domingo, 28 de septiembre de 2014

Shinkalia II - capítulo 13

El capitán Horld se apoyaba con ambas manos en la barandilla. Emily Hash le contaba rápida e histérica la situación, hasta que mencionó el nombre de Zaykia.

-¿¡Cómo!? –gritó cortándola en plena frase. –Repite ese nombre
-Zaykia…

En la barandilla había un botón por debajo. El capitán lo pulsó y un asiento surgió del suelo. Se dejó caer en él. Normalmente no lo usa, prefiere estar de pie. Pero ese nombre maldito le había dejado en shock. Zaykia… Zaykia… Se llevó las manos a la cara, sin saber qué hacer ahora.

-Soy un capitán de alto rango… –se puso a hablar en voz alta consigo mismo, como perdido. –muchos de mis superiores me halagan llamándome héroe de guerra… Mis medallas y honoríficos no se pueden contar con las manos… Llevo a cabo misiones de gran importancia… ¿Por qué…? ¿Por qué no me informaron que Zaykia estaba prisionera aquí…? –De repente gritó enfadado: -¡¿Por qué cojones ni siquiera se me informó que habían capturado a Zaykia?!

Todos los tripulantes presentes miraban compasivos a su capitán. Tenía la mano derecha frotando su frente. Estaba prácticamente tumbado en el acolchado asiento. No comprendían lo que estaba diciendo “¿Tan importante es Zaykia?” “¿Quién es Zaykia?” pensaban todos ellos.

-¿Conoce a Zaykia? –preguntó Emily
-jeje… jaja… jajajajaja… -parecía haberse vuelto loco -¿Nunca ha oído hablar de Zaykia? –dijo elevando la voz y levantándose –¡Claro que no…! -volvió a agarrar con fuerza la barandilla mientras miraba a Emily de lado –¡alguien como usted no escucha los rumores del bajo mundo…! y mis tripulantes tampoco saben quién es ella…por supuesto que no… están conmigo sólo desde hace dos años… -empezó a bajar el volumen de su voz –no pueden saber quién es… quién era…
-¡Vamos! Seguro que se le ocurre algo, capitán –intentó animarle uno de los tripulantes
-Sí… ordena la retirada.
-¡¿Qué?! –exclamó Emily –No se le ocurra retirarse. Deb…
-¡Cállese! –le rugió –Pretende que arregle sus errores ¿Cierto? ¡Pues va a ser que no! ¡¿Cuál es su problema?! ¡¿Cómo se le ocurre darle una katana hecha con el quinto material más resistente del universo?! ¡¿Es que no sabe que a partir del noveno material más resistente, se puede romper la magia si se es lo suficientemente hábil?! –La expresión de la Srta. Hash respondió por ella –¡Ya veo que no! A pesar de que la ECTG la puso al mando del proyecto coliseo, no se informó de los peligros y rarezas del universo conocido. Esto no es la Tierra, confié en que sabría eso y que existen peligros que jamás imaginaría. Pues gracias a su ignorancia, Srta. Hash, ha perdido el coliseo. Ya es completamente irrecuperable.
-¿Cómo que lo he perdido?
-En cuanto desactiven el teletransportador abriremos fuego. Reduciremos a cenizas todo el complejo.
-Ca…capitán. –dijo otro tripulante asustado –aún hay civiles y muchos de nuestros hombres y de la ECTG.
-Limítese a seguir órdenes, soldado. –sentenció con frialdad
-Sí… capitán –respondió decepcionado. Nadie se creía que fuera a sacrificar tantas vidas para matar a una mujer.

Volvió a dejarse caer en la silla. Pensando qué haría si el teletransportador no se desactivaba a tiempo. Si disparaban estando activo, el fuego pasaría y llegaría a la nave.

La orden de retirada llegó a tiempo a los grupos más atrasados. Obedecieron enseguida y se retiraron. El que estaba más adelantado de esos, vio a Zaykia justo antes de irse. Que pudo hacerse a la idea de lo que estaba ocurriendo.

