miércoles, 22 de junio de 2016

Mi vida en el CAOS

04,40
Me acabo de despertar tras dos horas de "siesta" nocturna. 
El puto dolor en la columna, fiel a su cita. 
Es lo único con puntualidad británica que tengo en mi vida. 
Siempre aparece, fiel a su cita,
como un buen amigo, siempre conmigo.

05,30
Desde mi cama miro por la ventana.
La jodida contaminación lumínica no me deja observar las estrellas,
la única manera de verlas es a través del Skyview de mi IPad,
Ni pedir un deseo puedo...
...y eso hace que me ponga triste...y me cabree.
Subido en mi particular montaña rusa de emociones...
Comienzo a escribir, inmerso en otra novela,
Hopeless, 
estoy tan de bajona que hasta el título me parece demasiado optimista.

06,00
Cuando las musas se marchan enciendo la caja tonta.
Las noticias me suben la moral:
Refugiados, mujeres asesinadas, hambre, 
corrupción, elecciones, más corrupción, más elecciones...
Entonces, por fin, la noticia más importante...
Ya sabemos nuestro rival en octavos, será Italia.
Sin acritud...
o somos gilipollas o somos unos inmorales.

07,30
He tenido que caer dormido,
con tanta pastilla,
cuando consigo dar esquinazo al dolor, 
entro directamente en fase REM.
Losing my religión,
parezco que tengo narcolepsia.
Mi mujer me trae el desayuno
antes de irse al curro...
Más noticias...
...definitivamente somos unos gilipollas inmorales.

13,00 
Coño, ¿que ha pasado?
Cierro los ojos un segundo y ya es la una.
El Ferreras en la Sexta.
Hoy hay suerte, en su programa
el mejor cómico de la última década, Paco Marhuenda,
dicho siempre...con todo el respeto...

16,00 
Paso de almorzar, después me daré el atracón.
Así guardo la línea,
curva, eso sí, pero al fin y al cabo línea.
Netflix y más Netflix.
Dios, otra vez el sueño...

21,00 
Mi gallo particular me despierta...
Mi mujer me trae la cena a la cama,
porque al poner un pie en el suelo, veo las estrellas...
¡y esta vez sin SkyView!

22,00 
Lo mejor del día...
Cristina a mi lado y más Netflix...
Mis hijas vienen a darme las buenas noches.
Kaliníjta.

0,00
Cristina cae rendida...
Veo las noticias en Internet por cuadragésima vez...
Ahora una peli, 
más tarde me pondré a leer, escribir o estudiar Inglés...
con esto último tengo que darme prisa, para cuando hable en la ONU
y me cague en los muertos de todos y cada uno de los gobernantes de este mundo...
...pobrecitos, que culpan tendrán...

02,00
Otra vez el pesado de Morfeo
Apago la TV, pongo el Ivoox.
Escucho el audiolibro de Cancion de Hielo y Fuego,
quinto volumen, Danza de dragones.
Me duermo feliz, soñando que vivo en el mundo civilizado de Poniente...
...y sobre todo feliz, porque allí puedo votar a Khaleesi...





lunes, 18 de enero de 2016

I am curious stories: Así es Rose.

I am curious stories: Así es Rose.: Capítulo 1. Así es Rose. Miro. Miro hacia delante y veo a gente. Gente que se queja porque aprendamos, y después los tontos somos nosotros...

martes, 12 de enero de 2016

¿Para qué sirve este blog?

Entrada breve para explicaros las razones de un blog como este. Al igual que a muchos nos gusta ver una y otra vez los making of de las películas, en este blog intentamos que conozcáis el proceso de creación de una historia escrita. Algunas de las historias subidas ya han sido publicadas, como es el caso de Homeless, pero lo que tenéis aquí fueron precisamente esos primeros retales que iniciaron la historia, presentada sin pulir, ni habiendo todavía pasado por las distintas correcciones por las que transita una historia hasta llegar a su publicación. Es como dejaros ver los storyboards y así veáis las diferencias. 

Otros muchos de los escritos presentados espero y deseo que se publiquen más adelante, o al menos trabajamos para ello, pero otros jamás verán la luz en una obra publicada. Eso es lo que tiene crear, imaginar...podéis comprender que realmente lo que al final ve la luz es sólo un porcentaje, pequeño me atrevería a decir, de lo que un autor escribe. Sinceramente, os reconozco que me gusta mirar al blog y ver historias que ni me acordaba haber escrito, o recordar en sus inicios a personajes muy queridos para mí y que se presentan todavía desnudos, sin esa coraza que todo autor creo que les ponemos para protegerlos cual hijo y presentarlos al público. Pero aquí no vais a encontrar ese acabado que los intenta perfeccionar, más bien todo lo contrario. Muchos entenderéis la comparación: aquí no conoceréis a Skywalker, sino a ese Starkiller que Lucas tenía en su mente cuando comenzó a crear su ópera espacial.

Para acabar, otro placer de este blog es simplemente esperar que gente joven, como es el caso de mi sobrino Javi Rufo, se enganchen a esta genial droga que consiste en vivir en nuestros mundos imaginarios. A todos los que queráis publicar algo relacionado con la ficción y la fantasía, animaros, este es vuestro blog. Os espero.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Shinkalia II - capítulo 13

El capitán Horld se apoyaba con ambas manos en la barandilla. Emily Hash le contaba rápida e histérica la situación, hasta que mencionó el nombre de Zaykia.

-¿¡Cómo!? –gritó cortándola en plena frase. –Repite ese nombre
-Zaykia…

En la barandilla había un botón por debajo. El capitán lo pulsó y un asiento surgió del suelo. Se dejó caer en él. Normalmente no lo usa, prefiere estar de pie. Pero ese nombre maldito le había dejado en shock. Zaykia… Zaykia… Se llevó las manos a la cara, sin saber qué hacer ahora.

-Soy un capitán de alto rango… –se puso a hablar en voz alta consigo mismo, como perdido. –muchos de mis superiores me halagan llamándome héroe de guerra… Mis medallas y honoríficos no se pueden contar con las manos… Llevo a cabo misiones de gran importancia… ¿Por qué…? ¿Por qué no me informaron que Zaykia estaba prisionera aquí…? –De repente gritó enfadado: -¡¿Por qué cojones ni siquiera se me informó que habían capturado a Zaykia?!

Todos los tripulantes presentes miraban compasivos a su capitán. Tenía la mano derecha frotando su frente. Estaba prácticamente tumbado en el acolchado asiento. No comprendían lo que estaba diciendo “¿Tan importante es Zaykia?” “¿Quién es Zaykia?” pensaban todos ellos.

-¿Conoce a Zaykia? –preguntó Emily
-jeje… jaja… jajajajaja… -parecía haberse vuelto loco -¿Nunca ha oído hablar de Zaykia? –dijo elevando la voz y levantándose –¡Claro que no…! -volvió a agarrar con fuerza la barandilla mientras miraba a Emily de lado –¡alguien como usted no escucha los rumores del bajo mundo…! y mis tripulantes tampoco saben quién es ella…por supuesto que no… están conmigo sólo desde hace dos años… -empezó a bajar el volumen de su voz –no pueden saber quién es… quién era…
-¡Vamos! Seguro que se le ocurre algo, capitán –intentó animarle uno de los tripulantes
-Sí… ordena la retirada.
-¡¿Qué?! –exclamó Emily –No se le ocurra retirarse. Deb…
-¡Cállese! –le rugió –Pretende que arregle sus errores ¿Cierto? ¡Pues va a ser que no! ¡¿Cuál es su problema?! ¡¿Cómo se le ocurre darle una katana hecha con el quinto material más resistente del universo?! ¡¿Es que no sabe que a partir del noveno material más resistente, se puede romper la magia si se es lo suficientemente hábil?! –La expresión de la Srta. Hash respondió por ella –¡Ya veo que no! A pesar de que la ECTG la puso al mando del proyecto coliseo, no se informó de los peligros y rarezas del universo conocido. Esto no es la Tierra, confié en que sabría eso y que existen peligros que jamás imaginaría. Pues gracias a su ignorancia, Srta. Hash, ha perdido el coliseo. Ya es completamente irrecuperable.
-¿Cómo que lo he perdido?
-En cuanto desactiven el teletransportador abriremos fuego. Reduciremos a cenizas todo el complejo.
-Ca…capitán. –dijo otro tripulante asustado –aún hay civiles y muchos de nuestros hombres y de la ECTG.
-Limítese a seguir órdenes, soldado. –sentenció con frialdad
-Sí… capitán –respondió decepcionado. Nadie se creía que fuera a sacrificar tantas vidas para matar a una mujer.

Volvió a dejarse caer en la silla. Pensando qué haría si el teletransportador no se desactivaba a tiempo. Si disparaban estando activo, el fuego pasaría y llegaría a la nave.

