Ha pasado una
semana y siguen sin saber qué hacer. Murray ha perdido otra oportunidad de la
apuesta: intentó atacarla cuando dormía y le paró el cuchillo antes de que le
rozara el brazo. Han enterrado los cadáveres de los miembros del grupo que
habían muerto. Solo quedaban Murray, Ser, Mórfidus, Sandra y Zaykia. Se habían
preguntado por qué la nave de prisioneros seguía cerca del planeta, no se había
movido desde que llegó. La respuesta les llegó cuando llegaron unos viajeros
que les contaron que estaban construyendo algo en el este. Finalmente coincidieron
en que tenían que decidir qué hacer a continuación.
-¿Piensas
quedarte con nosotros, Zaykia? –le preguntó Ser.
-No sé. –respondió seca
-Me sorprendió mucho que fueras a protegernos.
-No te sorprendas tanto, os había dado por muerto a todos.
-Oye, he querido preguntarte por qué me salvaste –dijo Murray.
-Tenemos una apuesta ¿No es así? –Contestó con una ligera sonrisa.
-¡Espera, espera, espera! ¿Has hecho una apuesta con Zaykia? –Se alteró Ser. Murray asintió -¡Joder! Cuando te dijimos que tuvieras cuidado con ella… ¿Prestaste atención? Hacer una apuesta con ella es peor que hacerla con el mismísimo diablo. –Zaykia se mantenía callada, disfrutando de lo que decía.
-Tampoco exageres –contestó Murray –solo tendré que hacerle un favor si pierdo. No puede ser para tanto.
-¿Y qué quieres de él? –dijo dirigiéndose a Zaykia.
-Eso no te importa. –le respondió tajante. –Ahora volvamos al tema principal. ¿Qué vais a hacer?
-Yo digo que nos alejemos de la construcción que han hecho. Si es una arena de combate no quiero que me metan ahí. –intervino Sandra
-Estoy con ella –dijo Mórfidus
-¿Decidido? –preguntó Ser –nos alejaremos lo que podamos.
-No sé. –respondió seca
-Me sorprendió mucho que fueras a protegernos.
-No te sorprendas tanto, os había dado por muerto a todos.
-Oye, he querido preguntarte por qué me salvaste –dijo Murray.
-Tenemos una apuesta ¿No es así? –Contestó con una ligera sonrisa.
-¡Espera, espera, espera! ¿Has hecho una apuesta con Zaykia? –Se alteró Ser. Murray asintió -¡Joder! Cuando te dijimos que tuvieras cuidado con ella… ¿Prestaste atención? Hacer una apuesta con ella es peor que hacerla con el mismísimo diablo. –Zaykia se mantenía callada, disfrutando de lo que decía.
-Tampoco exageres –contestó Murray –solo tendré que hacerle un favor si pierdo. No puede ser para tanto.
-¿Y qué quieres de él? –dijo dirigiéndose a Zaykia.
-Eso no te importa. –le respondió tajante. –Ahora volvamos al tema principal. ¿Qué vais a hacer?
-Yo digo que nos alejemos de la construcción que han hecho. Si es una arena de combate no quiero que me metan ahí. –intervino Sandra
-Estoy con ella –dijo Mórfidus
-¿Decidido? –preguntó Ser –nos alejaremos lo que podamos.
Todos se
levantaron salvo Zaykia. Ella permanecía meditando, pensando qué hacer.
Cargaron los suministros en la carreta. Se dispusieron a irse pero Murray fue a
ver si Zaykia les iba a seguir, ya que no había vuelto a hablar. Tenía la
mirada perdida, no parecía estar en este mundo. Murray pasó la mano delante de
sus ojos a ver si reaccionaba. Sacó su cuchillo y repitió la acción. Lo volvió
a guardar y se arrodilló delante de ella. Gritó un par de veces y nada. Se puso
a chasquear los dedos mientras con la otra mano sacaba de nuevo el cuchillo,
muy despacio. Como seguía sin reaccionar intentó clavarle el cuchillo en la
pierna lo más rápido que pudo. Zaykia levantó las dos piernas, dándole una
patada en la mandíbula. Ya reaccionaba.