-Pero dígame quién es Zaykia. Usted parece saber mucho más que mis fuentes. –Insistía Emily
-Zaykia es… Zaykia era… -suspiró cansado –Mire... eso no le importa. Lo que le debe importar ahora es salir con vida de aquí.
-Capitán –llamó uno de los tripulantes, que estaba pegado a su pantalla –un grupo informa de haber visto a Zaykia con un rehén.
-No va a dar tiempo… Va a subir a la nave. –se desmoronó el capitán
-Entonces matémosla cuando suba –propuso Emily –No puede ver lo que le espera al otro lado del teletransportador. En cuanto cruce la puede acribillar a balas.
-¿De verdad cree que eso no se me podría haber ocurrido a mí? –le contradijo irritado el capitán, sintiéndose como si quisieran hacer su trabajo –como ya hemos dejado claro, conozco a Zaykia. Jamás funcionaría. Lo que sí podría funcionar es una cosa que tengo en mente.
-Pues pro…
-¡¿Quiere callarse de una jodida vez?! –estalló de nuevo mientras agarraba con fuerza los apoyabrazos y se inclinaba hacia delante –¡ÉSTA es mi nave! ¡YO mando aquí! ¡TÚ cállate y sigue las instrucciones que te dé si quieres ver el mañana!

Respiró hondo unos segundos hecho una furia, intentando calmarse, y entonces dio la orden.

-Que todos usen las cápsulas de salvamento.

Todos se quedaron anonadados. ¿Iban a huir? ¿A abandonar la nave?

-Se mantiene la desactivación del teletransportador… y activad la autodestrucción.

Estaban inmóviles. Aunque le conocían de las historias y de estar a su servicio por solo dos años… sabían perfectamente que el capitán ama su nave. Sabiendo eso todos entendieron el plan.

-Capitán, no puede…
-Debe haber otra…
-¿En serio?

Los tripulantes intentaron oponerse. Pero su capitán hacía oídos sordos. Se estaba preparando mentalmente para lo que iba a ocurrir.

Después de tanto insistir para nada, obedecieron sus órdenes. Programaron la autodestrucción con el tiempo mínimo de seguridad: treinta minutos. El tiempo aparecía en la pantalla gigante, enfrente del capitán.

La pantalla con fondo azul y números blancos le indicaban también la cuenta atrás de su vida. Iba mirando cómo los números bajaban en silencio… uno a uno…esperando la llegada de Zaykia.



Zaykia llegó sin interrupciones al teletransportador. Mató a su prisionero como prometió: sin dolor. Luego entró sin dudar y se encontró en la nave del capitán Horld. Solo había estado antes una vez dentro. Recordaba a la perfección el camino al puente de mando. Donde le estaría esperando el capitán.

A medida que andaba, una extraña sensación le embargó. ¿Por qué no hay nadie? ¿Dónde están todos? Son las preguntas que empieza a hacerse.

El pasillo final, el que conectaba al puente de mando, parecía muerto, sin ningún guardia. El sonido de sus pasos se hacía eco en el metálico corredor. Finalmente llegó y las puertas automáticas se abrieron hacia los lados. Entró y se encontró con el mismo panorama que el resto de la nave: vacío.

No podía ver por encima de la plataforma del capitán desde el ángulo donde se situaba la puerta. Anduvo lentamente por los pasillos que había entre monitores, mientras no apartaba su vista del muro que también era el suelo de la plataforma. Llegó a la rampa que le permitiría alcanzar el asiento del capitán.

Por un momento pensó que no le encontraría. Pero allí estaba, sentado. Apoyando la cabeza en la mano derecha, mirando al frente. Zaykia siguió la mirada del capitán y vio la cuenta atrás, de la que no se había percatado. Aún quedaban veinticuatro minutos.

-¿Qué es eso?
-Hola… cuánto tiempo… son mejores formas de saludar… ¿No crees? –respondió Horld desanimado

Zaykia se sentó delante del capitán, en la barandilla. Le sonrió… Pero no su sonrisa macabra, de loca, o despreciativa que suele mostrar. Una sonrisa tierna, como cuando se saluda a un viejo amigo.