La orden de retirada llegó a tiempo a los grupos más atrasados. Obedecieron enseguida y se retiraron. El que estaba más adelantado de esos, vio a Zaykia justo antes de irse. Que pudo hacerse a la idea de lo que estaba ocurriendo.

-Pero dígame quién es Zaykia. Usted parece saber mucho más que mis fuentes. –Insistía Emily
-Zaykia es… Zaykia era… -suspiró cansado –Mire... eso no le importa. Lo que le debe importar ahora es salir con vida de aquí.
-Capitán –llamó uno de los tripulantes, que estaba pegado a su pantalla –un grupo informa de haber visto a Zaykia con un rehén.
-No va a dar tiempo… Va a subir a la nave. –se desmoronó el capitán
-Entonces matémosla cuando suba –propuso Emily –No puede ver lo que le espera al otro lado del teletransportador. En cuanto cruce la puede acribillar a balas.
-¿De verdad cree que eso no se me podría haber ocurrido a mí? –le contradijo irritado el capitán, sintiéndose como si quisieran hacer su trabajo –como ya hemos dejado claro, conozco a Zaykia. Jamás funcionaría. Lo que sí podría funcionar es una cosa que tengo en mente.
-Pues pro…
-¡¿Quiere callarse de una jodida vez?! –estalló de nuevo mientras agarraba con fuerza los apoyabrazos y se inclinaba hacia delante –¡ÉSTA es mi nave! ¡YO mando aquí! ¡TÚ cállate y sigue las instrucciones que te dé si quieres ver el mañana!

Respiró hondo unos segundos hecho una furia, intentando calmarse, y entonces dio la orden.

-Que todos usen las cápsulas de salvamento.

Todos se quedaron anonadados. ¿Iban a huir? ¿A abandonar la nave?

-Se mantiene la desactivación del teletransportador… y activad la autodestrucción.

Estaban inmóviles. Aunque le conocían de las historias y de estar a su servicio por solo dos años… sabían perfectamente que el capitán ama su nave. Sabiendo eso todos entendieron el plan.

-Capitán, no puede…
-Debe haber otra…
-¿En serio?

Los tripulantes intentaron oponerse. Pero su capitán hacía oídos sordos. Se estaba preparando mentalmente para lo que iba a ocurrir.

Después de tanto insistir para nada, obedecieron sus órdenes. Programaron la autodestrucción con el tiempo mínimo de seguridad: treinta minutos. El tiempo aparecía en la pantalla gigante, enfrente del capitán.

La pantalla con fondo azul y números blancos le indicaban también la cuenta atrás de su vida. Iba mirando cómo los números bajaban en silencio… uno a uno…esperando la llegada de Zaykia.



Zaykia llegó sin interrupciones al teletransportador. Mató a su prisionero como prometió: sin dolor. Luego entró sin dudar y se encontró en la nave del capitán Horld. Solo había estado antes una vez dentro. Recordaba a la perfección el camino al puente de mando. Donde le estaría esperando el capitán.

A medida que andaba, una extraña sensación le embargó. ¿Por qué no hay nadie? ¿Dónde están todos? Son las preguntas que empieza a hacerse.

El pasillo final, el que conectaba al puente de mando, parecía muerto, sin ningún guardia. El sonido de sus pasos se hacía eco en el metálico corredor. Finalmente llegó y las puertas automáticas se abrieron hacia los lados. Entró y se encontró con el mismo panorama que el resto de la nave: vacío.

No podía ver por encima de la plataforma del capitán desde el ángulo donde se situaba la puerta. Anduvo lentamente por los pasillos que había entre monitores, mientras no apartaba su vista del muro que también era el suelo de la plataforma. Llegó a la rampa que le permitiría alcanzar el asiento del capitán.

Por un momento pensó que no le encontraría. Pero allí estaba, sentado. Apoyando la cabeza en la mano derecha, mirando al frente. Zaykia siguió la mirada del capitán y vio la cuenta atrás, de la que no se había percatado. Aún quedaban veinticuatro minutos.

-¿Qué es eso?
-Hola… cuánto tiempo… son mejores formas de saludar… ¿No crees? –respondió Horld desanimado

Zaykia se sentó delante del capitán, en la barandilla. Le sonrió… Pero no su sonrisa macabra, de loca, o despreciativa que suele mostrar. Una sonrisa tierna, como cuando se saluda a un viejo amigo.

-Cuánto tiempo.
-Sí… Zaykia…–Horld le respondió con la misma sonrisa. - cuánto tiempo.
-Pensaba que esto sería fácil. –se burló un poco
-¿En serio…? –preguntó a punto de reír -¿En serio crees que pasaría lo mismo que la última vez? –dejó de sonreír -¿Qué entrarías y desactivaría las armas como la última vez?
-Pues sí. Pero veo que no puedo amenazar la vida de tus hombres… así que supongo que no será tan fácil.
-En realidad, Zaykia… no espero que salgas viva…

La sonrisa de Zaykia desapareció. Ahora entendía los números que tenía a su espalda.

-¿No crees que eso es mucho tiempo? –le preguntó intrigada y despreocupada –Me da tiempo de sobra de largarme
-El teletransportador ha sido desactivado. –confesó Horld –A  menos que seas capaz de sobrevivir a una caída desde la nave sin un traje… no creo que te dé tiempo a irte. Además… -añadió mientras se levantaba –Lucharé contigo para evitar que salgas del puente de mando.
-No quiero matarte. –dijo levantándose en la barandilla, colocándose por encima del capitán –eres de las pocas personas que respeto.
-¿De verdad respetas a alguien?
-Sí… puedo contarlas con la mano… pero sí.
-Entonces dudo que me odies por la decisión que he tomado. –dijo pulsando el botón de la barandilla que escondía de nuevo el asiento en el suelo.
-No, no te odiaré. Pero aún no puedo morir. -declaró Zaykia -Tengo cosas que hacer.
-Y yo quiero evitar que las hagas. -respondió completamente serio.

Se miraron a los ojos. Ambos sabían a qué se refería el capitán Horld. Si dejaba que Zaykia se fuera tan campante, iría a matar a alguien que Horld debe mantener con vida. Sabe que no es de los mejores hombres que uno se puede encontrar, pero es necesario para El Gobierno De La Tierra. No puede permitir que vaya a matar a uno de los generales supremos del ejército.

-¿Sabe por qué le respeto?

Horld negó con la cabeza.

-Por el mismo motivo que los demás, supongo. Usted no hace sacrificios, usted se sacrifica. Después de mi experiencia de justo antes de… -Zaykia no terminó la frase, sabía que no era necesario para que Horld la entendiera –recordar cómo actúa le hizo ganarse mi más profundo respeto.
-Y aun así… amenazas la vida de mis hombres para controlarme.

Zaykia giró la cabeza para mirar la pantalla. Veintiún minutos.

-¿Cuántas veces nos hemos visto en persona, Zaykia?
-cuatro. –contestó muy segura
-¿Las recuerdas con todos los detalles?
-Por supuesto… -admitió Zaykia asintiendo con la cabeza, despacio, recordando –la tercera vez… la última vez que nos vimos antes de esta… -cerró los ojos y sonrió despreciativamente un momento -me dijiste que no me permitirías hacer lo que me venga en gana.
-Has dicho que me respetas… -siguió la conversación para ganar tiempo y para intentar entenderla un poco –pero las dos primeras veces que nos encontramos no lo demostraste.
-Eso fue porque nos encontramos antes de… ya sabes… ¿Qué pasa? ¿No sabe qué ocurrió exactamente? –preguntó incrédula -¿El motivo… por el  que dejé de existir?
-Todo lo referente a ti es alto secreto… y yo sigo siendo un simple capitán. –se inclinó humilde, abriendo los brazos -Lo único que sé… es que le cortaste el brazo.
-Seee… supongo que es el único hombre al que intenté matar y sigue vivo. –respondió sin tomárselo demasiado en serio
-Ahora me tienes intrigado. ¿Qué ocurrió?
-No soy muy de hablar de esa época. Y creo que ya he hablado demasiado, pero me lo perdono porque se trata de ti.
-Entonces supongo que empieza la pelea.

Después de anunciar eso, dio unos pasos atrás. Zaykia volvió a girar la cabeza para observar la pantalla. Diecinueve minutos. Miró a los ojos del capitán Horld, estaban calmados, había aceptado su muerte. De repente de su cuerpo brotaron algunas chispas que le iluminó con una tenue luz azul.

-Putos magos… -murmuró Zaykia

En el momento en el que atacó al aire con su puño, salió un rayo directo a Zaykia. Saltó hacia atrás dando una voltereta. Cayó encima de los monitores. Miró la hoja de su katana, algo sucia. Suspiró decepcionada.

El capitán Horld apareció en el aire, yendo a por ella. Cuando calló, le pegó al suelo al tiempo que Zaykia saltaba y conseguía evitar la onda expansiva eléctrica que había provocado. De nuevo de pie en la barandilla, con la katana en su hombro. Esquivó una serie de disparos igual que el primero sin bajarse de la barandilla, girando sin parar. Debía acabar rápido, pero su rival se trataba del capitán Horld. Encima acababa de descubrir que era mago.

Bajó a la misma altura que él mientras seguía evitando los rayos que no le dejaba de lanzar con cada puñetazo al aire. Intentó abalanzarse a por Horld, pero cuando se acercó, un aura electrificante le envolvió justo antes de expandirse como una explosión. Zaykia pudo retroceder a tiempo, pero recibió una pequeña chispa de refilón en la pierna derecha. A continuación le lanzó la katana con todas sus fuerzas. La velocidad y reflejos que le daban la magia logró ayudarle a esquivarlo, aunque le cortó un poco el hombro izquierdo.

-He oído que ya has enfrentado a magos antes. -comentó en plena batalla Horld.
-Sí. Lo he hecho. Esto no durará demasiado. -le contestó confiada

Zaykia se inclinó un poco para coger fuerza en las piernas. Tensó los músculos todo lo que pudo. Saltó hacia la plataforma del capitán y se agarró a la barandilla para redirigir su curso. Llegó a donde se había clavado la katana, la sacó y se abalanzó hacia el capitán Horld con otro salto. Él la pudo seguir con la vista y volvió a defenderse con el aura. Esta vez atacó justo antes de que se expandiera y atravesó el aura en plena expansión, abriendo un hueco tan grande como ella en vertical.

Horld, en cuanto vio que no retrocedía, ya estaba intentando conjurar otro igual. Pero sabía que sería inútil, que su magia funciona mejor a distancia, cubriendo a sus hombres como un francotirador. No tiene suficientemente desarrollado su magia defensiva. Sabe que Zaykia debe de estar viendo una gran cantidad de puntos débiles en esa explosión y que su aura protectora no servirá en cuanto se haya acercado lo suficiente.

El corte fue limpio, como casi siempre. Separó el cuello y el brazo izquierdo del resto del cuerpo. Pasaba por el corazón desde el hombro derecho. A medida que el cadáver cayó lentamente, primero de rodillas y luego de un plumazo, la sangre fue saliendo poco a poco. Cuando terminaron de separarse en el suelo, la cantidad del líquido rojo que salía aumentó drásticamente.

Zaykia miró a la pantalla. Dieciséis minutos. Miró el cuerpo sin vida. Antes perteneció al hombre que probablemente Zaykia más admiró... o quizá el segundo. Repasó mentalmente a la gente que admiraba y respetaba y en el orden que lo hacía. Se acordó de Gítercol, que ocupaba el cuarto y último. Ya solo quedaba una persona que Zaykia respetase y seguía con vida: El tercero que más respetaba. Quizá ese orden solo era dado por cuándo les había conocido, quizá sí respetaba a unos más que a otros. Todo eso da igual ahora, pero Zaykia repasa mentalmente la lista de cuatro nombres. Tiene nostalgia y acaba de matar a uno de ellos. Si fuera más joven quizá habría llorado… pero la etapa de llorar terminó hace mucho para ella.



Quince minutos. Había desperdiciado un minuto entero pensando en muertos. Se dirigió a la salida, pero no se abrió automáticamente como antes. Intentó forzarla con las manos por la pequeña rejilla que tenía en el medio, sin conseguir siquiera meter los dedos.

Miró la katana, que tenía unos pequeños dientes imperfectos, casi imperceptibles, en la hoja. Se puso en la misma postura que usó para romper aquél collar de esclavo... la misma postura que usó para cortar por la mitad la cabeza del jurkalim. Aunque esta vez agarró el mango con ambas manos.

No quería hacerlo, pero no tiene más remedio. Como un relámpago cortó la puerta como una equis. Algunas chispas salieron al contacto. Volvió a mirar la katana. Los dientes ya eran perfectamente visibles y más profundos. La raíz de la hoja empezaba a resquebrajarse.

-Lo siento -Murmura con los labios cerca del mango -has sido una buena amante y lo siento.

Se agacha. Empieza a pegar patadas desesperadamente. Poco a poco, la parte de abajo de esa equis que había dibujado con el ataque, fue cediendo hacia afuera.

Consiguió que se apartara de su camino y antes de salir ojeó por última vez la pantalla. Once minutos. Había gastado mucho tiempo en la concentración y en empujar el trozo de metal.

-¡Joder!

Entró agachada por el boquete. Nada más levantarse corrió a toda velocidad por los interminables pasillos de la nave. Sí… la puñetera fragata era grande… pero ella era muy rápida. En solo dos minutos llegó a la gigantesca sala de desembarco, en la cola de la nave. Pulsó un botón que estaba algo escondido en una cabina. Una rampa, que normalmente estaba destinada a la entrada y salida de vehículos y al descenso de unidades militares en trajes de descenso, bajó dejando entrar un impulso de aire. La única salida estaba ahí, pero los trajes no.

Se detuvo en el final de la rampa. La caída era demasiado para ella. Miró en todas direcciones, sin saber qué buscaba. El viento zarandeaba el pelo y lo poco que sobresalía su chaqueta. La sangre de todas sus víctimas aún bañaba su cara y ropa, salvo las pocas veces que con un brazo se la quitaba de los ojos si le llegaba a molestar. Casi toda estaba ya seca.

Poco a poco una nave de pasajeros se estaba acercando a la fragata. No era muy grande, posiblemente de clase "Echo" o "Foxtrot". Zaykia entrecerró los ojos para intentar ver mejor a través del cristal de la cabina. Finalmente vio a Murray pilotando.

Cuando estuvo a unos ochenta metros, saltó sin dudar. Murray casi se cae del asiento de la sorpresa. Zaykia rodó nada más tocar el metal superior de la nave, aunque se descolocó la pierna izquierda. Consiguió detenerse con los brazos y manos. Sin soltar en ningún momento su arma.

Murray hizo descender de nuevo la nave hasta el puerto. Un minuto después de empezar, la fragata del ejército explotó. Ahora entendió la prisa de Zaykia por saltar. Se alegró de que lo hiciera, si se llegaban a acercar más podrían haber sufrido daños.

Una vez detenida la nave, salieron a recoger a Zaykia del techo. Su cara mostraba dolor y la rodilla estaba hinchada a través de los pantalones ajustados. La metieron dentro, en la zona médica de la nave. Ser tenía conocimientos de medicina y de la maquinaria médica que había. Murray despegó en cuanto dejó a Zaykia en manos de Ser en la enfermería.

No tenía ganas de quedarse ahí mucho más tiempo. Así que envió la nave fuera de la atmósfera tan rápido como pudo. En pocas horas se quedaron fuera de la influencia del planeta. Podían declarar que habían escapado de un planeta-prisión.

Murray no se fijó en las demás naves, que posiblemente también tuviera prisioneros escapando o supervivientes civiles de la masacre que estaban provocando la mayoría de fugados. Solo se centraba en pilotar todo lo rápido que le permitía la pequeña nave. Luego apagó el motor y dejó que la nave siguiera de frente ella sola, aprovechando la ausencia de fricción.

En la enfermería se encontró a Zaykia tumbada en la metálica camilla con diversos puntos iluminados. Ser había arrancado la parte del pantalón de la pierna izquierda, seguramente para trabajar mejor. Usando toda esa maquinaria que Murray no entendía, volvió a colocar la pierna de Zaykia. Ya no estaba hinchada y no le dolía. Se la veía relajada mientras dormía. ¿Quién podría decir que se trataba de una sanguinaria asesina, capaz de matar monstruos con sus propias manos?

-Qué bien sienta la libertad -comentó Ser al aparecer por una puerta diferente a la que usó Murray
-Sí. Supongo que algún día le daremos las gracias a la ECTG por traernos tantas naves. –dijo irónico -¿Cuándo se despertará?
-Cuando le dé la gana. -se burló -No ha sido muy difícil volver a colocar el hueso. Elegimos una buena nave. ¿Eh? O al menos una bien equipada en cuanto a maquinaria médica.
-Todas las naves de pasajeros deben tener un mínimo de equipo médico, no son como las naves personales –aclaró Murray
-¿En serio? Bueno, ahora simplemente está descansando. Debe estar agotada después de matar tanta gente.
-A saber… -mofó Murray -Esta tía es un auténtico monstruo. ¿Te fijaste en cómo acabó el jurkalim?
-La cabeza por la mitad, manos y pies cortados… sí, pude verlo mientras me subíais tú y Mórfidus.
-Qué palabras más bonitas… -de repente habló Zaykia adormecida -un auténtico monstruo… -se incorporó y se sentó dejando las piernas suspendidas en el aire –no me llames así. Hace que parezca que soy tan débil como un monstruo. –comentó presumiendo con una sonrisa burlona.

Ambos sonrieron, apunto de reír. No sabían si hablaba o no en serio, pero daba igual. Se levantó de un saltito.

-¿Te sientes bien? –le preguntó Ser
-¿Te preocupas por mí? –se burló Zaykia
-Solo la preocupación de un médico por su paciente, en realidad no quiero verte nunca más.
-No te preocupes, dudo que vuelva a ver a cualquiera de vosotros tres. Por cierto, ¿Dónde está el enano?
-Comprobando todas las habitaciones, asegurándose de que no llevamos a nadie de más. No queremos ningún civil, prisionero o guardia en esta nave. –respondió Murray
-Entonces volvamos a los negocios –sentenció Zaykia y le indicó con un dedo a Murray que le siguiera mientras salía de la habitación.

Llegaron hasta la cabina y le indicó con la mano el asiento del piloto mientras ella se relajaba en la del copiloto. Murray giró la silla y se sentó, mirando de frente a Zaykia.

-Ha llegado el momento del favor.
-¿Quieres que te lleve a algún sitio, preciosa? -bromeó Murray
-No me llames preciosa… -contestó asqueada
-Está bien, está bien. Qué susceptible, después de tantas cosas que hemos pasado.
-Tú tienes tantas ganas de que sigamos juntos como los otros dos. Simplemente intentas tomártelo a broma para sobrellevarlo.
-y decías que solo sabes matar.
-no te mentía, pero ya he hablado demasiado de mí contigo. Quiero que me lleves a un sitio.
-¿De verdad necesitabas una apuesta para eso? -preguntó extrañado
-Dame para apuntarte las coordenadas y lo entenderás.

Murray buscó por toda la cabina hasta encontrar el diario de a bordo y un lápiz. Se lo dio a Zaykia y ella apuntó algo. Al terminar de escribir arrancó la hoja y se la entregó.

-Llévame a estas coordenadas -pidió tranquila mientras lanzaba el cuaderno y lápiz a la silla de la que se acababa de levantar.

Se iba marchando cuando de repente Murray saltó del asiento.

-¡Espera, espera espera!

Zaykia se detuvo y le miró de reojo.

-¡Tienes que estar bromeando! -dijo nervioso, alarmado –Zaykia… Sabes lo que hay en estas coordenadas, ¿Verdad?
-Por supuesto -respondió con naturalidad.
-Después de escapar del planeta-prisión ¡¿Quieres que te lleve a este sitio? –preguntó agarrando con fuerza el trozo de papel.
-Ajá
-¿Estás completamente segura?

Zaykia retomó su intención de salir de la cabina. Al dar el primer paso fuera contestó sin mirar atrás, sin detenerse. Sonreía de nuevo con esa expresión suya, macabra, de loca, sanguinaria.


-Completamente segura



JRS
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Shinkalia II - capítulo 12

Cinco guardias ocupaban el ascensor que suele usar la prisionera. Armados con fusiles automáticos y orden de disparar a matar si su objetivo no deponía el arma. Estaban todos nerviosos, apuntaban a la entrada, desconociendo lo que ocurriría cuando se abriera. De vez en cuando uno movía su hombro, intentando ponerse más cómodo, intentando relajarse. El silencio de los hombres se ocultaba por el ruido del ascensor. La oscuridad a la que estaban acostumbrados los prisioneros no ayudaba a la situación.  El calor que producían sus cuerpos nerviosos junto a sus armaduras y cascos empezaba ser insoportable cuando por fin se abrió la compuerta.

Entraron de uno en uno todo lo rápido que les permitía la puerta. Hicieron un semicírculo detrás del sofá. Zaykia estaba sentada, relajada, los brazos por detrás del respaldo y su mano derecha sujetando la katana desde la funda, justo por donde tocaba con el mango. La pierna izquierda por encima y perpendicular a la otra. Observaba tranquilamente el ventanal, ignorando a los guardias armados que acababan de entrar.

-Suelta la espada, Zaykia –ordenó el que parecía ser el líder.

No hubo reacción ninguna. Cada vez estaba más nervioso y con la cabeza ordenó a uno de sus hombres que uno cogiese el arma. De primeras intentó negarse, pero la segunda vez que se lo indicó empezó a moverse. Dejó suavemente que la correa se ocupara de llevar el rifle para intentar coger la katana de Zaykia.

-¿De verdad lo vais a intentar?

Finalmente habló, deteniendo el avance del guardia, que sus manos estaban a menos de un metro de la katana. Todos permanecían callados, tenían miedo. Habían visto cómo acababa con decenas de hombres que llevaban armas de fuego a una velocidad que no podían ni seguir con sus ojos. El que se estaba acercando a la katana tragó saliva y siguió avanzando. Alcanzó la funda y la agarró. Zaykia soltó el arma y se levantó. Todos apuntaron tensos, se habían relajado un poco al verla inmóvil segundos atrás. Levantó las manos y se giró. Estaba completamente seria. Algunos dejaron de apuntar con la mirilla, relajándose pensando que se rendiría. Entonces saltó por encima del sofá, golpeando con ambos pies al que sujetaba la katana y cogiéndola al vuelo.

-¡Ja! ¡Que os lo ibais creyendo! –se burló antes de desenfundar la katana.

Todos dispararon y ella saltó al lado de la ventana. Las balas perdidas dieron a algunos guardias, sin llegar a matarlos.

-¡Por favor! –mofó Zaykia –si ni siquiera sois capaces de seguirme con la vista



Los cadáveres de veinticinco guardias, repartidos por detrás del sofá, permanecían inmóviles. La puerta del ascensor se cerraba cada vez que llegaban nuevos guardias, intentando evitar que la prisionera saliera. Zaykia ahora estaba sentada en el respaldo, con la espalda en el asiento y la cabeza cerca del suelo, del revés.

-Aaa –masculló como una niña pequeña –Me gustaría que me avisaran de cuándo van a llegar. –hablaba consigo misma –O al menos si van a tardar mucho. Así podría hacer algo mientras espero. Me aburro…

Zaykia no había vuelto a enfundar la katana. De vez en cuando se quedaba mirando su reflejo en ella, como si mirara a los ojos de su amante. Le parecía una hoja hermosa. No solo porque era de las mejores que se puede encontrar en el mercado. La parte afilada tenía un gris oscuro mientras el resto del metal era completamente negro, salvo lo que podía reflejar estando cerca y la iluminación adecuada. Se había asegurado de que estuviera reluciente siempre que no peleaba. De vez en cuando su miraba se tornaba triste, como si pudiera ver el final de la relación.

Pasó un día entero sin que la salida se abriera. Zaykia estaba impaciente. Estuvo la noche en vela. Finalmente se abrió y no entró nadie. Se rascó la cabeza, sin terminar de comprender por qué no habían enviado ninguno de esos inútiles guardias contratados por la ECTG. Parecía que la invitaban a entrar. Obviamente era una trampa y Zaykia entró en cuanto entendió eso.

Cualquiera pensaría que si dejaran caer el ascensor la podrían matar ahí mismo. Eso sería posible si el ascensor no estuviera construido por la ECTG. Zaykia no dejaba de bajar, luego a los lados y finalmente arriba. Ya estaba acostumbrada a todos esos giros. No pudo evitar mostrar su sonrisa despreciativa al conocer su destino: la arena.

La típica tierra amarillenta, las paredes de metal y mucho espacio. El público, siendo ignorado, abucheaba. Zaykia dio un par de pasos antes de oír una voz conocida.

-Empezaba a dudar si llegarías a aparecer.

La voz de Murray la hizo darse la vuelta. Vio a Mórfidus y a Ser a su lado. Le sorprendió no ver a Sandra.

-¿Y tu novia? –preguntó a sabiendas de la única posibilidad de por qué no estaba allí
-Tú no ves los combates de los demás ¿verdad? –intervino Ser
-Me aburren.
-La ejecutaron. Justo como quieren hacer con nosotros.
-¿Y ahora qué? –preguntó Murray para cambiar de tema cuanto antes. –Ya estamos…

El fuerte sonido de un trozo de la pared abriéndose hacia abajo interrumpió la conversación. Mantuvieron silencio, agudizando el oído. Un zumbido empezó a hacerse más y más claro.

-Eso no suena a bestia domesticada –observó Murray nervioso.
-Parece que los tienen bien puestos para traer otra cosa que no sea esas estúpidas bestias –comentó Zaykia sonriendo.

Antes de que llegara lo que sea que se acercase a la arena, Zaykia se lanzó al origen del sonido. Entró emocionada al gigantesco hueco. No pudo verse nada. El público, que había estado abucheando desde la llegada de Zaykia estaba ahora callado. De vez en cuando se podía escuchar alguna risa o grito de furia, el resto del tiempo reinaba el molesto zumbido. En la oscuridad, Zaykia estaba luchando. No pudo evitar sentir nostalgia, hacía tiempo que no enfrentaba gyrlas. Específicamente… quince años desde la última vez.

