miércoles, 10 de septiembre de 2014

Shinkalia II - capítulo 3

-Así que tú fuiste el único que se percató de que Zaykia no tenía comida –Nada más levantarse le contaron a Gítercol cada detalle del viaje. –¡Jajaja! Eres muy espabilado, chaval. Aunque lamento deciros, que nada habría servido para convencerla de cambiar su recompensa por salvaros el pellejo.
-Por cierto. ¿Qué es lo que le vamos a dar? Sigo sin saberlo. Así que no entiendo que todos menos Sandra se nieguen. –Pregunta Murray
-No es que Sandra no se niegue. Es que considera su deber sacrificar ciertas cosas por sus compañeros. –El silencio fue una petición para que continuase la explicación. –Verás. Yo respeto como persona todo el que puedo. Eso lo sabes. –Asiente –También sabes que intento protegeros a todos y que el grupo también intente proteger a sus integrantes en cuerpo y alma como puede. –Asiente –Pues esa es razón suficiente para negarse a lo que pide Zaykia. Yo no soy quién para explicarte los detalles de lo que ha hecho Sandra. Si quiere guardárselo y no decírtelo, es cosa suya. –Asiente por última vez, un poco decepcionado.

Anunciaron a los equipos para la inspección del próximo lanzamiento de cápsulas. Intentaban turnarse equitativamente en cada viaje que se debiera hacer. A Murray, Pérsilons, Risk, Sandra, Ser y Mórfidus se les permitió descansar del trabajo un par de días.

En una habitación están Murray, Ser, Risk y otros dos humanos: Grez y Marco. Grez es una mujer de treinta y pico, pelo corto, morena y el tono de piel muy oscuro. Marco un hombre de treinta, le falta el brazo izquierdo, pelo corto y negro y tiene un cigarrillo encendido en la boca.

-¿Cuántos cigarrillos te quedan? –le pregunta Ser
-Dos: este y otro que guardaré hasta saber si habrá en alguna cápsula. –contesta cuando separa el cigarrillo de su boca un momento.
-¿Sabéis cómo está Sandra? –dice Murray
-Se ha metido en su cama y no quiere salir. –responde Grez –sigo pensando que esa chica exagera. Pero qué se le va a hacer.
-Cada uno es como es. –Dice Ser –y no podemos evitar que se sienta así. Del mismo modo que no puedo evitar que Marco fume en presencia del chiquillo.
-¿Qué más da eso? –exclamó Marco
-Está en crecimiento y el humo del tabaco perjudica a todos. Sobre todo a alguien en edad de crecimiento.-le aclaró tranquilamente
-A mí no me importa. –interviene Risk.
-Ahí estamos. –continúa Ser –A vosotros no y a mí sí. Y no podemos hacer nada para cambiar al otro.
-Qué filosófico se nos ha puesto. –se burla Murray.
-El grandullón suele ser así –se mofa Grez –ya te acostumbrarás.
-¿De verdad que no podemos hacer nada por Sandra? –sigue Murray –dicen que siempre hay una forma de conseguir nuestros objetivos.
-Meterse en el camino de Zaykia no es buena idea. –le advierte Marco –pero si se te ocurre algo háznoslo saber. Ayudaremos encantados.
-Pues alguien logró meterse en su camino y meterla aquí. ¿Cómo lo hicieron? He visto cómo se la sudaba que el lugar estuviera infestado de gusanos, como si solo fueran mosquitos molestos. Así que los rumores de su fuerza… escuchar los rumores y verla en acción son cosas completamente diferentes. ¿De verdad el ESC pudo capturarla? Yo pude matar a un par de miembros de ese escuadrón antes de que me capturaran. Se me hace extraño pensar que esos tíos pudieron con ella.
-Obviamente lo consiguieron. –Dijo Risk –Si no, ¿Cómo es que esté metida en este asqueroso planeta como nosotros?
-Los medios de comunicación dicen que el trabajo en equipo del ESC es lo que consigue encerrar tantos criminales. –interviene Grez -¿O es que vinieron a por ti de uno en uno?
-Por muy fuerte que sea alguien… es imposible ser imbatible. –concluyó Marco.