-Cuánto tiempo.
-Sí… Zaykia…–Horld le respondió con la misma sonrisa. - cuánto tiempo.
-Pensaba que esto sería fácil. –se burló un poco
-¿En serio…? –preguntó a punto de reír -¿En serio crees que pasaría lo mismo que la última vez? –dejó de sonreír -¿Qué entrarías y desactivaría las armas como la última vez?
-Pues sí. Pero veo que no puedo amenazar la vida de tus hombres… así que supongo que no será tan fácil.
-En realidad, Zaykia… no espero que salgas viva…

La sonrisa de Zaykia desapareció. Ahora entendía los números que tenía a su espalda.

-¿No crees que eso es mucho tiempo? –le preguntó intrigada y despreocupada –Me da tiempo de sobra de largarme
-El teletransportador ha sido desactivado. –confesó Horld –A  menos que seas capaz de sobrevivir a una caída desde la nave sin un traje… no creo que te dé tiempo a irte. Además… -añadió mientras se levantaba –Lucharé contigo para evitar que salgas del puente de mando.
-No quiero matarte. –dijo levantándose en la barandilla, colocándose por encima del capitán –eres de las pocas personas que respeto.
-¿De verdad respetas a alguien?
-Sí… puedo contarlas con la mano… pero sí.
-Entonces dudo que me odies por la decisión que he tomado. –dijo pulsando el botón de la barandilla que escondía de nuevo el asiento en el suelo.
-No, no te odiaré. Pero aún no puedo morir. -declaró Zaykia -Tengo cosas que hacer.
-Y yo quiero evitar que las hagas. -respondió completamente serio.

Se miraron a los ojos. Ambos sabían a qué se refería el capitán Horld. Si dejaba que Zaykia se fuera tan campante, iría a matar a alguien que Horld debe mantener con vida. Sabe que no es de los mejores hombres que uno se puede encontrar, pero es necesario para El Gobierno De La Tierra. No puede permitir que vaya a matar a uno de los generales supremos del ejército.

-¿Sabe por qué le respeto?

Horld negó con la cabeza.

-Por el mismo motivo que los demás, supongo. Usted no hace sacrificios, usted se sacrifica. Después de mi experiencia de justo antes de… -Zaykia no terminó la frase, sabía que no era necesario para que Horld la entendiera –recordar cómo actúa le hizo ganarse mi más profundo respeto.
-Y aun así… amenazas la vida de mis hombres para controlarme.

Zaykia giró la cabeza para mirar la pantalla. Veintiún minutos.

-¿Cuántas veces nos hemos visto en persona, Zaykia?
-cuatro. –contestó muy segura
-¿Las recuerdas con todos los detalles?
-Por supuesto… -admitió Zaykia asintiendo con la cabeza, despacio, recordando –la tercera vez… la última vez que nos vimos antes de esta… -cerró los ojos y sonrió despreciativamente un momento -me dijiste que no me permitirías hacer lo que me venga en gana.
-Has dicho que me respetas… -siguió la conversación para ganar tiempo y para intentar entenderla un poco –pero las dos primeras veces que nos encontramos no lo demostraste.
-Eso fue porque nos encontramos antes de… ya sabes… ¿Qué pasa? ¿No sabe qué ocurrió exactamente? –preguntó incrédula -¿El motivo… por el  que dejé de existir?
-Todo lo referente a ti es alto secreto… y yo sigo siendo un simple capitán. –se inclinó humilde, abriendo los brazos -Lo único que sé… es que le cortaste el brazo.
-Seee… supongo que es el único hombre al que intenté matar y sigue vivo. –respondió sin tomárselo demasiado en serio
-Ahora me tienes intrigado. ¿Qué ocurrió?
-No soy muy de hablar de esa época. Y creo que ya he hablado demasiado, pero me lo perdono porque se trata de ti.
-Entonces supongo que empieza la pelea.

Después de anunciar eso, dio unos pasos atrás. Zaykia volvió a girar la cabeza para observar la pantalla. Diecinueve minutos. Miró a los ojos del capitán Horld, estaban calmados, había aceptado su muerte. De repente de su cuerpo brotaron algunas chispas que le iluminó con una tenue luz azul.

