-¿Cuánto tiempo
más tendré que esperar? –una mujer de unos treinta y tantos, rubia, pelo largo,
bien vestida y maquillada esperaba con los brazos cruzados delante de una
puerta metálica con dos guardias.
-Está planeándolo todo. Eso requiere tiempo. –Contestó uno de ellos.
-Ya. ¿Pero cuánto tiempo? –los uniformes de los guardias se componía de una ligera armadura de tela roja y algunas zonas metálicas. Un casco escondía toda la cabeza. Portaban un fusil automático.
-El necesario –le respondió tajante
-Si me llama, no entiendo por qué me hace esperar tanto. Que me llame más tarde. –se dio la vuelta con intención de irse pero la puerta se abrió en ese instante.
-Lo siento mucho Srta. Hash. Quería avisarle de que ya estaba todo listo, pero mientras llegaba se me ocurrió un plan alternativo más. Hay estar preparados para cualquier circunstancia posible. –el capitán de la nave llevaba un atuendo de una sola pieza de color verde. Era un hombre que está en los cuarenta, fuerte e inteligente.
-Menos mal que ha salido, capitán Horld. Un poco más y tendría que buscarme en persona para convencerme de hablar con usted.
-Calma Srta. Hash, la he llamado porque todos los preparativos están listos. En cuanto ordene procederemos al descenso y a montar la zona de seguridad.
-Perfecto. Pues embarque a sus hombres, quiero todo hecho para ayer.
-Está planeándolo todo. Eso requiere tiempo. –Contestó uno de ellos.
-Ya. ¿Pero cuánto tiempo? –los uniformes de los guardias se componía de una ligera armadura de tela roja y algunas zonas metálicas. Un casco escondía toda la cabeza. Portaban un fusil automático.
-El necesario –le respondió tajante
-Si me llama, no entiendo por qué me hace esperar tanto. Que me llame más tarde. –se dio la vuelta con intención de irse pero la puerta se abrió en ese instante.
-Lo siento mucho Srta. Hash. Quería avisarle de que ya estaba todo listo, pero mientras llegaba se me ocurrió un plan alternativo más. Hay estar preparados para cualquier circunstancia posible. –el capitán de la nave llevaba un atuendo de una sola pieza de color verde. Era un hombre que está en los cuarenta, fuerte e inteligente.
-Menos mal que ha salido, capitán Horld. Un poco más y tendría que buscarme en persona para convencerme de hablar con usted.
-Calma Srta. Hash, la he llamado porque todos los preparativos están listos. En cuanto ordene procederemos al descenso y a montar la zona de seguridad.
-Perfecto. Pues embarque a sus hombres, quiero todo hecho para ayer.
El capitán dio
una leve reverencia de despedida y se dirigió al puente de mando. Ordenó el
descenso de las naves de desembarco y de la torre base. En dos horas la zona de
seguridad estaba establecida en el planeta teniendo como centro la torre. Un
kilómetro de radio y una valla de veinte metros de alto y electrificada como
delimitación. En la siguiente ronda de descenso bajaron los dispositivos de
vibraciones, a los obreros y el material de construcción. Por ahora todo iba
como el plan inicial, pero confiarse es un error de novatos, así que el capitán
está preparado para cualquier contratiempo. La Srta. Hash entró en el puente
para ver cómo iban las cosas. Le gustaría más rapidez, pero sabe que depende de
cómo trabaje cada uno, no solo de ella o de Horld.
El capitán se
mantiene con los brazos en la espalda, sin dejar de mirar las pantallas. A unos
centímetros de la barandilla de seguridad de la plataforma que le mantenía por
encima de todos los monitores que manejan sus tripulantes.
-¿Cómo vamos?
–preguntó al llegar a su lado
-Por ahora ningún contratiempo. Vamos más rápido de lo que yo esperaba. Si todo sigue como hasta ahora, creo que lo tendremos terminado en una semana. Con un poco de suerte, menos.
-Está bien.
-Siento no poder complacer sus exigencias.
-Soy estricta, no estúpida. Sé perfectamente que existen límites de lo que se puede hacer.
-Se lo agradezco.
-Supongo que tendrá superiores que no entienden eso.
-No debo hablar sobre temas que no le conciernen, Srta. Hash. –la calló con educación
-Perdóneme. –el capitán inclinó la cabeza, aceptando la disculpa y permanecieron callados observando en las pantallas cómo se desarrollaba todo allí abajo.
-Por ahora ningún contratiempo. Vamos más rápido de lo que yo esperaba. Si todo sigue como hasta ahora, creo que lo tendremos terminado en una semana. Con un poco de suerte, menos.
-Está bien.
-Siento no poder complacer sus exigencias.
-Soy estricta, no estúpida. Sé perfectamente que existen límites de lo que se puede hacer.
-Se lo agradezco.
-Supongo que tendrá superiores que no entienden eso.
-No debo hablar sobre temas que no le conciernen, Srta. Hash. –la calló con educación
-Perdóneme. –el capitán inclinó la cabeza, aceptando la disculpa y permanecieron callados observando en las pantallas cómo se desarrollaba todo allí abajo.