Había pasado ya media hora y el zumbido se fue apagando hasta que no volvió a escucharse. Zaykia salió de la oscuridad pringada entera con un líquido verde y viscoso. Llegó hasta sus compañeros lamiéndose las manos y brazos. La katana ya estaba limpia cuando salió del túnel.

-¿Qué es eso? –se atrevió a preguntar Ser
-Sangre de gyrla. –Respondió tan campante –No voy a dejar que toques mi cuerpo si pretendes que te dé un poco.
-No lo pretendía –contestó asqueado, aunque no era el único. Murray y Mórfidus parecían a punto de vomitar al ver cómo disfrutaba del sabor.

Se abrieron otros dos túneles como el primero. Esta vez se escucharon ladridos de amarklos y los temblores que anunciaban al jurkalim.

-Esta vez sí suenan a bestias domesticadas –observó Ser. –Zaykia, nosotros nos ocupamos de los amarklos.
-¿Podréis? –preguntó extrañada –No lleváis ningún arma y yo puedo con ambos.
-El jurkalim es muy rápido, no te dará tiempo.
-No digas estupideces. ¿No oyes lo lento que se está moviendo? Solo es rápido si tiene claro al objetivo. Iré a por los amarklos y…

Pero Zaykia “escuchó” el ataque del jurkalim. Tenía claro el objetivo y ella estaba hablando desconociendo ese dato. Empujó a sus compañeros y recibió el impacto de la mano derecha, lanzándola contra la pared. Había soltado la katana para poder apartarles mejor, así que se quedó en el suelo. Hizo un pequeño agujero con su silueta acurrucada. Calló al suelo dejando escapar un “¡ugh!”.

La parte derecha de su cuerpo, que había recibido el impacto de la pared estaba un poco oscura. Un par de piedrecitas del suelo se incrustaron en el lado izquierdo de su cabeza y salieron algunas gotas de sangre, que dejaron su rastro mientras caían hasta la mandíbula. El golpe del jurkalim no le hizo tanto daño porque consiguió cubrirse con ambos brazos. Usó su propia fuerza para contrarrestar un impacto que la podría haber matado si daba de lleno en la cabeza o tronco.

El jurkalim detuvo su brazo en la postura exacta de cuando golpeó a Zaykia, extrañado de que no pudiera hacer el arco completo con él. No comprendía que aquella pequeña criatura había logrado detener el movimiento, sobre todo por el hecho de que había salido volando. Pero no sabía que solo había salido volando por el desequilibrio que provocó moverse tan rápido para proteger a los demás y a su propio cuerpo. Al perder un poco el equilibrio, sus pies no lograron mantener a raya la fuerza resultante de aquél choque, por ello la pudo lanzar contra la pared.
Zaykia se levantó despacio. El jurkalim al fin reaccionó. Dio un par de pasos, yendo a por esa pequeña criatura que debería haber muerto por su potente golpe. No son seres con mucha inteligencia, jamás podría imaginar que algo tan pequeño es capaz de albergar más fuerza que él. Se detuvo y rugió hacia ella. El viento que provocó ni la inmutó y sonrió confiada.



Los amarklos llegaron cuando los tres terminaron de levantarse. Ocho amarklos que empezaron a rodear a sus presas. El primero que saltó fue a por Murray, que se deslizó de rodillas con la cabeza a ras del suelo y le cogió por las patas traseras. El segundo y tercero atacaron a Mórfidus y los demás saltaron a por la presa más grande. Murray, usando su cuerpo como eje de giro, lanzó el que había cogido a la boca de uno de los que iba a por Ser. Como había abierto del todo la boca, no pudo ver que empezó a comerse a uno de los suyos. Simplemente se alejó corriendo cuando notó que algo había entrado para digerirlo alejado de la cacería. Ser esquivó los dos primeros y agarró la boca del tercero por arriba y abajo, teniendo los brazos completamente estirados, para hacerle una jugarreta parecida a la de Murray. Cuando el cuarto estaba lo suficientemente cerca, saltó hacia atrás soltando al amarklo y dejando que mordiera y succionara a su compañero. Mórfidus iba saltando y saltando para esquivar cada uno de los intentos de tragárselo. Murray fue a ayudarle en cuanto vio que ninguno más se centraba en él. Haciendo lo que mejor sabe, coger a su enemigo por sorpresa, agarró por el cuerpo a uno y lo levantó. Mórfidus entendió enseguida y atacó al que Murray sujetaba en el corazón. Murray lo soltó y Mórfidus golpeó con el cadáver, con todas sus fuerzas, al otro atacante. Los huesos de ambos cuerpos casi se desintegran de la fuerza. Los amarklos son ágiles y su boca puede succionar a sus víctimas, pero tienen cuerpos frágiles y los scrypxilors mucha fuerza en los brazos. El que se había tomado un descanso volvió a lo que ya interpretó como batalla, su digestión había acabado. Otro intento de comerse a Ser fracasó cuando le pegó, aprovechando su gran tamaño, una patada de lado en la cabeza.

-¡Chúpate esa, perro salchicha! –Ser no pudo contener esas palabras.

El segundo que todavía intentaba comerse a Ser fue derribado en pleno vuelo por Murray. Rápidamente le agarró por el cuello y le ahogó con todas sus fuerzas. Aunque no salió muy bien parado por todo lo que se movía aquella bestia, que tumbada medía dos metros.  Quedaban dos amarklos y medio. Si es que un amarklo mareado, por el golpe de Ser, podía llegar a contar como la mitad de uno.

-Con la boca cerrada no son tan altos. –comentó Mórfidus al acercarse a Ser.
-Tu misma altura –bromeó Ser.
-Pero diferente fuerza –concluyó antes de que volvieran a abalanzarse sobre ellos.

Mórfidus se apartó de la trayectoria de su atacante varias veces hasta que Murray pudo volver a sujetarle. "Sí que es silencioso” pensó de Murray complacido antes de golpear al amarklo en el corazón. Mientras, Ser se ocupaba él solo del que quedaba. Lo condujo sin mucho problema a donde estaba el mareado. Consiguió que se lo comiera antes de darle el golpe definitivo en el cuello cuando cerró la boca. Les había costado pero lo consiguieron.

Todos buscaron con la mirada a Zaykia. Se la encontraron encima del cadáver del jurkalim. Sus ropas tenían la sangre verde de las gyrlas mezclada con la roja de su reciente víctima. Parecía que estaba disfrutando del espectáculo, cuando de un salto se reunió con los demás.



Volvamos atrás de nuevo. Lo dejamos en que Zaykia estaba junto a la pared, que tenía su silueta grabada unos metros más arriba. Flexionó ligeramente las piernas, preparándose para usar su máxima velocidad. En cuanto el jurkalim se abalanzó se deslizó por el hueco entre las piernas y cogió la katana. La bestia golpeó el suelo, haciendo que se levantaran polvo y piedrecitas. Se giró buscando su objetivo, que le saludaba con la mano libre. Volvió a rugir y atacó con la mano izquierda.  Zaykia estiró las piernas e inclinó el pecho, dejando todo su cuerpo a ras del suelo. Justo después de que los afilados dedos pasaran rozando su pelo, se levantó al mismo tiempo que le hacía un corte.

La katana cogió un poco del color rojo de la sangre del animal, cuya piel acababa de traspasar. El siguiente ataque fue con la mano derecha, intentando atraparla. Aunque los movimientos del jurkalim eran muy rápidos, Zaykia le superaba. Saltó lo suficiente para esquivar la gigantesca mano y respondió con un profundo corte en la muñeca. El jurkalim profirió un alarido de dolor mientras miraba cómo estaba a punto de caerse la mano, sujeta ya solo por unas tiras de músculos y la piel. Zaykia no tuvo piedad y terminó de seccionarla.

Los demás estaban tan concentrados en su pelea con los amarklos que no se percataron de los gritos que hacía el jurkalim. Cuando vio a la bestia retorcerse de dolor por haber perdido la mano, Zaykia suspiró decepcionada. Esperaba que le diera más guerra. De todas formas debía acabar rápido, así que continuó atacando. Un corte en cada pierna y calló al suelo. La sangre brotaba de los tres lugares que el jurkalim había perdido por completo. A Zaykia le pareció gracioso cómo ambos pies permanecían quietos, emanando algo de la sangre que quedaba en ellos un par de veces como una fuente intermitente. El público estaba anonadado, con una katana tan pequeña y de un solo corte había rebanado la gruesa pierna del jurkalim.

La gente corriente no ve eso todos los días. Pero si indagas un poco encuentras maestros de katana capaces de hacer eso y más a lo largo del universo conocido. No solo los maestros de katanas, existe mucha gente capaz de hacer cosas increíbles. Todas esas personas excepcionales están repartidas. Es raro verlas, pero no imposible.