-Putos magos… -murmuró Zaykia

En el momento en el que atacó al aire con su puño, salió un rayo directo a Zaykia. Saltó hacia atrás dando una voltereta. Cayó encima de los monitores. Miró la hoja de su katana, algo sucia. Suspiró decepcionada.

El capitán Horld apareció en el aire, yendo a por ella. Cuando calló, le pegó al suelo al tiempo que Zaykia saltaba y conseguía evitar la onda expansiva eléctrica que había provocado. De nuevo de pie en la barandilla, con la katana en su hombro. Esquivó una serie de disparos igual que el primero sin bajarse de la barandilla, girando sin parar. Debía acabar rápido, pero su rival se trataba del capitán Horld. Encima acababa de descubrir que era mago.

Bajó a la misma altura que él mientras seguía evitando los rayos que no le dejaba de lanzar con cada puñetazo al aire. Intentó abalanzarse a por Horld, pero cuando se acercó, un aura electrificante le envolvió justo antes de expandirse como una explosión. Zaykia pudo retroceder a tiempo, pero recibió una pequeña chispa de refilón en la pierna derecha. A continuación le lanzó la katana con todas sus fuerzas. La velocidad y reflejos que le daban la magia logró ayudarle a esquivarlo, aunque le cortó un poco el hombro izquierdo.

-He oído que ya has enfrentado a magos antes. -comentó en plena batalla Horld.
-Sí. Lo he hecho. Esto no durará demasiado. -le contestó confiada

Zaykia se inclinó un poco para coger fuerza en las piernas. Tensó los músculos todo lo que pudo. Saltó hacia la plataforma del capitán y se agarró a la barandilla para redirigir su curso. Llegó a donde se había clavado la katana, la sacó y se abalanzó hacia el capitán Horld con otro salto. Él la pudo seguir con la vista y volvió a defenderse con el aura. Esta vez atacó justo antes de que se expandiera y atravesó el aura en plena expansión, abriendo un hueco tan grande como ella en vertical.

Horld, en cuanto vio que no retrocedía, ya estaba intentando conjurar otro igual. Pero sabía que sería inútil, que su magia funciona mejor a distancia, cubriendo a sus hombres como un francotirador. No tiene suficientemente desarrollado su magia defensiva. Sabe que Zaykia debe de estar viendo una gran cantidad de puntos débiles en esa explosión y que su aura protectora no servirá en cuanto se haya acercado lo suficiente.

El corte fue limpio, como casi siempre. Separó el cuello y el brazo izquierdo del resto del cuerpo. Pasaba por el corazón desde el hombro derecho. A medida que el cadáver cayó lentamente, primero de rodillas y luego de un plumazo, la sangre fue saliendo poco a poco. Cuando terminaron de separarse en el suelo, la cantidad del líquido rojo que salía aumentó drásticamente.

Zaykia miró a la pantalla. Dieciséis minutos. Miró el cuerpo sin vida. Antes perteneció al hombre que probablemente Zaykia más admiró... o quizá el segundo. Repasó mentalmente a la gente que admiraba y respetaba y en el orden que lo hacía. Se acordó de Gítercol, que ocupaba el cuarto y último. Ya solo quedaba una persona que Zaykia respetase y seguía con vida: El tercero que más respetaba. Quizá ese orden solo era dado por cuándo les había conocido, quizá sí respetaba a unos más que a otros. Todo eso da igual ahora, pero Zaykia repasa mentalmente la lista de cuatro nombres. Tiene nostalgia y acaba de matar a uno de ellos. Si fuera más joven quizá habría llorado… pero la etapa de llorar terminó hace mucho para ella.



Quince minutos. Había desperdiciado un minuto entero pensando en muertos. Se dirigió a la salida, pero no se abrió automáticamente como antes. Intentó forzarla con las manos por la pequeña rejilla que tenía en el medio, sin conseguir siquiera meter los dedos.

