jueves, 11 de septiembre de 2014

Shinkalia II - capítulo 9

Murray siguió luchando, sobreviviendo en cada combate, rezando cuando por fin descansaba en la celda. A medida que morían luchadores, más llegaban del planeta o de un envío de prisioneros. En algunas ocasiones estuvo a punto de perecer, pero un poco de suerte y habilidad conseguían que pudiera vivir un día más. En la pantalla de su celda pudo ver que Mórfidus, Ser y Zaykia estaban perfectamente. Esperaba no tener que enfrentarse a ellos, sabe que son mejores que él en batalla. Pero eso habría sido como esperar a que Sandra se hubiera salvado de la ejecución.

Volvieron a llamar a Murray como luchador y les proporcionaron subfusiles automáticos y cuchillos de guerra. La ropa que les daban iba cambiando orientada a ser cada vez más práctica en el mapa elegido para la batalla. Les hicieron ponerse un traje oscuro, con finas líneas del color de su equipo en brazos y piernas, y un casco que ocultaba la cara pero no protegía, solo dificultaba el movimiento, visión y la posibilidad de reconocer a los demás.

Aquél escenario se había vuelto bastante típico: pequeños edificios cúbicos de metal, por dentro vacíos y cuyas puertas y ventanas permitían sorprender al enemigo. Murray iba en el equipo rojo y no había reconocido a nadie de su equipo que conociera. La voz femenina mecanizada, el pitido de cuenta atrás, el bullicio inicial del público, los inútiles comentarios del locutor… cosas a las que se había acostumbrado y que aprendió a ignorar, como si no estuvieran allí. Todos los luchadores se replegaron por las tortuosas calles del escenario, apuntando con sus armas en todo momento. A los pocos minutos del comienzo ya se escuchaban los repetitivos disparos de las armas automáticas. La cantidad de luchadores que había conseguido la empresa que organizaba el coliseo era brutal. Se permitían perder diez luchadores cada día como mínimo en los combates de diez contra diez, en caso de que en el equipo vencedor no hubiera bajas.

Estaba a punto de llegar a una esquina cuando de repente uno del equipo rival le sorprendió y le puso contra la pared y el cuchillo en el cuello. Se había dado por muerto cuando de repente se separó de él. Le miró de arriba abajo y Murray pudo reconocer su voz.

-¿Murray? –se quitó el casco para dejar claro que se trataba de Zaykia. Le sonrió y continuó hablando. -¿Qué tal? Veo que sigues de una pieza.
-Se supone que tendrías que haberme matado. -dijo extrañado  -¿Y cómo me has podido reconocer? –Murray se quitó el casco también.
-Tengo buena memoria. ¿Y por qué iba a matarte?
-Estamos en equipos rivales. Sobrevivimos matando al equipo rival.
-Ya, bueno. Tú me debes un favor ¿Recuerdas? No tienes permitido morir hasta que cumplas.

Murray estaba estupefacto. ¿Zaykia aún pensaba en eso? ¿Qué podría hacer él para ella en esta situación?

-¿Qué quieres de mí? –le preguntó extrañado
-¡Aquí no! Mejor hablar de eso en un lugar más… privado. –dijo acercando las caras.
-¿Y cómo planeas hacer que sobrevivamos los dos? –preguntó Murray intentando que se diera cuenta de que era imposible que ambos salieran vivos de esa batalla.
-Matando a todos los miembros de ambos equipos. –contestó con naturalidad. –y ahora mantente cerca de mí para asegurarme de que no la palmas.

Murray no pudo contradecirla. Simplemente se puso a seguirla. Sabía que intentar matarla ahora sería inútil. Ya intentó hacerle daño por el tema de la apuesta y le fue imposible mientras se suponía que estaba despistada, ahora que se mantenía alerta ni siquiera podría soñar con ello. Después de haberla visto peleando por la pantalla de su celda, no le extrañó ver que no llevaba el arma de fuego. De repente empezó a correr y al llegar a una de las puertas atacó dentro sin dudar. El cuchillo ahora goteaba sangre.

