Cinco guardias
ocupaban el ascensor que suele usar la prisionera. Armados con fusiles
automáticos y orden de disparar a matar si su objetivo no deponía el arma.
Estaban todos nerviosos, apuntaban a la entrada, desconociendo lo que ocurriría
cuando se abriera. De vez en cuando uno movía su hombro, intentando ponerse más
cómodo, intentando relajarse. El silencio de los hombres se ocultaba por el
ruido del ascensor. La oscuridad a la que estaban acostumbrados los prisioneros
no ayudaba a la situación. El calor que
producían sus cuerpos nerviosos junto a sus armaduras y cascos empezaba ser
insoportable cuando por fin se abrió la compuerta.
Entraron de uno
en uno todo lo rápido que les permitía la puerta. Hicieron un semicírculo
detrás del sofá. Zaykia estaba sentada, relajada, los brazos por detrás del
respaldo y su mano derecha sujetando la katana desde la funda, justo por donde
tocaba con el mango. La pierna izquierda por encima y perpendicular a la otra.
Observaba tranquilamente el ventanal, ignorando a los guardias armados que
acababan de entrar.
-Suelta la
espada, Zaykia –ordenó el que parecía ser el líder.
No hubo
reacción ninguna. Cada vez estaba más nervioso y con la cabeza ordenó a uno de
sus hombres que uno cogiese el arma. De primeras intentó negarse, pero la
segunda vez que se lo indicó empezó a moverse. Dejó suavemente que la correa se
ocupara de llevar el rifle para intentar coger la katana de Zaykia.
-¿De verdad lo
vais a intentar?
Finalmente
habló, deteniendo el avance del guardia, que sus manos estaban a menos de un
metro de la katana. Todos permanecían callados, tenían miedo. Habían visto cómo
acababa con decenas de hombres que llevaban armas de fuego a una velocidad que
no podían ni seguir con sus ojos. El que se estaba acercando a la katana tragó
saliva y siguió avanzando. Alcanzó la funda y la agarró. Zaykia soltó el arma y
se levantó. Todos apuntaron tensos, se habían relajado un poco al verla inmóvil
segundos atrás. Levantó las manos y se giró. Estaba completamente seria.
Algunos dejaron de apuntar con la mirilla, relajándose pensando que se
rendiría. Entonces saltó por encima del sofá, golpeando con ambos pies al que
sujetaba la katana y cogiéndola al vuelo.
-¡Ja! ¡Que os
lo ibais creyendo! –se burló antes de desenfundar la katana.
Todos
dispararon y ella saltó al lado de la ventana. Las balas perdidas dieron a
algunos guardias, sin llegar a matarlos.
-¡Por favor!
–mofó Zaykia –si ni siquiera sois capaces de seguirme con la vista
Los cadáveres de
veinticinco guardias, repartidos por detrás del sofá, permanecían inmóviles. La
puerta del ascensor se cerraba cada vez que llegaban nuevos guardias,
intentando evitar que la prisionera saliera. Zaykia ahora estaba sentada en el
respaldo, con la espalda en el asiento y la cabeza cerca del suelo, del revés.
-Aaa –masculló
como una niña pequeña –Me gustaría que me avisaran de cuándo van a llegar. –hablaba
consigo misma –O al menos si van a tardar mucho. Así podría hacer algo mientras
espero. Me aburro…
Zaykia no había
vuelto a enfundar la katana. De vez en cuando se quedaba mirando su reflejo en
ella, como si mirara a los ojos de su amante. Le parecía una hoja hermosa. No
solo porque era de las mejores que se puede encontrar en el mercado. La parte
afilada tenía un gris oscuro mientras el resto del metal era completamente
negro, salvo lo que podía reflejar estando cerca y la iluminación adecuada. Se
había asegurado de que estuviera reluciente siempre que no peleaba. De vez en
cuando su miraba se tornaba triste, como si pudiera ver el final de la
relación.
Pasó un día
entero sin que la salida se abriera. Zaykia estaba impaciente. Estuvo la noche
en vela. Finalmente se abrió y no entró nadie. Se rascó la cabeza, sin terminar
de comprender por qué no habían enviado ninguno de esos inútiles guardias
contratados por la ECTG. Parecía que la invitaban a entrar. Obviamente era una
trampa y Zaykia entró en cuanto entendió eso.
