Murray y Sandra
seguían andando. Les quedaba comida para dos semanas. Cada vez se veía a más
gente que se dirigía dirección a la arena. Todos en el planeta habían llegado a
la misma conclusión que los cinco: No habrá más envíos de suministros. Ambos
sabían que tarde o temprano tendrían que unirse a los luchadores y habían
elegido que fuera lo más tarde posible. Los dispositivos de vibraciones
finalmente se quedaron sin energía y renovarla no iba a ser fácil.
Pero por mucho
que se habían alejado en un asentamiento se toparon con hombres buscando
prisioneros a los que capturar. No pudieron evitar ser capturados y les
metieron dentro de un aerodeslizador junto con dos Scrypxilor y un hombre.
Murray no pudo esconder el cuchillo y tuvo que entregarlo. Nadie habló durante
el viaje.
Casi todos los
prisioneros que llegaban al coliseo se sentían intimidados por lo gigantesco
que era. Murray estaba boquiabierto y Sandra atemorizada. No dejaron de estar
abrazados hasta que les sacaron del aerodeslizador. Bajaron por un ascensor
diferente al que habían usado Mórfidus, Zaykia y Ser, aunque no tenían ninguna
diferencia salvo la localización. Las celdas no tenían apenas gente y dejaron a
Murray y Sandra juntos en una que estaba vacía. Murray observó con detenimiento
fuera de la celda, llegando a la conclusión de que sería fácil escapar de allí
sin mucho problema. El inconveniente vendría luego, ya que no tenía forma de
averiguar cómo sería la seguridad arriba. Quizá por eso no había tanta
seguridad en las celdas o quizá porque el ascensor requería de algo que
seguramente él carece para funcionar. En cualquier caso solo podía soñar con
escapar de allí.
Finalmente
Sandra se tranquilizó, aunque no se soltó de los brazos de Murray. Las demás
personas ignoraban por completo a la parejita. Todos hablaban en voz baja o
permanecían callados. Ya acostumbrado a la oscuridad pudo distinguir una
pantalla en la celda, encima de la puerta. Se preguntó qué hacía eso ahí, pero
supuso que el tiempo le contestaría. Pasado el tiempo la gente se fue tumbando
y quedándose dormida. A ambos les entró el sueño e hicieron lo mismo.
Al día
siguiente se despertaron con el sonido de algo golpeando los barrotes. Se
pusieron en pie y entonces llegó el encargado de seleccionar a los luchadores.
-¡Atención!
Todos en fila, se van a escoger a los siguientes luchadores.
Se llevó a
cuatro hombres y a uno de los dos Scrypxilor por la puerta del final del
pasillo que llevaba a la arena. Sandra soltó todo el aire que aguantaba al ver
que ella no saldría. Se sentaron apoyados en la pared. Al cabo de unos minutos
las pantallas se encendieron, mostrando la arena tal y como se veía transmitido
por la televisión a lo largo del universo conocido. Era diferente a como había
peleado Zaykia: todo era metálico, pequeños muros, cuatro agujeros esparcidos
por todo el recinto y el espacio disponible era menor. Mostraron lo que había
en los agujeros: dos amarklos esperando la caída de alguna víctima. Los
amarklos son pequeñas bestias marrones de dos metros de largo y uno de ancho y altura,
se mueven usando cuatro patas, tienen un solo ojo en la frente, a primera vista
parece que no tienen boca pero cuando la abren son capaces de meterse a un
hombre corpulento de un solo bocado, de lo que serían sus labios salen unos
delgados músculos que no paran de moverse incluso dormido que le permiten
detectar cambios en la atmósfera, por último el ácido que genera en su estómago
disuelve carne y huesos en cuestión de segundos.
De repente se
abrió un círculo en el centro y salieron diez personas. La mitad vestida con
trajes rojos y la otra con trajes amarillos. Armados con subfusiles. Se
repartieron por el espacio que tenían disponible y la voz del presentador
volvió a callar los gritos del público.
-¡Buenas tardes
amigos míos! Un cinco contra cinco nos espera hoy. Pero si a alguien se le
ocurre no mirar dónde pisa… Bueno, no durará mucho. Esos cuatro agujeros irán
moviéndose una vez que la batalla comience… –La aclamación impidió que pudiera
terminar –impacientes como siempre ¿Eh? A veces no sé para qué estoy aquí si ni
puedo explicar lo que va a ocurrir… Y aquí está la cuenta atrás.
Un diez
transparente se puso en plena pantalla por donde miraban Murray y Sandra. 9… 8…
7… finalmente el pitido largo sonó al mismo tiempo que por la pantalla
mostraban el cero. Los disparos y los gritos se mezclaban “¡Vamos!... ¡Mátalo!...