-Murray, dispara allí –dijo señalando por donde habían venido.

Apuntó y nada más ver aparecer lo que parecía un brazo disparó. Zaykia llegó en un segundo a la posición del luchador y lo mató igual de rápido que el anterior.

-No necesitabas que disparase. ¿Verdad? –le dijo Murray cuando ella llegó junto a él.
-Jajaja. Por supuesto que no. Pero pensé que te gustaría sentirte útil.
-Déjalo, no va contigo ser amable.
-Que cruel. –finalizó fingiendo estar dolida.

Cuando Zaykia estaba a punto de terminar de matar a todos los luchadores, Murray volvió a hablar.

-¿Estás segura de esto? Los que no siguen las normas acaban ejecutados.
-¿Te preocupas por mí? Que tierno –se burló
-Me preocupo por mí. No quiero que la próxima vez que me llamen sea para que una bestia domesticada me use de merienda. –explicó Murray
-Las bestias domesticadas no son para tanto. –le quitó importancia Zaykia
-Quizá para ti no, pero yo soy solo un hombre normal.
-Y recalquemos lo de “hombre” –Un luchador había aparecido en el final del pasillo y Zaykia acabó con él en los dos segundos que le llevó recorrer la larga distancia.
-No creo que esa velocidad sea normal –dijo un poco asustado
-Solo si has vivido y entrenado lo que yo. –sonrió de nuevo –y esto no es nada comparado con antes.
-¿Puedes ir más rápido? –preguntó sorprendido
-Pero necesito ayuda para eso. –aclaró Zaykia. Aunque estaba mintiendo. Puede ir más rápido, pero su máxima velocidad sí necesita de una ayuda externa.
-Creía que eras una mujer solitaria.
-Rumores, rumores, rumores.

Finalmente el resto de luchadores murieron. Los edificios bajaron hasta esconderse en el suelo y el boquete donde estaba el ascensor se abrió. Cuando llegaron allí también lo hizo la plataforma vacía.

-¿Ves? Te dije que no habría problema

Bajó en cuanto ambos se montaron. El techo se cerró lentamente, dejándolos a oscuras. Tardaron más de lo que Murray recordaba y en algunos momentos pensó que se movían a los lados. Cuando hubo luz de nuevo Murray no reconoció el lugar.

Salieron de la plataforma por una puerta normal. El nuevo lugar estaba mucho mejor iluminado que las celdas. La luz del sol entraba por unos inmensos ventanales que iban del suelo al techo y se podía ver el puerto espacial desde ahí. Estaban a bastante altura y Murray comprendió ahora la tardanza y la sensación de que iban hacia los lados, subían y bajaban. La habitación era muy espaciosa. Estaba incrédulo. Un sofá rojo semicircular de cara a los ventanales donde entrarían seis personas, una gran mesa rectangular de madera con seis sillas y una puerta que conducía a un dormitorio. Comparado a lo que estaba acostumbrado, incluso antes de que le encerraran en el planeta, aquel sitio era un palacio.

Zaykia se sentó en el sofá con los brazos por detrás del respaldo. Murray dio un par de vueltas e incluso entró a mirar la habitación, que tenía otra puerta que daba a un baño, una cama de matrimonio, una mesita y una silla.

Finalmente Zaykia habló.

-¿Qué te parece? No está mal ¿Eh?
-¿Cómo? ¿Por qué? –Estaba tan extrañado que solo supo formular esas preguntas
-Porque soy yo… Porque el espectáculo que doy lo merece… Porque en un combate de todos contra todos maté a treinta y nueve hombres sin despeinarme y hasta le pregunté al público cómo quería que ejecutara a los demás luchadores. –Dijo mostrando esa expresión macabra.

De repente se abrió de nuevo la puerta por la que habían entrado. Emily Hash apareció igual de bien vestida que siempre.