-Oye, ¿Qué
pasa? –aún estaba despertándose
-¿Cómo que qué pasa? ¿Me ignorabas a propósito para provocarme?
-¿Qué? –entonces se fijó en el cuchillo –¡Ja! Entonces ya se acabaron tus oportunidades –dijo mostrando un poco de sorpresa
-No te hagas la sorprendida
-Te lo digo enserio. Estaba completamente absorta en mis pensamientos. Solo cuando hiciste ruido volví en mí.
-¿Cómo que qué pasa? ¿Me ignorabas a propósito para provocarme?
-¿Qué? –entonces se fijó en el cuchillo –¡Ja! Entonces ya se acabaron tus oportunidades –dijo mostrando un poco de sorpresa
-No te hagas la sorprendida
-Te lo digo enserio. Estaba completamente absorta en mis pensamientos. Solo cuando hiciste ruido volví en mí.
Se levantó y
salió de la habitación antes de que Murray pudiera reaccionar al comentario.
Fue a donde estaban todos y les dijo que les acompañaría hasta que cobrara la
apuesta con Murray. No pusieron objeciones principalmente por miedo, aunque no
lo exteriorizaran. Pasaron días andando, evitando las zonas de caza de los
gusanos diurnos. Avanzaban en silencio, hablando solo lo necesario.
-Una cosa –dijo
Sandra. Todos detuvieron la marcha al ver que se había parado. –¿Hubo
lanzamiento de cápsulas después de que construyesen la arena?
No habían
pensado en ello, pero enseguida se dieron cuenta de que era verdad. La última
nave que llegó se había acercado a la estacionada y no lanzó nada. Vieron que a
partir de ese momento la única forma de conseguir alimento era entrando en el
coliseo.
-Entonces tarde
o temprano nos meterán a pelear… –dijo Mórfidus –creo que la única que tendrá
serios problemas con eso es Sandra.
-No me queda mucho tiempo de vida entonces –bromeó intentando que no se notara su preocupación.
-Ser, Mórfidus, Zaykia… ¿Vosotros tendríais objeción en iros a la arena y dejar toda la comida a Sandra? –Les preguntó Murray. Negaron con la cabeza –entonces nos iremos y así podrás estar un poco más de tiempo alejada.
-¿Qué? Espera. No quiero alejarme de ti. –objetó Sandra.
-Entonces nos iremos nosotros tres –volvió a hablar Mórfidus. –Ya nos volveremos a ver si sobrevivimos el tiempo suficiente.
-Procura no palmarla. Tienes un favor que hacerme. –Se despidió Zykia.
-Que os vaya bien. –dijo Ser y siguió a Zaykia.
-¡Oye! Esper… -Mófidus levantó una mano
-Dudo que la quieras dejar sola. Nos vemos.
-No me queda mucho tiempo de vida entonces –bromeó intentando que no se notara su preocupación.
-Ser, Mórfidus, Zaykia… ¿Vosotros tendríais objeción en iros a la arena y dejar toda la comida a Sandra? –Les preguntó Murray. Negaron con la cabeza –entonces nos iremos y así podrás estar un poco más de tiempo alejada.
-¿Qué? Espera. No quiero alejarme de ti. –objetó Sandra.
-Entonces nos iremos nosotros tres –volvió a hablar Mórfidus. –Ya nos volveremos a ver si sobrevivimos el tiempo suficiente.
-Procura no palmarla. Tienes un favor que hacerme. –Se despidió Zykia.
-Que os vaya bien. –dijo Ser y siguió a Zaykia.
-¡Oye! Esper… -Mófidus levantó una mano
-Dudo que la quieras dejar sola. Nos vemos.
Observaron sus
espaldas hasta que se perdieron en la lejanía. En ningún momento se giraron. Finalmente
instalaron los dispositivos de vibraciones, ya que estaba anocheciendo.
-Gracias por
quedarte. –Sandra se pegó a Murray, con las manos en su pecho.
-Ya les volveré a ver. –la abrazó
-Sé que moriré, así que me gustaría pasar este tiempo contigo… –Murray asintió. La voz de Sandra estaba al borde del desgarro, empezaban a caer lágrimas. –¡No quiero morir! ¡Sé que he hecho cosas malas en mi vida y he cometido errores! Pero… ¿Por qué no puedo tener una segunda oportunidad? ¿Por qué me encierran aquí sin posibilidad de redimirme?
-Tranquila… Tranquila. –es lo único que se le ocurre contestar en susurros.
-Ya les volveré a ver. –la abrazó
-Sé que moriré, así que me gustaría pasar este tiempo contigo… –Murray asintió. La voz de Sandra estaba al borde del desgarro, empezaban a caer lágrimas. –¡No quiero morir! ¡Sé que he hecho cosas malas en mi vida y he cometido errores! Pero… ¿Por qué no puedo tener una segunda oportunidad? ¿Por qué me encierran aquí sin posibilidad de redimirme?
-Tranquila… Tranquila. –es lo único que se le ocurre contestar en susurros.
Los tres
pasaron dos días andando. Se les había acabado la comida y el agua. Sabían que
debían de estar cerca de la arena, que no podía quedar mucho. Pero no tuvieron
que seguir buscando: un escuadrón de captura de prisioneros les encontró. No
opusieron resistencia y entregaron sus armas. Zaykia se sentía rara sin la
katana en sus manos. Los esposaron y llevaron en un aerodeslizador hasta las
celdas de la arena. La primera impresión del lugar impactaba. Era gigantesco,
tenía el aspecto de uno de esos coliseos de la antigüedad, pero construido con
metal. Había cerca un hangar con la capacidad de cien naves de transporte
clase B. Por lo que podría haber un total de doscientos mil espectadores en caso de
que se llenara al máximo. La cantidad de naves entrando o saliendo indicaba que
no estaba muy lejos de esa suposición. Todos los prisioneros que iban en el aerodeslizador
se sintieron intimidados, todos salvo Ser, Mórfidus y Zaykia.
Aterrizaron y
los metieron en un ascensor que los llevó bajo el suelo. En las celdas, la
iluminación era bastante pobre. Se distinguían las siluetas de las personas
pero solo podías reconocerlo cuando te ponías a menos de cinco metros. Les
metieron en diferentes celdas, de forma aleatoria junto con otros prisioneros.
En la de Zaykia se alegraron de que fuera a entrar una mujer con ese cuerpo,
pensaban en que podrían jugar con ella. Zaykia también pensó en cómo se
divertiría con sus compañeros de habitación. Les quitaron las esposas justo
antes de meterlos y se largaron. Solo había un par de guardias en la entrada.
Cada celda podía albergar a diez hombres. No había nada en la celda salvo suelo
y barrotes. Había unas horas específicas para ir al baño.
Todos miraban
con ojos desesperados a Zaykia mientras ella sonreía. Entonces uno se levantó
para hablarle.
-Hola,
preciosa… -fue lo único que dijo antes de que le estampara la cara contra el
suelo
-No te atrevas a llamarme preciosa. Me estoy conteniendo de no mataros a todos y cada uno de vosotros. Así que permanece quietecito y podrás vivir mientras permanezcas en esta celda.
-No te atrevas a llamarme preciosa. Me estoy conteniendo de no mataros a todos y cada uno de vosotros. Así que permanece quietecito y podrás vivir mientras permanezcas en esta celda.
Tres hombres
más se levantaron para intentar hacer algo, pero ni siquiera pudieron hablar.
De tres rápidos movimientos los tumbó. Permanecía sonriendo y el que quedaba
aprendió la lección. Volvió a sentarse donde antes y cerró los ojos. Se
quedaron quietos, esperando a que se durmiera, pensando que podrían vengarse
cuando lo hiciera. Se acercaron a ella, pero una voz les dijo que no lo
hicieran.
-¡Eh!
¡Vosotros! –Se giraron dirección a la voz. Era de Ser, que estaba en la celda
contigua. –Yo, no lo haría.
-Métete en tus asuntos. –le contestó uno de mala gana.
-No sabéis quién es ella. ¿verdad? Ella es Zaykia. Seguro que habéis oído hablar de ella.