Miró la katana, que tenía unos pequeños dientes imperfectos, casi imperceptibles, en la hoja. Se puso en la misma postura que usó para romper aquél collar de esclavo... la misma postura que usó para cortar por la mitad la cabeza del jurkalim. Aunque esta vez agarró el mango con ambas manos.

No quería hacerlo, pero no tiene más remedio. Como un relámpago cortó la puerta como una equis. Algunas chispas salieron al contacto. Volvió a mirar la katana. Los dientes ya eran perfectamente visibles y más profundos. La raíz de la hoja empezaba a resquebrajarse.

-Lo siento -Murmura con los labios cerca del mango -has sido una buena amante y lo siento.

Se agacha. Empieza a pegar patadas desesperadamente. Poco a poco, la parte de abajo de esa equis que había dibujado con el ataque, fue cediendo hacia afuera.

Consiguió que se apartara de su camino y antes de salir ojeó por última vez la pantalla. Once minutos. Había gastado mucho tiempo en la concentración y en empujar el trozo de metal.

-¡Joder!

Entró agachada por el boquete. Nada más levantarse corrió a toda velocidad por los interminables pasillos de la nave. Sí… la puñetera fragata era grande… pero ella era muy rápida. En solo dos minutos llegó a la gigantesca sala de desembarco, en la cola de la nave. Pulsó un botón que estaba algo escondido en una cabina. Una rampa, que normalmente estaba destinada a la entrada y salida de vehículos y al descenso de unidades militares en trajes de descenso, bajó dejando entrar un impulso de aire. La única salida estaba ahí, pero los trajes no.

Se detuvo en el final de la rampa. La caída era demasiado para ella. Miró en todas direcciones, sin saber qué buscaba. El viento zarandeaba el pelo y lo poco que sobresalía su chaqueta. La sangre de todas sus víctimas aún bañaba su cara y ropa, salvo las pocas veces que con un brazo se la quitaba de los ojos si le llegaba a molestar. Casi toda estaba ya seca.

Poco a poco una nave de pasajeros se estaba acercando a la fragata. No era muy grande, posiblemente de clase "Echo" o "Foxtrot". Zaykia entrecerró los ojos para intentar ver mejor a través del cristal de la cabina. Finalmente vio a Murray pilotando.

Cuando estuvo a unos ochenta metros, saltó sin dudar. Murray casi se cae del asiento de la sorpresa. Zaykia rodó nada más tocar el metal superior de la nave, aunque se descolocó la pierna izquierda. Consiguió detenerse con los brazos y manos. Sin soltar en ningún momento su arma.

Murray hizo descender de nuevo la nave hasta el puerto. Un minuto después de empezar, la fragata del ejército explotó. Ahora entendió la prisa de Zaykia por saltar. Se alegró de que lo hiciera, si se llegaban a acercar más podrían haber sufrido daños.

Una vez detenida la nave, salieron a recoger a Zaykia del techo. Su cara mostraba dolor y la rodilla estaba hinchada a través de los pantalones ajustados. La metieron dentro, en la zona médica de la nave. Ser tenía conocimientos de medicina y de la maquinaria médica que había. Murray despegó en cuanto dejó a Zaykia en manos de Ser en la enfermería.

No tenía ganas de quedarse ahí mucho más tiempo. Así que envió la nave fuera de la atmósfera tan rápido como pudo. En pocas horas se quedaron fuera de la influencia del planeta. Podían declarar que habían escapado de un planeta-prisión.

Murray no se fijó en las demás naves, que posiblemente también tuviera prisioneros escapando o supervivientes civiles de la masacre que estaban provocando la mayoría de fugados. Solo se centraba en pilotar todo lo rápido que le permitía la pequeña nave. Luego apagó el motor y dejó que la nave siguiera de frente ella sola, aprovechando la ausencia de fricción.

En la enfermería se encontró a Zaykia tumbada en la metálica camilla con diversos puntos iluminados. Ser había arrancado la parte del pantalón de la pierna izquierda, seguramente para trabajar mejor. Usando toda esa maquinaria que Murray no entendía, volvió a colocar la pierna de Zaykia. Ya no estaba hinchada y no le dolía. Se la veía relajada mientras dormía. ¿Quién podría decir que se trataba de una sanguinaria asesina, capaz de matar monstruos con sus propias manos?

