Frío.
Es lo único que
siento.
No tengo hambre, tampoco
sueño. Únicamente frío. Jamás pensé que doliera
tanto.
No recuerdo ni
siquiera donde estoy. Me duele, incluso, al abrir los ojos.
No quiero dormir…pero
los ojos no se abren.
Borracho.
Es la palabra que más
recuerdo en mi vida.
Es verdad que ha sido
mi refugio, pero ahora no estoy bebido.
Simplemente no puedo
abrir los ojos. Me duele todo el cuerpo. Noto miles de alfileres que se me clavan por todos lados.
Gritos, sólo escucho
gritos.
Intento abrir los ojos,…sólo un poco…luces
lejanas…
Gritos, y más gritos…
La noche ya ha
llegado a la ciudad. Un manto negro poco
a poco cubre todo su cuerpo. Los últimos rayos de sol han sido sustituidos por
las luces amarillentas de los focos y lámparas.
Se ve poco, pero aun
así, una imagen resalta sobre todas:
Un hombre sentado en
el suelo apoyando su espalda sobre la pared de la entrada de un hospital.
- Acaban de sacarlo– le
comenta un hombre de aspecto envejecido a otro aparentemente algo más joven.
Están fumando un cigarro en la salida de
urgencias – Yo he visto cómo un celador
lo acompañaba hasta aquí, después el hombre se ha sentado en el suelo.
- Estará borracho,
estos están siempre igual- le respondía el otro fumador.
- Sí, pero de todas
formas este hombre no está para dejarlo en la calle….
- ¿Y qué van a hacer
con él? Estos están hasta arriba y no tienen tiempo para atender a borrachos…
Su interlocutor no
responde, solo un ligero movimiento de hombros varía su figura encogiéndola un
poco.
Los dos hombres apagan sus cigarros y entran
en el hospital.
Tampoco la imagen que
ahora queda es tan extraña:
Una ciudad que se
apaga. El frío y la oscuridad lo inundan todo lentamente. La puerta de urgencias de un hospital con algunas personas en
su entrada, cansadas y disgustadas por estar allí…
…y un vagabundo,
sentado en el suelo y apoyado en la pared a pocos metros de la puerta…
No tiene rostro, sólo
una barba y unos ojos cerrados se dejan ver debajo de un sombrero negro. Un
abrigo largo, oscuro, roto y sucio completa el retrato del indigente.
Nadie se acerca, ni
él mismo está ya allí…
Minutos más tarde, dos celadores salen de la puerta y se acercan
al vagabundo…
- Señor, le dice uno de
ellos… Señor – insiste – vamos a trasladarlo al albergue…
- Manuel, ya viene la
ambulancia…-le indica su compañero.
- No lo entiendo, este
hombre no está para sacarlo de aquí…
- Y tú qué sabes –le
espetó el otro- no sabía yo que ahora eras médico.
- No me jodas, Paco, no
hace falta ser médico para saber esto, si ni siquiera responde cuando le
hablamos…
- Porque está borracho,
¿no lo ves?
La ambulancia llega a
la entrada del hospital. El conductor se baja y sin saludar abre la puerta de
atrás del vehículo.
-
¡Otro
vagabundo borracho, vaya semana que llevo! Es llegar el invierno y caen como
pajaritos – dice el conductor
-
Qué
lástima de homeless – susurra Manuel.
-
¿Qué
has dicho? – le pregunta sorprendido Paco.
-
Homeless…sin
techo…personas sin hogar…
-
Jajaja
– grita Paco – ahora el niño se me pone fino…tú sabrás mucho inglés y alemán…y
tendrás muchas carreras…pero al final tienes que dar gracias a Dios por tener
este trabajito. Así que déjate de “jomelis” y vamos a meter a éste en la
ambulancia…
Los dos celadores
levantan con cuidado al vagabundo. De repente un olor nauseabundo embarga todo
el aire que respiran…- joder, que asco – dice Paco – tápate la boca Manuel, que
vamos a vomitar…
A duras penas
consiguen colocarlo en la camilla y meterlo en la ambulancia…
- Ahora me toca a mí
fastidiarme con esta peste, así no podré ni conducir…vaya leches… ¿alguno de
ustedes me acompaña?
- Yo, responde Manuel…
- Anda sí…-ve con él- y
de paso le enseñas inglés por el camino…jajaja - le vuelve a gritar Paco a su
compañero
Manuel le responde
con una mirada que a punto estuvo de convertirse en un rayo y fulminar al celador… la verdad es que
no hacen falta palabras para mostrarle al imbécil de su compañero lo que quería decirle.
- Joder, no te
enfades…parece que es tu hermano. Vas a tener que tomarte estas cosas de otra
forma porque este es el día a día de un hospital- le comentó Paco sorprendido
por la “respuesta” de Manuel.
Pero su compañero sigue
sin responderle. Lo único que hace es montar en la ambulancia.
El conductor cierra
la puerta de atrás no sin antes advertirle con un gesto a Manuel sobre el mal
olor que tendrá que aguantar. Después se sube en su asiento y arranca el motor.
- Pronto llegaremos, el
albergue no está lejos.
Paco espera que la
ambulancia se aleje del hospital para entrar en Urgencias. Todavía se sigue
riendo de su broma:
- El profesor...tanto
estudiar y acaba como yo que no he cogido un libro en mi vida…no sé qué se
creen estos niñatos… qué pardillo.
La
ciudad volvió al silencio. Pero hay un pensamiento que es capaz de romper esa
muralla. Lo triste es que nadie lo puede escuchar:
“…Me duele todo el
cuerpo…siento un movimiento continuo… una figura está cerca de mí…es cálida”.
“Cierro los
ojos…ahora es cuando veo, ¿qué me ocurre? ¿Qué hago yo aquí?”
“¿Quiénes son esas
figuras?…Es mi mujer, me habla, se enfada, me grita…llora, todos lloran…”
Solo el
grito de la ambulancia se escucha en el manto oscuro que tapa la ciudad…
“…grita,
grita, grita…”
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario