martes, 1 de abril de 2014

EL JUEGO

El niño con ropas verdes sobrevuela,  a la luz del día, aquella curiosa isla mientras piensa qué haría hoy para divertirse: ¿Pelear con los piratas? ¿Visitar a las sirenas? Sea lo que sea debe decidirlo rápido, lo demás huérfanos esperan impacientes, para saber a qué jugarán hoy. Termina por acercarse al barco con decorados de calaveras doradas, procurando que sus tripulantes no se percaten de su presencia. La pequeña luz que le acompaña le indica cuándo la cubierta y los pasillos por los que pasa están despejados. Consigue llegar al cofre que guarda el oro. Abre la ventana y le dice a su acompañante que vaya a por los demás, que no puede llevárselo él solo. Mientras espera, sigue curioseando por el barco hasta que escucha los típicos gritos del capitán.

-¿Cómo que los perdisteis de vista? ¿Cómo es posible que siempre se repita lo mismo? -El niño ríe sin hacer ruido, tapándose la boca con las manos -¡Ah! -suspira -Estoy cansado. ¿Cuánto tiempo llevamos intentando atrapar al mocoso y su dichosa hada? -La voz del capitán es pesada -Reune a los hombres, tengo algo que decirles. -los pasos del segundo al mando se acercaban a la puerta y el niño salió volando a la habitación del cofre para terminar de esperar a sus compañeros.

El capitán, está golpeando su reluciente garfio contra la mesa, a un ritmo monótono y sin fuerza. Con gran esfuerzo se levanta, ya está muy viejo. Cuando llega a la salida del camarote le vuelve a entrar dolor. Se mantiene con el brazo del garfio en la puerta para no caerse y tose con la mano en la boca. Cuando la separa observa con tristeza la sangre que acaba de escupir. Viejo y enfermo.  Limpia la sangre en sus ropas rojas y sale. Llega cansado a cubierta, todos sus hombres que aún siguen vivos están ahí. Si es que se les puede llamar hombres: ya todos son mayores, están cansados, hartos y sin esperanza. Lo único que les mantiene vivos y en ese barco es su lealtad.
-¿Qué ocurre capitán? -Dice uno -llevamos semanas sin verte. -Después del comentario saltó el bullicio. El capitán levanta el garfio y todos callan.
-Conozco... los... rumores... -empezó despacio. Los tripulantes se miraron preocupados. -Y temo decir... que son ciertos. Estoy... enfermo... y no me queda mucho tiempo. He venido a deciros... que siento  mucho que nos condenáramos así. Siento mucho que no lográramos el objetivo que os propuse. Y quiero daros las gracias por quedaros conmigo a intentarlo... en vez de irse por la vía fácil. Seguramente ya no podremos enfrentarnos de nuevo a nuestro enemigo. -cogió una gran bocanada de aire -Sois los mejores. Gracias por todo. -fue lo último que dijo y entró de nuevo en su camarote, dejando a su tripulación muda. Se dejó caer en su majestuoso asiento de oro y cuero rojo. Suspira y susurra. -Se lo dije desde el primer día y seguiré hasta el día que muera: Te arrepentirás de todo lo que has hecho, mocoso.
Llaman a la puerta y se abre sin esperar respuesta.
-Capitán. -dice el segundo al mando al entrar. -sabe que los hombres no soportarán su pérdida.
-Lo sé mi querido amigo. Y siento tanto cómo os he tratado, solo he sabido enfadarme y gritaros desde...
-Lo sé capitán -le cortó justo antes de que se levantara -lo sé. Y siento tanto como usted, que nuestro sufrimiento haya sido en vano.

Pasaron dos días y el niño y sus seguidores se impacientaron de esperar a que los piratas fueran a buscar su tesoro, así que decidieron ir a su barco a pelear. El hada les dijo que esperasen e iría a ver qué pasaba. Tardó una hora en volver y les dijo que los piratas habían desaparecido. Todos pensaron que era una broma, pero cuando llegaron no había ni rastro de la tripulación, estaba completamente vacío. Los niños se pusieron tristes, los piratas eran con los que mejor se lo pasaban. Les encantaba hacerlos enfadar. Pero ya no estaban. La pequeña hada, al ver lo tristes que se ponían, pensó en una forma de animarlos. Así que le dijo que probaran a jugar a ser los piratas, a ver si se divertían. Le hicieron caso, su pequeña amiga nunca los había defraudado. El niño que siempre vestía de verde se pidió ser el capitán y cambió el atuendo a las ropas rojas que siempre llevaba su antiguo rival. El hada se alegró mucho de que volvieran a divertirse.

Estuvieron semanas jugando hasta que se dieron cuenta de que el hada había desaparecido. Pasó el tiempo y se dieron cuenta de algo: Ya no eran niños, es más, hacía mucho tiempo que no lo eran a pesar de la insistencia de su "amiguita" de que sí lo eran y que permanecerían así por siempre. Se sintieron traicionados y decidieron irse de la isla. Levaron anclas, izaron velas y se dirigieron mar adentro. Pero en cuanto se alejaron un poco el barco cambió solo el rumbo de vuelta a la isla. Lo intentaron varias  veces con el mismo resultado. El capitán intentó volar, pero fue inútil, necesitaba al hada a su lado. Pasaron varios años y el hada no volvía. Intentaron volver a su antiguo escondite, pero el lugar era como si nunca hubieran estado allí.

Entonces llegó el día en que volvieron a ver al hada...

... acompañada de un niño con ropas verdes que volaba.

JRS
Licencia de Creative Commons

No hay comentarios:

Publicar un comentario