jueves, 11 de septiembre de 2014

Shinkalia II - capítulo 4

Murray y Sandra aprovecharon los momentos que no se les mandaba nada para acostarse juntos. Hasta que al cuarto día de llegar del viaje vino Zaykia. Murray fue a recibirla.

-Buenas tardes. –saludó amablemente
-¿Qué tienen de buenas? –le cortó el punto -¿Acaso te ha ocurrido algo bueno, novato?
-Es cuestión de educación. ¿Conoces el significado de esa palabra? ¿Educación? –Se estaba burlando
-Estás atacando mi paciencia. Otra vez.
-Está bien. Me disculpo –dijo sin convicción
-No engañas a nadie con esas palabras.
-No es mi intención engañarte. –dijo con una mano en el pecho y los ojos abiertos, fingiendo sorpresa.

Zaykia dudó un segundo. Obviamente la estaba provocando y burlándose de ella.Pero la forma de hacerlo le empezaba a divertir. Se parecía a Gítercol: el tono y palabras adecuadas,con un toque de educación, evitando la provocación directa, confiando en que no habrá pelea…. Zaykia pensaba si el vejestorio le habría enseñado o si se le había ocurrido a él solito hablarle de esa forma.

-vengo a por la reparación que le pedí al viejo.
-Ahora mismo te la traigo.

Al salir Murray, entró Gítercol.

-Hola vejestorio. Dime una cosa: ¿Le has dicho al novato cómo estar conmigo?
-¡¿Qué?! –Se preocupó. “¿Qué habrá hecho?” pensó –le dije que no te provocara. ¿Ha hecho o dicho algo para molestarte?
-Todo lo contrario. Me ha recordado a las primeras veces que hablaba contigo. Por eso te lo preguntaba. –dijo intrigada
-No le he contado nada sobre cómo hablo contigo. –confesó Gítercol
-Es espabilado. –admitió Zaykia
-Se dio cuenta de que no llevabas comida
-¿Cómo dices? –preguntó extrañada
-Cuando les rescataste
-Interesante. ¿Un joven con potencial?
-Siempre se me hace raro cuando le dices a alguien joven. Salvo Risk, todos aquí son mayores que tú.
-¡Já! ¿Y qué? Ninguno puede conmigo. El único con el que estaría interesante una pelea es contigo… o al menos el tú de hace diez años como mínimo.
-¿Cuántos tenías hace diez años? –se mofó -¿Catorce? ¿Quince?
-Doce.

Un empleado sale, deprimido, y le da la katana enfundada a Gítercol. Zaykia observa que está tan decaído que ni se fija en ella, o al menos no muestra la reacción típica del grupo. Se va tan callado como entró.

-Parece que ya se lo has contado. –Gítercol no parecía entender –Tu enfermedad. –le aclaró
-¿Lo sabías?
-Se notaba a kilómetros, viejo.

Gítercol respiró hondo. Guardó la katana debajo del mostrador. Salió por la pequeña puertecita que tiene el mostrador. Se puso enfrente de Zaykia, que le observaba sin comprender. Con su puño derecho le dio un gancho en el estómago Zaykia, que no lo vio venir. Escupió sangre y se mantuvo en el aire sujeta por el puño. “Qué silencioso” pensó Zaykia.

-Siempre has estado mangoneándome a mí y a mis hombres. Atacando mi paciencia. Es hora de que te devuelva todo, estúpida cría. –su voz no mostraba la típica calma, sino furia. Nadie le había escuchado antes así, al menos en el planeta.
-Maldito vejestorio –pudo responder. Le miró a los ojos, hecha una furia.

Con sus dos manos se impulsó del brazo para apartarse y evitar el golpe de su puño izquierdo. Al caer dio un pequeño salto y se puso en guardia. Gítercol se abalanzó sin dudar. Zaykia paró sus dos puñetazos, le dio una patada en la barriga, que la impulsó y le dio otro golpe en la mandíbula con la pierna restante en plena voltereta hacia atrás. Él aguantó el dolor, la agarró por las manos y se puso a girar hasta que la lanzó contra una pared. Ahora a Zaykia también le dolía el hombro derecho. Gítercol movió un poco la cabeza y masajeó su mandíbula. Esta vez Zaykia inició el siguiente movimiento. Corrió hacia él y se deslizó para atacarle las piernas. Saltó para esquivarla. Se detuvo justo debajo, hizo el pino manteniendo brazos y piernas flexionados. Mientras caía ella se elevó en el aire, estirándose y golpeando las rodillas de Gítercol, haciendo que perdiera el equilibrio. Ella llegó antes al suelo y mientras se giraba le volvió a dar otra patada en la espalda.

-Ya estás viejo para esto. Viejo y enfermo. Por eso te digo que antes habrías sido un gran rival, uno con el que me habría divertido mucho. Solo me cogiste desprevenida, ya que nunca has intentado hacerme daño. No quiero tener que matarte. Me caes bien. –Se sentó en el mostrador. –Así que déjalo, no entiendo a qué viene que me ataques ahora.
-Miraba si podría matarte antes de que muriese. –dijo levantándose. Algunos de sus seguidores entraron, preguntándose a qué venía el ruido y vieron la escena, sorprendidos.
-Sabes que no puedes. Así que dime si voy a tener que matarte.
-No. No será necesario. Además, no te has tomado en serio la pelea.
-Bien. –miró a los recién llegados -¡Largo! –les gritó y se fueron enseguida. Aunque Murray y Sandra se mantuvieron detrás de la puerta para escuchar. –y la última vez que me puse seria en una pelea fue cuando tenía dieciséis años. Si me hubiera puesto seria habrías muerto en menos de cinco segundos.
-También intentaré algo por última vez –dijo ya a su lado. -¿Quieres unirte a nuestro grupo?
-¿Eh? Menuda forma más rara de invitarme por última vez. –Se encogió de hombros –Te digo lo que te dije la primera, segunda, tercera y demás veces: No. No tienes nada que ofrecerme y pueda interesarme.
-Dime: ¿Quién hará negocios contigo ahora?
-E… No tengo respuesta a eso.
-Ahora que yo no estaré, necesitarás a alguien más. –Zaykia suspira
-Es verdad –admite con su orgullo herido
-No eres estúpida. –vuelve a su tono habitual –Únete a mí ahora. Que dejen de tenerte miedo y sepan que pueden confiar en que los protegerás.
-No me convence eso.
-Cuando muera te costará mucho encontrar a un herrero que quiera reparar los desperfectos que le hagas a tu arma. Te costará encontrar alguien que quiera darte comida y bebida, sabiendo quién eres. Lo único que querrán todos es que te mueras lo más pronto posible. Y esos rumores… -Zaykia le miró a los ojos –no puedes confiar en que sean ciertos o que te vayan a servir.
-¿De verdad crees que pueden confiar en mí?
-Podrías empezar con dejar libre a Sandra.
-¿Y cuando la palmes? ¿Qué? ¿De verdad crees que se fiarán de mí? Sabes cómo soy, les has dicho que ni se atrevan a mirarme. Eso no cambia de un día para otro.
-Entonces he conseguido que te plantees unirte a nuestro grupo.
-Yo… -Ahora se da cuenta de lo que estaba haciendo Gítercol -¡Tú! Maldito vejestorio embaucador.
-¿Lo he conseguido o no? –Insiste en la pregunta
-Sí. Lo has conseguido. ¿Contento? –dice irritada
-Bastante. ¡Cof! ¡Cof! –tose.
-¿Cuánto tiempo te queda? –pregunta calmada y algo triste, como si estuviera hablando con un viejo amigo en vez de un viejo que odia  -¿Una semana? ¿Dos?
-Creo que dos. –sentencia dolido
-De todas formas. Lo más probable es que cuando mueras habrá mucha gente que se largará, que solo están en este grupo por ti.
-Sí. Lo sé. Pero también están ¡Cof!  los que les gusta el grupo y quieren permanecer en él. Sin mí, la ligera protección de la que disponían se desva… ¡Cof! desvanecerá y solo podrán confiar en su fuerza. Si te metes y consigues convencer a algunos de que se queden contigo podrás conseguir lo que necesitas. –se preocupa por el grupo y por Zaykia
-¿Y qué necesito? –se burla
-lo necesario para sobrevivir.
-No quiero sobrevivir en este asqueroso planeta. Si los rumores son verdad, conseguiré encontrar la forma de escapar.
-¿Y qué harás hasta que ese proyecto ¡Cof! comience si son verdad? Dudo mucho que mañana lleguen y lo construyan en cinco minutos. Necesitarían ¡Cof! una semana como mínimo.
-Esta pelea te ha puesto peor. ¡Mira que iniciarla! –le dice enfadada
-Ha sido una buena forma de llamar tu atención. No puedes negarme eso. ¡Cof! ¡Cof!

Se levantó y fue a por la mochila, que la había dejado al lado de la entrada. Sacó una botella de agua y se la lanzó.

-Tienes un estado patético. Das pena.
-Gracias

Después de beber no volvieron a hablar hasta pasado un rato. Zaykia pensaba en la posibilidad de meterse en el grupo. Total ¿Qué podía perder intentándolo? Y como bien dice el viejo podría conseguir gente que le podría ayudar.

-Está bien. Me uniré. –termina cediendo
-Me alegra oír eso.
-Pero creo que antes deberías comentárselo a tus subordinados.
-Bien. Espera aquí. Volveré cuando se lo haya dicho.

Murray y Sandra se alejaron de la puerta antes de que pasara Gítercol. Los reunió a todos y les dijo que tenía intención de que Zaykia se uniera a ellos. Casi todos estallaron en negativa. Cuando callaron volvió a hablar el Jefe.