Murray se levantó y salió de la habitación. Anduvo sin saber muy bien a dónde iba hasta que pasó por la puerta de uno de los dormitorios. Se detuvo, dudó un momento, y llamó. La voz de Sandra indicó que entrase. La habitación, rectangular, tenía dos literas a la izquierda y otras dos a la derecha, pegadas a la pared. Sandra se sorprende un poco y pasa de estar tumbada a sentarse.

-¿Ocurre algo Murray?
-No. Nada.

Cierra la puerta y se sienta en la cama enfrente de la de Sandra. Son los únicos que están en la habitación.

-Simplemente… me preguntaba cómo estabas.
-intentando hacerme a la idea. –suspira
-Si quieres… podemos hablar… -la invitó amablemente
-¿Estás intentando algo? -preguntó extrañada
-No.
-Entonces eres una buena persona que se preocupa por los demás -aventuró Sandra, casi burlándose
-Tampoco exageres. -se mofó Murray -Soy un asesino, pero me preocupo de la gente a la que puedo llamar compañero.
-¿Has tenido compañeros antes? –se intrigó Sandra
-Sí. Dos. Ambos murieron en un trabajo. –confesó Murray
-¿Qué ocurrió?
-Nos habían tendido una trampa. Yo estaba a su lado cuando una compuerta nos separó de golpe. Supongo que pensaban que yo también debía estar en el mismo lado de la puerta y acabar acribillado de balas.
-¿Habías enfadado a alguien en particular?
-Ni idea. Soy un hombre que hace su trabajo sin hacer el menor ruido y al que no se le ve. Me alejé todo lo que pude y seguí trabajando en otro sitio. Al menos hasta que el ESC me capturó.
-Qué honor. El ESC a por solo un hombre. Definitivamente: o cabreaste a alguien de alto cargo o tuviste mala suerte de toparte con ellos.
-Ni idea.

El silencio duró un minuto. Sandra se tumba de lado, mirando a Murray.

-¿Sabes lo que quiere Zaykia de mí?

Murray niega con la cabeza. Sandra suspira.

-Quiere acostarse conmigo.

Murray se mantiene callado, no le parece que sea para tanto. Aunque se sorprende de que Zaykia fuera lesbiana. Cuando la vio pensó en lo atractiva que es y en si podría existir la posibilidad de tener al menos una noche con ella.

-Supongo que piensas que exagero. -dijo al ver su mirada
-Lo siento -respondió de inmediato
-Es normal que pienses eso. Como todos los demás.
-Es inevitable.
-La cuestión es que hasta ahora he podido moverme por este mundo consiguiendo que los hombres no se acerquen demasiado a mí. Por raro que suene, conseguí llegar hasta aquí siendo virgen. –Eso sí que le sorprendió, teniendo Sandra ese cuerpo –y la idea de que sea una mujer con quien tenga la primera vez es un poco… y sea o no la primera, el hacerlo con una mujer es…. ¡Qué asco! –Se gira, mirando la madera de la cama de arriba. –No solo me da asco, también Zaykia me da mucho miedo. La primera vez que la conocí estaba en plena calle, sentada, apoyada en un edificio, durmiendo. Un par de tipos la vieron y se la llevaron a un lugar apartado. Les seguí, pensando en ayudarla. En cuanto se bajaron los pantalones ella les agarró la poya y se las arrancó de un tirón. Sonreía. Ya has visto esa sonrisa. ¿Verdad, Murray? Da miedo. –volvió a coger aire y fuerzas para seguir hablando –Se levantó. Les dijo: “¿Qué os pasa subnormales? ¿Duele? Jajajaja. Si conseguís sobrevivir espero que os haya servido de lección. Jajajaja”. Se dirigió a mí nada más verme. Me empujó contra una pared. Su mirada y sonrisa me habían congelado de miedo. Me preguntó por qué les había seguido. Pude responderle que para ayudarla. Se rió de mí y me contestó: “Yo no necesito ayuda. Y mucho menos de alguien tan débil como tú. Además, quien va a necesitar ayuda de verdad… eres tú”. Su cara tan cerca… empezó a tocarme, a chuparme… al intentar irme me sujetó los dos brazos con una mano. Solo recordarlo ya me pone de los nervios. Menos mal que el jefe pasaba por ahí. Zaykia me soltó, un poco enfadada con él.
-Lo siento. No era mi intención recordártelo.
-En realidad lo recuerdo cada vez que la veo. Ya todos saben esa historia y volverla a contar me relaja un poco. Gracias por escuchar. –volvió a girarse, mirando a Murray. Se la notaba un poco más relajada. Sonreía un poco.
-Cuando te atrae alguien te da igual tener que escuchar pamplinas como esa. –se burló un poco
-¿Eh? –la sonrisa desapareció y Murray rio. –ja… ja… muy gracioso.
-Perdón –se disculpó aun con lo que quedaba de esa risa
-¿Cuántas veces te has disculpado desde que has entrado?
-¿Quieres que las cuente?