El jurkalim se desangraba y Zaykia debía dar el golpe de gracia. Saltó y calló clavándole la katana en el cuello. La giró un poco y la sacó cortando. Ya estaba a punto de morir. Se concentró para que el último golpe fuera mortal. Acercó la katana a su cintura, por la izquierda. Tenía las piernas muy flexionadas. La mano que no sujetaba el mango permanecía cerca de la raíz de la hoja, sin llegar a tocarlo, como si mantuviera una funda. Los ojos entrecerrados, fijándose en un punto del cuello. El tronco inclinado hacia delante.

Abrió la mano izquierda, para evitar cortarse. Pasó por encima de la cabeza como un relámpago, cortándola limpiamente en dos. Si no fuera porque seguía unido al cuello, probablemente habrían caído los dos trozos hacia los lados como una fruta seccionada por la mitad. El jurkalim dejó de moverse.

Zaykia miró a donde estaban pelando los demás. Aún quedaban tres amarklos en pie y uno que Murray estaba ahogando. Se subió al cadáver del jurkalim y observó entretenida cómo terminaban de pelear.



Otra vez los cuatro juntos y sin que nadie les quisiera matar, por ahora.

-Ya no quedan bestias domesticadas, ¿Verdad? –asumió Murray exhausto. Tenía algunos moratones leves a lo largo del cuerpo, nada grave y podía continuar sin problemas.
-No… -dijo Zaykia –Creo
-¿Y ahora qué? –preguntó Murray
-El auténtico espectáculo está por comenzar. –respondió Zaykia.
-¿Cómo? –exclamó Mórfidus
-¡Señoras y señores! –gritó Zaykia dirigiéndose al público. –¡Hoy van a disfrutar del espectáculo de sus vidas! ¡¿Alguna vez han visto cómo una katana corta magia?! ¡jajajaja…!
-¡Oye oye oye! –Murray llamó la atención de Zaykia –No estarás diciendo de… -dijo señalando arriba
-Es imposible –debatió Mórfidus. –Puede que puedas traspasar las defensas de un mago. Pero ese cristal de arriba es magia mezclada con tecnología. Seguramente es de nivel cincuenta y dos. Y recordemos que sólo se puede llegar al nivel cincuenta o superior de magia con tecnología o de nacimiento.
-La magia… -dijo Zaykia mirándole extrañada -¿Tiene niveles?

Todos se quedaron boquiabiertos. Eso lo sabe hasta un niño de diez años. ¿Cómo era posible que desconociera ese dato? Si su plan se basaba en que pensaba que aquella magia era lo suficientemente débil como para cortarla estaban perdidos. Solo los mejores maestros de katana con una hoja de excelente calidad podían hacer algo así.

-Bueno, ¿qué más da? –concluyó Zaykia.

Se agachó para coger fuerza y antes de que sus compañeros pudieran protestar saltó. Sin problema estaba a punto de llegar al cristal de magia que les separaba del público. Puso su cuerpo horizontal y dio un tajo en el punto y fuerza exactos para romper la magia.

Si le preguntaras a Zaykia cómo sabe lo que tiene que hacer en cada situación, te mandaría a la mierda. Pero imaginemos que, por algún casual, Zaykia estuviera ese día con ganas de hablar de ella, con ganas de revelar sus conocimientos. La respuesta que daría, seguramente no la entenderías. Te miraría con una expresión de no comprender de qué hablas, luego sonreiría como una niña pequeña y contestaría “jajajaja… No tengo NI PUTA IDEA”. No mentiría con esa respuesta, es la verdad. Zaykia no tiene conocimientos de lucha como tal. Lo único que hace… es obedecer a su instinto: su instinto de batalla, su instinto asesino, su instinto de supervivencia. Todos los conocimientos que posee son por su increíble memoria, lo demás… es puro instinto. Y esta vez no es diferente. Al idear el plan de fuga, simplemente confiaba en que su instinto no le fallaría ese día. Luego, cuando se lanzó a por las gyrlas, cuando esquivó y mató al jurkalim, cuando cogió fuerza para saltar, cuando atacó el cristal mágico… todo lo que hacía… era seguir su instinto.

A medida que Zaykia caía, el techo de magia empezó a resquebrajarse como si se tratara de cristal, con el mismo sonido. Al llegar al suelo se rompió del todo y los cachos fueron desapareciendo a medida que caían. Antes de que volviera a saltar, Murray se fijó en la hoja: había sufrido mucho con ese ataque y tenía algunos picos donde antes estaba completamente liso y afilado. En seguida se impulsó con fuerza y se posó en el borde de las gradas, enfrente del público. Todos estaban petrificados. Aún no se creían lo que acababan de ver. Zaykia se mostraba complacida, se puso de cuclillas y les habló a todos.

-Ahora… es cuando os toca correr y chillar… pensando que salvaréis vuestras patéticas vidas.

Justo cuando terminó la frase, la cabeza del que estaba justo enfrente salió volando. Todos hicieron lo que le acababa de decir. Corrían en dirección a la salida mientras gritaban. Zaykia no pudo contener su fuerte risa, que se ahogaba por el ruido que hacía la gente. Bajó del borde y persiguió a toda la muchedumbre a la salida, mientras disfrutaba matando a todo el que pillaba y le parecía que estaba cerca.

Ser cogió a Mórfidus de las manos. Dio un par de vueltas para coger fuerza y lo lanzó. Se pudo agarrar perfectamente y subirse a las gradas. Luego le siguió Murray, que lo hizo igual. Ser se puso en un extremo y recorrió casi toda la arena. Saltó con todo su empeño para alcanzar las gradas, pero no tenía tanta fuerza como Zaykia.

Mórfidus agarró por los pies a Murray y lo bajó todo lo que pudo. Intentaban asegurarse de que Ser llegara arriba del todo. Menos mal que se les ocurrió esa idea, sino habría caído y tendría que intentarlo de nuevo. Ambos pudieron agarrar las muñecas del otro y la fuerza de Mórfidus sobró para subirlos.

Entre toda la confusión, pudieron distinguir a Zaykia. No fue muy difícil: una loca dando tajos a todo el que tenga delante destaca, o simplemente debían seguir el ancho rastro de muertos. Llegaron a una de las salidas de las gradas y se pusieron a su lado. Se apoyaron en la pared junto a ella, que esperaba al momento indicado para entrar en el pasillo lleno de guardias del ECTG.

Murray aprovechó el momento en el que estaban esperando: juntó las manos, cerró los ojos y se arrodilló. Zaykia le miró extrañada.

-¿Qué hace? –les preguntó
-Al parecer está en una religión que tiene la costumbre de rezar por los muertos. –Contestó Mórfidus –Supongo que lo estará haciendo por los que has matado. –al ver que tardaba más de lo habitual terminó la frase diciendo –y seguramente por los que estás a punto de matar.
-¡Qué tío más raro…! –comentó Zaykia –Pero yo no soy quién para juzgar.

-Vale. ¿Y ahora qué? –volvió a preguntar Murray al acabar.
-¿Solo sabes preguntar eso? –exclamó irritada Zaykia.
-Me gustaría saber qué debo hacer.
-Pues en cuanto podamos, nos separamos y vosotros os ocupáis de liberar a los prisioneros que no puedan hacerlo por sus propios medios y conseguir una nave.
-¿Desde  cuándo te preocupan los demás? –preguntó extrañado Ser
-Ellos serán una buena distracción. Vosotros dos estáis aquí porque Murray quiere.
-Sí. Eso ya nos lo explicó antes. –aclaró Mórfidus. –pero no entiendo por qué te preocupas por nosotros si solo necesitas a Murray.
-Porque nada le impide traicionarme. Tengo su palabra de la apuesta, pero si no hago un esfuerzo por proteger a los que considere sus amigos, o compañeros, o lo que sea… podría caerle peor de lo que ya le caigo.
-Bonito detalle. –comentó Murray burlándose.

Zaykia se encogió de hombros como respuesta.

-Oye… -volvió a hablar Murray cuando vio que Zaykia se disponía a entrar en el pasillo
-¿Qué?
-¿Has visto cómo está tu arma?

Zaykia le miró con la boca y los ojos entreabiertos, de reojo. Luego rió.

-Jajajaja… Ese viejo tenía razón. Tienes buen ojo para los detalles. Seguro que a las tías les mola eso. Jajajaja… Si, ya lo sé. Sé que esta preciosidad no durará mucho conmigo –dijo acariciando la hoja con la mano izquierda y sus labios casi rozándola. -¡¿Qué?! –exclamó cuando vio la cara de sorprendido de Murray. –No me irás a decir que no es bella. –inclinó la katana hacia él, sin ser una amenaza.
-Supongo. –reconoció un tanto extrañado.
-jumm… De todas formas sé que durará lo que necesito que dure.

