lunes, 18 de agosto de 2014

SALVAJE

La chica inglesa y su viejo padre seguían andando por la selva, aguantando los imparables cortes de espada de su bruto protector creando un camino. A cualquier movimiento sospechoso, el cazador dejaba de dar tajos y rápidamente disparaba su fusil de caza que mantenía con una correa en su espalda. Entonces la chica se cansó y se acercó a él.

-Disculpe Sr. C. Si sigue disparando podría asustar a los gorilas.
-Mi trabajo es protegerles srta. y eso intento.
-Y se lo agradecemos mucho. Pero debe tener en cuenta que hemos venido a estudiar a los gorilas y no podremos encontrarlos si los asusta con esos disparos suyos.
-Mira hija -exclama el profesor -nidos de gorilas -la hija se acercó de inmediato emocionada
-Entonces... padre, sus teorías son ciertas: Se mueven en grupos.
-¿En grupos? -dice sorprendido el cazador -entonces será mucho más peligroso
-No diga tonterías. La teoría de mi padre es que son criaturas pacíficas. Si atacan es solo porque necesitan defenderse.
-¡Bobadas! Esas bestias estarían mejor encerradas.
-Veo que es imposible razonar con usted -dice decepcionada y se aleja.

Aunque no lo saben, hay alguien que les observa. Un hombre con taparrabos, subido a los árboles. Está intrigado, les estaba siguiendo sin hacer el menor ruido. Les escucha hablar, pero no entiende lo que dicen.

Este hombre siguió a la que se alejaba hasta que perdió de vista a los otros dos. Entonces bajó de los árboles, cayendo enfrente de ella.

Dio un grito ahogado un un pequeño salto hacia atrás, asustada. El hombre que acababa de aparecer caminaba usando las cuatro extremidades, exactamente igual que un gorila. Se logró calmar y levantó su mano en señal de saludo
-Hola -dijo en voz baja.
El hombre se levantó e imitó su gesto
-Ho... la...
-¡Ah! ¿Entiendes mi idioma?

Volvió a su postura original. No sabía responder a eso y ella había hablado demasiado rápido como para imitarlo.

-Vale. Está bien. -Dijo más despacio -Ven conmigo -dijo indicándolo con la mano que le siguiera. Él obedeció, curioso.

Les enseñó a su padre y a su protector al hombre que había encontrado, emocionada. Después de discutirlo varias horas decidieron llevarle al campamento e intentar enseñarle a hablar. Habían llegado a la conclusión de que se había criado con gorilas y tenían la esperanza  de que les indicaría dónde encontrarlos.

Cuando llegó la noche se marchó sin que pudieran convencerle de lo contrario. Se convirtió en un ciclo: Llegaba por la mañana, le enseñaban y se iba al mismo tiempo que el sol.

El tiempo pasaba y no dejaba de aprender. Un par de veces le preguntaron por los gorilas y contestó que son su familia y no debía mostrar su ubicación, al menos no tan pronto. Finalmente el día que tendrían que volver a casa estaba cerca. Decidieron explicarle la situación, a ver si cambiaba de opinión y les enseñaba dónde se localizaban los gorilas. Después de un rato pensándolo, cedió.


El cazador iba delante, atento a cualquier movimiento. El profesor le seguía bastante cerca. La muchacha iba hablando con el hombre, cerrando la marcha. Mientras andaban, le comentaba que se fuera con ellos a la civilización. Él contestó que no podía abandonar a su familia tan fácilmente.

Un bonito pájaro llamó la atención de la pareja y se detuvieron. Ella iba a sacar su cuaderno y dibujarlo cuando escucharon un disparo y un rugido. Rápidamente fueron al lugar donde provenía el ruido. Entraron en un claro y la mujer se quedó petrificada.

Unos gorilas alimentándose de los cadáveres del cazador y el profesor fue lo último que vio en su vida.


JRS
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