-¿Algún problema con la actuación de hoy? –preguntó Zaykia girando su cabeza al tenerla justo en su espalda.
-En absoluto. Les encanta que seas tan impredecible. Nadie se esperaba que fueras a proteger a uno de los luchadores. –Hash miró de arriba abajo a Murray. –y precisamente quería conocer al hombre que has protegido. Me intriga saber el motivo de haber acabado con tu propio equipo solo por él.
-Es como dije en la arena. Me debe un favor.
-Sabes que podemos hacer casi cualquier cosa por ti, siempre que pelees como siempre. ¿Qué puede hacer él por ti que nosotros no? –A Hash no le gustaban los imprevistos y que para mantener contenta a Zaykia le tenga que permitir a un luchador normal como Murray protección no le agradaba
-Ahí le ha dado. CASI cualquier cosa. Él… puede hacer “ciertas” cosas –contestó haciendo énfasis en “ciertas” –que él puede y vosotros no. No sé si me explico.

Hash volvió a mirar de arriba abajo a Murray. Se relamió los labios y se dirigió a la puerta.

-Está bien, Zaykia. –Se detuvo justo antes de salir –¿Necesitas que le demos alguna protección? Nos gusta cuando estás contenta y masacrando a tus oponentes.
-No creo que sea necesario, hasta ahora se ha valido bien él solito.
-Pues me despido. Dentro de poco llegarán tus oponentes y tenemos cosas que preparar. Hasta pronto.

Murray se sentó en el sofá, a cierta distancia de Zaykia. No sabía muy bien qué hacía allí y esperaba que se lo aclarase. También le intrigaba sobre lo que habían hablado. No solo el tema del favor, también sobre los supuestos oponentes que Hash había mencionado.

-¿Quién era esa? –rompió Murray el silencio.
-La directora del coliseo.
-¿Me vas a contar al fin qué quieres que haga por ti? –estaba cansado de que la tuviese en ascuas y quería quitarse cuanto antes el peso de aquella dichosa apuesta.
-Aún no. Pero no te preocupes, antes de que te pida el favor tenemos ciertas cosas que planear. -contestó con una ligera sonrisa, más amable a la que uno se acostumbra con ella.
-¿Tenemos? Me parece que aquí tienes la vida resuelta. Matas a placer, te dan cualquier lujo que pidas…
-¿Eres más imbécil de lo que pareces? –volvió a su borderío habitual. –Seguimos en prisión por si no te has dado cuenta. Y te voy a dejar una cosa clara: ¡Odio estar encerrada!
-¿Y qué piensas hacer para remediarlo? Los planeta-prisión son tan temidos porque nadie se escapa de ellos.
-Eso es porque ninguna nave entra ni sale de ellos.

A Murray le impactaron esas palabras. ¿Pensaba aprovechar las naves estacionadas?

-Por si no te has dado cuenta ahora estamos más vigilados que antes. –Murray intentaba hacer que entrase en razón: No hay forma de huir.
-Eso me viene perfecto. Cuanto más me vean, más me temerán. Solo tenemos que organizarnos un poco y esperar.
-¿Esperar a qué? –Él seguía sin creerse lo que estaban hablando
-A que me den mi arma favorita. –Murray se quedó sin palabras, no entendía nada. Pero Zaykia siguió hablando –Dentro de poco, para enfrentarme a gente que quiere una recompensa por matarme en el coliseo, me darán una buena katana. Esa arma es como una buena amante: si sabes cómo tratarla, hará cosas increíbles por ti.

Murray se levantó y empezó a andar hacia la ventana. Miró el puerto espacial y luego a la nave del ejército que estaba estacionada en el cielo. Solo podía pensar que Zaykia estaba loca. Aunque consiguiera lo que insinuaba, esa fragata volaría en pedazos cualquier nave que despegara con algún prisionero. Incluso cogiendo rehenes, que sería la opción más lógica, no dudarían en disparar para evitar que unos delincuentes como ellos… o más bien como ella escapara.

-¿Y qué piensas hacer respecto a la fragata del ejército? –preguntó Murray indicándola con la cabeza
-¿Esa nave? Verás… con esa nave hemos tenido buena y mala suerte al mismo tiempo. –contestó levantándose del sofá y acercándose a Murray.
-¿Cómo?
-Conozco esa nave.  El dueño es el Capitán Horld.-dijo muy segura

Murray la miró perplejo, asustado, incrédulo.

-Veo que has oído hablar de él. –siguió hablando Zaykia con una sonrisa burlona.
-Claro que he oído de él. –contestó horrorizado –Ese  hombre es famoso por sus estrategias militares. No deja nada al azar…
-¡Exacto! –le cortó Zaykia –no deja nada al azar. Y también procura que sus hombres sobrevivan a las batallas. Sus estrategias no consisten en matar más enemigos, sino en conseguir la victoria con la menor cantidad de bajas aliadas.

Murray se mantuvo callado, esperando que ella aclarase todo el asunto de por qué tener como obstáculo a uno de los mejores estrategas del ejército de El Gobierno De La Tierra era algo bueno. También tenía la sensación de que Zaykia hablaba como si le conociera en persona.

-Mira, si él supiera que yo estoy aquí mandaría evacuar el lugar solo para bombardearme. –dijo muy seria –Y la cuestión es que cuando se entere, será demasiado tarde y para proteger a sus hombres hará lo que yo le diga.
-Hablas como si le conocieras. –comentó Murray
-Le conozco. –confesó Zaykia –Sé que él se sacrificaría por sus hombres, que él no dejaría que ellos murieran con facilidad y que sabe que no tiene nada que hacer contra mí. Así que simplemente llegaré a la nave y le obligaré a desactivar las armas. Entonces tu podrás coger una de las naves de ahí abajo y sacarnos de aquí.
-Entonces el favor es que te ayude con esto. –aclaró Murray
-No. El favor vendrá después. La huida es algo que nos beneficia a ambos… ¿O ahora me dirás que te apetece quedarte en este planeta el resto de tu vida?

Murray lo meditó un rato. La idea de escapar era tentadora. Una locura, pero tentadora al fin y al cabo.

-Mira, no puedo hacer esto sola. –confesó Zaykia –Lo único que sé hacer es matar.
-¿Y nosotros dos podremos?
-Necesitamos una revuelta de prisioneros en condiciones. –declaró Zaykia
-Quieres que yo la inicie.
-¿Qué me dices? Cooperamos, me haces el favor y te largas a vivir tu vida.
-Está bien. Nadie en su sano juicio podría rechazar la posibilidad de escapar de esta mierda de prisión. –cedió Murray al fin.
-Nadie en su sano juicio intentaría escapar con todo lo que debemos enfrentar. –le contradijo.
-¿Entonces tengo que encontrar luchadores que estén locos?
-No. Simplemente digo que no se te ocurra pensar que yo estoy cuerda. –se mofó Zaykia.
-Jamás en la vida, podría pensar ni por un momento, que precisamente tú estés cuerda. –confesó Murray –Vas a enfrentarte a uno de los capitanes más temidos del ejército de El Gobierno De La Tierra. No solo eso, he visto cómo te enfrentaste sola a un mago. Esas cosas las hacen los locos que se creen invencibles. Y yo sé una cosa: Nadie es invencible, en algún momento perderás.
-Lo sé. Pero ese momento será cuando ya nos hayamos largado de aquí. –contestó muy segura de sí misma.
-Esto va a ser divertido. –bromeó sin mucho ánimo

Zaykia volvió a mostrar su expresión de psicópata, le miró a los ojos y le dijo.

-Cada vez me caes mejor



Dos guardias entraron por la puerta del ascensor a tiempo para ver cómo Murray terminaba de ponerse la camiseta. Zaykia salió del cuarto solo con los pantalones hechos de la piel de los gusanos, dejando ver las vendas que empleaba de sujetador. Los miró con los ojos entrecerrados, mostrando irritación. Se pusieron nerviosos, temiendo su ira.

-¡¿Qué estáis mirando?! –les rugió.

Acto seguido se dieron la vuelta.

-¡Lo siento! –gritaron al mismo tiempo.

