-
Esto no puede
seguir así Cristina.
Mientras conducía, Marcos intentaba convencer a su
compañera para que pidiera ayuda a un
profesional.
-
Mira, no tienes de
que avergonzarte. Nuestro trabajo es muy jodido. Todo el día viendo lo peor de
esta sociedad…
A pesar de sus intentos Cristina continuaba sin
hacerle mucho caso. Unas gafas de sol impedían mostrar una mirada perdida, reflejo
de una mente a la que poco le importaba hacia donde fueran o que es lo
siguiente que les podía ocurrir. La verdad era que Marcos estaba hablando para
una pared.
- Tú sabes bien que
sé de que te hablo. ¿Ya no recuerdas lo mal que lo pasé con la separación?...Entonces
fuiste tú misma quien me insististe en que
pidiera ayuda. ¡Coño, si hasta me llevaste a esa asociación de alcoholismo!...
Cristina seguía sin responder, era una estatua
sentada en el sitio del copiloto.
-
Gracias a eso pude
salir a delante. Allí me ayudaron….Venga Cristina, si quieres buscamos a un
psicólogo. Yo te acompañaré si no quieres decir nada a nadie…
Un aviso por radio de la comisaria fue la única
contestación que obtuvo Marcos.
-
A todos los
agentes. Parece ser que un hombre que concuerda con la descripción del
sospechoso de las desapariciones ha sido visto rondando de nuevo por el
polígono industrial de Bahía.
Marcos miró a su compañera que seguía sin hacer
ningún gesto. Desesperado por la actitud de su compañera, tuvo que responder al
aviso mientras conducía.
- - Central, aquí
patrulla 12. Estamos cerca vamos para allá.
…
El coche patrulla apagó las luces y la sirena conforme se acercaba a la zona.
-
¿Ves algo?,
pregunto Marcos a Cristina. Esta seguía sin responder cómo si con ella no fuera
la película.
Marcos redujo la velocidad del vehículo y empezó a
patrullar por el polígono. Suponía que como su compañera había tomado esa actitud
tendría que ser él quien buscara al vagabundo mientras conducía. No esperaba
mucha ayuda.
-
Para él coche.
Allí está. Ese es el hombre que buscamos.
Hasta su compañero se sobresaltó al escucharla. De repente la “zombi” resucitó sorprendiendo a
su compañero. Efectivamente, un hombre parecido al que se veía en las imágenes
estaba tirado en el suelo, apoyado en una pared de una de las naves del
polígono. Incluso parecía llevar la misma sucia vestimenta.
El coche patrulla se acercó al mendigo. Éste no
parecía tener intención de salir corriendo. De hecho, ni se inmutó cuando el
coche paró a su lado.
Los dos policías bajaron del coche. Para continuar
la sorpresa de su compañero, fue Cristina quién dirigió la palabra al
vagabundo.
-
Señor, ¿Qué hace
usted aquí?
Homeless levantó su mirada. Los agentes
reconocieron al hombre de la grabación.
-
Descansar amiga,…
descansar.
-
¿Nos dice usted su
nombre?, preguntó Marcos.
El vagabundo vaciló durante un momento. Realmente parecía
confuso, como si se hubiera fumado un porro. Pero tras un rato callado, levantó
la cabeza y respondió:
-
Mario…Mario Martín.
Cristina continuó preguntándole. Había tomado la
iniciativa.
-
¿Tiene usted algún
documento que lo identifique?
Homeless mirando a la policía, negó con la cabeza. Se
mostraba pensativo, como ido. Con movimientos, muy lentos, intentó levantarse.
Al hacerlo, los dos agentes recularon un poco, tomando precauciones. Marcos
tanteaba con la mano derecha su arma reglamentaria. No se fiaba de aquel
hombre, ¿y si era un loco asesino cómo les había dicho el comisario?
Cristina por su parte parecía más tranquila.
Pasado unos segundos, y ya de pie, el vagabundo se volvió a dirigir a los agentes.
-
Pero les puedo decir
mi número de identificación…44030398
Marcos sorprendido por la respuesta del indigente, intentó
rápidamente memorizar el número.
-
Voy a comprobarlo,
le dijo a su compañera mientras la avisaba con la mirada de que tuviera cuidado
con él.
Mientras su compañero estaba en el coche patrulla
comprobando los datos, Cristina no quitaba ojo a Homeless. Aun así, había algo
en aquel hombre que le hacía no desconfiar de él.
-
¿Cómo se encuentra
señor?, preguntó.
El vagabundo sin hablar respondió a Cristina con
una sonrisa y una mirada tranquilizadora.
Marcos salió del coche y se acercó al vagabundo:
-
Señor, tiene usted
que venir con nosotros.
Homeless volvió a sonreír al escuchar esa frase. Le
sonaba muy familiar. No puso resistencia, ni siquiera cuando Marcos les puso
las esposas y le introdujo en el coche patrulla.
Antes de entrar en el coche su compañera le
preguntó:
-
¿Has podido
comprobar su nombre?
-
Sí…, le confirmó Marcos
- y nos está mintiendo. Ese nombre y ese número es de una persona que falleció
hace un año.
jlrr
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