Sandra se sentó, con los pies apoyados en el suelo. Meditó un segundo y habló.

-¿Sabes? –miraba el suelo -Puede que deba aceptar que Zaykia… ya sabes. Pero… no quiero darle la satisfacción de dejar que me quite la virginidad. –Murray permanecía callado. Creía saber por dónde estaba yendo la conversación, pero no quería sacar conclusiones precipitadas. –Así que… tú… también me atraes, Murray. –evitaba el contacto directo a los ojos. Estaba un poco avergonzada, con las 
mejillas rojizas.

Murray se levantó y se acercó lentamente a ella. Puso una mano en su mejilla. Se miraron a los ojos. Despacio, sus labios se acercaron hasta estar completamente conectados. Mantenían los ojos cerrados. Sandra se levanta, sin parar de besarse. Se quitan entre ellos la ropa hasta quedar completamente desnudos. Se meten en la cama, sin dejar de mirarse. Tapados por las sábanas, empezaron a tocar sus cuerpos. Despacio, con suavidad, disfrutando. Ambos ya estaban listos para empezar. Entró despacio, sin problema, sin dolor, solo placer. Los movimientos eran fluidos. Ambos contenían su voz. La respiración era entrecortada e irregular. El sudor se mezclaba. Llegar al éxtasis no le costó mucho, en diez minutos ella no pudo más. Si fuera por Murray habrían seguido, pero no quería forzarla. Tiene la suficiente experiencia con las mujeres como para saber qué hacer en ciertas situaciones específicas.

-¿Siempre es así? –pregunta Sandra exhausta.
-No. No sé si llamarlo suerte o que estabas muy mojada, pero a la que le quité la virginidad y a otra más que hacía mucho que no lo hacía les dolió y tuve que parar. Por cierto ¿Tienes algo para limpiar la sangre? –Sandra negó con la cabeza –Entonces tendré que dejarlo así por ahora.
-Me siento muy bien. -Sonríe
-El sexo es un buen antidepresivo.
-Ya veo.

Se visten y salen de la habitación. Sandra se va afuera para estirar las piernas mientras Murray va a su dormitorio. Ya es mediodía. Hay algunas personas andando por la calle. Después de un rato mirar pasar a humanos, ráxiloxs y Metaljurs vuelve a entrar al edificio.

Dentro trabajan relajadamente o simplemente no trabajan. Con la poca clientela que suele haber no abunda el trabajo. Normalmente hacen más en el día de lanzamiento de cápsulas y los que vienen a continuación: Buscar cápsulas, recoger suministros y materiales que contengan, reclutar a los que pueden que haya dentro de las mismas, organizar lo encontrado, salir para comerciar con los pueblos cercanos y por último se pueden permitir un par de días de descanso hasta el siguiente. No hay mucho más que hacer salvo sobrevivir un día más. Algunos se dedican a viajar y otros como el grupo de Gítercol prefieren estacionarse en un lugar.