Aunque no deberían temer que un luchador tuviera el valor de atacarles, Zaykia da miedo a cualquiera que tenga poca fortaleza. Volvió a entrar a la habitación y salió con la ropa que le hicieron con la piel de los gusanos.

-Supongo que estáis para escoltar a Murray a las celdas. –dijo Zaykia, sonando irritada por la reciente escena.

Los guardias se giraron y asintieron, aún algo nerviosos.

-Ya nos volveremos a ver –se despidió Murray.

El ascensor permaneció igual de oscuro que siempre hasta que llegaron a las celdas. Empujaron a Murray por la puerta y pudo ver que todos los prisioneros le observaban. Podía imaginarse perfectamente el motivo de esas miradas de odio. Se debían estar preguntando por qué Zaykia le protegió. Odiando la suerte de aquel hombre de ser protegido por la persona más fuerte de todo el coliseo. Además, todos imaginaban el tipo de favor que quería Zaykia, estando muy alejados de la realidad.

Le encerraron en su celda de siempre y se largaron. Más miradas de desprecio fue lo que vio al levantar la cabeza. Se sentó apoyado en las rejas y suspiró. A ver cómo les decía las intenciones de Zaykia teniendo esas caras de pocos amigos. Por ahora pensaba mantenerse callado hasta que se le ocurriera qué decir, pero uno de ellos habló. Con la poca luz que hay es difícil a veces reconocer quién te habla, aunque Murray estaba seguro de que era la primera vez que le veía. Un hombre con el pelo afeitado, musculoso y las ropas desgarradas. Debía de haber llegado justo a tiempo para ver el combate y ponerse al día por los demás prisioneros.

-¿Qué has hecho con Zaykia? –le preguntó intrigado.
-Hemos hablado. –respondió desganado
-¿En serio? Eso no se lo cree nadie. –Sonrió y se sentó a su lado. –por cierto me llamo Cristof.
-Soy Murray. Y sí, te lo digo en serio. No te pienses que Zaykia dejaría a un hombre hacer algo con ella.
-Chaval. Da igual lo fuerte que sea. Es una mujer y como todas, tienen necesidades que satisfacer con los hombres.
-No me llames chaval. No somos tan cercanos. Y como Zaykia te oiga, te aseguro que te rebanaría en cientos de trocitos.
-¡Ja, ja! No lo dudo. –Le rodeó con un brazo, ignorando el comentario de que no son cercanos. –Entonces si solo habéis hablado, supongo que no te importará decirme de qué. A lo mejor me lo creo y todo.
-Ha hablado conmigo sobre escapar. –confesó sin dudar y con tranquilidad.

Cristof abrió la boca con la intención de hablar. Separó su brazo. No supo qué decir y simplemente se quedó así, estupefacto.

-¡Ja!

Saltó otro de los prisioneros. Un hombre de pelo corto, pelirrojo, sin camisa y también musculoso. Tenía una cicatriz horizontal de mejilla a mejilla. Se llamaba Tyruks.

-¿De verdad piensas que Zaykia querría escapar? ¿No has visto por esa pantalla cómo se lo está pasando de puta madre?
-¿Y tú no te das cuenta de que Zaykia también es una prisionera? –le preguntó Murray intentando convencerlo –Está deseosa de largarse.
-Jajajajaja

Todos los prisioneros que oyeron esas palabras rieron. Aquellos que no rieron preguntaron qué había pasado y al oír lo que había dicho Murray no tardaron en hacerlo también, hasta que todos los prisioneros de ese grupo de celdas se calmaron. Los guardias seguían ignorando a los luchadores, solo estaban ahí por si había alguna disputa física entre ellos.