Cualquiera
pensaría que si dejaran caer el ascensor la podrían matar ahí mismo. Eso sería
posible si el ascensor no estuviera construido por la ECTG. Zaykia no dejaba de
bajar, luego a los lados y finalmente arriba. Ya estaba acostumbrada a todos
esos giros. No pudo evitar mostrar su sonrisa despreciativa al conocer su
destino: la arena.
La típica
tierra amarillenta, las paredes de metal y mucho espacio. El público, siendo
ignorado, abucheaba. Zaykia dio un par de pasos antes de oír una voz conocida.
-Empezaba a
dudar si llegarías a aparecer.
La voz de
Murray la hizo darse la vuelta. Vio a Mórfidus y a Ser a su lado. Le sorprendió
no ver a Sandra.
-¿Y tu novia?
–preguntó a sabiendas de la única posibilidad de por qué no estaba allí
-Tú no ves los combates de los demás ¿verdad? –intervino Ser
-Me aburren.
-La ejecutaron. Justo como quieren hacer con nosotros.
-¿Y ahora qué? –preguntó Murray para cambiar de tema cuanto antes. –Ya estamos…
El fuerte sonido
de un trozo de la pared abriéndose hacia abajo interrumpió la conversación.
Mantuvieron silencio, agudizando el oído. Un zumbido empezó a hacerse más y más
claro.
-Eso no suena a
bestia domesticada –observó Murray nervioso.
-Parece que los tienen bien puestos para traer otra cosa que no sea esas
estúpidas bestias –comentó Zaykia sonriendo.
Antes de que
llegara lo que sea que se acercase a la arena, Zaykia se lanzó al origen del
sonido. Entró emocionada al gigantesco hueco. No pudo verse nada. El público,
que había estado abucheando desde la llegada de Zaykia estaba ahora callado. De
vez en cuando se podía escuchar alguna risa o grito de furia, el resto del
tiempo reinaba el molesto zumbido. En la oscuridad, Zaykia estaba luchando. No
pudo evitar sentir nostalgia, hacía tiempo que no enfrentaba gyrlas.
Específicamente… quince años desde la última vez.
Había pasado ya
media hora y el zumbido se fue apagando hasta que no volvió a escucharse.
Zaykia salió de la oscuridad pringada entera con un líquido verde y viscoso.
Llegó hasta sus compañeros lamiéndose las manos y brazos. La katana ya estaba
limpia cuando salió del túnel.
-¿Qué es eso?
–se atrevió a preguntar Ser
-Sangre de gyrla. –Respondió tan campante –No voy a dejar que toques mi cuerpo
si pretendes que te dé un poco.
-No lo pretendía –contestó asqueado, aunque no era el único. Murray y Mórfidus
parecían a punto de vomitar al ver cómo disfrutaba del sabor.
Se abrieron
otros dos túneles como el primero. Esta vez se escucharon ladridos de amarklos
y los temblores que anunciaban al jurkalim.
-Esta vez sí
suenan a bestias domesticadas –observó Ser. –Zaykia, nosotros nos ocupamos de
los amarklos.
-¿Podréis? –preguntó extrañada –No lleváis ningún arma y yo puedo con ambos.
-El jurkalim es muy rápido, no te dará tiempo.
-No digas estupideces. ¿No oyes lo lento que se está moviendo? Solo es rápido
si tiene claro al objetivo. Iré a por los amarklos y…
Pero Zaykia
“escuchó” el ataque del jurkalim. Tenía claro el objetivo y ella estaba
hablando desconociendo ese dato. Empujó a sus compañeros y recibió el impacto
de la mano derecha, lanzándola contra la pared. Había soltado la katana para
poder apartarles mejor, así que se quedó en el suelo. Hizo un pequeño agujero
con su silueta acurrucada. Calló al suelo dejando escapar un “¡ugh!”.
La parte derecha
de su cuerpo, que había recibido el impacto de la pared estaba un poco oscura.
Un par de piedrecitas del suelo se incrustaron en el lado izquierdo de su
cabeza y salieron algunas gotas de sangre, que dejaron su rastro mientras caían
hasta la mandíbula. El golpe del jurkalim no le hizo tanto daño porque
consiguió cubrirse con ambos brazos. Usó su propia fuerza para contrarrestar un
impacto que la podría haber matado si daba de lleno en la cabeza o tronco.