¡Dale!” eran algunos de los comentarios que se escuchaban. En la batalla había
dos Scrypxilor, cada uno en un equipo. Murray y Sandra pudieron distinguir a Mórfidus,
que tenía la piel más oscura que el otro, y llevaba el traje amarillo. Ninguno
de los dos llevaba un arma, no estaban diseñadas para ellos. Los disparos no
pueden atravesar la dura piel que tiene esta especie, así que dejan que el de
su equipo sea el que se encargue del otro, centrándose en el resto. Ambos
Scrypoxilor se alcanzaron y empezaron a pelear cuerpo a cuerpo, usando
únicamente los brazos. Un agujero se acercó a donde estaban y lograron
apartarse para dejarlo pasar y luego continuaron. En la esquina superior
derecha de la pantalla ponía “5-5” indicando los luchadores que permanecían en
pie. Por mucho ruido de disparos que había, todos intentaban permanecer a
cubierto, ninguna bala lograba impactar su objetivo. Después del arranque inicial,
las masas se habían ido calmando poco a poco. De vez en cuando exclamaban
“¡Uuuhh…!” cuando se mostraba a cámara lenta una bala que casi daba a alguien.
Finalmente la
primera muerte provocó la excitación del público: un luchador amarillo se
acababa de cambiar de cobertura, uno de los agujeros se acercó a él y al
intentar evitarlo subiéndose a la barricada le dieron y tiraron su cuerpo a los
amarklos. “4-5”, el equipo de Mórfidus iba perdiendo. La pelea entre los scrypxilor
estaba muy igualada hasta que uno con el traje amarillo le dio en uno de los
cinco ojos, aprovechando lo cerca que estaba. Cerrarlos para protegerse de la
bala habría dado una oportunidad a Mórfidus, así que no supo qué hacer. El
dolor le impedía ahora moverse como debería. “3-5”, el que había disparado al scrypxilor
murió un segundo después. Mórfidus vio un hueco y le hizo una llave a su rival,
tirándolo al agujero más cercano. Uno vestido de color rojo se había acercado y
le disparó a los ojos a Mórfidus. Logró cerrarlos a tiempo y se puso los brazos
para cubrirse. Poco a poco los fue abriendo para ver qué hacer ahora. Corrió
hacia una de las barricadas y se puso a cubierto. El marcador iba “3-4”… “3-3”,
una bala dio en el pecho de uno de los hombres y luego se le pudo rematar.
Mórfidus se asomó y se abalanzó hacia el enemigo más cercano, acabando con él
de poco golpes “3-2”. Los de amarillo cogieron confianza y avanzaron. Mórfidus
acabó con otro y sus dos compañeros mataron al último. “3-0” indicaba el marcador.
Los agujeros que estaban en movimiento se cerraron y las barricadas
desaparecieron. El público los aclamaba. El ascensor apareció y llevó a los
supervivientes abajo. Entonces las pantallas volvieron a apagarse.
-Ahora sabemos
que Mórfidus está bien. –comentó Sandra pasado un tiempo.
-Sí. Aunque eso es bueno y malo.
-¿Cómo? ¡Ah…! Sí –se dio cuenta de lo que quería decir: dependiendo de la suerte, a lo mejor debían enfrentarse. –aunque de todas formas no duraré mucho. Nunca he matado a nadie, al menos de forma tan directa.
-¿Y de forma indirecta?
-Las drogas que vendía pasan factura. Algunas decisiones que he tomado ha provocado la desgracia de algunos.
-Por cierto, ¿Qué vendías?
-Triple Y
-¿En serio te detuvieron por eso?
-Mi jefe hacía más que vender. Así que cuando fueron a por él, simplemente caímos todos.
-Qué mala suerte. Hay vendedores de triple Y en todas partes y normalmente ni se molestan en mirarles. –Sandra encogió los hombros
-Lo sé. Por eso lo vendía. Ganaba dinero para subsistir y no llamaba la atención.
-¿Y por qué vendías?
-Los timos que hacía eran demasiado arriesgados, así que me pasé a vender lo que me permitiera vivir sin arriesgarme demasiado. Otra cosa es que la suerte me haya dado esa mala jugada.
-Así que antes eras timadora.
-Sí. Si disponía del tiempo suficiente, era capaz de que una persona me diera casi todo lo que tenía.
-Increíble. –Sandra asintió repetidamente, muy despacio. –siempre quise hacer equipo con alguien con tus habilidades.
-Una pena que no nos conociéramos antes, a lo mejor no habríamos acabado aquí.
-Quién sabe
-Sí. Aunque eso es bueno y malo.
-¿Cómo? ¡Ah…! Sí –se dio cuenta de lo que quería decir: dependiendo de la suerte, a lo mejor debían enfrentarse. –aunque de todas formas no duraré mucho. Nunca he matado a nadie, al menos de forma tan directa.
-¿Y de forma indirecta?
-Las drogas que vendía pasan factura. Algunas decisiones que he tomado ha provocado la desgracia de algunos.
-Por cierto, ¿Qué vendías?
-Triple Y
-¿En serio te detuvieron por eso?
-Mi jefe hacía más que vender. Así que cuando fueron a por él, simplemente caímos todos.
-Qué mala suerte. Hay vendedores de triple Y en todas partes y normalmente ni se molestan en mirarles. –Sandra encogió los hombros
-Lo sé. Por eso lo vendía. Ganaba dinero para subsistir y no llamaba la atención.
-¿Y por qué vendías?
-Los timos que hacía eran demasiado arriesgados, así que me pasé a vender lo que me permitiera vivir sin arriesgarme demasiado. Otra cosa es que la suerte me haya dado esa mala jugada.
-Así que antes eras timadora.
-Sí. Si disponía del tiempo suficiente, era capaz de que una persona me diera casi todo lo que tenía.
-Increíble. –Sandra asintió repetidamente, muy despacio. –siempre quise hacer equipo con alguien con tus habilidades.
-Una pena que no nos conociéramos antes, a lo mejor no habríamos acabado aquí.
-Quién sabe
Al día
siguiente no tuvieron tanta suerte: Sandra y Murray fueron seleccionados junto
con otro hombre de aspecto fuerte y dominante. Les hicieron ponerse las mismas
ropas que vieron por la pantalla: las de color rojo. Les proporcionaron
pistolas y cinco cargadores a cada uno, que se podían pegar al traje. Les
contaron que iba a ser una cacería: ellos debían encargarse de encontrar y
matar a cuatro luchadores y que ellos podían defenderse, aunque no dispusieran
de armamento; el límite de tiempo sería una hora y perder significaba la
ejecución. Subieron por el ascensor y entraron en un laberinto metálico con
pasillos rectos, estrechos y cerrados por arriba. Sandra y Murray se fueron
juntos en una dirección, dejando solo al hombre. Andaban en silencio,
procurando no alertar a nadie. Sandra permanecía nerviosa, detrás de Murray, sin
saber qué haría si se encontraban a alguien que les atacara detrás de una
esquina.
Tardaron lo que
les pareció una eternidad en encontrar al primero, Murray disparó sin dudar.
Tres disparos y calló redondo. Se acercó y le dio un último en la cabeza.
Recargó y siguieron caminando. Que ellos supieran debían quedar otros tres
luchadores, aunque desconocían el tiempo restante. Empezaron a caminar más
rápido, deteniéndose en cada esquina. Oyeron varios disparos a lo lejos y se
alejaron del origen esperando encontrar más luchadores. No erraron en la
decisión, se encontraron con otro,que murió después de dispararle cuatro veces
y una última en la cabeza para asegurarse. Debía de quedar el último, pero al
girar una esquina vieron a dos luchadores que no habían visto hasta ahora y uno
reaccionó disparándole en cuanto le vio. Empujó a Sandra y se pusieron a
cubierto.
-¿No eran
cuatro y no irían armados? –dijo Sandra sorprendida
-Es probable que el que murió por los disparos que oímos fuese el que llegó con nosotros, le pillarían desprevenido entre los dos y no pudo defenderse –contestó calmado
-¿Qué hacemos?
-Es probable que el que murió por los disparos que oímos fuese el que llegó con nosotros, le pillarían desprevenido entre los dos y no pudo defenderse –contestó calmado
-¿Qué hacemos?
Murray no
contestó, disparó sin mirar en dirección a los dos luchadores. Luego asomó la
cabeza y le golpearon con la culata. Iban a agarrarle pero dos disparos errados
de Sandra, que no sabían que estaba allí, los asustó un momento. Murray se
levantó disparando y la esquina les protegió.
-Vámonos –dijo
enseguida y ambos corrieron por el pasillo, mirando de vez en cuando por si les
perseguían.
Al llegar a la
bifurcación, cada uno se puso detrás de una esquina. Murray se asomó, tenía
sangre saliendo de la cabeza y pudo ver a los luchadores a cubierto igual que
él, mirando a su enemigo. Al ver que sacaba la pistola respondió con rapidez y
disparó antes, haciendo que volviera a ocultar la mano y la cabeza. No dieron
en el objetivo. Era demasiada distancia para él, que estaba acostumbrado al uso
del cuchillo y el acercamiento por la espalda. Pero al ver cómo había
reaccionado se le ocurrió un plan.
-Sandra. ¿Sabes
recargar una pistola? –ella asintió –Bien. Esto es lo que vamos a hacer: Yo me
levantaré y me pondré a dispararles, entonces te pones en mi espalda y nos
vamos cambiando las pistolas para que yo dispare y tú recargues. ¿De acuerdo?
–Dudó un segundo y luego volvió a asentir.
Cerró un
momento los ojos y respiró hondo, con la pistola alzada rozando la nariz. Se
levantó sin dudar y disparó al que llevaba la pistola. Avanzaba con cada
disparo y Sandra se puso en su espalda. Cambiaron las pistolas en seguida y los
otros luchadores no pudieron responder a los disparos sin arriesgarse a recibir
una bala. Llevaban dos recargas de esa forma y en el intervalo de cambiar
abrieron fuego, dos disparos con poco ángulo. Murray se quedó quieto y dejó de
disparar tan abiertamente, le habían rozado el costado y sabía que en el
siguiente intercambio ocurriría lo mismo, que estaba contando los disparos para
saber cuándo debía devolver el fuego. Alzó hacia atrás su mano izquierda,
indicando a Sandra que le diera el arma. “Cuenta
ahora cabrón” pensó Murray cuando disparó el número de balas que le quedaban en
su pistola de la derecha con la de la izquierda. Volvió a disparar, esta vez
con la derecha, en el momento en el que la mano del luchador salió. Esta vez sí
dio en el blanco, derramando sangre y retirándose enseguida. Podía ver la
pistola desde donde estaba y le dio la que llevaba en la derecha a Sandra.
Luego corrió hacia la intersección y apuntó en dirección al luchador que no
había disparado, estaba huyendo y le acertó tres balas en la espalda de las
cinco que disparó. Al darse media vuelta el que quedaba arremetió contra él,
tirando a Murray y alejando la pistola. El luchador, encima, le golpeó una vez
en la cara antes de que se cubriera. Siguió pegándole a los brazos hasta que
Sandra llegó y le disparó en la espalda. Un alarido y Murray, con la sangre que
le cae de la cabeza, pudo apartarlo y levantarse. Sandra no conseguía mantener
la pistola quieta, así que se la quitó y vació el cargador en el luchador.
Los muros
bajaron, mostrando lo grande que podía ser el espacio si no hubieran puesto el
laberinto. El techo permaneció metálico y no pudieron ver al público: Había
algunos que les gustó lo que vieron mientras que a otros les decepcionó. El
ascensor por el que habían llegado apareció vacío y bajaron por él. Cuando se
paró los volvieron a meter en la misma celda de antes sin mediar palabra.
Murray y Sandra no volvieron a hablar en todo el día.
Para la
siguiente batalla fueron a coger solo a Sandra. Murray intentó impedirlo.
-¡¿Cómo?! –Saltó intentando protegerla. Su resistencia fue inútil, le cogieron entre cuatro de los seis guardias que habían entrado y le pusieron contra el suelo hasta que Sandra salió y pudieron cerrarle de nuevo la celda. -¡Dejadla! –gritó sacando el brazo por los barrotes -¡Iré yo! –pero le ignoraron por completo. Ya lo único que podía hacer era sentarse y mirar por la pantalla para saber cómo le iría.
-¡¿Cómo?! –Saltó intentando protegerla. Su resistencia fue inútil, le cogieron entre cuatro de los seis guardias que habían entrado y le pusieron contra el suelo hasta que Sandra salió y pudieron cerrarle de nuevo la celda. -¡Dejadla! –gritó sacando el brazo por los barrotes -¡Iré yo! –pero le ignoraron por completo. Ya lo único que podía hacer era sentarse y mirar por la pantalla para saber cómo le iría.
Doce
prisioneros llegaron con la misma ropa que llevaba cada uno en las celdas, sin
armas. Eran nueve humanos, un scrypxilor y dos nuvalors: uno de color marrón y
otro rojo oscuro (aspecto humanoide, dos metros, cuatro brazos, tres ojos a la
misma altura y llenos de pelo liso cuyo color varía dependiendo del individuo).
La arena del suelo era lo único que había. La altura de las paredes era mucho
mayor de cuando Zaykia luchó con ese mismo escenario desértico. La gente
permanecía callada desde el momento en que los prisioneros hicieron su
aparición. El comentarista empezó a hablar.
