El capitán Horld
seguía inquieto. La intención original era que solo pelearían prisioneros. En
ningún momento le dijeron que habría voluntarios. En realidad no debería saber
que venían, fue algo que escuchó de pasada entre los guardias que estaban
esperando el siguiente envío. No es que tenga órdenes de ignorar lo que ocurre
en el coliseo, sino que no quiere saber. Le desagrada que obliguen a todos los
del planeta a luchar para satisfacer a un sádico público. Piensa que aunque
tengan que obtener dinero, deberían buscar otra forma de conseguirlo. Había
oído que uno de los luchadores era más fuerte que la media y por ese motivo
habían dejado que llegaran mercenarios a pelear hasta la muerte. No pudo evitar
preguntarse quién sería lo suficientemente fuerte como para que llegaran todas
esas personas. La pregunta que provocaba su inquietud y que al mismo tiempo no
quería conocer respuesta.
Hash miraba la
lista de diez mercenarios junto con las armas que traían. Todos ellos podían
morir o podían matar a Zaykia y llevarse los dos millones de créditos que
ofrecía. Era una apuesta que merecía la pena jugar: si Zaykia gana seguirán
llegando mercenarios que ofrecerán una pelea más igualada que Zaykia contra los
prisioneros y si alguno consigue ganar se libra de esa mujer exageradamente
fuerte comparada con los demás luchadores y puede volver al plan original. No
había forma de que perdiera dinero en ninguno de los casos. De todas formas le
gustaría comentar con el capitán Horld lo que está ocurriendo en el coliseo,
pero desde el momento en el que les presentaron mostró su irritación a tener
cualquier conocimiento sobre los prisioneros. Solo preguntó sobre las bestias
domesticadas, para tener en cuenta el peligro que podían tener sus hombres si se
descontrolaban durante el tiempo que estuvieron en la nave.
Llamaron a la
puerta del despacho de Hash. Ella elevó la voz para indicar que entrase. La
puerta se abrió y cerró despacio. Calmado, el secretario de Hash dio los pasos
suficientes para llegar al ordenado escritorio lleno de papeles. La sala era
cuadricular, un ventanal detrás del asiento de Emily iluminaba a la perfección,
las verdes paredes se sentían vacías sin cuadros, el único inmobiliario era el
rectangular escritorio de madera marrón y la cómoda silla oscura que empleaba casi a diario.
-¿Qué ocurre
Marc? -dijo mirándole a los ojos
-Vengo a informarle de que ya han llegado siete mercenarios y la katana que
pidió –respondió el secretario
-¿De gratino? -quería confirmar
-Así es. –contestó inclinando la cabeza -Ha costado bastante. ¿De verdad le vamos a dar una katana hecha con el quinto material más resistente del universo conocido? Si me permite expresar mi opinión… -Marc esperó a que su jefa asintiera para seguir. –creo que la consentimos demasiado.
-Es solo una katana. ¿Qué puede hacer un arma blanca frente a todo lo que tenemos aquí? –dijo Emily para tranquilizar a su subordinado. –De todas formas, si nos diera algún problema, podemos simplemente ejecutarla. Tenemos tres especies diferentes entre las que elegir para que muera: El jurkalim, los amarklos y las gyrlas.
-Discúlpeme por haber dudado de usted. –volvió a inclinar la cabeza, esta vez más abajo.
-La duda nos permite ver los fallos. Si sigue dudando y termina encontrando ese fallo que yo no, te aseguro que actuaremos en ese instante. No hay nada que disculpar –sentenció Emily. –Si hay algo más que necesites de mi…
-Eso es todo. En este momento se les está enseñando a los mercenarios sus aposentos. –Dio un par de pasos hacia atrás y se despidió antes de dar media vuelta. –Si me disculpa.
-¿De gratino? -quería confirmar
-Así es. –contestó inclinando la cabeza -Ha costado bastante. ¿De verdad le vamos a dar una katana hecha con el quinto material más resistente del universo conocido? Si me permite expresar mi opinión… -Marc esperó a que su jefa asintiera para seguir. –creo que la consentimos demasiado.
-Es solo una katana. ¿Qué puede hacer un arma blanca frente a todo lo que tenemos aquí? –dijo Emily para tranquilizar a su subordinado. –De todas formas, si nos diera algún problema, podemos simplemente ejecutarla. Tenemos tres especies diferentes entre las que elegir para que muera: El jurkalim, los amarklos y las gyrlas.
-Discúlpeme por haber dudado de usted. –volvió a inclinar la cabeza, esta vez más abajo.
-La duda nos permite ver los fallos. Si sigue dudando y termina encontrando ese fallo que yo no, te aseguro que actuaremos en ese instante. No hay nada que disculpar –sentenció Emily. –Si hay algo más que necesites de mi…
-Eso es todo. En este momento se les está enseñando a los mercenarios sus aposentos. –Dio un par de pasos hacia atrás y se despidió antes de dar media vuelta. –Si me disculpa.
Cinco humanos,
un nuvalor de color verde y un ráxilor (Una especie de mezcla entre reptil y
humanoide que anda a dos patas. Este era de color marrón. La larga boca está
inclinada hacia abajo. Sus ojos oscuros y saltones parecen brillar en el día.
Mide 2’30, una altura bastante común en su especie). Los humanos vestidos con
diferentes tipos tela mientras que el nuvalor y el ráxilor llevaban una fina
armadura negra que les cubría pecho y extremidades. Todos esperaban en la sala
de teletransporte, acababan de llegar de una nave de prisioneros. La puerta de
metal se abrió y entró el secretario de Emily Hash. Les indicó que le siguiera
y ellos obedecieron en silencio.
Llegaron a un
largo pasillo blanco con puertas a derecha e izquierda, dieciséis en total.
Cada uno entró por una puerta diferente cuando el secretario les indicó que
allí descansarían hasta que llegara el día del combate contra Zaykia.
Después de
acomodarse y dejar su equipaje se fueron a una habitación gigantesca por la que
habían pasado antes para hablar entre ellos. Un sofá casi circular estaba en el
centro de la habitación también circular. No había ventanas. La iluminación
venía de una lámpara redonda que estaba colgada del techo a unos cuatro metros
del suelo. Todo de color blanco.
-¿De verdad
creéis que tenéis alguna posibilidad contra Zaykia? –les preguntó el ráxilor.
–No parecéis lo suficientemente fuertes
-Quizá yo no. –respondió uno de los humanos. –pero lo único que necesito son mis armas
-Quizá yo no. –respondió uno de los humanos. –pero lo único que necesito son mis armas
La edad de los humanos
se puede reconocer con cierta facilidad, al contrario que el resto de especies.
El que había hablado primero tenía treinta y ocho años, llevaba una chaqueta de
cuero y unos pantalones del mismo material. El pelo corto y azul oscuro.
-Si dependes de
tus armas serás el primero en caer. –le aseguró el ráxilor.
-Dime eso cuando haya conseguido el dinero. –respondió confiado mientras se sentaba con una pierna por encima de la otra y los brazos por detrás –Seré el primero en pelear con ella y terminaré rápido.
-Muy bien. Pelea tú primero que yo seré el último –intervino el nuvalor. –Y visto que no parecéis seres que puedan aportarme una conversación que merezca la pena, me retiro a mi habitación.
-Dime eso cuando haya conseguido el dinero. –respondió confiado mientras se sentaba con una pierna por encima de la otra y los brazos por detrás –Seré el primero en pelear con ella y terminaré rápido.
-Muy bien. Pelea tú primero que yo seré el último –intervino el nuvalor. –Y visto que no parecéis seres que puedan aportarme una conversación que merezca la pena, me retiro a mi habitación.
Tan rápido como
había venido se fue. Los demás lo tacharon de raro, aunque después de los
siguientes minutos de silencio se dieron cuenta de que entablar amistad con los
demás era una pérdida de tiempo. Pensaron que debían hacerlo por educación,
compartir opiniones y demás. Pero en cuanto recordaron que las posibilidades de
que los demás salieran con vida eran bajas le imitaron. Cada uno de ellos
pensaba que el dinero y la fama de matar a Zaykia sería de ellos y que los
demás morirían sin dudar. Gran error por parte de los humanos pensar así. Se
creen que por haber sobrevivido a cierta cantidad de peligros por el universo
conocido son los más fuertes. Sí, son fuertes, pero la fuerza y habilidad que
ellos poseen es algo solo un poco por encima de la media.
Tal como había
asegurado el humano, en cuanto llamaron al primer voluntario salió sin dudar a
por el puesto. No tardaron mucho en hacer esa llamada, dos días después de la
llegada fue el primer combate. Se entretuvieron bastante con las batallas que
ofrecía el coliseo y estuvieron muy atentos al enfrentamiento que iban a tener
el hombre confiado y Zaykia.
Cogió un fusil
automático, dos pistolas y un cuchillo. La munición la llevaba en cargadores
repartidos por las piernas y el pecho. Llegó hasta el ascensor que le llevaría
a la arena, estaba muy tranquilo y confiado. Al contrario que el ascensor que
empleaban los prisioneros, éste estaba muy bien iluminado, con un suelo de
cristal que dejaba ver el fondo blanco por donde pasaba. A medida que se movía,
se preguntaba qué armas utilizaría Zaykia. El escenario ya se lo habían dicho:
un vasto espacio vacío de tierra. Se puso contento, ningún lugar en el que
Zaykia pudiera esconderse cuando él empezara a disparar.
Apareció en un
extremo de la arena. Aún no había llegado Zaykia y se impresionó de la
inmensidad del lugar. Por dentro era aún más espectacular que por fuera. Toda
esa gente podría ver en vivo cómo acribillaba de balas a la famosa Zaykia,
proclamándose uno de los más fuertes del universo conocido. La gente hablaba
entre ellos, ignorando al recién llegado. Eso no le preocupó lo más mínimo, al
fin y al cabo era un desconocido. Todo quedó en silencio cuando al otro extremo
se abrió un agujero en el suelo. El comentarista estaba callado, este sería un
combate de uno contra uno y Zaykia no necesitaba que hablase de lo espectacular
que era.
El humano no se
lo terminaba de creer: Zaykia iba solo con una espada. Un pitido hizo que
mirase arriba, se trataba de la cuenta atrás. Cogió el rifle de su espalda y
apuntó a Zaykia, que estaba completamente relajada mirándole. Como si no le tomara
en serio. Se cabreó un segundo, pero recapacitó pensando “Tranquilo, solo
quiere que pierdas el control. Simplemente hazlo como mejor sabes y la
recompensa será tuya”.
El pitido largo
indicó el comienzo del combate. Zaykia se puso a andar tranquilamente hacia
delante, sin dejar de mirar a los ojos de su adversario. Aquél hombre cada vez
estaba más extrañado, matarla parecía demasiado fácil. Finalmente sonrió
murmurando “A caballo regalado…” y abrió fuego.
Zaykia se
apartó enseguida de la trayectoria de las balas. La velocidad sorprendió un
segundo al tirador, pero corrigió la puntería. “Ya veo que no va a ser tan
fácil” pensó. Siguió disparando y Zaykia continuaba esquivando a medida que
avanzaba lentamente y sin pausa, a pesar de que los movimientos laterales eran
rapidísimos y precisos para evitar cada una de las balas.
La idea de que
ella se estaba burlando pasó por su cabeza. Al darse cuenta de eso, la munición
del fusil se acabó. Lo tiró a un lado y sacó las dos pistolas de su cintura.
Corrió hacia delante sin disparar, intentando cambiar de estrategia mientras
que Zaykia seguía andando igual de lenta. Cuando llegó a una distancia de unos
treinta metros se detuvo y disparó con la pistola de su mano izquierda. Ella
daba un paso hacia la izquierda o la derecha, lo suficiente para esquivar cada bala
de forma individual.
El hombre ya se
estaba poniendo nervioso y cabreado. Disparó con ambas pistolas a la vez, con
el mismo resultado. Por fin Zaykia dio un gran paso hacia delante y le golpeó
con la funda en el cuello.
-¡Ah! –profirió por el golpe mientras caía.
Desenfundó la
katana y la dejó en el suelo. Apuntó la funda en su mano izquierda a su
adversario y habló.
-Eres patético.
Solo necesitaré esto para matarte. Espero que los siguientes sean más entretenidos
que tú.
El hombre la
miró enfadado mientras se recomponía. Volvió a apuntar pero su brazo fue más
lento que Zaykia, que llegó y lo golpeó desde abajo en la mandíbula, mandándolo
a volar. Soltó las pistolas y cuando llegó al punto más alto vio que ella
estaba justo a su izquierda. El siguiente ataque fue al estómago, lanzándolo de
vuelta al suelo. Se recompuso todo lo rápido que pudo, pero el dolor le impedía
moverse como de costumbre.
Zaykia estaba
esperando a que se levantara, con una sonrisa burlona en su cara. Cogió su
cuchillo de su espalda y se puso en guardia. Ella saltó a por él y ambos
atacaron. Zaykia le dio en el brazo que sujetaba el cuchillo tres veces,
dejándole con moratones que la ropa escondía. Se arrodilló, aguantando el grito
de dolor
-Te aseguro,
que ningún humano podrá conmigo. –le susurró al oído.
Le presionó el
pecho con la pierna izquierda y con ambas manos clavó la funda de la katana en
la garganta, proclamándose victoriosa.
Una pelea que
desilusionó al público, les habían prometido un combate igualado donde verían
la verdadera fuerza de Zaykia. De los cuatro humanos restantes para pelear,
tres se fueron nada más ver lo rápida que era. El siguiente combatiente sería
el que quedaba, dejando a las otras dos especies las últimas, esperando que
dieran más juego que el primero.
El hombre tenía
el pelo largo y azul, llegándole a la espalda y el flequillo por encima de los
ojos. Tenía unos ojos algo afeminados y de color lila. Medía 1’76. A pesar de
que el ráxilor estuvo molestándole para que se fuera, lo ignoraba por completo.
Estaba confiado en que él podría con ella, a pesar de no traer ningún arma ni
armadura consigo.
Pasaron cuatro
días hasta que llegó el siguiente combate contra Zaykia. Callado como había
estado se dirigió al ascensor que le llevaría a la arena. Permanecía serio en
todo momento, concentrándose en sí mismo.
La gente
esperaba que el siguiente combate estuviera más igualado. Todos habían venido
por la sangre y la muerte que se ofrecían aquí, pero el descubrimiento de
Zaykia provocó que el público deseara ver su máximo potencial. Se sintieron un
poco decepcionados al ver que el segundo combatiente sería otro humano.
Vestía un fino
abrigo de color negro y abierto que llegaba hasta las rodillas. Los pantalones
del mismo color y una camisa blanca. Les llamó la atención que fuera desarmado.
Estaba ajustándose unos mitones de color lila.
Esta vez el
escenario era un suelo de metal con diversas plataformas de cristal repartidas
por el aire. Con la llegada de Zaykia y su típica pose despreocupada empezó la
cuenta atrás. El humano se puso en guardia, como si fuera un boxeador. Y en
cuanto sonó el pitido final se abalanzó con gran velocidad a por Zaykia. Ella
abrió los ojos, sorprendida y atacó con la katana en el instante que la
desenfundó. El puño derecho del combatiente chocó con la hoja y provocó una
explosión. Zaykia salió volando y rodó un par de vueltas de lado en el suelo.
Se levantó calmada, sus ropas se habían quemado un poco por la izquierda, al
igual que su cara. El clamor del público fue ignorado por ambos combatientes.
-Putos magos…
-murmuró mientras sonreía.
Se miraron a
los ojos. El mago sabía perfectamente que Zaykia se apartó justo a tiempo de la
explosión y por eso solo había quedado un poco chamuscada. Esa velocidad de
reacción fue lo que le sorprendió, pero no dejó se exteriorizara.
-Así que eres
un mago cuerpo a cuerpo –lo soltó Zaykia tranquilamente.
-Hablas como si enfrentarse a un mago fuera lo más normal del mundo. –respondió con una sonrisa confiada
-Bueno… Eres el primer mago de este tipo al que me enfrento. –sonrió burlona –Supongo que será divertido.
-Hablas como si enfrentarse a un mago fuera lo más normal del mundo. –respondió con una sonrisa confiada
-Bueno… Eres el primer mago de este tipo al que me enfrento. –sonrió burlona –Supongo que será divertido.
Volvió a
ponerse en guardia y Zaykia alzó la katana con ambas manos por encima de su
cabeza, inclinándola hacia atrás. Ambos corrieron hacia su oponente, no tan
rápido como antes. Zayka mantuvo baja la katana, con la hoja hacia atrás. Otro
puñetazo con la derecha, que esta vez esquivó por el exterior del brazo e
intentó cortar el costado del mago. Ambos pasaron de largo y se detuvieron.
Zaykia miró a donde había atacado: la ropa estaba cortada, pero no había señal
de sangre.
-¿Sorprendida?
–le preguntó satisfecho
-En absoluto –contestó tajante
-En absoluto –contestó tajante
Saltó directo a
ella. Zaykia puso la katana apuntando a su enemigo, en horizontal a la altura
de sus ojos, encima del hombro derecho. Una serie consecutiva de puñetazos
retrocedían con el impacto de la katana. Esta vez no explotaba y Zaykia
aprovechó una abertura para atacar de arriba abajo. El mago retrocedió de un
salto. A pesar de no haber tenido contacto con la hoja, tenía un corte en el
centro de la camisa que se abrió hacia los lados.
¿Cómo sabe
dónde golpear para evitar que estalle mi magia? ¿Cómo consigue dar en el punto
justo? Son las preguntas que se hace en ese intervalo de tiempo donde ambos
luchadores están quietos. Zaykia pareció leerle la mente y contestó.
-Jamás lo
sabrás.
-Cierto. –admitió enseguida –Pero tampoco es que importe, vas a morir.
-Jajajaja… Lo dudo mucho.
-Cierto. –admitió enseguida –Pero tampoco es que importe, vas a morir.
-Jajajaja… Lo dudo mucho.
Esta vez
Zaykia, de lo que pareció un paso, llegó justo al lado del mago. Estaba con el
cuerpo casi horizontal, seguramente debido a la velocidad que había empleado.
El movimiento de la espada pareció brillar. Intentó echarse atrás, pero la
sangre saltó de la cara del mago. Zaykia vio de reojo cómo la mano derecha le
empezó a brillar y saltó enseguida para evitar la explosión. Igualmente había
reaccionado tarde y unos mechones de pelo estaban ardiendo. Rápidamente los
cortó, dejándola casi rapada por ese lado.
El mago se miró
la mano después de taparse la boca. El miedo le embargó, era imposible que
hubiera podido romper su armadura. El corte iba de la mandíbula hasta la nariz,
pasando por la boca. Toda esa calma se desvaneció. Reforzó la magia que le
protegía y le gritó a Zaykia.
-¡Serás puta!
El rostro de
Zaykia cambió radicalmente al oír esas palabras. Sus ojos se abrieron, su
sonrisa desapareció. Estaba hecha una furia.
-¡¿Qué me has
llamado?! –le rugió mostrando los dientes y frunciendo el ceño
-¡PUTA!
-¡PUTA!
Empezó a
respirar con fuerza. Se podía escuchar cómo el aire pasaba por sus dientes,
entrando y saliendo.
-¡¿Cómo te
atreves?! ¡Voy a hacer que me supliques! –dijo señalándole con la mano
izquierda
Al mago le pareció
perfecto haberla cabreado tanto. Un enemigo descontrolado es un enemigo fácil
de matar.
-Jamás
suplicaría por mi vida. –respondió.
Ahora estaba
más calmado. Pensó en que fue un acto estúpido perder los estribos por un
cortecito de nada. Seguramente no había puesto suficiente fuerza en su magia
defensiva y por eso pudo cortarla. Ahora está al máximo, es imposible que
Zaykia pueda matarle.
-¡Nooo! –volvió
a rugir, casi sin aire. -¡No lo has entendido! ¡Vas a suplicarme por tu MUERTE!
El mago se
concentró para poder seguir la velocidad de Zaykia. Ya había enfrentado antes a
gente que podía ir así de rápido antes. Solo debía usar correctamente su magia
y la igualaría sin problemas.
Pero no se
esperaba que Zaykia pudiera ir más rápido que antes. No le dio tiempo a
reaccionar y le cortó la mano derecha, se dio la vuelta al pasarse y le cortó
el pie del mismo lado. Luego de una patada, aprovechando que había perdido el
equilibrio, lo mandó a volar diez metros arriba. Saltó y en el aire giró
horizontal al suelo, cortándole dos veces en el costado sin darle a los huesos.
Cayeron al
suelo de nuevo y el mago se retorció de dolor. “¿Cómo? ¿Cómo ha pasado mi
defensa?” pensó. Miedo y dolor se mezclaban mientras Zaykia seguía mirándole
con odio. Se agachó y le susurró.
-Voy a
torturarte… Voy a torturarte hasta que me supliques que te mate. Podrías haber
muerto sin dolor después de pelear un rato, pero no sé cómo se te ocurrió
llamarme puta. Esta es la consecuencia, asúmela.
Al mismo tiempo
que se levantaba le hizo un corte que pasaba por el antebrazo. No salió mucha
sangre, sabía dónde cortar para eso. Zaykia siguió dando tajos precisos
mientras escuchaba gritar de dolor a su víctima, dejándola incapaz siquiera de
pensar. Le hubiera gustado golpearle con sus propias manos, aguantaría más
tiempo con vida, pero no le haría daño por la magia que le “protege”. Ninguno
de los cortes superficiales le llevará a la muerte instantánea. Tendría que
pasar mucho tiempo con el poco desangramiento que tiene. Normalmente disfruta
torturando, pero que sea la venganza del insulto no le divierte.
Está tan
cabreada que no consigue escuchar el ruido de alguien que había lanzado una
bomba a donde estaba. Mientras seguía concentrada en cortar a su víctima, vio
de refilón el esférico aparato con el pequeño pitido. Para ella fue como verlo
a cámara lenta, llegando por encima de su hombro izquierdo. Se asustó y reaccionó
a tiempo, saltando lejos. Una esfera oscura apareció con el centro en el
pequeño aparato y se mantuvo unos segundos. Con la misma velocidad con la que
se había expandido se contrajo, haciendo desaparecer todo lo que tocó. Una
bomba de anti-materia.
Zaykia miró a
su alrededor y pudo ver al nuvalor con su delgada armadura. Jugaba lanzando y
recogiendo otra de esas bombas. Ahora que su víctima había muerto se relajó. Ya
no estaba tan cabreada. Suspiró y se recompuso.
-Menuda suerte
acabo de tener –Murmuró para ella.