El jurkalim
detuvo su brazo en la postura exacta de cuando golpeó a Zaykia, extrañado de
que no pudiera hacer el arco completo con él. No comprendía que aquella pequeña
criatura había logrado detener el movimiento, sobre todo por el hecho de que
había salido volando. Pero no sabía que solo había salido volando por el
desequilibrio que provocó moverse tan rápido para proteger a los demás y a su
propio cuerpo. Al perder un poco el equilibrio, sus pies no lograron mantener a
raya la fuerza resultante de aquél choque, por ello la pudo lanzar contra la
pared.
Zaykia se
levantó despacio. El jurkalim al fin reaccionó. Dio un par de pasos, yendo a
por esa pequeña criatura que debería haber muerto por su potente golpe. No son
seres con mucha inteligencia, jamás podría imaginar que algo tan pequeño es
capaz de albergar más fuerza que él. Se detuvo y rugió hacia ella. El viento
que provocó ni la inmutó y sonrió confiada.
Los amarklos
llegaron cuando los tres terminaron de levantarse. Ocho amarklos que empezaron
a rodear a sus presas. El primero que saltó fue a por Murray, que se deslizó de
rodillas con la cabeza a ras del suelo y le cogió por las patas traseras. El
segundo y tercero atacaron a Mórfidus y los demás saltaron a por la presa más
grande. Murray, usando su cuerpo como eje de giro, lanzó el que había cogido a
la boca de uno de los que iba a por Ser. Como había abierto del todo la boca,
no pudo ver que empezó a comerse a uno de los suyos. Simplemente se alejó
corriendo cuando notó que algo había entrado para digerirlo alejado de la
cacería. Ser esquivó los dos primeros y agarró la boca del tercero por arriba y
abajo, teniendo los brazos completamente estirados, para hacerle una jugarreta
parecida a la de Murray. Cuando el cuarto estaba lo suficientemente cerca,
saltó hacia atrás soltando al amarklo y dejando que mordiera y succionara a su
compañero. Mórfidus iba saltando y saltando para esquivar cada uno de los
intentos de tragárselo. Murray fue a ayudarle en cuanto vio que ninguno más se
centraba en él. Haciendo lo que mejor sabe, coger a su enemigo por sorpresa, agarró
por el cuerpo a uno y lo levantó. Mórfidus entendió enseguida y atacó al que
Murray sujetaba en el corazón. Murray lo soltó y Mórfidus golpeó con el
cadáver, con todas sus fuerzas, al otro atacante. Los huesos de ambos cuerpos
casi se desintegran de la fuerza. Los amarklos son ágiles y su boca puede
succionar a sus víctimas, pero tienen cuerpos frágiles y los scrypxilors mucha
fuerza en los brazos. El que se había tomado un descanso volvió a lo que ya
interpretó como batalla, su digestión había acabado. Otro intento de comerse a
Ser fracasó cuando le pegó, aprovechando su gran tamaño, una patada de lado en
la cabeza.
-¡Chúpate esa,
perro salchicha! –Ser no pudo contener esas palabras.
El segundo que
todavía intentaba comerse a Ser fue derribado en pleno vuelo por Murray.
Rápidamente le agarró por el cuello y le ahogó con todas sus fuerzas. Aunque no
salió muy bien parado por todo lo que se movía aquella bestia, que tumbada
medía dos metros. Quedaban dos amarklos
y medio. Si es que un amarklo mareado, por el golpe de Ser, podía llegar a
contar como la mitad de uno.
-Con la boca
cerrada no son tan altos. –comentó Mórfidus al acercarse a Ser.
-Tu misma altura –bromeó Ser.
-Pero diferente fuerza –concluyó antes de que volvieran a abalanzarse sobre ellos.
Mórfidus se
apartó de la trayectoria de su atacante varias veces hasta que Murray pudo
volver a sujetarle. "Sí que es silencioso” pensó de Murray complacido antes
de golpear al amarklo en el corazón. Mientras, Ser se ocupaba él solo del que
quedaba. Lo condujo sin mucho problema a donde estaba el mareado. Consiguió que
se lo comiera antes de darle el golpe definitivo en el cuello cuando cerró la
boca. Les había costado pero lo consiguieron.
Todos buscaron
con la mirada a Zaykia. Se la encontraron encima del cadáver del jurkalim. Sus
ropas tenían la sangre verde de las gyrlas mezclada con la roja de su reciente
víctima. Parecía que estaba disfrutando del espectáculo, cuando de un salto se
reunió con los demás.