-¡Y aquí
estamos por segunda vez desde que el coliseo abrió sus puertas! Estos son los
luchadores que no han querido cumplir su cometido o no os han gustado su
actuación. En unos momentos vendrá el verdugo a ejecutarlos. –Cuando Murray
escuchó eso se descompuso por completo, sintiéndose impotente de no haber
podido proteger a la mujer de la que se había enamorado. Se tumbó, desvió la
mirada de la pantalla y se tapó los oídos. No se atrevía saber lo que estaba a
punto de pasar. -¿Quién será esta vez? La primera vez fueron los amarklos los que pudieron
tener un banquete, pero no son las únicas bestias que tenemos en el coliseo.
Como bien sabemos también hay gyrlas y un jurkalim. –Uno de los muros bajó,
mostrando un pasillo oscuro. –Y ahí lo tenemos… –calló hasta que el jurkalim
hizo su aparición, andando despacio. –Señoras y señores, este jurkalim mide
nueve metros y medio. Nunca había visto ninguno y seguro que muchos incluso
desconocíais que existían. No os preocupéis, ahora mismo os doy los datos
proporcionados por El Gobierno De La Tierra. Al parecer este no es de los más
grandes que pueden existir. Es de las bestias que más costó en la historia
domesticarlas, podéis ver bien los motivos. Es gigantesco. Toda esa piel y
grasa protegiéndolo. Sus tres ojos pequeños, aunque vulnerables, no parecen ser
un buen objetivo al que disparar para poder matarlo. Esa boca podría tragarse una
vaca entera y sus colmillos demolerla con solo cerrarla. Por no hablar de su
mano izquierda con esos dedos tan afilados como cuchillas. No os dejéis
engañar, aunque sea así de grande es capaz de alcanzar una velocidad de veinte
metros por segundos. Su aceleración… mejor no hablar de ella. El Gobierno De La
Tierra pudo domesticarlas y controlar su población hace cuatro mil años. No se
emplea en la guerra por seguridad de los soldados aliados, ya que no puede
distinguir a unos hombres de otros a no ser que sea su cuidador. Hablando de su
cuidador, ahí podemos verle en la entrada del pasillo por donde ha entrado el
jurkalim, un buen hombre y un gran trabajador. ¡Oh…! Ahí tenemos en pantalla la
cuenta atrás. –La pared volvió a cerrarse, cortando cualquier ruta de escape a
los luchadores.
Justo antes de
que la cuenta atrás terminase el jurkalim rugió. El aire que expulsó hizo que
Sandra tuviera que dar unos pasos hacia atrás para no caerse. Estaba muerta de
miedo, aunque no era la única. Con el pitido final, avanzó hacia ellos con
pisadas lentas y muy fuertes, haciendo que el suelo temblara un poco. Todos se
dispersaron en diferentes direcciones y se quedaron paralizados cuando mató al
primero: En un acelerón que dio, atravesó el pecho de uno de los nuvalor con
uno de sus afilados y puntiagudos dedos de la mano izquierda. Lentamente se lo
llevó a la boca y dejó que cayera dentro, no necesitó masticar, solo se lo
tragó. El público permanecía callado, atento y disfrutando de una manera u
otra. Se fijó en el nuvalor que quedaba y le atrapó vivo con la mano derecha.
Forcejeaba sin parar hasta que el jurkalim se lo metió en la boca, tragándoselo
vivo. Lo siguiente que hizo fue aplastar a dos hombres. Sandra intentaba
permanecer detrás del monstruo con la esperanza de que no le viera. Ella solo
pensaba en aguantar, en hallar una forma de sobrevivir. No tenía tiempo de
pensar en las muertes que estaban ocurriendo justo enfrente. Aunque ella no fue
la única con esa idea, otros también se pusieron detrás con esa misma
esperanza. Así que cuando el jurkalim acabó con los que quedaban enfrente su
él, se giró buscando a los seis luchadores que quedaban, incluyendo al
scrypxilor. Nada más ver al primero lo pisoteó, el segundo murió cortado en
tres trozos por la mano izquierda y atrapó a Sandra con la derecha. Los
forcejeos y gritos no sirvieron para nada. Se dejó de oír su voz cuando cerró
la boca después de enviarla directamente a la garganta. Ya solo quedaban dos
hombres y el scrypxilor. Se fijó un momento en ellos, completamente quieto.
Después arremetió con su boca hacia el scrypxilor. Necesitó bastante tiempo
masticando, mientras su víctima intentaba zafarse sin conseguirlo. Finalmente
la dura piel cedió, consiguiendo que solo quedaran trocitos que acabaron en el
estómago del jurkalim. A los dos que quedaban se los comió al mismo tiempo,
agarrándolos con la mano derecha.
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