-No. Ni nos importa –volvió a contestar el mismo
-¿Zaykia? No puede ser –dijo otro nervioso. Inmediatamente se alejó lo que pudo de ella.
-No seas miedica –replicó el primero, pero se quedó mudo al ver que los demás también se estaban asustando.
-¿Ves? Tus compañeros sí han oído de ella. –volvió a hablar Ser.
-¡Eh! –Gritó una voz grave proveniente de otra celda -¡¿De verdad Zaykia está aquí?!
-Métete en tus asuntos. –le contestó uno de mala gana.
-No sabéis quién es ella. ¿verdad? Ella es Zaykia. Seguro que habéis oído hablar de ella.
-No. Ni nos importa –volvió a contestar el mismo
-¿Zaykia? No puede ser –dijo otro nervioso. Inmediatamente se alejó lo que pudo de ella.
-No seas miedica –replicó el primero, pero se quedó mudo al ver que los demás también se estaban asustando.
-¿Ves? Tus compañeros sí han oído de ella. –volvió a hablar Ser.
-¡Eh! –Gritó una voz grave proveniente de otra celda -¡¿De verdad Zaykia está aquí?!
En cuanto se
escuchó que Zaykia estaba ahí se formó un barullo de voces. Los guardias no
parecían tener intención de hacer algo para que se callaran. Les importaba poco
o nada lo que hicieran los prisioneros e ignoraban sus conversaciones. Aún con
todo ese ruido Zaykia permanecía durmiendo, pasando de lo que ocurría a su
alrededor.
Los pasajeros
recién llegados desempaquetan sus maletas cada uno en su habitación. El hotel
tenía la misma cantidad de habitaciones que asientos el coliseo, quizá algunas
más por si acaso le ocurría algún imprevisto a una de ellas. Una gran cantidad
de gente ha ido para poder ver durante una semana entera lo que vaya a ocurrir
en la arena. Obviamente lo que más abunda son los humanos, el resto de razas podría
rondar el cinco o diez por ciento de los espectadores. Están emocionados, la
última vez que estuvo legalizado este tipo de lugares fue hace un millon de
años, en la era yuksiro. Varias cadenas de televisión están allí de forma
permanente, otras solo vienen a publicitar durante unos días el lugar. Algunos
tienen la esperanza de que alguno de los prisioneros, políticamente llamados
luchadores, pudieran ser entrevistados. A la audiencia le podría encantar saber
cosas de su pasado y enternecerse o desear su muerte. Dentro de una hora estará
preparada la siguiente actuación y hay gente que está haciendo las cosas de
última hora, mientras otros ya están en sus asientos observando una cúpula
metálica. También hay varios televisores apagados, para la gente que no pudiera
ver bien en ciertas situaciones o para centrar la acción. La arena nunca era
igual, cambiaba dependiendo de cómo pelearían los luchadores, los obstáculos
que se le quisieran poner, etc. En la última pelea solo podían usar bombas, así
que había repartidas varias barricadas y largos y poco profundos hoyos. Nunca
se sabía cómo ni en qué escenario pelearían hasta que el presentador lo anunciase
desde su habitáculo en el centro del techo. Una cúpula de cristal con magia protegía
a los espectadores cuando el metal se retiraba. Hay cuatro palcos reservados a
los VIPs, cada uno en un punto cardinal. Se acercaba la hora de que empezase y
el ruido se hacía cada vez mayor.
-¡Atención!
–les gritó un hombre recién llegado a las celdas, callando a todos los prisioneros.
Se le podía ver la cara, al contrario que los dos que le acompañaban. Tenía el
pelo rapado y una cicatriz en la frente. –Todos en fila, se van a escoger a los
siguientes luchadores.
Todos
obedecieron. A medida que andaba escogía a hombres al azar. Entonces se fijó en
la mujer que estaba sentada, apoyada contra las rejas y durmiendo. Le cabreó la
insubordinación e indicó que ella también entraría en la selección. Le pegaron
una patada y se despertó. Obedeció callada las instrucciones que le dieron de
salir de la celda y seguirles. Ser se sorprendió de lo sumisa que estuvo.