Volvamos atrás
de nuevo. Lo dejamos en que Zaykia estaba junto a la pared, que tenía su
silueta grabada unos metros más arriba. Flexionó ligeramente las piernas,
preparándose para usar su máxima velocidad. En cuanto el jurkalim se abalanzó
se deslizó por el hueco entre las piernas y cogió la katana. La bestia golpeó
el suelo, haciendo que se levantaran polvo y piedrecitas. Se giró buscando su
objetivo, que le saludaba con la mano libre. Volvió a rugir y atacó con la mano
izquierda. Zaykia estiró las piernas e
inclinó el pecho, dejando todo su cuerpo a ras del suelo. Justo después de que
los afilados dedos pasaran rozando su pelo, se levantó al mismo tiempo que le
hacía un corte.
La katana cogió
un poco del color rojo de la sangre del animal, cuya piel acababa de traspasar.
El siguiente ataque fue con la mano derecha, intentando atraparla. Aunque los
movimientos del jurkalim eran muy rápidos, Zaykia le superaba. Saltó lo
suficiente para esquivar la gigantesca mano y respondió con un profundo corte
en la muñeca. El jurkalim profirió un alarido de dolor mientras miraba cómo
estaba a punto de caerse la mano, sujeta ya solo por unas tiras de músculos y
la piel. Zaykia no tuvo piedad y terminó de seccionarla.
Los demás
estaban tan concentrados en su pelea con los amarklos que no se percataron de
los gritos que hacía el jurkalim. Cuando vio a la bestia retorcerse de dolor
por haber perdido la mano, Zaykia suspiró decepcionada. Esperaba que le diera
más guerra. De todas formas debía acabar rápido, así que continuó atacando. Un
corte en cada pierna y calló al suelo. La sangre brotaba de los tres lugares
que el jurkalim había perdido por completo. A Zaykia le pareció gracioso cómo
ambos pies permanecían quietos, emanando algo de la sangre que quedaba en ellos
un par de veces como una fuente intermitente. El público estaba anonadado, con
una katana tan pequeña y de un solo corte había rebanado la gruesa pierna del
jurkalim.
La gente
corriente no ve eso todos los días. Pero si indagas un poco encuentras maestros
de katana capaces de hacer eso y más a lo largo del universo conocido. No solo
los maestros de katanas, existe mucha gente capaz de hacer cosas increíbles.
Todas esas personas excepcionales están repartidas. Es raro verlas, pero no
imposible.
El jurkalim se
desangraba y Zaykia debía dar el golpe de gracia. Saltó y calló clavándole la
katana en el cuello. La giró un poco y la sacó cortando. Ya estaba a punto de
morir. Se concentró para que el último golpe fuera mortal. Acercó la katana a
su cintura, por la izquierda. Tenía las piernas muy flexionadas. La mano que no
sujetaba el mango permanecía cerca de la raíz de la hoja, sin llegar a tocarlo,
como si mantuviera una funda. Los ojos entrecerrados, fijándose en un punto del
cuello. El tronco inclinado hacia delante.
Abrió la mano
izquierda, para evitar cortarse. Pasó por encima de la cabeza como un
relámpago, cortándola limpiamente en dos. Si no fuera porque seguía unido al
cuello, probablemente habrían caído los dos trozos hacia los lados como una
fruta seccionada por la mitad. El jurkalim dejó de moverse.
Zaykia miró a
donde estaban pelando los demás. Aún quedaban tres amarklos en pie y uno que
Murray estaba ahogando. Se subió al cadáver del jurkalim y observó entretenida
cómo terminaban de pelear.
Otra vez los
cuatro juntos y sin que nadie les quisiera matar, por ahora.
-Ya no quedan
bestias domesticadas, ¿Verdad? –asumió Murray exhausto. Tenía algunos moratones
leves a lo largo del cuerpo, nada grave y podía continuar sin problemas.
-No… -dijo Zaykia –Creo
-¿Y ahora qué? –preguntó Murray
-El auténtico espectáculo está por comenzar. –respondió Zaykia.
-¿Cómo? –exclamó Mórfidus
-¡Señoras y señores! –gritó Zaykia dirigiéndose al público. –¡Hoy van a
disfrutar del espectáculo de sus vidas! ¡¿Alguna vez han visto cómo una katana
corta magia?! ¡jajajaja…!
-¡Oye oye oye! –Murray llamó la atención de Zaykia –No estarás diciendo de…
-dijo señalando arriba
-Es imposible –debatió Mórfidus. –Puede que puedas traspasar las defensas de un
mago. Pero ese cristal de arriba es magia mezclada con tecnología. Seguramente
es de nivel cincuenta y dos. Y recordemos que sólo se puede llegar al nivel
cincuenta o superior de magia con tecnología o de nacimiento.
-La magia… -dijo Zaykia mirándole extrañada -¿Tiene niveles?
Todos se
quedaron boquiabiertos. Eso lo sabe hasta un niño de diez años. ¿Cómo era
posible que desconociera ese dato? Si su plan se basaba en que pensaba que
aquella magia era lo suficientemente débil como para cortarla estaban perdidos.
Solo los mejores maestros de katana con una hoja de excelente calidad podían
hacer algo así.
-Bueno, ¿qué
más da? –concluyó Zaykia.
Se agachó para
coger fuerza y antes de que sus compañeros pudieran protestar saltó. Sin
problema estaba a punto de llegar al cristal de magia que les separaba del
público. Puso su cuerpo horizontal y dio un tajo en el punto y fuerza exactos
para romper la magia.
Si le preguntaras
a Zaykia cómo sabe lo que tiene que hacer en cada situación, te mandaría a la
mierda. Pero imaginemos que, por algún casual, Zaykia estuviera ese día con
ganas de hablar de ella, con ganas de revelar sus conocimientos. La respuesta
que daría, seguramente no la entenderías. Te miraría con una expresión de no comprender
de qué hablas, luego sonreiría como una niña pequeña y contestaría “jajajaja…
No tengo NI PUTA IDEA”. No mentiría con esa respuesta, es la verdad. Zaykia no
tiene conocimientos de lucha como tal. Lo único que hace… es obedecer a su
instinto: su instinto de batalla, su instinto asesino, su instinto de
supervivencia. Todos los conocimientos que posee son por su increíble memoria, lo
demás… es puro instinto. Y esta vez no es diferente. Al idear el plan de fuga,
simplemente confiaba en que su instinto no le fallaría ese día. Luego, cuando
se lanzó a por las gyrlas, cuando esquivó y mató al jurkalim, cuando cogió
fuerza para saltar, cuando atacó el cristal mágico… todo lo que hacía… era seguir
su instinto.
A medida que Zaykia
caía, el techo de magia empezó a resquebrajarse como si se tratara de cristal,
con el mismo sonido. Al llegar al suelo se rompió del todo y los cachos fueron
desapareciendo a medida que caían. Antes de que volviera a saltar, Murray se
fijó en la hoja: había sufrido mucho con ese ataque y tenía algunos picos donde
antes estaba completamente liso y afilado. En seguida se impulsó con fuerza y
se posó en el borde de las gradas, enfrente del público. Todos estaban
petrificados. Aún no se creían lo que acababan de ver. Zaykia se mostraba
complacida, se puso de cuclillas y les habló a todos.
-Ahora… es
cuando os toca correr y chillar… pensando que salvaréis vuestras patéticas
vidas.
Justo cuando
terminó la frase, la cabeza del que estaba justo enfrente salió volando. Todos
hicieron lo que le acababa de decir. Corrían en dirección a la salida mientras
gritaban. Zaykia no pudo contener su fuerte risa, que se ahogaba por el ruido
que hacía la gente. Bajó del borde y persiguió a toda la muchedumbre a la
salida, mientras disfrutaba matando a todo el que pillaba y le parecía que
estaba cerca.
Ser cogió a
Mórfidus de las manos. Dio un par de vueltas para coger fuerza y lo lanzó. Se
pudo agarrar perfectamente y subirse a las gradas. Luego le siguió Murray, que
lo hizo igual. Ser se puso en un extremo y recorrió casi toda la arena. Saltó
con todo su empeño para alcanzar las gradas, pero no tenía tanta fuerza como
Zaykia.
Mórfidus agarró
por los pies a Murray y lo bajó todo lo que pudo. Intentaban asegurarse de que
Ser llegara arriba del todo. Menos mal que se les ocurrió esa idea, sino habría
caído y tendría que intentarlo de nuevo. Ambos pudieron agarrar las muñecas del
otro y la fuerza de Mórfidus sobró para subirlos.
Entre toda la
confusión, pudieron distinguir a Zaykia. No fue muy difícil: una loca dando
tajos a todo el que tenga delante destaca, o simplemente debían seguir el ancho
rastro de muertos. Llegaron a una de las salidas de las gradas y se pusieron a
su lado. Se apoyaron en la pared junto a ella, que esperaba al momento indicado
para entrar en el pasillo lleno de guardias del ECTG.