-Como os dije hace un par de noches, estoy a punto de morir. Mi nombre dejará de protegeros. Zaykia es un nombre mucho más temible que el mío, conocéis los rumores de lo que ha hecho fuera de este planeta. Sean o no ciertos, da que temer el solo escuchar sobre ella. Vosotros lo sabéis mejor que nadie, que hemos hecho negocios con ella casi desde que llegó hace cinco años. Igualmente cuando muera podréis hacer lo que queráis, así que no tendréis que permanecer con ella ni un mes si lo deseáis. Solo os pido que le deis una oportunidad. Todos os podéis beneficiar de esto. ¿De verdad os negáis a darle una sola oportunidad?

Se miraban unos a otros, en silencio, hasta que Murray habló.

-Yo voto por dársela. Siempre que acepte nuestras normas.

Todos se sorprendieron de que alguien quisiera seguir esa decisión que había tomado el Jefe.

-Yo también –Se alzó Sandra.

Ahí sí que se quedaron mudos, con el miedo que ella le tenía a Zaykia.

-Muy bien. Decidido, le daréis la oportunidad, cuando muera podréis hacer lo que queráis. –sentenció Gítercol. –Murray, Sandra, venid conmigo.

Volvieron a donde estaba Zaykia. Permanecía sentada en una de las sillas.

-Respetarás todas las normas y les protegerás. ¿Verdad? –Habló Gítercol.
-Claro, viejo. Pero antes hay algo que ella me debe –dijo señalando con la cabeza a Sandra.
-¿No podrías dejarlo pasar? –intervino Murray con una actitud despreocupada
-¿Qué? De eso ni hablar. Quiero mi juguete. ¿Tienes algo que decir, Sandra?
-Solo será una vez ¿Verdad? Luego nos protegerás sin pedir nada a cambio. –respondió con timidez
-Sin pedir nada a cambio… Se supone que será una asociación, ¿No, viejo?
-Así es. Pero a mí también me gustaría que pensaras en lo que quiere Sandra.
-La respetaré cuando haya entrado en el grupo. Antes cumplirá su parte del trato. Soy una mujer de palabra y esta es una buena forma de comprobar que puedo confiar en que cumpliréis la vuestra.
-Está bien. ¿Podemos hacerlo rápido?  -dijo desanimada

Entraron en la habitación de Gítercol y cerraron la puerta con el pestillo. Le quitó toda la ropa. Empezó a acariciar su cuello.

-¿Sabes? Estoy un poco decepcionada… Esperaba ser yo quien te quitase la virginidad. Pero ya veo que has decidido darla.

Sandra se sorprendió de que se hubiera dado cuenta de ambas cosas: era virgen hace unos días y ahora ya no. Zaykia no esperó más y se puso a lamerle el cuello. Pasó a la oreja y agarró una teta con una mano y el culo con la otra. Luego pasó a los labios mientras apretaba con fuerza, provocando un poco de dolor. Sandra quería gritar, pero la boca de Zaykia le impedía hacer cualquier sonido. La empujó a la cama. Le abrió las piernas y se arrodilló entre ellas, mirándola fijamente. Sandra no comprendía por qué era la única sin la ropa. ¿No tendría que quitársela para tener sexo? Aun así no hubo indicio de que fuera a desnudarse. Continuó poniendo una mano en la entrepierna y la otra agarrando su cabeza. Siguió besando hasta que pasó a chupar y morder su pecho. Sandra aguantaba los gemidos que intentaban salir por la mezcla de placer y dolor. Intentaba negar por todos los medios el placer, le daba asco que fuera provocado por una mujer. Zaykia sabía lo asqueada que estaba y sumado a la cara que ponía, se divertía mucho. Cuando notó que empezaba a mojarse no dudó en meter un dedo. Lo sacó enseguida y siguió con dos. Una última vez y con tres dedos no paró de moverlos en su interior. Sandra mantenía los ojos cerrados, intentando ignorarlo todo. Zaykia rio un momento al ver su expresión desesperada de que acabase ya. Al rato, después de hacer que llegara al orgasmo, metió su cabeza entre las piernas de Sandra y  le lamió, metió su lengua dentro… Si hubiera sido otra situación habría continuado hasta que se hartase, pero si se excedía conseguiría su enemistad y Sandra es alguien que influencia con facilidad al grupo. Decidió parar cuando la hizo llegar por segunda vez, después de jugar con casi todo su cuerpo.

Cuando hubo recuperado el aliento habló.

-¿No querías sexo? –Sandra sabía que en el sexo ambos se desnudan, ambos tocan al otro, ambos sienten placer.
-¿Eh? ¿De verdad pensabas que quería tener sexo contigo? Jajajajaja… No. Simplemente quería jugar contigo un rato. Solo hay una persona que me haya visto desnuda, sin contar los médicos cuando nací. –la miró de arriba a abajo. –de todas formas no sé por qué te quejas. ¿No te daba asco ver otras mujeres desnudas?
-Sí. Pero, me había hecho a la idea…
-¿De que me dignaría a desnudarme delante de ti? –le cortó –por favor.

Se dirigió a la puerta.


-Bueno. Ha sido un placer haberte violado. –Abrió y cerró sin darle tiempo a Sandra a contestar.



JRS
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