Aunque el
nuvalor no era el único que había allí. Zaykia escuchó ruido y volvió a saltar a
la derecha para alejarse. Al girarse vio cómo un ráxilor golpeaba el suelo con
una espada más grande que ella, cuya punta se abría un poco afuera en vez de
unirse en el centro, provocando que salieran chispas.
Zaykia ya le
comentó a Murray que él hacía mucho ruido. En ningún momento Zaykia dijo que fuera
un sonido que captasen los oídos. Se trata de un fenómeno muy raro. Los pocos
en el universo conocido que saben su existencia dicen que se puede entrenar… o
tener la suerte de nacer con él. Ser capaz de oír en tu cabeza la intención
asesina de otros seres vivos y por dónde viene el ataque es una gran ventaja
para sobrevivir. Zaykia siempre piensa que rara vez tiene suerte, algunos
creyentes del equilibrio espiritual y cosas del estilo dirían que se debe a que
tuvo la gran suerte de nacer con este fenómeno. Cada vez que alguien intenta
hacer daño a Zaykia, ella es capaz de escuchar este “ruido”. Rara vez no es
capaz de escucharlo y hace unos momentos fue una de esas ocasiones: estaba
cegada por la ira.
Zaykia miró a
ambos. Llevaban el mismo tipo de armadura. El ráxilor se puso a correr hacia
ella y el nuvalor lanzó una bomba que se pegó en su gigantesco cuerpo. Zaykia
se apartó dando unos pequeños saltitos hasta que explotó junto al reptil. Ladeó
la cabeza, ignorante del motivo de matar a tu compañero. Pero las dudas se
disiparon en cuanto le vio salir de la esfera oscura. Sus pasos eran algo
lentos comparados con el mago y antes de que Zaykia se dispusiera a atacarle
otra bomba se pegó al cuerpo del ráxilor.
-Está bien
–murmuró Zaykia ahora que lo entendía.
Corrió hacia el
nuvalor, esquivando las bombas que se puso a lanzar. Pero se detuvo a cierta
distancia, justo antes de que una bomba que no había visto explotara desde el
nuvalor. Luego saltó muy arriba y cayó en uno de los cristales flotantes.
Zaykia no sabía qué hacer, aunque para ella no era ninguna novedad. Como ya ha
repetido varias veces, solo sabe matar. Ya fue demasiado para ella haber
pensado en una forma de huir del coliseo, casi le daba dolor de cabeza.
Volvió a mirar
a sus dos oponentes. El ráxilor saltó a la misma plataforma de ella. Ésta debía
ser su oportunidad y le atacó sin dudar. Pero al contrario que las piernas, sus
brazos se movían igual de rápido que ella. Por muchos cortes que intentara dar
los paraba con la espada. Lo intentaba por la espalda, los costados y de frente
con el mismo resultado. Sin necesidad de mirar al otro oponente, cambió de
plataforma en el momento que lanzó otra bomba.
Al nuvalor le
empezó a incomodar: ¿Cómo sabía cuándo moverse para evitar las bombas? Antes,
cuando saltó por primera vez a la plataforma, no había forma de que ella le
viera acercarse para provocar otra explosión como la primera.
El público se
calmó en ese instante. Los tres se quedaron quietos, la pelea estaba en punto
muerto. La estrategia que habían ideado el nuvalor y el ráxilor parecía no ser
suficiente para acabar con Zaykia. Al mismo tiempo que Zaykia no tenía forma de
matarlos. Los tres parecían estar pensando en un plan “B”. Exacto… parecía…
Zaykia tenía en ese momento la mente en blanco, mirando a ambos oponentes. Los
otros dos en cambio sí estaban intentando pensar en cómo matarla.
Finalmente
Zaykia se cansó de esperar y se abalanzó a por el ráxilor. El resultado fue el
mismo de antes: sus poderosos brazos manejaban con velocidad la gigantesca
espada de 1’70 metros. Cada vez que él intentaba atacar, Zaykia lo esquivaba
sin problemas. No había oportunidad para ninguno de efectuar un contraataque.
El chasquido de espadas sonaba por todo el coliseo, el público estaba
concentrado en intentar seguir los movimientos de ambos.
Uno de los
golpes provocó que Zaykia fuera lanzada hacia atrás. O al menos eso parecía,
aprovechando que el nuvalor parecía seguir pensando saltó hacia atrás. Estiró
su brazo derecho y lanzó la katana con todas sus fuerzas. Nadie pudo seguir la
trayectoria que siguió, parecía haber desaparecido. Consiguieron saber la
dirección que había tomado gracias a cómo se había quedado el brazo derecho.
Todos observaron estupefactos cómo la katana atravesaba el pecho del nuvalor. El
cuerpo sin vida había caído de espaldas debido al impacto.