Murray
aprovechó el momento en el que estaban esperando: juntó las manos, cerró los
ojos y se arrodilló. Zaykia le miró extrañada.
-¿Qué hace?
–les preguntó
-Al parecer está en una religión que tiene la costumbre de rezar por los
muertos. –Contestó Mórfidus –Supongo que lo estará haciendo por los que has
matado. –al ver que tardaba más de lo habitual terminó la frase diciendo –y
seguramente por los que estás a punto de matar.
-¡Qué tío más raro…! –comentó Zaykia –Pero yo no soy quién para juzgar.
-Vale. ¿Y ahora
qué? –volvió a preguntar Murray al acabar.
-¿Solo sabes preguntar eso? –exclamó irritada Zaykia.
-Me gustaría saber qué debo hacer.
-Pues en cuanto podamos, nos separamos y vosotros os ocupáis de liberar a los
prisioneros que no puedan hacerlo por sus propios medios y conseguir una nave.
-¿Desde cuándo te preocupan los demás?
–preguntó extrañado Ser
-Ellos serán una buena distracción. Vosotros dos estáis aquí porque Murray
quiere.
-Sí. Eso ya nos lo explicó antes. –aclaró Mórfidus. –pero no entiendo por qué
te preocupas por nosotros si solo necesitas a Murray.
-Porque nada le impide traicionarme. Tengo su palabra de la apuesta, pero si no
hago un esfuerzo por proteger a los que considere sus amigos, o compañeros, o
lo que sea… podría caerle peor de lo que ya le caigo.
-Bonito detalle. –comentó Murray burlándose.
Zaykia se
encogió de hombros como respuesta.
-Oye… -volvió a
hablar Murray cuando vio que Zaykia se disponía a entrar en el pasillo
-¿Qué?
-¿Has visto cómo está tu arma?
Zaykia le miró
con la boca y los ojos entreabiertos, de reojo. Luego rió.
-Jajajaja… Ese
viejo tenía razón. Tienes buen ojo para los detalles. Seguro que a las tías les
mola eso. Jajajaja… Si, ya lo sé. Sé que esta preciosidad no durará mucho
conmigo –dijo acariciando la hoja con la mano izquierda y sus labios casi
rozándola. -¡¿Qué?! –exclamó cuando vio la cara de sorprendido de Murray. –No
me irás a decir que no es bella. –inclinó la katana hacia él, sin ser una
amenaza.
-Supongo. –reconoció un tanto extrañado.
-jumm… De todas formas sé que durará lo que necesito que dure.
Dicho eso entró
en el oscuro pasillo que llevaba a la salida y a los guardias armados. Aún con
el poco espacio, Zaykia esquivaba las balas y cortaba a sus enemigos. Les
mataba instantáneamente. Los otros tres la seguían cuando el pasillo estaba
limpio. Siguieron así hasta llegar a una zona abierta. Seguramente fue la zona
más concurrida del coliseo. Había muchas tiendas ahora vacías, algunos mostradores
de recepción y diversas pantallas repartidas por las paredes y colgando. Intentaron
otra emboscada ahí, pero aun así no tuvieron oportunidad. Zaykia dejó a dos con
vida a propósito. Los sentó junto a la pared y se acuclilló delante de ellos.
-Muy bien.
–dijo sonriente –vosotros dos vais a ayudarnos.
-¿Por qué lo haríamos? –aventuró uno a preguntar. –nos mataréis igualmente.
-Por supuesto que lo haremos. –esa respuesta descolocó a los guardias. –pero
vosotros decidís cómo queréis morir: ¿Muerte rápida e indolora o lenta y
deliciosa? –les preguntó relamiéndose los labios
Ambos tragaron
saliva, miraron a su compañero y asintieron con afán.
-Ayudaremos
–dijeron al unísono.
-Tsk –masculló decepcionada –y yo que pensé que podríamos haber pasado un rato divertido.
Cogió a uno y
se lo entregó a sus compañeros.
-Cuando os haya
ayudado a liberar a los prisioneros, matadle. –les indicó –Que no sufra mucho
en el proceso.
Se separó de
los tres, bueno cuatro, y se dirigió a donde su rehén le indicaba que estaba el
teletransportador para la fragata. Amenazó con que no tratase de engañarle, a
lo que juró y perjuró temblando que ese era el camino.
JRS