondiendo a mis preguntas. ¿Entendido? –Tragué saliva y asentí. Nunca la había visto tan enfadada, ni siquiera cuando cortó con Eduard. –Así me gusta. Empecemos ¿Por qué te fuiste?
-Creía…
-Pues creías mal –no me dejó terminar. –Sabía que no eras muy espabilado pero ¿Por qué te fuiste? –dejó de agarrarme con su mano derecha pero solo para echarlo hacia atrás, coger fuerza y pegarme un puñetazo en la mejilla izquierda. Ahora que no tenía mi escudo cualquiera podía hacerme daño físico. Sí, dolió físicamente pero eso no era lo peor que estaba sintiendo en ese momento. –Eres un descerebrado, un estúpido. Eres capaz de recordar los detalles más estúpidos y aun así te largas. ¿Por qué? –Volvió a pegarme de la misma forma. No sabía qué hacer ni qué decir.
-Creía… -intenté empezar otra vez.
-Te digo que creías mal pedazo de… -estaba furiosa conmigo y empezó a llorar. -¿Dónde has estado? ¿Por qué me dejaste? –se dejó caer en mi pecho un momento, luego volvió a la posición que estaba antes y me pegó de nuevo. –Maldita sea. –Alzó la voz -Me lo prometiste. El día que volvimos a ver la lluvia de estrellas… Solo te dije lo que querías oír… Pero me acordé de mucho más que eso… Me acordé… que me había enamorado de ti… ¡Y vas tú y te largas el día que te recuperas y puedo decírtelo…! –no sabía cómo reaccionar y Cristal hizo otra pregunta bajando la voz. -¿Desde cuándo?
-¿Qué? –Si antes estaba perdido, esa pregunta me desconcertó por completo. Volvió a hablar más despacio
-¿Desde cuándo... estás... enamorado... de mí? -permanecí en silencio un rato. Luego contesté despacio.
-Desde que te conocí.-Me pegó de nuevo.
-Estúpido. Eres un completo estúpido. ¿Sabes lo diferente que podría haber sido todo si no te dedicaras a esconder tus sentimientos?
-No. Ni quiero saberlo. –evité mirarla a los ojos cuando dije eso.
-Maldita sea. ¿Te crees que eres el único que lloró por la muerte de Marc? -¿Qué? –Y todo por tu culpa, Kazuo. ¿Por qué tuve que conocerte? ¿Por qué me cambiaste? Yo estaba perfectamente... pero nos conocimos y cambiaste radicalmente mi forma de ver las cosas.
-¿Qué? –y me pegó de nuevo
-¿Solo se te ocurre decir eso? –no se limpiaba las lágrimas y cada vez me dolía más, pero no por los golpes. –Mis padres me enseñaron el mundo de una forma. Entonces llegas tú. ¡Tú! ¡Un crío de mi misma edad! Y me enseña… me enseña lo bonito que es el mundo que nos rodea. Que de qué nos sirve el alma si el que recuerda, siente, experimenta todo… es el cuerpo. No te cansabas de repetir: ¿De qué nos sirve el alma? ¿De qué nos sirve el alma? Me cambiaste por completo ese día. Encima por la noche la lluvia de estrellas…Preciosa… te dio toda la razón –Dejó caer los brazos. –Me prometiste que siempre estarías conmigo. Tendría que haberme dado cuenta de qué significaba eso, pero yo era una niña inocente que pensaba que había ganado un amigo muy importante. –cogió con ambas manos mi mano derecha -Sin embargo había ganado algo más que eso. Lo recordé todo el año pasado y quería decírtelo… y pegarte por no haberte confesado. No te vuelvas a ir por favor. –su mirada ya no mostraba ira, sino súplica. Acercó mi mano a su cara, apoyándose en ella.
-Creía que me tenías miedo. Que no podría permanecer a tu lado.
-Solo fue un susto ¿Vale? Ojalá pudiera tenerte miedo. Ojalá pudiera odiarte. Todo sería más fácil y no querría volver a verte. Pero solo quiero estar contigo Kazuo. Por favor, no vuelvas a romper tu promesa. Que te fueras fue lo más doloroso que me ha pasado en la vida. –una lágrima comenzó a caer de mi ojo. Volvió a pegarme, separando un momento mi mano de su cara. –ni se te ocurra llorar. Tú no eres la víctima, soy yo. ¿Está claro? Y deja de poner esa cara tan seria. Volvamos a reír, a disfrutar como antes.
-Tienes el pelo más largo. –dije cambiando de tema –me gusta. –sonreí, ella me miró sin saber si seguir enfadada o ceder.
-Tú también lo tienes más largo… y también me gusta. –Me abrazó con su cabeza contra mi pecho.
-Perdóname. No volverás a perderme de vista.
-Más te vale. –Es lo último que dijimos durante horas.


jRS
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