El ráxilor
saltó tras Zaykia, con la espada en alto. Ambos se acercaban tanto al suelo
como al otro. La espada se precipitó hacia abajo con la intención de partir a
Zaykia por la mitad. Ella logró juntar las manos justo a tiempo para detener el
descenso de la hoja. Calló de espaldas al suelo mientras que el ráxilor lo hizo
de pie, empleando cada vez más fuerza en que la punta atravesara a Zaykia. Poco
a poco descendía. Uno de los dos picos que tenía al final se acercaba peligrosamente
a su frente. Con los ojos abiertos y los dientes apretados, mostraba el miedo
que empezaba a satisfacer al ráxilor. Él sonreía, aunque un humano que no esté
acostumbrado a la presencia de esta especie jamás lo descubriría. La punta hizo
contacto, haciendo que salieran algunas gotas de sangre.
Zaykia apartó
la cabeza al tiempo que la espada chocaba con el suelo. Ésta giró e intentó
decapitarla. Las manos que aún permanecían en la hoja siguieron deteniendo como
podía su avance. Un reptil de más de dos metros estaba encima suya y una espada
más grande que ella avanzaba con lentitud a su cabeza. Zaykia era fuerte, pero
al fin y al cabo seguía siendo humana. Tiene límites y ya había confesado que
los rumores surgieron cuando no trabajaba sola. Exacto… ella no trabajaba sola…
lo recordó eso en ese instante… no puede morir ahí… si muere ahí no volverá
a ver… necesita ver a su amor una vez más antes de morir… sabe que al igual que
ella, está sintiendo una dolorosa soledad.
Colocó una de
las manos en la parte afilada de la hoja, luego la otra y con todas sus fuerzas
apartó la espada. Hizo un semicírculo con el centro en el ráxilor, que impidió
que saliera volando. Zaykia apoyó las manos en el suelo y con ambas piernas golpeó
el pecho de su oponente, empujándole y aprovechando para saltar y alejarse. El
ráxilor no corre tanto como ella. Pero nada más ver que se había zafado, saltó
a la ubicación de la katana de Zaykia y se quedó allí.
Zaykia se miró
las manos. Estaban ensangrentadas por el reciente corte y no parecía que fuera
a parar. Aunque no era una pérdida descomunal, le dolía mucho. Su respiración
era agitada, estaba nerviosa y no sabía qué hacer. No está acostumbrada al
dolor, nunca ha necesitado estarlo. Podría contar el número de veces que ha
necesitado atención médica con ambas manos… o quizá sólo con una. Deja de mirar
las manos y se centra en su oponente.
Empieza a andar
hacia él mientras se dice que debe pensar en un plan. Observa cómo el ráxilor
está justo encima del cadáver del nuvalor, custodiando la katana. Aunque
alcanzase su arma, con las manos en esa condición no podría manejarla. Usar las
bombas jamás se le ocurriría a ella. Aunque lo hiciera, no sabría cómo
activarlas. El ráxilor sí sabe cómo, pero sus manos no tienen la capacidad de
hacerlo. Así que, aunque le gustaría, no puede destruir la katana de Zaykia. Por
lo que debe esperar paciente a que ella venga a él.
Se queda quieta
a cinco metros del ráxilor. Sigue sin saber qué hacer “Menuda novedad” piensa.
Ahí están los dos, parados mientras las gotas de sangre de Zaykia caen una a
una despacio y sin detenerse. Una delgada línea roja pasaba entre sus ojos y
por la zona derecha de su nariz hasta sus labios. El lado izquierdo de su cara
estaba chamuscado. El pelo tenía una desigualdad enorme en la zona que
anteriormente cortó.
-Oye lagartija
–decide empezar una conversación
-Soy un ráxilor. –contestó calmado –Y tengo nombre.
-Ya… ya… dime lagartija. ¿Piensas quedarte ahí parado?
-Deja de llamarme lagartija, estúpida humana. –alzó la voz enfadado.
-Eso no responde a mi pregunta, lagartija.
-Soy un ráxilor. –contestó calmado –Y tengo nombre.
-Ya… ya… dime lagartija. ¿Piensas quedarte ahí parado?
-Deja de llamarme lagartija, estúpida humana. –alzó la voz enfadado.
-Eso no responde a mi pregunta, lagartija.
Por la mente
del ráxilor se le ocurrió que Zaykia intentaba provocarle para que atacase. Así
que decidió ignorar cómo le estaba llamado y se calmó.
-Tengo todo el
día. –finalmente contestó
-Mmmm… ya veo.
-Mmmm… ya veo.