-Entonces no queréis escapar. –Comentó Murray
-Dime cómo planea escapar esa puta. Nadie escapa de un planeta-prisión. –Dijo Tyruks irritado.
-Eso mismo le dije yo. Pero si te pones a pensarlo. ¿Por qué no se puede ni siquiera hacer un intento?
-Pues porque las na… ¿Está loca? De tod…
-Entonces crees en lo que he dicho –le cortó Murray. -¿Quieres intentar pelear por tu libertad en vez de para entretener a un puñado de gilipollas? –le ofreció sonriendo
-¿Cuál es el plan? –Volvió a hablar Cristof
-Da igual el plan –intervino Hoggou. Un tipo flacucho con el pelo corto y rubio –Por si no lo sabéis, hay una fragata del ejército de El Gobierno De La Tierra. No hay forma de que cojamos una de esas naves y nos vallamos de rositas.
-Cualquier plan es mejor que ninguno –le contestó Cristof. –Es como ha dicho Murray: o morimos entreteniendo a esa gente o morimos intentando escapar. –Sonrió emocionado –No sé tú. Pero yo moriría feliz si soy capaz de matar a uno o dos guardias en plena fuga.

Los que estaban en esa celda y los que escuchaban la conversación en las adyacentes lo pensaron un momento. No tenían nada que perder, de todas formas estaban condenados a morir. Simplemente tenían que hacer una decisión cuya respuesta era muy simple para ellos: muerte asegurada en la arena o posible muerte en una fuga. En el minuto que tardaron en decidir eso esparcieron el rumor por todo el grupo de celdas. Mientras los murmullos iban por toda la habitación, Tyruks le volvió a formular la pregunta de Cristof a Murray.

-¿Cuál es el plan?
-Esperar. –contestó. –Esperar y difundir la información a los demás grupos de celdas.

Todos le miraron boquiabierto.

-¿No te estarás quedando con nosotros? –se enfureció Hoggou. –Hay una cosa que sigo sin creer: ¿De verdad Zaykia está planeando largarse?
-Ese es uno de los motivos por los que ha procurado que sobreviviera. Necesita a un piloto y creo que soy el único que conoce. También necesita que cuando llegue el día, haya un gran escándalo en las celdas para que el capitán de esa nave no se percate de Zaykia.
-¿Por qué no debe percatarse de ella? –Se quedó intrigado Cristof
-No sé los detalles exactos. Pero al parecer Zaykia conoce a ese capitán y…
-¿Conoce al capitán Horld? –le cortó Hoggou

Todos los oyentes se quedaron petrificados. ¿El Capitán Horld lideraba esa nave? Todas las esperanzas de salir de la prisión se desvanecieron.

-No me tomes el pelo. –siguió hablando –¿cómo iba a conocerlo?
-No tengo ni idea de los detalles –repitió Murray –pero la cuestión es que todo se iría al garete si se enterara de que Zaykia está aquí
-¿Quién afirma que no lo sabe ya? –preguntó Tyruks –tengo entendido que es capaz de planear diez formas de llevar a cabo una batalla en solo cinco segundos.
-Por favor, no exageremos los rumores –intervino Cristof –da igual quién sea el capitán, yo tengo claro que lo intentaré aunque solo muera. Tenemos que tener claro que escapar es imposible. Lo que debemos responder para saber si se va a llevar a cabo la fuga es: ¿cómo queremos morir?

Todos callaron un momento. Ya sabían eso de sobra. Lo sabían justo en el momento en el que nombraron la fuga. En ese instante se sintieron idiotas de haber dudado sólo porque conocían el nombre del capitán de la fragata. Se miraron los unos a los otros. A pesar de la oscuridad pudieron descifrar sin problemas esa mirada.


-¿Solo esperar y divulgar la información de la fuga? –habló Cristof
-Así es. Ni siquiera yo sé cuándo será. Debemos esperar a que Zaykia dé el primer movimiento.
-Seguramente algunos no sobrevivan tanto tiempo. –dijo Tyruks
-¿Qué diferencia hay entre esperar a Zaykia y esperar a la muerte en la arena? –preguntó Murray.
-La diferencia es que ahora tendremos un ápice de esperanza en escapar. –contestó Hoggou
-Entonces los combates serán más entretenidos y habrá menos ejecuciones. –comentó Tyruks.
-Pues buena suerte con sobrevivir hasta el esperado día. –finalizó Murray la conversación con una expresión amable y desafiante en su rostro.



JRS
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