Dicho eso entró en el oscuro pasillo que llevaba a la salida y a los guardias armados. Aún con el poco espacio, Zaykia esquivaba las balas y cortaba a sus enemigos. Les mataba instantáneamente. Los otros tres la seguían cuando el pasillo estaba limpio. Siguieron así hasta llegar a una zona abierta. Seguramente fue la zona más concurrida del coliseo. Había muchas tiendas ahora vacías, algunos mostradores de recepción y diversas pantallas repartidas por las paredes y colgando. Intentaron otra emboscada ahí, pero aun así no tuvieron oportunidad. Zaykia dejó a dos con vida a propósito. Los sentó junto a la pared y se acuclilló delante de ellos.

-Muy bien. –dijo sonriente –vosotros dos vais a ayudarnos.
-¿Por qué lo haríamos? –aventuró uno a preguntar. –nos mataréis igualmente.
-Por supuesto que lo haremos. –esa respuesta descolocó a los guardias. –pero vosotros decidís cómo queréis morir: ¿Muerte rápida e indolora o lenta y deliciosa? –les preguntó relamiéndose los labios

Ambos tragaron saliva, miraron a su compañero y asintieron con afán.

-Ayudaremos –dijeron al unísono.
-Tsk –masculló decepcionada –y yo que pensé que podríamos haber pasado un rato divertido.

Cogió a uno y se lo entregó a sus compañeros.

-Cuando os haya ayudado a liberar a los prisioneros, matadle. –les indicó –Que no sufra mucho en el proceso.


Se separó de los tres, bueno cuatro, y se dirigió a donde su rehén le indicaba que estaba el teletransportador para la fragata. Amenazó con que no tratase de engañarle, a lo que juró y perjuró temblando que ese era el camino.



JRS
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domingo, 21 de septiembre de 2014

Shinkalia II - capítulo 11

-¡¿Cómo dices?! –exclamó Emily Hash, dando un salto de su silla y golpeando la mesa con ambas manos.
-Que hay rumores de que el hombre que protegió Zaykia está organizando una fuga. –contestó Marc algo nervioso. –Si se tratara de otro cual…
-Lo sé, lo sé. –cortó a su secretario –No  vendrías a decirme sobre una posibilidad de fuga.

Emily se puso la uña del pulgar izquierdo en la boca, como si fuera a masticarla de un momento a otro. Cualquiera ignoraría rumores de un plan de fuga. Es inconcebible que alguno escape. Pero se trata de un hombre al que Zaykia protegió. Obviamente les engañó para hacer creer que el favor era sexual, dejando que los guardias que recogían a Murray les vieran vestirse. No se le ocurre cómo podrían escapar, pero estaba segura de que ese hombre había encontrado la forma. ¿Qué otro motivo tendría Zaykia de dejarle con vida de no ser así?

-Cogedle e interrogarle. –concluyó mientras se dejaba caer en la silla –Quiero que cuente todo lo que sabe, sobre todo los principales participantes. –su secretario se retiró nada más oír la orden.

Zaykia había matado a los que voluntariamente querían enfrentarse a ella. Su orden de que en pleno combate intervinieran y la pillaran por sorpresa los que quedaban no funcionó. Emily empieza a relajarse. Acaba de darse cuenta de que esta noticia le podría venir bien. Cogería a todos los principales responsables del plan y los ejecutaría con las bestias domesticadas. Un buen ejemplo para advertir qué ocurre si en vez de acatar las normas del coliseo te dedicas a fingir que lo haces. No pudo reprimir una leve sonrisa y hablar consigo misma.

-Así que intentando jugármela. ¿Eh? Menuda forma de pagarme los lujos que te ofrecí.

Se levantó del asiento y salió fuera. El sonido de los tacones resonaba con eco en el vacío pasillo que se extendía ante ella. Llegó hasta la sala de los domadores y entró sin llamar a la puerta. Todos los hombres que había dentro giraron la cabeza dirección a la entrada. Se levantaron instantáneamente al ver a su jefa, algunos directamente dieron un salto. El uniforme marrón y sus gorros les daban un aspecto humilde comparado con cómo vestía Emily.

-¿Qué bestia debería usar para matar a Zaykia? –les preguntó cuando se aseguró que los siete hombres que tenía enfrente escuchaban

Se miraron los unos a los otros.

-¿Habéis estado atentos a los combates? –volvió a preguntar al ver ignorancia en sus rostros

Todos negaron con la cabeza.

-Bien. Tengo que ejecutar a una mujer que es muy fuerte. Sé que no puedo enviarlas a todas o se podrían matar entre ellas. Así que decidid cuál enviaréis después de ver alguna repetición de cómo pelea.
-¿Qué más da? –preguntó uno –no irá armada. No importa…
-Sí irá armada. –le cortó
-¿Qué? ¿En serio? –dijo otro extrañado. –Por qué le daría…
-¡Callaos! –les gritó, ya perdiendo los estribos. –los detalles no importan. Simplemente mirad las malditas repeticiones y sabed que irá con una katana.

Después de gritarles se fue tan de improviso como había llegado. Todos estaban extrañados, pero inmediatamente hicieron lo ordenado. Vieron cada una de las batallas que participó Zaykia. Aunque llegaron a entender que dudara cuál de las bestias era la indicada para matarla, no comprendían por qué no le quitaban la katana.

Debatieron durante horas. No llegaban a un acuerdo. Que si los amarklos podrían entre todos con ella. Que si el jurkalim era mucho más rápido, fuerte y grande. Que si el enjambre de gyrlas sería demasiado para ella. La elección debía satisfacer a la directora Hash si no querían perder su puesto. Las pocas veces que se había enfadado tanto la gente perdía su trabajo. Una decisión bien argumentada y correcta era lo que necesitaban. Ya sabían que Zaykia no era una humana común, si erraban y era capaz de matar al que enviasen estarían en la calle. Finalmente eligieron a las gyrlas, un enjambre entero de esas abejas gigantes debería poder con cualquiera. Aunque se pusiera a matarlas, el número sería abrumador para cualquiera. Se cansaría antes de matarlas a todas. Como no querían hablar con su jefa estando tan irritable, tuvieron que echarlo a suertes para ver quién de ellos le comunicaría la noticia, expresando los pros y contras de su elección. Lo bueno de su elección es el motivo por el que lo eligieron. Lo malo es que no se trata de una bestia domesticada y podría salir de control con más facilidad.

Emily Hash escuchó todo lo que le dijo el nervioso empleado con los dedos juntos y los codos apoyados en la mesa. El silencio de su jefa le era insoportable. Entonces asintió y con la mano le indicó que saliera. Se estaba arrepintiendo de haber dejado a su cuidado la katana. Aunque por cómo estaban yendo las cosas, se imaginaba que posiblemente hubiera peleado por mantenerla junto a ella. Sus empleados le aseguraron que las gyrlas irían sólo por el camino establecido, todo estaría cerrado para evitar que se desviaran. Eso era suficiente para Emily. El sonido de alguien llamando a la puerta la alejó de sus pensamientos.

-¡Adelante! –indicó sin mucho ánimo.

Su secretario entró y se quedó en la entrada con la puerta abierta.

-Murray está listo para hablar.

“Al fin una buena noticia” pensó Emily mientras se levantaba de su asiento con una ligera sonrisa.



Volvamos atrás. Momentos después de que el secretario de Emily Hash recibiera la orden de interrogar a Murray. Él estaba tranquilamente en su celda, apoyado en los barrotes como siempre. Sus compañeros hablaban despreocupadamente. No le incluían en la conversación a no ser que mostrara interés. Echaba de menos a Sandra. Era la segunda vez que perdía a alguien amado. Poco tiempo disfrutado, largo tiempo sufrido. Le parecía una agonía que los dos momentos que sentía que había amado de verdad fueran tan cortos. No estaba seguro de querer sentirse así una tercera vez. De repente el guardia encargado de las celdas, el que se ocupaba de escoger a los luchadores, apareció. Todos los prisioneros callaron en ese momento, extrañados. La pelea de aquel día ya había concluido. ¿Qué hacía allí una segunda vez? Se acercó a la celda de Murray y le señaló. Acto seguido los dos guardias que le acompañaban le sacaron agarrándolo por los brazos.

-¡Oye oye oye! –Exclamó asustado Murray. -¿Qué pasa aquí?

El guardia que comandaba a los otros dos se detuvo. Los que sujetaban a Murray hicieron lo mismo. Cuando dio media vuelta, se miraron a los ojos.

-¿Qué pas…?

Un puñetazo en la barriga le cortó la pregunta y le dejó atontado. Todos los prisioneros se levantaron. Era la primera vez que tenían que emplear la violencia desde hacía mucho. Con un gesto ordenó que mostraran a Murray delante de todos.

-¡Hay rumores! –Empezó el fortachón –¡De que este hombre os ha prometido una salida del coliseo! –contó señalándole con la mano

Las miradas de los prisioneros pasaron por todos sus compañeros.

-¡Ya descubriréis lo que ocurre si ese tipo de rumores son ciertos!