Zaykia profirió
un fuerte suspiro
-¿Y tú piensas
quedarte ahí parada también? –siguió hablando el ráxilor.
-No tengo ni la más puñetera idea de qué hacer. –confesó mientras se encogía de hombros
-Oh… -exclamó –La famosa Zaykia no sabe qué hacer contra mí. –se mofó
-Jajaja… no te creas tanto. –le dijo despreocupada. –Como tú acabas de decir, soy una idiota.
-Te estás quedando conmigo.
-Es posible. –respondió con una sonrisa provocadora.
-No tengo ni la más puñetera idea de qué hacer. –confesó mientras se encogía de hombros
-Oh… -exclamó –La famosa Zaykia no sabe qué hacer contra mí. –se mofó
-Jajaja… no te creas tanto. –le dijo despreocupada. –Como tú acabas de decir, soy una idiota.
-Te estás quedando conmigo.
-Es posible. –respondió con una sonrisa provocadora.
Zaykia caminó
de nuevo hacia su oponente, que se puso en guardia sin duda con la espada
inclinada hacia delante, usando ambas manos. Cuando creyó que estaba en rango,
atacó sin moverse de su sitio. Zaykia se paró, justo donde no podía ni rozarle
la hoja. La vio moverse un par de veces delante de su cara y en el tercer
ataque el ráxilor se movió. Esquivó moviéndose a la derecha, con los brazos
como si estuvieran colgando. Los ataques siguieron viniendo y ella esquivaba
por los pelos cada uno de ellos. Izquierda, derecha, abajo, izquierda, abajo,
derecha, arriba…
Una abertura en
todos los tajos que estaba propinando apareció. Zaykia lo vio y se aprovechó,
saltando y golpeándole con el pie izquierdo en el estómago. Antes de que el
ráxilor pudiera contraatacar, saltó de nuevo usando su cuerpo de base,
esquivando el siguiente tajo que intentó dar. La armadura no se hizo para los
golpes físicos, estaba preparada para resistir las bombas de vacío. Por lo que
le hizo tambalearse un par de segundos. Tiempo suficiente para que Zaykia
llegara al suelo, cerca de su oponente, y se lanzara de nuevo a por él. Esta
vez la patada la dirigió a la muñeca de la mano que sujetaba la espada,
lanzándola por los aires.
Cada patada que
intentaba dar Zaykia era detenida ahora por los musculosos antebrazos del
ráxilor. Ahora él estaba a la defensiva y no veía cómo salir de la situación.
Intentó un par de veces agarrar las piernas al vuelo, pero solo conseguía que
el golpe doliera más. A pesar de que Zaykia estaba más tiempo en el aire que en
el suelo, dominaba la pelea. Estaba disfrutando, hacía mucho tiempo que no
tenía que esforzarse tanto en una batalla. El sudor empezó a salir y la
respiración se iba haciendo más fuerte, aunque no hacía ruido. Inspiraba y espiraba
acorde a los alocados y rápidos movimientos de piernas que hacía.
El ráxilor no
lo entendía. Cuando estuvieron peleando con las espadas estaban igualados.
Ahora ella estaba usando solo los pies y se sentía acorralado. Los movimientos
eran demasiado rápidos para intentar un contraataque. Los pies conseguían
mantenerle en equilibrio y los brazos le protegían de los golpes. No podía usar
ninguna de sus extremidades para devolver el ataque. Notó cómo Zaykia había
empezado a sudar. Entonces se le pasó por la cabeza que hasta ese momento no
había peleado en serio, no se había esforzado. Recordó los rumores: Zaykia es
un demonio blandiendo una katana. Entonces, en ese momento, le pareció ridículo
que pensara que habían estado igualados
y que podía matarla en un duelo de espadas. Ese pensamiento lo distrajo un
segundo. Zaykia no lo dejó pasar y en el aire agarró con las manos
ensangrentadas los brazos. Levantó sus piernas y rodeó el cuello del ráxilor.
Apretó con fuerza. Poco a poco dejó de respirar, dejó de hacer fuerza con los
brazos y al final calló de rodillas. Antes de que el cuerpo terminara de caer
Zaykia se apartó. El sonido del cadáver contra el metal del suelo fue el
precedente al público gritando.
Zaykia, sudando
y con una casi respiración forzosa, había ganado. A pesar de que se suponía que
sería un solo combate por día y le cogieron desprevenida salió victoriosa del
encuentro. Le dolían las manos, pero la adrenalina que sentía había amortiguado
un poco su sufrimiento. Recogió la katana y su funda. El ya clásico agujero se
abrió justo antes de que la plataforma llegara. Se sentó exhausta con las
piernas cruzadas y el ascensor bajó, dejándola a oscuras de nuevo.
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