-Qué bien sienta la libertad -comentó Ser al aparecer por una puerta diferente a la que usó Murray
-Sí. Supongo que algún día le daremos las gracias a la ECTG por traernos tantas naves. –dijo irónico -¿Cuándo se despertará?
-Cuando le dé la gana. -se burló -No ha sido muy difícil volver a colocar el hueso. Elegimos una buena nave. ¿Eh? O al menos una bien equipada en cuanto a maquinaria médica.
-Todas las naves de pasajeros deben tener un mínimo de equipo médico, no son como las naves personales –aclaró Murray
-¿En serio? Bueno, ahora simplemente está descansando. Debe estar agotada después de matar tanta gente.
-A saber… -mofó Murray -Esta tía es un auténtico monstruo. ¿Te fijaste en cómo acabó el jurkalim?
-La cabeza por la mitad, manos y pies cortados… sí, pude verlo mientras me subíais tú y Mórfidus.
-Qué palabras más bonitas… -de repente habló Zaykia adormecida -un auténtico monstruo… -se incorporó y se sentó dejando las piernas suspendidas en el aire –no me llames así. Hace que parezca que soy tan débil como un monstruo. –comentó presumiendo con una sonrisa burlona.

Ambos sonrieron, apunto de reír. No sabían si hablaba o no en serio, pero daba igual. Se levantó de un saltito.

-¿Te sientes bien? –le preguntó Ser
-¿Te preocupas por mí? –se burló Zaykia
-Solo la preocupación de un médico por su paciente, en realidad no quiero verte nunca más.
-No te preocupes, dudo que vuelva a ver a cualquiera de vosotros tres. Por cierto, ¿Dónde está el enano?
-Comprobando todas las habitaciones, asegurándose de que no llevamos a nadie de más. No queremos ningún civil, prisionero o guardia en esta nave. –respondió Murray
-Entonces volvamos a los negocios –sentenció Zaykia y le indicó con un dedo a Murray que le siguiera mientras salía de la habitación.

Llegaron hasta la cabina y le indicó con la mano el asiento del piloto mientras ella se relajaba en la del copiloto. Murray giró la silla y se sentó, mirando de frente a Zaykia.

-Ha llegado el momento del favor.
-¿Quieres que te lleve a algún sitio, preciosa? -bromeó Murray
-No me llames preciosa… -contestó asqueada
-Está bien, está bien. Qué susceptible, después de tantas cosas que hemos pasado.
-Tú tienes tantas ganas de que sigamos juntos como los otros dos. Simplemente intentas tomártelo a broma para sobrellevarlo.
-y decías que solo sabes matar.
-no te mentía, pero ya he hablado demasiado de mí contigo. Quiero que me lleves a un sitio.
-¿De verdad necesitabas una apuesta para eso? -preguntó extrañado
-Dame para apuntarte las coordenadas y lo entenderás.

Murray buscó por toda la cabina hasta encontrar el diario de a bordo y un lápiz. Se lo dio a Zaykia y ella apuntó algo. Al terminar de escribir arrancó la hoja y se la entregó.

-Llévame a estas coordenadas -pidió tranquila mientras lanzaba el cuaderno y lápiz a la silla de la que se acababa de levantar.

Se iba marchando cuando de repente Murray saltó del asiento.

-¡Espera, espera espera!

Zaykia se detuvo y le miró de reojo.

-¡Tienes que estar bromeando! -dijo nervioso, alarmado –Zaykia… Sabes lo que hay en estas coordenadas, ¿Verdad?
-Por supuesto -respondió con naturalidad.
-Después de escapar del planeta-prisión ¡¿Quieres que te lleve a este sitio? –preguntó agarrando con fuerza el trozo de papel.
-Ajá
-¿Estás completamente segura?

Zaykia retomó su intención de salir de la cabina. Al dar el primer paso fuera contestó sin mirar atrás, sin detenerse. Sonreía de nuevo con esa expresión suya, macabra, de loca, sanguinaria.


-Completamente segura



JRS
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