Al marcharse por el ascensor que conectaba con el resto del coliseo, en vez del de la arena, todos susurraron entre ellos.

-¿Quién se ha chivado?
-Sin él no habrá fuga ¿Verdad?
-Se supone que es el piloto de Zaykia. ¿Qué pasará si lo matan y se cancela?
-Joder, ya tenía esperanza de poder salir de este lugar
-Como pille al que se chivó me lo cargo.

Murray seguía algo dolorido del golpe en el estómago cuando se pudo dar cuenta de que estaba en el ascensor por el que entró en su llegada al coliseo. Seguía junto a los tres guardias, dos sujetándole y el que le pegó justo a su derecha, quieto como una estatua. “Menudo golpe” pensó mientras hacía una muesca de dolor. Miró al guardia que le había golpeado y después a su musculoso brazo.

-Genial –no pudo evitar murmurar.
-¿Has dicho algo? –preguntó amenazante el guardia.

Al ver que no había respuesta le agarró por la mandíbula y le obligó al contacto visual.

-¡Te acabo de hacer una pregunta! –le rugió
-No. No he dicho nada.

Le soltó con una expresión de desprecio y volvió a su postura original.

Las puertas automáticas se abrieron, dejando ver un pasillo blanco que Murray nunca había visto. Le arrastraron sin dejarle levantarse hasta a una puerta con un letrero que ponía Sala de descanso para luchadores. Murray leyó eso y no pudo evitar pensar “¿Qué cojones…?”. No se dio cuenta de que su cara expresaba sus pensamientos.

Entraron y le sentaron a la única silla que había de metal. Colocaron sus manos en los apoyabrazos y el metal se cerró por sus muñecas, dejándolo inmovilizado. El resto de la sala estaba vacío y había solo una luz, que venía justo de su cabeza en el techo. Murray tragó saliva al saber de qué trataba todo eso.

-Vas a decirme cómo pensabas escapar. –fueron las primeras palabras tranquilas que dijo el guardia superior.
-¿Escapar? ¿Qué cojones estás diciendo? No s…

Un puñetazo en la mandíbula casi se la descoloca. Le indicó a sus subordinados con la cabeza que se fueran y obedecieron con el mismo silencio que han tenido siempre delante de los prisioneros.

-No te hagas el imbécil conmigo. Tú y yo sabemos que estás planeando escapar.

Murray intentaba controlar su respiración. Abrió y cerró la boca un par de veces, moviendo la mandíbula tanto como puede y temiendo que se la rompa en el siguiente golpe.

-Te digo que no tengo…

Otro puñetazo en la barriga, esta vez más flojo.

-¿Te han torturado antes? ¿Sabes por qué no te pego con todas mis fuerzas?
-¿Porque entonces podría morir antes de hablar? –preguntó temiendo la fuerza de aquél guardia
-Buena respuesta. –le dijo acariciando su pelo y un tono de voz suave. –Ahora veamos si podemos ir a otra respuesta igual de buena.
-Pero es que…

Otro golpe en la cara, por el lado contrario al primero.

-Si los golpes no sirven y no puedo pegarte con todas mis fuerzas por miedo a matarte… puedo usar otros métodos.

Se acuclilló, mirando con cara de pena a Murray.

-¿Quieres conocer los otros métodos?

Murray temía cada palabra. Pero aun así se mantuvo terco.

-No sé nada de lo que me estás diciendo.

-¡tch! –masculló decepcionado mientras se levantaba. –No me dejas alternativa.

Cogió el dedo meñique de la mano derecha de Murray y lo juntó con el dorso de la mano. Se pudo escuchar el hueso desencajándose justo antes del grito.

-¡AAAAAAAAAAhhhhhhhhhh…!

Todos los músculos se tensaron como acto reflejo. Cuando dejó de gritar su respiración se volvió mucho más fuerte y rápida. El guardia volvió a hablar.

-¿Por qué no te ahorras todo el sufrimiento? Cuando tú me digas puedo llamar a mi jefa y le dirás a ella todo lo que necesita oír. Todo lo que debes decir.

Murray miró a los ojos de su torturador. Sonreía amablemente, como si lo que estaba haciendo fuera algo normal. Posiblemente para él lo fuera. Cerró los ojos para aguantar el dolor y notó que le agarraban el siguiente dedo, el anular.

-¡Está bien, está bien, está bien! –gritó desesperado. –Pero por favor. No sigas. Te lo suplico.

El torturador asintió y se dirigió a la puerta. Murray no pudo oír lo que le decía al otro lado, le dolía demasiado y solo podía escuchar su propia respiración agonizante.



Emily Hash entró por la puerta. Murray la reconoció de cuando estuvo en la “celda” de Zaykia. Sabía que era la directora. No esperaba que alguien con un cargo tan alto fuera a ser el interrogador. El secretario iba detrás, con una silla de madera que puso enfrente del prisionero atado por los metales de la silla. Murray estaba sudando, seguramente porque le habían dejado el dedo sin colocar correctamente. Le seguía doliendo, pero no tanto como al principio.

-Murray. ¿Verdad? –dijo Emily cuando se sentó, cruzando las piernas. –Tengo entendido que le debes un favor a Zaykia. Eso de primeras no me preocupó. Pero cuando oí de mis guardias que eres el origen de rumores de fuga, no pude ignorarte.

Se miraban a los ojos. Emily sonreía tranquila. Una máscara de sus verdaderos sentimientos: Estaba furiosa. Se controlaba para que no tuviera que oír gritos de dolor si no cooperaba, por culpa de ser demasiado brusca.

-¿Me podrías decir qué debías hacer para Zaykia? ¿Acaso sabes cómo huir de aquí? –preguntó levantando un poco las manos, indicando todo el lugar.
-No lo sé y no. –contestó todo lo calmado que pudo
-¿Cómo dices? Mi secretario me ha dicho que estabas dispuesto a hablar. –dijo mostrando un poco de irritación
-No sé qué quiere que haga Zaykia. No sé cómo huir de aquí.
-¿Esperas que me crea eso? –respondió completamente seria, llegando al enfado.
-Mire. Tiene que creerme. –contestó desesperado –Cuando Zaykia me dijo de escapar le pregunté que si ese era el favor. Me contestó que no, que el favor vendría después de la fuga. Que escapar de aquí es un interés común. Solo me dio unas instrucciones, no tengo ni idea de cómo escapar de aquí.
-Así que Zaykia es quien tiene el plan. Dime qué instrucciones te dio.
-Me dijo que esparciera por los prisioneros la noticia de la fuga, que ellos serían una buena distracción.
-¿Cuándo?
-No lo sé. Me dijo que lo sabría en el momento. –siguió confesando asustado.
-¿Entonces solo te quería para esparcir la noticia? –siguió preguntando, mostrando cada vez más impaciencia.
-Yo y otros dos debíamos estar con ella y seguir sus instrucciones cuando llegara el momento. Eso es todo, se lo aseguro.
-Sus nombres. –Dijo levantándose –Quiero los nombres de los principales implicados aparte de ti y Zaykia. –sentenció elevando la voz.
-Ser y Mórfidus. –reveló mirando al suelo, sintiéndose fatal de haber vendido a sus compañeros.
-Nadie más. ¿Seguro?

Murray asintió lentamente, tragando saliva. Emily se dirigió a la puerta y antes de salir le dijo al guardia.

-Llévale para ejecución
-¡¿Qué?! –exclamó Murray asustado -¡No! ¡No por favor! –la puerta se cerró -¡Piedad! –le gritó, aun sabiendo que seguiría ignorándole.

Le recolocaron el hueso, haciendo que volviera a gritar de dolor, y le liberaron. Cayó redondo, acurrucado aguantando como podía las lágrimas. Ya no tendría que preocuparse de si volvía a enamorarse o del dolor de recordar lo que había perdido. Todo estaba a punto de acabar para él.

Le levantaron y arrastraron de nuevo por el pasillo hasta otra puerta. Esta vez ponía: para luchadores retirados. “Menudo humor” pensó antes de que le tiraran dentro de la habitación. Blanca e iluminada desde lo que parecía de todas partes, tenía un banco que iba por toda la pared. Murray no proyectaba sombra alguna.

Cuando pudo levantarse del suelo y sentarse, la puerta se abrió de nuevo. Ser y Mórfidus entraron dando tumbos, gritando que a qué venía todo eso. Entonces se percataron de Murray.

-¿Qué pasa aquí? –preguntó Mórfidus

Murray les miró cabizbajo, con la boca abierta, intentando sacar fuerzas para contarlo.

-Lo siento –dijo llevándose las manos a la cabeza.

Ambos le miraron serios. No terminaban de entender qué pasaba.


-¡Eh! Vamos –intentó animarle Ser sentándose a su lado. –Tranquilízate y cuéntanoslo todo.
-Es un poco difícil… -tragó saliva –pero… al menos merecéis saber… que por mi culpa… estáis aquí.



JRS
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