Algunos cuchicheos hablaron de que aquella mujer no podía ser Zaykia, que los
rumores decían que no se le podían dar órdenes a ese monstruo. Se habían
seleccionado a diez hombres, incluyendo a Zaykia. Se reunieron con otro grupo que
habían sido seleccionados de las demás celdas. Les llevaron a una habitación
llenas de espadas, escudos y armaduras. Todo era igual de oscuro en todas
partes y a Zaykia le entraba sueño.
-¡Atención!
–Volvió a gritar el hombre que escogió a Zaykia –La batalla será un todos
contra todos. Solo sobrevivirá uno y usaréis estas armas ambientadas en una
época mucho antes de la expansión planetaria. ¿Alguna pregunta? –el silencio
fue la única respuesta –Perfecto. Cuando terminéis de armaros entrad por esa
puerta –Señaló la puerta en la que ponía iluminado de color amarillo “EXIT”.
Zaykia se
dirigió enseguida a la puerta en cuanto el hombre dejó de hablar. Algunos
guardias se extrañaron al ver que no había cogido nada, pero se mantuvieron callados.
Los demás prisioneros estaban demasiado ocupados para fijarse en ella.
Una voz mecanizada
y femenina habló anunciando que solo quedaban cinco minutos. Todos estaban
listos. Algunos habían cogido espada, escudo y armadura. Otros solo espada y
armadura o espada y escudo. A ninguno le faltaba la espada, que estaba hecha
para ser manejada con una mano. Entonces la voz femenina habló de nuevo con una
cuenta atrás, a medida que la habitación subía.
-7…6…
-Empezaban a ponerse nerviosos. Zaykia se levantó, tenía una ligera sonrisa
satisfactoria. -2… 1…-El techo se abrió -0.
El sonido de
gente gritando de emoción los recibió. El escenario solo era tierra. Empezaron
a dispersarse a lo largo de todo el recinto que tenían disponible. Aun siendo
cuarenta hombres los que había allí les sobraba el espacio. Podrían ponerse a
pelear muchos más. Una voz de un hombre que salía del megáfono silenció a las
masas.
-Seeeeeñoras y
seeeeeñores. Me complace anunciar que esta será una batalla diferente.
Celebrando las dos semanas que llevamos abiertos y el éxito en reclutar
luchadores se ha decidido que hoy solo habrá un superviviente. –Calló un
momento para dejar que el grito de la gente inundara el lugar –Ya veo que os
emociona tanto como a mí. Como podéis ver: será una batalla ambientada en la
época de espadas y escudos, milenios antes de la expansión planetaria. Podréis
ver en directo esta sangrienta escena… –otro grito interrumpió al interlocutor
–Vale, vale. Ya me callo. Ahí tenéis en pantalla la cuenta atrás. Que empiezaaaaa…
-En los monitores se mostró en grande un diez –AHORA
Cada número que
descendía iba acompañado de un pitido corto. Los prisioneros se miraron entre
sí. Algunos tenían un poco de miedo, otros estaban emocionados, pensando en que
podrían ser los que mataran a los demás. El silencio y miradas de los
espectadores ejercían una gran presión. Un cero en la pantalla acompañado de un
pitido largo y luego el grito de la audiencia al escuchar el primer chasquido
de espadas
Zaykia
permanecía de pie, observando el gigantesco círculo en el que estaba y las
peleas igualadas que surgían a su alrededor. Uno de los hombres se fijó en ella
y fue a atacarla por la espalda. Justo antes de que la hoja la atravesara por
la espalda se giró, evitando la puñalada por muy poco. Agarró la mano que
sostenía la espada y la desvió hacia arriba, clavándola desde el cuello en el cráneo de su atacante.
Se fijó en las pantallas y buscó alguna de las peleas que estaban transmitiendo
en ellas. En cuanto encontró la más cercana, se dirigió andando hacia ella.