Los obreros
trabajaban algo nerviosos, pero se mantenían haciendo bien su cometido. Las
órdenes se gritaban desde el momento que las máquinas empezaron a hacer
ruido. Los únicos que permanecían
quietos eran los soldados que vigilaban el perímetro.De vez en cuando algunos
grupos de prisioneros se acercaban, pero se largaban nada más ver a los hombres
armados. El capitán había hecho dos planes opcionales, por si acaso surgía
algún inconveniente con los prisioneros o con las criaturas que habitaban allí.
Pero no ocurrió nada de lo que se temía.
A los tres
días, toda la tierra que había en la zona de seguridad se cambió por metal. Ya
habían terminado de construir bajo tierra las celdas. Mandaron a un escuadrón a
capturar a todos los prisioneros que pudieran. Algunos no opusieron
resistencia, otros lucharon sin tener posibilidad y por último, los más fuertes
que se encontraron mataron a varios de los soldados antes de caer. Finalmente
no hubo ninguno de los que encontraron que pudiera librarse de la captura.
En otros tres
días terminaron de construir la arena. Llegó otra nave de prisioneros, que se
acercó y les dio a la que estaba estacionada los que llevaban y el pedido de bestias
domesticadas.
-Perfecto, está
todo –dijo el secretario de la Srta. Hash al terminar de revisar la mercancía.
Era un hombre alto, pelo muy corto y negro. Iba vestido con un traje chaqueta y
llevaba un poco de maquillaje para disimular ligeros desperfectos de la piel,
dejándola con un aspecto muy liso. –Avisad a la Srta. Hash de que vamos a
enviar al planeta a todas las bestias. –le dijo a uno de los trabajadores con
su voz grave.
En el puente de
mando el capitán y la Srta. Hash conversaban, ya tranquilos de la situación en
el planeta, cuando le dieron la noticia.
-Perfecto. Todo
ha ido como la seda. Gracias. –le indicó con la mano al trabajador que se fuera
–Bien capitán. ¿Cuántos prisioneros ha conseguido?
-Treinta y dos. Espero que sea suficiente para empezar con su proyecto.
-De sobra. Pero vamos a tener que ir consiguiendo más a medida que vayan muriendo.
-Ya estamos con esos preparativos. En cuanto la cifra de prisioneros llegue a veinte enviaremos tres equipos que vayan a por cinco prisioneros cada uno.
-¡No! Quiero tener las celdas todo lo llenas posibles. La muerte atraerá más espectadores, lo sé. Así que capturemos cuanto antes a todos los prisioneros restantes del planeta. –el capitán asintió a la demanda -¿Y qué me dice de los que ya tenemos? ¿Saben lo que deben hacer?
-Usted sabe… Hay algunos que se rehúsan… -le comentó a la Srta. Hash –pero seguro que cambian de opinión al ver a esas bestias que trae.
-Y si no… para esos será simplemente un espectáculo de ejecución en vez de pelea.
-¿Qué bestias traen? Si me permite la curiosidad.
-Ocho amarklos, un jurkalim y un enjambre de gyrlas.
-Creía que todos eran domesticados. –observó algo nervioso
-No se preocupe por las gyrlas, sabemos mantenerlas a raya.
-Aun así no puedo evitarlo. No me gustan esos insectos.
-De todas formas aquí estaremos perfectamente. No se preocupe de su seguridad.
-¡Me preocupan más mis hombres, Srta! –se impuso levemente
-Está bien. Siento el comentario. –dijo inclinando un poco la cabeza
-¿Mañana será la inauguración?
-Sí. Espero que sea todo un espectáculo. Me despido de usted aquí, tengo que hablar con mis trabajadores. Que pase una buena noche, capitán.
-Igualmente.
JRS
-Treinta y dos. Espero que sea suficiente para empezar con su proyecto.
-De sobra. Pero vamos a tener que ir consiguiendo más a medida que vayan muriendo.
-Ya estamos con esos preparativos. En cuanto la cifra de prisioneros llegue a veinte enviaremos tres equipos que vayan a por cinco prisioneros cada uno.
-¡No! Quiero tener las celdas todo lo llenas posibles. La muerte atraerá más espectadores, lo sé. Así que capturemos cuanto antes a todos los prisioneros restantes del planeta. –el capitán asintió a la demanda -¿Y qué me dice de los que ya tenemos? ¿Saben lo que deben hacer?
-Usted sabe… Hay algunos que se rehúsan… -le comentó a la Srta. Hash –pero seguro que cambian de opinión al ver a esas bestias que trae.
-Y si no… para esos será simplemente un espectáculo de ejecución en vez de pelea.
-¿Qué bestias traen? Si me permite la curiosidad.
-Ocho amarklos, un jurkalim y un enjambre de gyrlas.
-Creía que todos eran domesticados. –observó algo nervioso
-No se preocupe por las gyrlas, sabemos mantenerlas a raya.
-Aun así no puedo evitarlo. No me gustan esos insectos.
-De todas formas aquí estaremos perfectamente. No se preocupe de su seguridad.
-¡Me preocupan más mis hombres, Srta! –se impuso levemente
-Está bien. Siento el comentario. –dijo inclinando un poco la cabeza
-¿Mañana será la inauguración?
-Sí. Espero que sea todo un espectáculo. Me despido de usted aquí, tengo que hablar con mis trabajadores. Que pase una buena noche, capitán.
-Igualmente.
JRS
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