Un cliente entra. Griz y Gítercol están para atenderle. Es un humano y va armado con una pistola. Al acercarse al mostrador la deja encima en señal de no buscar problemas.
-Buenas. Busco comida, agua y algo de munición.
-¿Qué tienes para ofrecer? –pregunta Griz
-Metal.
-Nos conformaremos si es suficiente. ¿Cuánto quiere de cada?
-Dos cargadores de 9mm. Alimento y agua para cuatro días. Somos cinco hombres.
-¿Puede ir a buscarlo Jefe? –asiente y se va a la trastienda. -¿De dónde vienes?
-Del norte.
-¿Algo nuevo que contar?
-¿Has oído sobre lo que quieren hacer con los planeta-prisión? –niega con la cabeza –dicen… -suspira levemente y piensa en lo que va a decir –que la televisión quiere sacar dinero. Algunos hablan de un reality-show. Otros que quieren construir una arena de combate, una especie de coliseo como los antiguos. Pero que definitivamente tienen que hacer algo o el gobierno perdería demasiado dinero en todos esos lanzamientos de suministros.
-No me extraña… ¡Joder! Si hasta nos envían armas –dice señalando la pistola –no podrían mantenernos así eternamente.
-Pues que no nos metan aquí. Hay algunos que no nos lo merecemos.
-¿Como tú?
-No… yo sí me lo merezco… he matado a un par de decenas de personas. Pero tengo a un tío que solo robó para sobrevivir… y era la primera vez que se saltaba la ley. Fíjate su mala suerte, hace una cosa mala por primera vez y le pillan. Luego se enteró de que el tipo al que intentó robar era un pez bien gordo.
-Ya veo. Pobre tío. –Gítercol volvió con dos bolsas. -¡Eh, Jefe!
-Dime
-Creo que han llegado los rumores que esperábamos. Cuéntaselo, por favor.

Mientras pesaba el metal. escuchó con atención el rumor. Ahora entendía el estado de ánimo de Zaykia. ¿En qué estaría pensando? Lo hablarían cuando volviera a por la katana. De todas formas conocer el rumor le daba una idea de lo que quería conseguir si eran ciertos: escaparse. La forma de conseguirlo o de si de verdad ella creía factible escaparse solo porque unas máquinas vengan a grabarnos o porque construyan una arena o coliseo era un misterio para él. Pero era la única respuesta de que estuviera tan seria e inmersa en sus pensamientos la última vez.

La noche pasó como otra cualquiera. Comieron tranquilos y luego se divirtieron un poco. Murray fardó de su habilidad con el cuchillo y la puntería que tenía con él. Ser levantó un sofá durante un par de segundos, mostrando sus músculos. Hablaban y reían. Algunos contaron sobre lo que eran antes de llegar al planeta y cómo les cogieron. Sandra estaba metida en el narcotráfico: inteligente y negociadora como nadie, pero cuando la poli hizo una redada no tuvo más alternativa que arrodillarse y rendirse sin oponer resistencia. Mórfidus trabajaba como guardaespaldas de un mafioso llamado Horks. Pero una redada del ESC bastó para coger a varios, matar a otros y que no se volviera a saber nada de Horks. Siguieron hablando del mismo tema. Algunos pasaban de hablar, quizá por no querer recordarlo, por vergüenza o quizá porque estaban hartos de contárselo a los nuevos. Murray también contó cómo le pillaron: estaba tan tranquilo descansando cuando oyó el sonido de los helicópteros. Al mirar por la ventana vio el símbolo del ESC y reaccionó rápidamente para esconderse. Opuso mucha resistencia y pudo matar a dos e incapacitar a otro. Suponía que alguien sabría que era un asesino a sueldo y dónde se encontraba. Gítercol no la contó, todo el mundo sabía cómo había ocurrido. Él era una leyenda viva. Aunque al parecer no le quedaba mucho tiempo en el mundo de los vivos y ha podido disimular su estado hasta esa noche, que lo contó.

-¡Eh! ¡Atención! –Dijo levantándose de su asiento –Tengo algo que contaros.

Esperó unos instantes. Lo había ocultado a su gente durante tres semanas. Cuando todos se callaron y atendían habló.

-Tengo que deciros que estoy enfermo.

Algunos callaron, incrédulos. Otros hablaban diciendo “¿Qué dices Jefe?” “No puede ser”. Alzó la mano para que se callaran.

-No creo que me quede mucho y quería que pensarais en lo que haréis cuando yo deje este mundo.

Todos se miraron, sin saber qué decir.


-Tranquilos. Aún me quedan otras dos o tres semanas, pero me gustaría que lo pensarais… -Nadie decía nada -¡Bien! Todo el mundo a dormir. –Ordenó. Sabía que la diversión se había acabado con esa noticia.


JRS
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