Llegó y agarró a uno del cuello y lo tiró al suelo, el otro intentó atacarla y
ella apartó la espada golpeando el brazo. Le pegó una patada en el pecho,
tirándolo también. El que ya estaba en el suelo intentó levantarse, pero su
propia espada le atravesó el cuello antes de que pudiera reaccionar. Zaykia
sonreía ampliamente. Sacó la espada de donde la acababa de clavar y la lanzó al
otro que acababa de levantarse, atravesándole el pecho. El presentador había
permanecido callado, esperando a poder comentar la primera muerte, pero como no
se había esperado que fuera a ser tan rápido, ni siquiera le dio tiempo a
prepararse. Terminó de dar el sorbo de su café a toda prisa y se apresuró al
micrófono.
-Bueno bueno bueno.
No me esperaba tan rápido la primera muerte. Veámoslo en una de las pantallas a
cámara lenta. –Al oír eso Zaykia alzó la cabeza. Disfrutó de cada instante de
la repetición. –Dos muertes en solo cinco segundos. No creo que vaya a ser
fácil matar a esta belleza de luchadora. Un momento… ¿Qué hace quieta? ¿Está
mirando la pantalla? Creo que estamos ante una completa chiflada amigos míos,
distraerse un segundo puede significar la muerte.
Tres luchadores
se habían fijado en ella y en su despiste, así que fueron a abalanzarse. La
atacaron casi al unísono y ella los esquivó sin esfuerzo. Se aseguró de que las
cámaras seguían sus movimientos, casi ignorando a sus atacantes.
-¡Vaya…! Se
está burlando por completo de ellos. Menuda estrella nos hemos encontrado.
La audiencia se
fijó en la chica de la que hablaba el comentarista y empezaron a exclamar por
cada tajo que esquivaba, que parecía que le podrían golpear en cualquier
momento. Entonces Zaykia se acercó a más luchadores y empezó a provocar que se
dieran entre ellos. La sangre saltaba y dejó de mirar a los monitores, era hora
de que matara con sus manos y que todos lo vieran. Dejó de esquivar y se
abalanzó contra sus atacantes. Le arrebató a uno la espada y cortó tres
cuellos, haciendo que las cabezas volaran. Una estocada y atravesó el pecho de
otro. Le quitó la espada antes de que cayera y la lanzó contra dos hombres que
ignoraban lo que estaba ocurriendo a unos veinticinco metros, ensartando a ambos en el pecho. El grito que dieron al
ver eso fue inmenso. Muchos se levantaron del asiento. Zaykia apartó lejos de
ella a sus atacantes sin problema y alzó los brazos, recibiendo las
aclamaciones.
-Menuda mujer.
Eso ha sido impresionante. –Dejó un momento el micrófono y les habló a sus
subordinados –“¡Rápido! Buscad información sobre esa mujer. Tenemos que ofrecer
todo lo que podamos” –Enseguida volvió a hablar a los espectadores –Y parece
que disfruta tanto como nosotros. Le está encantando los gritos. Menuda
despreocupada, ahora entiendo que solo se fijara en las pantallas hace solo un
minuto. Tiene pinta de que va a ser tan rápido como ella quiera. Esto no es una
pelea, es una ejecución en toda regla y ella es el verdugo.
Atacaron de
nuevo a Zaykia, pensando que si no miraba y estaba atenta al público no lo
notaría. Paró con los dedos la espada, fue a pegarle y se cubrió a tiempo con
el escudo. No mostró síntoma de dolor por haber golpeado el metal. En un
instante se puso en su espalda y le abrazó, tocando suavemente el pecho, sopló
ligeramente en su cuello. Estaba muerto de miedo. Saltó dando una voltereta
hacia atrás y dejó que fuera otro atacante el que le matara, al esquivar su
estocada. Ya no pudo contener más su risa y dejó que saliera con poca fuerza
pero sin parar.
-“¿Todavía no
encontráis nada?” –el comentarista se estaba impacientando –“a este paso
acabará con todos los luchadores y no podré decir nada sobre ella salvo lo que
ya ven.”
Algunos de los luchadores
dejaron de pelear entre sí y se fijaron en la escena que estaba montando
Zaykia. Esquivaba, mataba, chorros de sangre salían de cada herida… Uno de los
que había estado en el mismo conjunto de celdas que ella susurró su nombre:
-Zaykia
El que hace un
momento estaba peleando con él lo oyó.
-¿¡Cómo!?
–Gritó –¿¡Esa es Zaykia!?
Se escuchó
entre los luchadores más cercanos y repitieron el grito, propagando la
identidad de la luchadora. Todos dejaron de pelear al oír ese nombre. Todos se
desesperanzaron. Eran hombres corrientes, ¿Qué podían hacer contra el monstruo
del que habían oído hablar? Los únicos que no escucharon el nombre fueron los
últimos que la estaban atacando, que murieron justo cuando todos detuvieron la
pelea. La sangre por todo su cuerpo, su débil risa, su expresión de locura en
la cara… Todos dieron un paso atrás instintivamente, estaban muertos de miedo.
-¿Zaykia hemos
oído? –dijo el comentarista –siento deciros que no hemos encontrado datos sobre
ella. Pero supongo que su actuación habla por sí sola. Es todo un monstruo y no
me gustaría estar en su camino.
El público
empezó a gritar constantemente su nombre al descubrirlo. Ella extendió los
brazos en perpendicular a su cuerpo, disfrutando las aclamaciones. Entonces en
un instante llegó a uno de los luchadores y se detuvo enfrente de él. Las
cámaras no pudieron seguir su velocidad y cuando todos vieron dónde se había
metido agarró el brazo del hombre y le rompió el codo de su brazo derecho con
ambas manos. El grito de dolor se confundió con los de los espectadores. Le
mantuvo vivo cinco segundos y lo mató con su propia espada. Luego se sentó a
esperar a que el silencio volviera.
-¿¡Tenéis
alguna petición? –Les gritó al público
-¡Corta cabezas! –le gritó el primero que reaccionó a la pregunta.
-¡Corta cabezas! –le gritó el primero que reaccionó a la pregunta.
Cogió la espada
más cercana y mostró una reverencia al que había contestado. En un instante dos
cabezas volaron y cayeron al suelo casi al mismo tiempo. Los gritos de emoción
volvieron en cuanto vieron lo que había hecho. Toda esa gente normal nunca
podría seguir con la mirada la velocidad que alcanza Zaykia.
-Esto es muy
simple. Si no venís a por mí, solo tendré que ir yo. –les dijo a los luchadores
que quedaban.
Mató… Desmembró…
Los gritos de dolor de aquellos que permanecían vivos unos segundos, al
desmembrarles de un tajo antes de dar el golpe final, se confundían con los del
público excitado… Se regocijaba de las aclamaciones… Finalmente, treinta y
nueve delincuentes de fuerza común murieron gracias al ataque de Zaykia.
-¡Zaykia!
¡Zaykia! ¡Zaykia! ¡Zaykia! ¡Zaykia! ¡Zaykia! ¡Zaykia! ¡Zaykia! –El público no
dejaba de repetir su nombre -¡Zaykia! ¡Zaykia! ¡Zaykia! ¡Zaykia! –Ella no
paraba de observarlos, sonriendo, andando lentamente en círculos de espaldas.
-¡Zaykia! ¡Zaykia!
En el centro el
suelo se abrió, subiendo a cinco guardias armados y a una mujer bien vestida.
Se acercó sin miedo a Zaykia. Al ver a las personas recién aparecidas se quedó
quieta. Los gritos cesaron y aquella mujer habló.
-¿Tu nombre es
Zaykia? Encantada de conocerte. Yo soy Emily Hash, responsable de este coliseo.
–dijo señalando con una mano su alrededor -¿Me harías el favor de acompañarme?
Creo que mereces un lugar mejor para descansar que la zona común.
-¡Qué honor que venga usted a acompañarme!
-Es el trato que se merece después de su actuación. ¿No le parece?
-Entonces la seguiré encantada. Y sí, me llamo Zaykia y es un placer conocerla. –Zaykia hizo una leve reverencia y siguió a la Srta. Hash hasta el ascensor.
-¡Qué honor que venga usted a acompañarme!
-Es el trato que se merece después de su actuación. ¿No le parece?
-Entonces la seguiré encantada. Y sí, me llamo Zaykia y es un placer conocerla. –Zaykia hizo una leve reverencia y siguió a la Srta. Hash hasta el ascensor.
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